El cine de gran tirada está llegando al espectador mayormente a través de la pantalla televisiva, sobre todo en tiempos de confinamiento. A pesar de que la coproducción franco-hispano-brasileño-belga Wasp Network (La Red Avispa), se estrenó en septiembre de 2019 en los Festivales internacionales de Venecia y Toronto, San Sebastián y Nueva York, el mayor número de espectadores acaban de verla ahora, luego de su estreno en Netflix.
Aunque muchos lo dudaban, La Red Avispa se proyectó en diciembre en La Habana con una recepción más bien cálida, aunque con algunas reservas por parte de críticos y espectadores. Dentro y fuera de Cuba, se consignaron varios niveles de ineficacia dramatúrgica, por decir lo menos; pero nadie podía imaginar que, seis meses después del estreno, se provocara tan cruenta polémica en redes sociales a propósito de su salida en Netflix y de la circulación masiva en Cuba mediante el llamado Paquete Semanal.
Así, en junio, bajo condiciones de confinamiento, todos los factores se conjugaron para que algunos cubanos del exilio enrojecieran de ira acusando a la película de procastrista y mentirosa, razones que juzgaban suficientes para recoger miles de firmas solicitando su retirada de la parrilla de Netflix.
Desde Cuba, el asunto fue apreciado con mucho menos apasionamiento, y se contemplaba con estupor el brote de intolerancia en la orilla opuesta. Las opiniones de los especialistas de la Isla se referían a que se trataba de una película necesaria, importante, a pesar de su disfuncionalidad como cine histórico y como thriller político, por el desmaño narrativo para definir los móviles de los personajes y lograr la identificación que debiera suscitar este género de filmes.
A ambos lados del Estrecho de la Florida se mencionaba la impostura de este o aquel intérprete, y se reprochaba la narración (demasiado detallada según unos, insuficientemente prolija según otros). Algunos señalaron el desabrimiento en el diseño de personajes, empezando por el piloto René González, quien ocupa el mayor tiempo en pantalla puesto que el filme sigue sus huellas desde que emigra de Cuba hasta la condena en Estados Unidos.
El personaje de René González carece de un punto de vista. A pesar de su casi omnipresencia, en muy contadas ocasiones accedemos a su pensamiento. El espectador cubano puede extrañar series televisivas clásicas sobre la infiltración de agentes de la Seguridad del Estado, como En silencio ha tenido que ser o Julito El Pescador, muy atentas ambas a la definición de sus protagonistas en tanto héroes. El guion de La Red Avispa está tan empeñado en ser imparcial, que le niega al personaje la consagración heroica: algo imprescindible en este tipo de filmes desde que se popularizó la saga del Agente 007.
La negativa a convertir en auténtico héroe cinematográfico al protagonista de La Red Avispa, ocasiona que a muchos espectadores les resulte más o menos indiferente el destino del personaje.
El consagrado director francés Olivier Assayas se ocupó de la realización (siempre correcta, nunca virtuosa) y también del guion, que adaptó el libro Los últimos soldados de la Guerra Fría, del escritor brasileño Fernando Morais, de modo que intentó conferirle al filme un enfoque más amplio, reporteril y testimonial. De acuerdo con esta perspectiva, el filme incorpora ocasionalmente recursos documentales (archivo, voz en off, grafismos, personajes reales) que distancian al espectador de la identificación con los personajes. Y las informaciones suministradas pueden llegar a ser abrumadoras o insuficientes, en dependencia del conocimiento que tenga el espectador sobre el tema.
A partir del cuidadoso balance de datos aclaratorios que aspiran a legitimar el contexto histórico descrito, Assayas quiso trascender el ditirambo del gobierno cubano (creador de toda una oratoria comprensiblemente nacionalista sobre los Cinco Héroes), y optó también por apartarse de la caracterización del exilio ultraderechista (nobles luchadores por la libertad, víctimas de un grupo de espías malévolos y traidores).
De este modo, los potenciales espectadores de Tanzania, Belice o Kamchatka, e incluso los muchos norteamericanos o franceses que ignoran los matices del asunto, pueden hacerse de una idea del ambiente ideologizado y sectario en que ocurrieron los acontecimientos. Y nadie podrá negarle a la película que, a pesar de sus desbordamientos o manquedades, consigue al final ese aire panorámico, de compilación sumaria; porque el director-guionista mantiene el mismo tono distanciado e imparcial cuando adopta un tono de reportaje, con voz en off y estilo de noticiero, para describir la inserción en Estados Unidos de la Red Avispa, infiltrada en las organizaciones anticomunistas de la Florida.
Además de la cierta torpeza con que se introduce, por edición, este aspecto documental, noticioso y realista, el guion de Assayas se mantiene parco en cuanto a los móviles de los personajes principales: Gerardo y Juan Pablo Roque, y sus respectivas parejas.
Gerardo abandona a su esposa cubana, es acusado de traidor y gusano, y en una carta dice trabajar, desde Miami, por una Cuba más justa y próspera; mientras que Roque es una especie de dandi muy inclinado a los lujos del capitalismo, y engaña a la cubana-americana con la cual contrae ventajoso matrimonio. Los vínculos personales son descritos a grandes rasgos, mientras se detallan a plenitud las relaciones entre algunas personalidades del exilio cubano, la CIA y el narcotráfico.
El cine ecléctico y multigenérico que había realizado Assayas lo capacitaban para este ambicioso trabajo. Redactor de la mítica revista Cahiers du Cinema en los inicios de su carrera, y por tanto conocedor de las técnicas para organizar una crítica o un reportaje, su ópera prima, Desorden (1986), relata cómo se instala el caos en la vida de tres jóvenes que roban una tienda de instrumentos musicales y matan al propietario. Su consagración ocurre diez años después, con Irma Vep(1996), una de las grandes películas francesas sobre cine dentro del cine, que incorpora memorables fragmentos de la famosa serie silente Las vampiras.
Los destinos sentimentales (2000) enfrenta al director con el llamado cine de prestigio (con adaptación literaria y contexto histórico incluidos) para contar una historia de amor luminosa, cercada por las presiones de protestantismo fundamentalista.
Aquí es preciso aclarar que La Red Avispa también pulsa como hilo conductor la separación, las dudas y la fidelidad de la pareja protagónica, Olga y René; pero este eje dramático se desatiende debido a la urgencia por ofrecernos un volumen tan grande de información. La representación del idilio amoroso termina siendo fragmentaria e impersonal.
Dos filmes situaron definitivamente al director francés en el camino que lo conduciría hasta La Red Avispa, y la demostración de cómo se entrelazan los temas personales y lo político: el tecno-thriller Demonlover (2002), sobre una espía industrial que debe torpedear desde adentro un proyecto industrial-audiovisual de contenido violento y pornográfico; y Carlos (2010), que le confirió fama mundial al director y a su protagonista, Edgar Ramírez, con la historia de Carlos El Chacal, el terrorista venezolano más buscado de la historia.
Muy diestro para manejar los códigos cinematográficos adecuados para mostrar traumas individuales en espacios cerrados y amenazantes, y menos brillante en historias corales con grandes recorridos espacio-temporales, Assayas descuida algún que otro árbol para mostrarnos el bosque. Así, la madrileña Penélope Cruz se desgastó en el arresto de parecer cubana, cuando lo más importante hubiera sido comprender, y trasmitir, los conflictos de lealtad que enfrenta Olga; el venezolano Edgar Ramírez comprendió, al parecer, que la visión del director sobre René cabalgaba entre lo externo y desapasionado.
Similar actitud, de figuración más o menos desapasionada, en plan de ahorro de energía y sudor (tal vez comprendieron que muy poco podían hacer por personajes trazados someramente), adoptaron el mexicano Gael García Bernal y el argentino Leonardo Sbaraglia; este último en mejor posición en tanto se le otorgó un papel ligeramente más complejo. La peor parte le tocó al brasileño Wagner Moura, quien interpreta a Juan Pablo Roque: el más enigmático de los infiltrados cubanos. El espectador que desconozca la historia real nunca llega a saber, a ciencia cierta, qué está haciendo, por qué o para qué.
La trama vacila por sus constantes anticlímax y desconexiones, vinculadas al intento de conservar la imparcialidad en torno a temas tan polarizados como las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la contienda ideológica entre el exilio derechista y los cubanos que apoyan el gobierno, así como el concepto que se percibe por detrás de toda la narración: el terrorismo de Estado.
Temas tan complejos, y el reconocimiento de un par de verdades incuestionables, provocaron la irritación de alguno de los bandos en conflicto, y ya no hay nada que pueda calmar los ánimos. Tirios y troyanos, algunos cubanos de adentro y de afuera, eligieron el campo de batalla que significa la presentación masiva de La Red Avispa como excusa para su, al parecer, infinito sectarismo.
Como si alguna película, buena, regular o mala, debiera, o pudiera, comprometerse con la presentación de toda la verdad y nada más que la verdad.
Aislamientos y encierro: temas recurrentes del cine cubano
Recluidos en la Isla y desesperados en busca de un escape, emergen los protagonistas de Nada (Juan Carlos Cremata, 2001), Personal Belongings (Alejandro Brugués, 2007) y Santa y Andrés (Carlos Lechuga, 2016). Pero hablando de inmovilidad y clausura, el cambio se compulsa hacia adentro en Lista de espera (Juan Carlos Tabío, 2000).