Promenade (Allegro giusto)


Diana Carbonell Avtodiychuk.


I am a nightingale trapped in a foreign land
and you are my golden cage.
Sergei Parajanov

El espectador se sienta en una sala, la escena está aún oculta. Sin embargo, poco a poco, la oscuridad y la ausencia ceden su lugar a la luz de la aurora. 

Lentamente se distingue un paisaje: una muchacha brillante, descalza y vestida de plata, acompañada por un piano y una proyección. Todo evoca a la atmósfera de un cine mudo, visto desde el tiempo-ahora, mientras los sonidos de los vasos y cristales chocando se van desvaneciendo cual arena en viento. 

Como una campana, Diana empieza y revela el motivo en 5/4 de Promenade. La fiesta comienza…

La proyección ideada por la artista nos regala la lógica de un sueño: un collage surreal en el que se construye una subnarrativa: la paz. El sueño mezcla imágenes de infancia (danzas de videojuegos), paseos europeos, arquitecturas orientales, filmes soviéticos coloridos (El color de la granada, Petrushka). 

En esencia, imágenes que nos generan preguntas. ¿Por qué esta elección? ¿Cuál es la lógica de este fragmento? ¿Hay una lógica, siquiera? 

Sin embargo, son imágenes que dialogan sinceramente con la música (Cuadros de una exposición de Modest Mussorgsky) en tanto que juegan con sus tiempos, modos y sentimientos, cual si se tratase de la música incidental de un antiguo film.

Con su técnica excelente y su goce singular de pianista acuariana, Diana Carbonell Avtodiychuk (nacida en el 2000) genera una danza con sus dedos. Bailan nudas sus manos y su mente a través del piano. Su tocar evoca placenteramente aquella simple y directa idea de Wittgenstein sobre la lógica de la interpretación pianística: Piano playing, a dance of human fingers…



Diana Carbonell Avtodiychuk.


I. Gnomus (Vivo)

¿Qué es lo que te lleva a la música? ¿Hay un interés innato o hubo una guía de algún tipo?

Creo que hay algo innato, ¿no? Siempre me ha gustado cantar. Pero, aparte de eso, a mi mamá también le gustaba la música. O sea, a ella también en su niñez le hubiera gustado ser pianista. Al ver que era musical, siempre trató de incentivar eso, comprando juguetes musicales y tal. Dice la historia (se ríe) que ellos me preguntaron si quería entrar en una escuela, si quería dedicarme a eso. Y al final de cuentas yo dije que sí. 

Independientemente de que me gustaba cantar, también me encantaba el piano. Me daba curiosidad. Por ejemplo, cuando uno es niño, ve las cosas como si fueran juguetes, yo veía el piano como eso. El piano para mí era como un juguete gigante que tenía unas teclas que sonaban. Entonces mi abuela ucraniana (por parte de madre) tenía uno, y cada vez que íbamos para mí el piano era como ese gran juguete. 


Promenade (Moderato comodo)

How am I to protect my wax-built castles of love 
from the devouring heat of your fires?
Sergei Parajanov

Miro y escucho atento. Todo mi ser volcado hacia el piano y su dueña momentánea. Me siento cómodo, mientras observo las imágenes y contemplo al piano desembuchando luces. Todo se torna un cuadro de Renoir, una sensación como impresionista. De repente, un poema de Baudelaire aparece dentro de una botella: Quand je te vois passer, ô ma chère indolente,

Au chant des instruments qui se brise au plafond
Suspendant ton allure harmonieuse et lente,
Et promenant l’ennui de ton regard profond…

Los acentos de la pieza me despiertan de mi sueño francés. Presiento que la forma rondó del opus siempre nos da cierto sentido de retorno y un espacio para pensar en «qué sucede», incluso una pequeña zona de epokhé, de suspensión total, de vuelo uraniano. Como diría Benjamin en su Mangum Opus (Das Passagen-Werk): Lo que siempre da el tono es lo más nuevo, mas sólo cuando emerge entre lo viejo, entre lo más pasado y habitual.



Diana Carbonell Avtodiychuk.


II. Il vecchio castello (Andante cantabile)

En un punto, esa niña entonces se convierte en estudiante. Es decir, entras en una institución escolar. Como toda institución escolar tiende a tener un funcionamiento jerárquico, disciplinante, en el que el cuerpomente se disciplina con una función social puntual, sin considerar el deseo y la libertad del educando. Básicamente, entras en un espacio que como diría Foucault es de «examen continuo», de demostración de tu vulnerabilidad como sujeto. ¿Cómo te sentiste en ese espacio? ¿Quién eres ahí? ¿En ese espacio de construcción o fabricación de sujetos? ¿Eres como camaleónica, rebelde o cubanamente hablando «puntualita»?

Diana: Yo recuerdo que fui a los exámenes sin saber que era un examen y me lo tomé como un juego. Incluso decía: ay, me equivoqué. Cuando tenía que reproducir cosas en el piano. Yo me sabía una sola melodía que me enseñó mi mamá. Mi experiencia fue bastante divertida. Me encantó conocer a mis futuros compañeros de clase. Incluso, el «cambio» de una escuela normal a una escuela que implica tanto rigor y disciplina no lo sentí con ese peso o nerviosismo. Sí tuve días que odié el piano y mi mamá me regañaba por no querer estudiar y demás. Pero no fue un proceso traumático como otros. De niña no sucedió al menos. Quizás ya de grande surgió (se ríe). Tuve momentos de rebeldía. En la Universidad ya te das cuenta de otras cosas, son otras vivencias. Es otra cuestión. A parte de eso, la pandemia coincidió con mis estudios universitarios.



Diana Carbonell Avtodiychuk.


Promenade (Moderato non tanto)

We were searching for ourselves in each other.
Sergei Parajanov

Diana juega con el piano. Hay un virtuosismo increíble en su andar. Una pulcritud técnica asombrosa. De ahí brillan las estrellas de la granada, las que hacen que Diana sude vino dulce sobre las teclas. Vino que embriaga al piano. Piano que pare diamantes que se reflejan entre sí, proyectando una imagen única de arcoíris. Veo una imagen que ya había visto: un niño en un tejado armenio viendo miles de libros hojeándose por el fuerte viento. 

I saw everything, clear and strangely blunt
and I understood that life has abandoned me.
Sergei Parajanov



III. Tullerías (La disputa de los niños después del juego; Allegretto)

¿Cómo te relacionas con esa dimensión artística que está afuera de la academia musical cubana? ¿Cómo te sientes con respecto a eso que queda «omitido» en la academia? Dígase el piano popular, por ejemplo. Que sabemos que antes era un acto cuasi diabólico (que podía provocar la expulsión) lo de tocar un tumbao’ o un standard de jazz. Ahora, lo tocan de una forma superficial, como para decir «se dio». Coméntame un poco…

Diana: Sí, por supuesto, me llamó la atención esta cuestión cuando estaba en la academia, especialmente en el nivel medio, que es esta etapa en la que te empiezas a soltar, a experimentar y demás. Aunque tuve la suerte de tener buenos maestros clásicos, a veces una se queda así como: hay tanta música, tantas cosas buenas por aprender que tú quisieras que fuera enseñado con la misma intensidad. Nosotros dábamos el piano clásico, el piano europeo básicamente. Y teníamos en un año (3ro) un taller de música popular. Era como un pequeño acercamiento. En ese tipo de cosas, cuando algo me interesaba lo buscaba por mi cuenta. Incluso así yo siento que es mejor. No hay nada mejor que pasar por la experiencia tú mismo. Quizás si hubiese estado academizada ésta música hubiera una insatisfacción y uno buscaría otra cosa y así. 

¿Y el jazz?

Con el jazz me pasó algo raro. Inicialmente no lo entendía. Sin embargo, me empecé a mover con personas de ese circuito y ya fui entendiendo. Simplemente por la curiosidad de saber qué le veían de interesante a ese fenómeno. De todas formas, siento que lo que pasa hoy en día con el jazz es que la gente lo relaciona con el flow, la misma palabra ya tiene eso. Y para mí el jazz tiene otra historia, tiene otro contexto, ese jazz que le gusta a la gusta a la gente es otro tipo de jazz al de antes, por poner un ejemplo. Entonces, siento al jazz como una música para investigarme, para profundizar en mí. Me adentré en él para saber si es algo que realmente yo quiero hacer en el futuro.

Te gusta lo pop, ¿no?

A mí siempre me encantó la música electrónica y también lo pop, lo que está pegado. Esencialmente, me encanta todo lo que yo sienta que me inspira curiosidad, que tengo ganas de investigar sobre eso o de saber de eso. Porque siento que me va a aportar como músico. Por eso, no me parece bien criticar ningún tipo de música. Creo que todo existe y convive por una razón.



Diana Carbonell Avtodiychuk.


IV. Ganado (Sempre moderato, pesante)

Cada arte (categoría latina) es lógicamente un mundo distinto. Así mismo, como dentro de la música hay varias formas de acercamiento las cuales sobrepasan lo académico, también sucede con las artes visuales, el cine, la poesía y demás. Hay todo un mundo de la creación extraacadémica. Ya que al final cada arte es esencialmente la construcción, el juego o la fabricación de fenómenos dentro de un sentido o varios, siempre existirá lógicamente un interés mínimo en otra forma de arte (la especialización tal vez sea algo nuevo). Existen muchos casos de músicos que han pintado como Miles Davis, Schoenberg, Satie, etc. O pintores que han sido también músicos o instrumentistas. Entonces, se hace difícil pensar las artes de forma separada, ya que una puede servir de inspiración para la otra, o pueden crear fenómenos multisensoriales en conjunto. Por eso, imagino al artista como un sujeto de campo, que tiene a disposición la posibilidad de descubrir animales, flores, hongos y un sin fin de actividades y saberes orgánicos, mientras que los transmite y perfecciona. Hay algo siempre de polimatía en el artista. Hay un homo ludens. Hay un ser-en-el-juego que es pre-institucional. También hay algo socrático, investigativo, buscador en el artista.

En efecto. Me pasa que independientemente de que yo me haya especializado en la música, si yo sé que como ser humano puedo desarrollar otras habilidades, incluso fuera del arte, por qué no hacerlo. El dibujo es algo que me encanta desde niña. Y la danza es otra cosa que me fascina. Con la danza conozco mi cuerpo, incluso me ha ayudado a concientizar ciertas posturas negativas que tomo al tocar piano. Descubrí que hay cosas que somatizamos a nivel inconsciente. Creo que se trata de ser lo más completo como artista. Y es algo que recomiendo a todo el mundo. Cualquier cosa que puedas explotar, sácala. 

Como pianista lo que es el espectáculo del piano clásico me parece que es sólo para gente especializada de alguna forma. Siempre fui un poco escéptica con eso. Y no es por criticar en vano, sino simplemente cómo siento al fenómeno hoy en día. Por eso quise explorar en base a esa «inconformidad» la cuestión de interpretar una obra clásica (como los Cuadros de una Exposición de Mussorgsky) y llevarla a algo más actual con una proyección visual de fragmentos de imágenes. 

Siento que el público de hoy en día es distinto al de hace 100 años, en tanto que los estímulos son totalmente distintos. Por tanto, pienso que la propuesta del espectáculo debe ser distinta. De esta forma, el público puede jugar con su atención y decide por sí mismo en lo que concentrarse. Si ver la imagen o verme a mí en el piano. También es una forma de generar atracción en el público. No quiero que se sientan enajenados o desenfocados. Y ojo, esto último igual puede ser. Es claro que el arte no hay que hacerlo para que el otro se sienta identificado. Pero sí fue algo que se me ocurrió en base a un análisis que realicé a través de mi experiencia con este fenómeno del espectáculo del piano clásico y tal.



Promenade (Tranquilo)

Una farola, dos corcheas…

El dios del sueño vuelve a surgir y Eros alado junto a él me canta suave un poema al oído mientras Diana flota enrollada en plata frente el piano, con su juguete. Nota por nota me pierdo en un mar de calma. Un juego contemplativo. Me soplan:

J’embrasse tes genoux que les prières en commun châtient, J’embrasse tes pieds qui apaiseraient le large ; Je souhaite plonger ma tête entre tes cuisses vitales et dans ton cilice, pleure mon iniquité ; là, ma chère sainte, dans cet oubli des ténèbres Chasm and the Boundless, ravi de senteurs vibrantes et fraîches, quand j’aurai fini de chanter doucement mon long hymne, J’apaiserai mon tourment sur votre chair saine.

Mallarmé

Una farola, tres silencios… La puerta está cerca.


V. Balet nevylupivshikhsya ptentsov (Scherzino)

¿Tienes otros intereses académicos? Fuera de Cuba, por ejemplo. ¿O ya no te interesa el mundo académico?

Diana: Hace poco terminé la universidad, y la verdad no siento la necesidad de otro estudio. Me siento bastante completa. No hay esta necesidad de hacer un máster o algo, al menos ahora mismo. Todo lo estudio por mi cuenta ahora. Si hay un curso de producción, o de algo que me llame la atención puede ser. En ese sentido, creo que hay gente que tiene una adicción con la cuestión académica. Una vez terminada una faceta se sienten vacíos y necesitan más. Yo lo que quiero hacer ahora tiene que ver con lo que estudié en la academia. Es decir, forma parte de la tradición de la música clásica. Es una cosa que quiero seguir explorando por un tiempo. Pero lo que venga después no sé si tenga que ver con la academia. 



Diana Carbonell Avtodiychuk.


VI. Samuel Goldenberg und Schmuyle (Andante)

Eres el producto de dos culturas: Ucrania y Cuba. ¿Puedes hablarme de esta dualidad?

Es bonito. Mi mamá es ucraniana y mi papá es cubano. Es como un regalo. Porque es ver directamente que somos un producto de distintas culturas. Aunque hay gente que lo tenga más oculto. Más disperso. No tan directo como en mi caso.

La forma en la que me educaron es libre. Siento como que no hay ninguna restricción como tal. Además, no hubo un choque de culturas, sino que hubo sincretismo ya directamente en el hogar. Mi mamá viene del cristianismo ortodoxo y mi papá de la cultura afrocubana, yoruba. Y ambos aceptaron sus diferencias y respetaron sus puntos y tradiciones. Siento que hay mucho respeto en ese sentido. En mi casa se habla ruso, ucraniano y español. Hace mucho tiempo que no voy a Ucrania. Y no siento que hay un choque de culturas en ese sentido. Aunque me he preguntado, ¿me siento más cubana que ucraniana?


Promenade (Allegro giusto)

El piano calla. Sale ella, primorosa y gallarda. La luz se apaga y muere la proyección. Se levanta un hombre a aplaudir. Se roba una farola de como veinte centímetros y guarda la imagen del concierto ahí. Las doce de la noche. Camina el hombre fuera de la fábrica. Al llegar a la casa se le ocurre un poema cursi en francés:

Ton beau corps dans la salle de bain. Je te donnerai la serviette demain. Je suis la serviette pour toi. Précieux, utilise moi.

Un mes después entre pirámides rojas cavila el idiota:

My lips will suck the cure for bitterness:
Oblivion, nepenthe has its start
In the bewitching teats of those hard breasts,
That never have been harbour of the heart.
Baudelaire, for the Black Venus.


VII. Limoges. El Mercado (Allegretto vivo)

¿Cómo te sientes como persona racializada en el contexto del piano clásico cubano? Incluso a nivel internacional es un tema que hoy en día se habla mucho. Toda la cuestión decolonial, antirracista, etc. En el contexto de la música clásica puntualmente hay ciertos clichés y prototipos como «el pianista ruso» y «el pianista chino». Con sus escuelas, métodos distintos, etc.

Yo creo que eso ahora está cambiando. Y ya hacía falta. 

Que igual me habías dicho que no te sentías «una pianista clásica». ¿Tiene que ver con esto? ¿Desde cuándo?

Diana: Cuando niña ya sabía que no me iba a dedicar solo a ese tipo de música. Sabía que me gustaba y aún me sigue gustando. Pero no es algo a lo que me quiero dedicar toda mi vida. No es morir con la música clásica, a lo Glenn Gould. 

Sobre lo otro, creo que sí. Había estereotipos. Los pianistas asiáticos, los judíos, los rusos, etc. 

Todavía se ven mucho en las redes sociales. Su forma de ver el pianismo es distinta. Incluso la forma de vestir. La parte visual y la técnica cambian totalmente. Pero ahora sí se está viendo mucho la parte inclusiva. He visto más pianistas negros y negras. Aunque creo que los profesores no se dan cuenta de la diferencia y te tratan a ti sin considerar tus diferencias puntuales. 

Que también este fenómeno de inclusión tiene un elemento de vender y poner de moda lo negro, etc. Creo que al final todo (incluso si surge de un espíritu interesado) tiene algo bueno y es que esto hace que se salgan a ver otras personas. Además, también hace que la gente se una más para ver la situación de otros artistas. 

También aparece lo otro que es que si eres pianista negrx tienes que tocar música popular o jazz. Hay un estereotipo ahí. 

Exactamente. Que en el jazz no hay racismo, pero sí hay machismo, por ejemplo. Incluso a mí me han dicho tú tienes que tocar jazz porque eres negra.


VIII. Catacombae (Largo)

También hay una cuestión que es reivindicar la ancestralidad y que puede hacerte parecer que caes en un cliché. Pero no, es un derecho cultural. Hay gente que su abuela era cantante de blues y quiere continuar esa línea tocando guitarra de jazz y blues, y explorando lo más que puedan esa tradición. Por ejemplo, en esta versión de los Cuadros de Mussorgsky que propusiste, al final reivindicas mucho de la cultura de Europa Oriental.

Sí, de eso quería hablar. La obra se llama Cuadros de una Exposición. Siempre la pensé con una proyección desde la primera vez que la interpreté. Y lo traté de hacer de tal forma para concientizar el tema de la invasión rusa a Ucrania. Son dos naciones que están tan intrínsecamente unidas, por la cultura y demás. Es muy triste. Por eso quise dar un mensaje con esta pieza. Hablar de dos culturas que también me tocan. 


IX. La cabaña sobre patas de gallina (Baba Yaga) (Allegro con brio)

¿Me comentas de tu relación con lo místico?

Tiene que ver con lo que te contaba de mis padres. A mí todo lo que tiene que ver con lo místico y espiritual me parece interesante. Creo que es algo que le pasa a muchos artistas. Y me ha ayudado. Porque descubriendo cosas de las culturas me genera inquietudes para hacer arte. Además, me pasa que aprecio muchísimo el folclore afrocubano y el ucraniano, por igual. 

Lo ves como inspiración. 

Sí, totalmente.



X. La gran puerta de Kiev

Revela algo sobre tus proyectos presentes y futuros.

Ahora algo que me interesa mucho es la cuestión trabajar con proyectos que vinculen distintas manifestaciones del arte y que den un mensaje, o por lo menos que eso sienta el espectador. Además, estoy escribiendo música para piano y otras cosas. En algún momento ya se verá. 

¿A nivel estético tienes alguna postura puntual? Por ejemplo, vanguardista, post-vanguardista, etc.

Yo creo que a todo no hay que ponerle un nombre. Te puedo hablar de lo que voy a hacer. Puede ser que sea innovador. Aunque, el hecho de crear algo innovador es una consecuencia. El público y el tiempo es el que decide si lo que haces es innovador o no. Así que, ponerle un nombre desde ahora no tiene mucho sentido para mí. Creo que lo esencial es que el arte sea sincero y dejarle a las personas una experiencia que les llegue.





saluden-a-la-princesa

Saluden a la princesa

Por Jorge Enrique Lage

Leo ‘Tía buena. Una investigación filosófica’ (Círculo de Tiza, 2023), de Alberto Olmos.



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