Morbo es principalmente una feroz ópera prima que responde, como pocas, a todo lo que se espera, o debe esperar, de una primera obra: descarnada, valiente, visceral, verdadera y, por encima de todo, extraordinariamente inconsciente.
Roger Fariñas, su autor, reinventa, reversiona y revienta el significado de la palabra “morbo” en su primer trabajo teatral y brinda al espectador/lector la mayor desnudez posible: la suya, la de los personajes y, sobre todo, la del propio lector/espectador, que utiliza esta historia para encontrarse con su yo más primario, el que nos incomoda en ocasiones, pero el que, superada la etiqueta y la convención, nos permite sentirnos verdaderamente libres.
Fariñas, generoso y valiente en este aspecto, se desnuda (o hace que se desnuda, lo cual nos sirve) teatral y personalmente para ofrecer la llave, para ofrecer la clave, del verdadero éxtasis personal y teatral: la verdad. Morbo es, además de otras muchas cosas, verdad.
En su trabajo, el autor redimensiona el concepto de morbo y lo concreta en 12+1 instintos. El instinto, abierto y transparente a ojos del otro y de uno mismo, es el protagonista de esta obra donde los personajes son el vehículo por el que ataja tan carnal sentido.
Y son 12 cuadros como 12 son los meses del año o 12 las horas de la primera vuelta del reloj, la más oscura y poderosa. Porque la obra se preocupa en completar un ciclo, apuntalado sin embargo con el cuadro +1 que abofetea todo el viaje anterior y coloca al lector/espectador en una tesitura espinosa y ardiente: ¿dónde he sido más feliz?, ¿en la inconsciencia del instinto, del morbo, o en la constatación y entendimiento del espejismo, de la ilusión?; ¿dónde soy más yo?, ¿en la verdad que emana de la carne o en la tiranía que emerge de la razón?
Y no hay nada más valioso en el teatro, en la ficción, que plantear estas inquietudes.
Y esa es la inconsciencia del autor, de su ópera prima. No pensar. Mostrar vaciándose. Eso es lo que hace Fariñas en su primera obra de teatro que, como siempre pasa con las primeras manifestaciones artísticas, son una cosa pero podrían haber sido otras.
En este caso, es una pieza teatral pero podría haber sido un poema, una novela, un ensayo o simplemente una canción. Al autor no le preocupa el envase, el molde. Al autor le ocupa y preocupa el mensaje. La obra, precisa y redonda, supura teatro, conocimiento teatral, por todo su perímetro.
Para el lector/espectador, será un descubrimiento explorar la sabiduría de este poderoso dramaturgo, director escénico y crítico teatral, que escribe porque sabe, pero, sobre todo, escribe porque vive.
Nos encontramos ante la que puede parecer una obra de contrastes, pero donde, a mi humilde parecer, nos encontraremos un abanico diverso de personajes, instintos y morbos que en realidad se igualan y asemejan poco a poco. La obra nos iguala. Nos coloca y nos iguala…
El libro Morbo, publicado por Ediciones Matanzas, ahora se encuentra disponible en España —país donde radica exiliado actualmente su autor— gracias a Librería Páramo que se encarga de su distribución.
De momento, esperamos los siguientes trabajos teatrales de Roger Fariñas con la pasión con la que se lee/disfruta Morbo. Anhelamos que el autor no pierda esa visceralidad despreocupada y verdadera que, aparentemente, se olvida de la forma, aunque en realidad controla y nos controla, humana y teatralmente.
Los personajes de Morbo somos nosotros. No mires a otro lado. El autor no te dejará hacerlo…
El mar: un espejo para el poder
En estos días, cuando algunos tratan de asesinar la reputación de los artistas, y esa mala práctica intenta tocar a Carlos Celdrán, a Yuliet Cruz, a Abel González Melo, necesito regresar a las palabras de Antonio Vigo: “sembrar la memoria para que no cunda el olvido”.