Un paseo por Instagram

Instagram propone, y tal vez impone, un consumo atiborrante de cultura visual. Aunque siempre está la posibilidad de ubicarnos al margen y no tener perfiles en redes sociales, los acosos publicitarios y el funcionamiento macabro de los algoritmos son variables con las que tenemos que contar casi obligatoriamente, si es que pretendemos tener hoy en día una interactividad genuina con nuestra realidad visual.

Instagram opera como un mecanismo que genera paquetes personalizados y mixtos de golosinas de pequeño formato. Según cada usuario, la plataforma ajusta las proporciones de un tipo de golosina por encima de otro: unos llevan más palomitas acarameladas de maíz, otros más granos de maní garapiñado, otros más semillas tostadas de calabaza con miel de purga, otros más bombones rellenos, otros más malvavisco, y así sucesivamente.

El gran negocio de la red social es la elaboración y actualización constante de una base de datos donde cada usuario está clasificado según su condición de consumidor potencial de un producto determinado, ya sea moda, deporte, belleza, gastronomía, yoga, porno, y un largo etcétera que incluye al arte.

Mi feed de Instagram tiene menos arte del que en un momento imaginé que tendría. De todos modos, para ser sincero, tiene bastante. 

Sigo perfiles que comparten información sobre arte de posguerra, multimedial, como es bastante evidente que haría un artista como yo, ubicado cómodamente bajo esa sombrilla agujereada conocida como conceptualismo.

Debo reconocer que no presto mucha atención a la pintura, más allá del trabajo pictórico de amigos y otros cultores cubanos del género. De todos modos, Instagram me mantiene al tanto, y muy bien, de un número reducido de pintores que me atraen sobremanera. Entre todos, me recuerdan y confirman cuáles son los aspectos de la pintura de hoy que más me interesan, cuáles son las actitudes que más empatía me generan. 

Algunos son nombres a los que llegué exclusivamente por Instagram. Eso, por supuesto, también es muy interesante. A continuación, voy a descargarle a comentar un poquito sobre cuatro de ellos.


Lee Lozano (#leelozano)

Esta fiera pintadora, nacida en 1930 en Nueva Jersey, conjugó esa herencia expresionista tan característica de la Nueva Figuración de los años 60, con efectos seudonaturalistas y seudoacademicistas que reforzaban el componente erótico de buena parte de su trabajo.

Es usual en ella la combinación de detalles de herramientas de trabajo con motivos antropomorfos. Se ha dicho que fue influida por la lectura de Eros y civilización, de Herbert Marcuse, publicado en 1955 y ampliamente leído por su generación.

El trabajo de Lee Lozano cuenta con el aderezo político y reivindicativo propio de la América en que desarrolló su pintura. 

Si la comparamos con Francis Bacon, que perfiló el núcleo duro de su obra en la misma época, notaremos que el irlandés era más dado a un regodeo historicista, a un occidentalismo filosofal y culterano. Sus obras trípticas con modelos de poses tormentosas, sus reses colgantes y variaciones papales, así lo demuestran. 

Lee tiene mucho de cosmopolita urbana, contracultural y reivindicativa. Ambos, ella y Bacon, comparten el sexismo en sus imaginarios, pero Bacon tiende más al existencialismo sofisticado y clasicista, mientras que ella era una desfachatada proletaria.

Lee Lozano fue un quiste pop que terminó armonizando perfectamente en el arte norteamericano de su tiempo, e incluso en el de hoy. Su ciclo vital coincide bastante con el de la cubana Antonia Eiriz… Me gusta creer, que en algún punto, sintonizaron sus resonancias.




Vahid Sharifian (@vahidsharifian)

Este muchachón nacido en 1982, y que vive y trabaja entre Los Angeles y Brooklyn, se mueve entre el erotismo psychoel modus vivendi hollywoodense y el síndrome del cómic. Sus cuadros parecen viñetas de una historieta, escenas salidas de una vida sexual extrema, divertida, visionaria y onírica. 

Sharifian es todo un post-Young British Artist (YBA), la generación de artistas a la que pertenece Damien Hirst. No es, para nada, el típico instalacionista, videasta o experimentador, como los YBA que le anteceden: es, de hecho, un artista convencional (un pintor), un exponente tradicional en la hechura artística, a pesar de recrear un imaginario digno de terapia de choque posmoderna. Pero indiscutiblemente ha heredado el hábito sensacionalista, ilustrativo de una vida social salvaje, que caracteriza a buena parte de sus antecesores YBA.

Sharifian arrastra su actitud a sus cuadros, hasta cuando no está representado en los mismos. Recuerda un poco a un Raymond Pettibon. Las escenas eróticas, plagadas de falos bicéfalos y cabezas rubias femeninas que salen de papayas, son también parte indisoluble de la imagen que proyecta el artista: dandy muy a la moda, desgreñado y con las gafas y el sombrero más exclusivos. El pecho peludo de estrella porno ochentera que dejan ver sus camisas, parece ser parte de un plan artístico para que la audiencia sienta que la obra y el artista salieron del mismo pincel y el mismo chorro de pigmento.




Siegfried Herz (@siegfried_herz)

Este checo, cuya edad desconozco, hace diez años se sometió voluntariamente a una especie de reclusión-retiro de meditación, y es ahora que su trabajo se ha podido disfrutar públicamente, en la muestra personal About Love, curada por Otto M. Urban en el Centro DOX de Arte Contemporáneo de Holešovice, Praga, a disposición del público desde el 12 de mayo hasta el 19 de septiembre de 2021.

La pintura de este señor nace de la combinatoria entre sus fotos, videos, collages, lecturas y música. Por años, se ha interesado en consumir el tiempo presente a través de un filtro grueso y riguroso que le permite tener su propia temporalidad al margen de la dinámica actual. El escaso contacto con unos pocos seres queridos, y sus nociones sobre la actualidad a través de terceros, le han permitido zambullirse tranquilamente (sin temor al acoso de la cultura de masas) en lecturas, visionajes cinematográficos, composiciones musicales y otras reflexiones.

Siegfried Herz ha dicho que se deja influir tranquilamente por Brigitte Helm, Simone de Beauvoir, Jean-Luc Godard, Richard Wagner, Edvard Munch, Amanda Lear y David Lynch. Ese coctel referencial confirma su pertenencia a una genealogía nada extraña para un checo. En sus trabajos están claramente Kafka y Nietzsche: la decepción ante el positivismo y la melancolía relativamente rentable de un hombre tradicional que quiere entender su tiempo, ser parte de él, y no perder esencias fundamentales por el camino.

Herz es un expresionista moldeado con la masa madre panadera de esa genealogía, pero condimentado con especias a la moda, de la actualidad.




KATSU (@katsubot)

Cuando pienso en el sintagma “graffiti conceptual” no pienso en Banksy, que me encanta pero, a la altura de hoy, me aburre. Sí pienso en Basquiat, cuando era SAMO, en la Nueva York de los 80. Lo visualizo atrapando la poesía callejera, la poesía de la escasez en los muros de la ciudad… e inmediatamente pienso en KATSU, en la alegría que representa para mí su descubrimiento.

KATSU es de Nueva York, como el SAMO de Basquiat. Se ha posicionado en un terreno donde el graffiti, la intervención urbana y el uso lúcido, cínico y lúdico de las nuevas tecnologías, lo vuelven un artista de vanguardia.

Sus trabajos incluyen desde piezas murales comunes, inscritas en la tradición del writing grafitero, hasta otras generadas a partir de aplicaciones y softwares de realidad aumentada.

Han tenido especial alcance sus piezas pictóricas producidas con drones diseñados especialmente para arrojar pintura de aerosol (los Graffiti Drone).

A propósito de este asunto, KATSU expresó que “los drones se están convirtiendo en esta extensión de los seres humanos, de la misma manera que estamos creciendo tan cerca de nuestros teléfonos inteligentes y dispositivos… Es realmente emocionante ver, comprender y pensar en lo que significa que muchas de las decisiones estéticas en estas pinturas no son decisiones mías. Son decisiones colaborativas con esta tecnología”.

Igualmente ha desarrollado, en colaboración con otros equipos creativos tecnológicos, otros artefactos que permiten la aplicación de pintura sobre superficies, combinando el control remoto y la robótica.

KATSU ha hecho del acto aparentemente simple de pintar o grafitear en pleno siglo XXI, una reflexión sobre los medios y lo mediático. Su visión no es apocalíptica pero tampoco ingenua. Su trabajo en general invita a no perder de vista el modo vertiginoso en que se está virtualizando todo a nuestro alrededor, incluyendo lo pictórico. 

La pintura quizás deje de oler…, o a lo mejor las pantallas llegarán también a virtualizar el campo olfativo.



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© Imagen de portada: Vahid Sharifian (@vahidsharifian).




Virgilio Piñera

Virgilio Piñera, el perfume de la piña

Julio Llópiz-Casal

Piñera se empeñó en una empresa expresionista y ‘povera’, alternativa a lo que se esperaba de un escritor cubano. Es como Rafael Blanco y Arístides Fernández. Ni siquiera es como Fidelio Ponce: más cómodo de manejar a la hora de implementar las conspiraciones de los lugares comunes nacionalistas.