Uno
Hace poco más de 20 años, caminando por el Paseo del Prado hacia el hoy extinto Centro Cultural de España (situado en lo que se llamó el Palacio de las Cariátides, en el número 17 de la Avenida del Malecón), vi a un grupo de jóvenes artistas que intentaban ensamblar un grupo de piezas de poliespuma pintadas de rojo, azul y blanco. Me detuve un momento a mirar y vi (más bien adiviné) que se trataba de una imagen de la isla, y que el ensamblaje estaba siendo hecho con goma de secado rápido y scotch tape.
Dos
La Pinacoteca o el sitio donde se guardan las representaciones. Digamos que pasan los años (muchos) y que nos dejan libres de seguir nuestro camino. Digamos que se marchan. Que se esfuman. Que desaparecen. Digamos que a la bien acumulada devastación material y antropológica sigue un tiempo muerto y que uno camina un poco (también por el Paseo del Prado), pero en dirección contraria, buscando el Capitolio. Y uno de detiene frente a la escalinata y ve las ruinas de los propileos.
Tres
Isla al pairo, ligera, evanescente. Y fragmentaria en medio de una casposa feria de animación cultural del Paseo del Prado. Es sábado y a las 9:00 am debo abrir la biblioteca del Centro Cultural. Pero, como aún me quedan unos minutos, me paro a observar sin ser inquisitivo, movido por una curiosidad que va creciendo. Tengo la sospecha de que voy a ser testigo de una operación (una semiosis, para decirlo sin atragantarme) cuyo significado se distribuye en varias capas. Los pintores de souvenirs exhiben aburridamente sus estampas: la Catedral de La Habana, los almendrones, las mulatas con tabacos, las frutas tropicales. Toda una morralla de residuos en lienzos de pequeño formato pintados con tintas industriales.
Cuatro
Frente a los propileos, un poco más allá, han empezado a crecer las obras preparatorias del futuro Hotel Pasaje. Creo que se llama así. Es un nombre histórico. La divisa es esa: más hoteles. Más y más.
Cinco
He contado siete muchachos y muchachas que manejan los trozos de poliespuma y van uniéndolos. Cuando, sobre el piso del Paseo, los trozos ya dejan ver a la Isla (la isola truccata), uno de los muchachos alza la vista, mira a su alrededor, se levanta y dice con firmeza, pero sin alzar la voz: “Vamos”. Y todos (ahora ya cuento nueve) se ponen de pie, sacan unas banderitas y sostienen la Isla. Los pintores de souvenirs interrumpen lo que están haciendo y observan. Los hipotéticos vigilantes, apostados en las esquinas o bajo las arcadas, examinan el movimiento que acaba de producirse. La Isla empieza a desplazarse rumbo al mar.
Seis
No recuerdo si este hecho se produjo dentro de una Bienal de La Habana, o si fue un acontecimiento aislado del que sólo quedaron hipotéticas fotografías. En aquel tiempo se usaban más las cámaras fotográficas que los teléfonos móviles. Era la lógica de la historia. Yo mismo, que vine a tener un teléfono muy recientemente, usaba entonces una Kodak Easy Share digital, con baterías AA. Pero ese día no traía la cámara. Y eché a andar junto a los portadores de la Isla.
Siete
La imaginación del deseo anhela observar una especie de desertificación en los propileos. Pero, en este caso, lo real no se separa demasiado de lo irreal. La Habana es una ciudad más o menos despoblada. Y mucho más deshabitada y yerma durante las noches, a excepción de determinados sitios donde confluyen el turismo, la música, el dinero y los intercambios de todo tipo. En particular, eso que hoy se llama, con la grosería propia de los eufemismos ridículos, “prestación remunerada de servicios sexuales, eróticos y/o de acompañamiento”.
Ocho
La isola truccata, entre siena y verde trópico, se mueve por el aire manso del Paseo del Prado, avanzando hacia su destino, a punto de cumplir el cometido que le asignan los artistas que la imaginaron y crearon. Hay silencio, nadie habla. Nadie explica. Es una Isla de poliespuma que busca el borde de La Habana. Una Isla que se marcha, o que la marchan. Una metáfora, una proposición, una descripción. Porque no es lo mismo una creencia que una conjetura.
Nueve
De un lado, una obra en ejecución. Leo: “Obras por el 500 aniversario de La Habana. Manzana Payret y Hotel Pasaje”. Un complejo de esos. Crecen suposiciones por todas partes. Como me dijo una vez el difunto Antón Arrufat: “Los cubanos somos muy opinantes”. Que si van a construir un nuevo Hotel Pasaje, que se comunicaría con modernísimas y muy diversas salas contiguas y con un bien restaurado cine Payret. Que si van a tumbar todo el Payret y hacer allí algo en relación con el hotel.
Diez
La Isla va llegando a la Avenida del Puerto y el grupo conquista un tramo del malecón. Depositan la carga (la Isla como carga, como fardo, como lastre) encima del muro. Es una Isla de unos seis metros, tal vez siete. Abajo el arrecife se dilata, hasta el rompiente, por un espacio indeterminado. La idea es arrojar la Isla al mar, pero hay un problema: pesa muy poco. El muchacho que, en el Paseo del Prado, había dado la orden de avanzar, comprende que, si arrojaran la Isla muro abajo, el viento la devolvería de inmediato. Es una Isla gobernada por la impesantez y la ligereza. Y toma la decisión de caminar por el muro en busca de algún sitio donde el agua no sea tan brava ni tan remisa, y el viento ayude a que ese éxodo llegue a buen fin.
Once
Por último, llega el final. El deseado.
Es un finale maestoso, para mayor gloria de todos.
VI Premio de Periodismo “Editorial Hypermedia”
Por Hypermedia
Convocamos el VI Premio de Periodismo “Editorial Hypermedia” en las siguientes categorías y formatos:
Categorías: Reportaje, Análisis, Investigación y Entrevista.
Formatos: Texto escrito, Vídeo y Audio.
Plazo: Desde el 1 de febrero de 2024 y hasta el 30 de abril de 2024.