La revocación del Edicto de Nantes


Edicto de Nantes.


Lentamente un incendio apagó todas las velas.
Paul Celan

Cero. Todos los poderes dinásticos contienen y esconden enormes dosis de podredumbre y de voracidad.

Uno. ¿Cabe decir que, en la guerra entre el pasado y el futuro, la verdad verdadera es que no significas nada? La gente común, como tú, es la que habitaría en el presente continuo. No es un mero tiempo verbal (present continuous). Es el presente que se repite, inmóvil, y que no puede “irse” al pasado, ni tiene la fuerza necesaria para “avanzar” hacia el futuro. Cuando esto ocurre, se dice que ahí están las condiciones para que un imperio caiga. Pero más bien se trata de la mutación de un imperio. (De un minúsculo imperio).

Dos. Un gran imperio cae porque, entre otras cosas, es tan plúmbeo y macizo como una mega-catedral que se derrumba sobre sí misma. Un micro-imperio, que no por micro deja de poseer aroma imperial. No cae: se metamorfosea, en su ligereza, como el renacuajo en rana.

Tres. Piensa un poco en la entrada triunfal de los turcos otomanos en Constantinopla, luego de derribar la muralla de Teodosio. Es un hecho tan significativo, que se usa para trazar la línea que marca el fin del Medioevo. 

Cuatro. Metafórico aquel que medita y exclama que vivimos en el Medioevo. No, amigo metaforizador. Lo que sucede es que el presente se hace angosto, como cuando viajas a duras penas a través de un tubo que va estrechándose, y quienes ya viven en el futuro te dejan ahí, atascado en el presente.

Cinco. Es entonces cuando te acuerdas de la revocación del Edicto de Nantes. Pero hay una cosa: las analogías del Edicto de Nantes, instauradoras de la libertad religiosa, siempre son estafas que hoy pueden percibirse como “constitucionales” (o sea, monárquicas, del Rey, o del Rey-Estado). Así que, bien visto el asunto, revocar el Edicto es apenas un gesto de la llave que aprieta la tuerca. Alguien siempre quiso ser (y de hecho ha sido y es) ley, justicia y ejecutivo al mismo tiempo. Y cuando eso es así, el fin sobreviene.

Seis. El fin llega quietamente, o no. ¿Y el fin del caos? ¿Llega quietamente? Eso sí. Nunca el orden llegó de golpe y porrazo. Ángel Arango, escritor cubano de ciencia ficción, publicó en 1971 un libro homónimo: El fin del caos llega quietamente. A no ser que el orden no sea más que otro caos. De lo que se desprende que ambas nociones son muy relativas.

Siete. Transformación y paz, luego del desorden y la confusión. Aunque lo que hay es una acromegalia del Orden. Por otra parte, ignoro si será cierto que la quietud que sigue al caos simbolizaría un estado de equilibrio y concordia. Esta transición (leo por ahí) puede ser un aviso de que el cambio es inevitable y un recordatorio de que, justo antes del amanecer (antes de la calma), se precisa un trecho de reflexión. Pero todo esto no es más que palabrería hueca y llena de lugares comunes.

Ocho. Resiliencia comunitaria + comunicación activa. La palabra resiliencia es mejor contemplarla como su uso original prescribe: en la física. Ella, la resiliencia, se refiere a la capacidad de un objeto para recuperar su forma después de ser deformado por una fuerza externa. El concepto clave es ese: recuperación. Lo otro, el acto de comunicar e intercambiar ideas, es lo que se hace hoy en un contexto de pura sobrevivencia cotidiana: por ejemplo, grupos de WhatsApp que se crean por zonas. Y después de la revocación del Edicto de Nantes, se impone visitar de vez en vez dichos grupos para ver si hay algo en ellos que resulte útil, tenga buen precio, o pueda cambiarse por otro algo.

Ocho y medio. En la isola hay grupos de WhatsApp. Grupos sexualizados (cuadres swinger, encuentros furtivos, morboseo queer, y un ingente etc.), grupos de trueque y compraventa (remesas de dinero + economía prehistórica), grupos de cambalache meditativo en torno a la animación, y otros. No he visto grupos de discusión sobre filosofía presocrática, ni sobre utopismo renovable, ni sobre economía sectorial, ni sobre el influjo de la obra de H. P. Lovecraft.   

Nueve. Anne Carson, autora de una tesis sobre Safo y de The Beauty of the Husband, observa, a propósito de Paul Celan, que es labor del poeta atestiguar la llama (una llama simbólica, polisémica, multiforme) mientras arde, o sea, mientras mengua. Arder es decrecer. Arder es existir intensamente, mientras decaes. Pero ni eso: existes, no vives. Y en cuanto a la intensidad…

Diez. Mis amigos los gatos esperan, una vez por semana, la bolsa de nylon con desperdicios que pongo en la acera. Son entre 5 y 9 gatos en un radio de 15 metros a la redonda. A cierta hora, en torno a la medianoche, tienden a reunirse, recelosos unos de otros, ante la reja de la escalera por donde se sube a mi casa. A veces tengo la impresión de que son almas reencarnadas, almas de atendible lucidez que vuelven a la vida en un ámbito donde prácticamente todo depende de la atención que se le presta al mundo. En la bolsa de nylon hay restos de arroz, espinas de pescados, o alguna cabeza de algún peje que de pronto alcanzo a comprar.

Once. Ya Heráclito distinguía entre los hombres dormidos y los hombres despiertos. Los primeros viven en cierto estado de ignorancia, la totalidad se les escapa, la distorsión los atraviesa y, como no pueden leer las enseñanzas del logos, crean su propio mundo y lo reverencian y hasta logran imponerlo a los demás cuando se hallan en situación de poder. Los segundos, atentos al logos, son testigos de los procesos de interconexión de los fenómenos de la realidad y reflexionan sobre ellos, practican la vigilia, miran (y ven) más allá de sus creencias y convicciones personales, y se conectan, al cabo, con verdades universales.

Doce. Como es de suponer, la revocación del Edicto de Nantes acentúa las diferencias entre los hombres dormidos y los hombres despiertos.

Trece. Hay monarquías absolutas en las que no existen monarcas. Allí es donde se usan los hipnoglifos y prospera el poder de la Diosa Vulgaridad.

Catorce. Me consuela pensar que hay indicios de espiritualidad en la representación que, en un momento dado, no puede ser más que indirecta.    



© Imagen de portada: Henri IV signant L’édit de Nantes,1598.





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Por Jorge Enrique Lage

Uno de los títulos de este año es sin duda ‘Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato’ (Random House, 2024), de Salman Rushdie