A la una mi mula, a las dos mi reloj,
a las tres mi café, a las cuatro mi gato…
Líquidos detersorios, jabones, agua común. Limpieza. Higiene. ¿Higienizar Gaza o la Casa Blanca? ¿Higienizar La Habana, higienizar Los Ángeles?
El anillo bacteriostático de silicona en el surco balano-prepucial. Estamos a un paso de José Lezama Lima, grande hombre —ricohombre pagano— que describió una pinga insular como nadie.
Aun así, lo atrayente ahora (la buena literatura siempre ha viajado en vagones de carga) es que en el Kennedy Center a Donald Trump le gritaron, entre aplausos en su favor, “felón convicto” y él saludaba moviendo la mano.
Ponle pausa a Lezama y mira cómo Víctor Hugo le da un abrazo a Arthur Rimbaud.
Un escritor que intenta crear, o crea de veras, mundos suficientes, ha debido “sufrir”, como casi todos los seres humanos “normales”, la poda sináptica. Un extraño y espontáneo suceso que, según los más encumbrados neurólogos, ocurre entre fines de la niñez y fines de la adolescencia.
Cuando la perestroika, Ezequiel Vieta se encontró por la calle con un grupo de jóvenes que iban a firmar no sé qué manifiesto ácrata. Se acercó a ellos y firmó. Y, en mitad de algún desvarío visionario, les dijo a continuación: “No escriban nombres. Escriban Él. La palabra Él”.
Estaban en la Avenida 23, en la acera de la Cinemateca, a unos pasos del edificio del ICAIC. Beatriz Maggi, todavía medio aturdida por la película de Ingmar Bergman que acababan de ver (El séptimo sello), se acercó y dijo enigmática: “Él es el origen de todos nuestros males”.
I love the dazzling hair of Karoline Leavitt.
El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca y ante un público lleno de irritados militares falangistas, Miguel de Unamuno exclama: “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Porque, para convencer, hay que persuadir. Y, para persuadir, necesitaréis algo que os falta: razón y derecho”.
Esto ocurrió casi dos meses después del asesinato de Federico García Lorca.
¿Qué pasaría si no hubiera poda sináptica?
La ausencia de poda sináptica produce neuroplasticidad. En la neuroplasticidad se origina una sobreabundancia de sinapsis, lo cual permite crear asociaciones neuronales extraordinarias, fundamentales para propiciar la aparición del pensamiento mágico y la creación de mundos imaginarios, no así para propiciar el avance de un pensamiento lógico-práctico (interesado en cuestiones inmediatas y “adultas”).
Esto quiere decir que un escritor creador de mundos ha debido “sufrir” la poda sináptica y “regresar” a una etapa anterior a la poda (fingir que no hay poda, modelar la no-poda) para reestructurar ¿como un actor? su actitud creativa.
Tener la suficiente perspicacia para darte cuenta de cuándo están engañándote miserablemente.
Ellos tendrán que irse. Y si no se van, ¿aplicaríase, entonces, el devastador y eficacísimo estilo Romanov? Dachas como las de Stalin. Dachas apelotonadas en las inmediaciones de la Siberia inmortal. (El meteorito de Tunguska explotó, sobre la taigá siberiana, en 1908).
Con la ayuda de Korben Dallas y la Diva Plavalaguna: ovación.
Aunque, bien pensado el asunto, Él no existe. Es un Caballero Inexistente (Italo Calvino). Algo parecido a un fosfeno, como diría Antonio Escohotado. Una maldición llena de mediocridad. Y, según observa San Agustín, si vamos a ser maldecidos, seámoslo con empaque, con gran catadura, con distinción, con nobleza. No con vulgaridad.
Hace un montón de años le cayó comején al piano, y no sé cómo suena todavía. Y, en este tiempo, donde lo significativo y lo importante es, alas, la utilidad y el valor material, siempre será mejor y más digno ponerse al servicio de lo “inexplicable” y de lo “contrario al sentido”, según C. G. Jung. Este distingue entre el espíritu de esta época o de otra, y el inalterable espíritu de la profundidad.
No nos pregunten cómo llegaron allí (la clave, en verdad, no se encuentra en el dónde, sino más bien en el cuándo), pero hemos sabido que las memorias del General Arquetípico permanecieron, durante bastante tiempo, en la biblioteca del Califato de Córdoba. Semejante infamia cultural sólo podría explicarse mediante alguna paradoja excéntrica.
No es lo mismo el Libro Rojo de Jung, que el Libro Rojo de Mao. Este último también ha admitido otro título: Libro Rojo de las Citas.
Cuando todo este sucísimo embrollo se aplaque, como el polvo del Sahara sobre la Isla, comprobaremos que no habíamos sido más que simples víctimas de una demencial ilusión adscrita, a la fuerza, a lo mesiánico.
Una vez disipada, nos iba a quedar tan sólo la memoria 1) de ciertos actos absurdos y 2) de una extendida pasión enigmática. Y, en el trasfondo, la certeza de que los ilusionistas ni siquiera creían (fingieron hacerlo, claro está) en semejante ilusión.Smegma, o cómo usar líquidos detersorios.

¿Cómo podría escalar la guerra entre Irán e Israel?, una conversación con Daniel B. Shapiro
Por Daniel Block
Daniel B. Shapiro ha sido embajador de EE. UU. en Israel y director sénior para Oriente Medio y el Norte de África en el Consejo de Seguridad Nacional.