“Nothing but Joy”

“Periodista a La Habana, 25 de noviembre de 2014,” leo en la bandeja de entrada de mi Gmail y mi cora skips a beat

Siempre me pasa. Cada vez que, tratando de encontrar algún correo de trabajo o de cuentas a pagar, escribo “T…” en el buscador y aparece la ristra de hermosuras que sucedieron a ese 25 de noviembre, todo se detiene por completo. 

Todo. Incluso mis signos vitales. Corrección: sobre todo mis signos vitales.


Hola Claudia,

S. me dejo tu correo.
Soy un fotoperiodista italiano y voy a trabajar sobre algunos projectos en Cuba en el proximo mès. 

Me quedo hasta el 26 de dicembre y cojo el avión este jueves.
Mi intento es actualizar la classica imagen occidental nostalgica de Cuba y buscar lo que el cubano de hoy desèa realmente. Te voy a contar màs en detalle si quedamos.
Si te hace placer aiudarme a comprender mejor lo que es Cuba hoy y quiza lo que va a sèr en futuro lo agradezco mucho. 
Hasta jueves estoy en NY si tienes tiempo antes, si no nos vemos quiza en Cuba?
(perdona mi espanol)

Grazie mille,

T.


T., de pinga, aún en los días más oscuros. Aún en el New York del dolor del cuerpo y del alma, nunca pude no pensar en ti con love

Estoy viendo esta serie en la que una chica negra de Texas se va a estudiar arte a Florencia y se enamora de un chico italiano. Normal. Él es chef, súper cool, demasiado guapo para ser real. Las cosas de Netflix

¿Por qué coño voy a dar yo con esta serie ahora? —pienso.

Todo el cliché del mundo en esa historia. Como en la nuestra. Aunque el decorado era La Habana de 2014. Diciembre. Festival de Cine

Al final te dije en otro correo de vernos en el estreno de Venecia, peliculita hermosa, en el Festival. A la salida del cine te encuentro. Tan ciega estoy por A. que ni veo lo lindísimo que eres. 

Hablamos un poco de lo que quieres hacer en Cuba. Al final ya tienes quien te mueva por La Habana, pero insisto en ayudarte en todo lo posible. Pura formalidad. Te digo adiós. No te veré más, estoy segura.

Un rato más tarde bajo con Tonito, y un piquete que ahora olvido, al Hotel Nacional. A quemar, a ver la vida festivalera pasar overdressed hacia la sala de conferencias de prensa. 

Ya no me hallo en esta realidad. Me siento fuera de todo, de tono. Esta sensación de no pertenecer ya me acompaña desde hace un tiempo. Desde que conocí a A. en New York y pasamos un par de meses juntos, lo que ha sido hasta ahora mi mundo me irrita como un par de zapatos nuevos. 

—Neeeña… ¿Y ese quién es? Yo lo quiero —la mirada de Tonito hacia ti, sentado al sol del patio del Nacional, me hace en realidad verte.

—Es mío, pájaro.

Me gusta jugar. Tirar del elástico hasta que ya no se puede más. Crear tensión hasta que se parte. Tonito, tan cañampúa, lo sabe y solo se ríe.

Varios días después, mi madre me dice que me ha llamado un muchacho italiano. Sé que eres tú. Me sorprende. Me da un poco de miedo también. Está A., su energía, ese control que llega desde Brooklyn hasta aquí. 

Vuelves a llamarme. Esta vez salgo yo al teléfono. Estás en Santiago de Cuba. Viajando desde allá en el tren. Haciendo una serie fotográfica. 

Me dices que no sabes cómo, pero te has fascinado conmigo. Algo me explota en el pecho, como un susto. Mil fuegos artificiales que tengo que apagar para que no se vean. Para que no se cuelen en los correos que mando a diario a A. Para que no los vea mi madre. Pero los ve, y me reprocha. 

No me acuerdo de nuestro primer beso. Lo tengo confundido con otro, creo, en el bar de Humboldt. La gente un mar de sudor y brilli brilli, y yo en tus brazos, flotando. My feet off the ground. Flotando. Tus brazos. 

Esa noche me voy contigo a la casa donde te quedas. Un sitio lejos, como por Luyanó. Singamos y, por primera vez, puedo ser honesta con un man y decirle que no estuvo maravilloso. Que sé que puede estar mejor. Que sé que puedo estar mejor. Hay una buena semilla ahí. Tú estás de acuerdo. Esa paz.

El 24 de diciembre, me escapo de la cena familiar para vernos en la verja de mi casa del Cerro por unos minutos. Muy teenage love todo. 

Quedamos en encontrarnos de nuevo luego. Vamos a la Misa del Gallo. Por primera vez, y sin estar bautizada, decido que me quiero tomar la hostia. Por poco le escupo la risa en la perra face al cura. Es claro ya que no voy al paraíso.

De madrugada, sentados en una escalera de un edificio random del Vedado, hablamos de A., de nuestra historia. Ya entonces había sentido sus golpes que, aunque no físicos todavía, aunque no dejaran una marca demasiado profunda, ahí estaban, como un ruido sordo in the back of my head

Algo digo sobre esto, no mucho, no quiero abrir demasiado esa gaveta. T. pregunta si admiro al menos el arte de A. No sé qué contestar. No puedo mentir, pero no quiero descascarar esa pared. 

Una empieza por un desconchado pequeño y termina con un continente de parches mohosos. No quiero descascarar la ilusión. Error en el sistema. Otra oportunidad desperdiciada.

“Corre, niña, vete con él”, me digo desde el presente. Pero no me escucho. Estoy muy lejos de allí. De esa Habana, de ese año.

T. se va y me deja su iPod. Por unos días, lo que dura viva la batería, escucho su música. Descubro joyas desconocidas para mí. Aún hoy no puedo escuchar Cigarettes and Coffee sin que la vida, en los cuatro minutos que dura la canción, se me vuelva una pasa.


So early, so early in the morning
And I’ve got you
And you’ve got me
And we’ll have each other
And we don’t, we don’t want nothing but joy, y’all
Nothing but joy.


La voz de Otis Redding cantando este final, hablando de esa felicidad simple de la madrugada, y yo no puedo hacer otra cosa que llorarnos. 

Entre nuestros correos sigo leyendo:


No se si miras este correo o si prefieres que te escriba en otro o en facebook, pero tengo que escribirte. 
Es terapeutico.
Tu puedes aprender màs cosas escuchando mi musica y si quieres hacerme un poco feliz lo haces escuchando.
No soy obsesivo. Respeto mucho tu decisiòn. Me siento como que hay un potencial enorme en T. y Claudia juntos. El tiempo que hemos pasado ha sido muy intenso y cada hora la confianza creciba. Me di cuenta que tu manera de mirar cambiado con el tiempo. 
Necesito que no me olvidas… como amistad o lo que sea. Yo nunca me he sentido asì y ahora me esfuerzo a desincantarme poco a poco, porque tu tienes un plan. No te preocupes, soy un maestro en la distracciòn, siempre era mi tactica. Però esa es la primera vez que querìa profundizar mis emociones, no mi racionalidad.
Mi sueño serìa enseñarte mi vida.  
(parece una frase de una telenovela mala… però mi sentimiento es muy simple)
Ti bacio,

T.


Mi respuesta:


Hola T,

Quiero acordarme de todo lo que quiero decirte después de leer tus correos. No sé si lo consiga… Entonces te pido perdon por lo caótico que puede ser todo, porque estoy trabajando aquí con el recuerdo. Y la memoria, ya sabes, es bastante aleatoria, así como la música que escucho en tu iPod.
Yo sí quiero que me escribas. Eres alguien que no quiero perder y la única manera de mantener esto ahora es escribiéndonos. Es fácil, tú me cuentas tus cosas, cualquier cosa, la más pequeñita y yo te cuento las mías. Solo tratemos de mantenerlo como hasta ahora, ya verás que poco a poco todo se va poniendo en su lugar. 
Aunque al principio pensé que no era lo correcto, por como te estabas sintiendo tú, no me arrepiento de una sola cosa de las que nos pasaron en La Habana. Ahora, ya te dije, yo quiero seguir viéndote cuando regrese a NY y la única manera en que podemos hacer esto en este momento es siendo amigos. No quiero tu indiferencia. Eso no seria justo para ninguno de los dos. Quiero ser tu amiga. Solo dime si estás dispuesto y si no será un problema para ti. Si no lo quieres así porque piensas que voy a dolerte mucho, lo entenderé.
Tu crónica de gallos y gallinas en italiano me hizo cambiar bastante mi opinión sobre tu idioma. Al menos a ti te queda bien. Es realmente un idioma musical. Es como una campana tañendo. Tan tan tin tino…
Hoy también estuve escuchando tu música. Es cierto que puedo conocer un poco más de ti por tu música. 
Me hizo muy feliz que me llamaras ayer. De hecho me animaste a salir, porque no tenía ganas. Fuimos a Sia Kará, el bar detrás del capitolio donde estuvimos y después a Humboldt, por supuesto. En el Sia Kará fuimos al cumpleaños de un muchacho que conozco, pero no es mi amigo. Fue bastante raro estar en el cumpleaños de otro el dia de tu propio cumpleaños. Supongo puedas imaginarte la sensación.
Quiero acordarme de más cosas… Sé que había más cosas… Nada, si recuerdo algo más, te escribo. 
Un beso,

C.


Mentira todo. Nunca más lo vi. No pude. Entre el rigor del puño de A. y mi propio miedo al fracaso —había arriesgado tanto para estar con A.—, ese miedo pegado a los huesos, ese temor profundísimo a que no funcionara, a que viera a T. y todo se me derrumbara, no me dejó ser yo. Y seguí sin serlo del todo por casi seis años. 

“¿Por qué coño estoy viendo esta serie de mierda?” Apago el tablet. Voy al teléfono. Escroleo en Instagram.

Lindalindalin…” veo en el DM tu reacción a mi última foto. Me asusta abrirlo. Me asusta que el cora pare y eso sea todo. Aun así, voy y te leo. Aunque solo sea una frase pequeña, una repetición sencilla, me saca unos cuantos lagrimones imaginar una vez más cómo pudo ser todo. Quisiera ser cínica y pensar que es muy probable que se jodiera por el camino. Que cuatro días de enamoramiento no determinan nada. Pero no lo consigo. 

Releo tu mensaje y de alguna manera me deja tranquila al menos saber que estás bien. Que en algún lugar del mundo estás y respiras y, probablemente, amas. Es como verte de nuevo echado, ajeno a todo, bajo el sol de diciembre en el Nacional. Es esa paz.


© Imagen de portada: Detalle del álbum ‘The Soul Album’, de Otis Redding.




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Papel cartucho

Claudia Muñiz

En mi historia personal, el hecho de ser “color cartucho” ha supuesto un gran privilegio. Al mismo tiempo es una fukin maldición. Entrar en esa bolsa me ha ubicado en una posición de indefinición. Una suerte de inopia racial.