Estoy sentado en mi sillón de orejas. Llevo sombrero Indiana Jones, chaqueta de paño inglés, underpants de cuadros made in Amazon y un par de sandalias terapéuticas. Yo, Jonathan Edax, me dispongo a hablarles a ustedes, hipócritas lectores, de algunos libros de Cyril Connolly —a quien también podemos llamar Palinurus. De ahí que ahora los saque del Wunderkammer.
Son las once y cuarenta de la noche, la familia duerme y un croar taciturno de ranas (traídas por Dioniso del Hades) se deja escuchar en el patio. Picasso y Luna Beatriz están echados a mi lado.
En el Wunderkammer guardo cuatro libros del pater Connolly, tres de ellos primeras ediciones: Enemies of Promise (London: Routledge & Sons,1938), The Unquiet Grave (London: Horizon, 1944) y The Modern Movement (London: Deutsch & Hamilton, 1965). Este último está dedicado y firmado: “To Denis with love from Cyril. This Sunday Times project. London, Dec. 1965”. Quizás se trate de Sir Denis Hamilton, entonces editor de The Sunday Times.
El cuarto volumen es La tumba sin sosiego (Buenos Aires: Editorial Sur, 1949), primera edición en español de The Unquiet Grave. Solo cinco años entre la edición príncipe y la primera en castellano. (En cuestiones editoriales, los franceses suelen llegar antes. La primera edición francesa data de 1947: Le tombeau de Palinure, Paris, Robert Laffont, en traducción de Michel Arnaud).
Enemies of Promise (First Edition) de Cyril Connolly.
Enemies of Promise convirtió a Connolly en uno de los críticos literarios más prestigiosos de habla inglesa. Su gran biógrafo, Jeremy Lewis, señaló que “si bien Connolly empezó a escribir Enemies of Promise en el sur de Francia [a inicios de 1937], las partes I y II fueron mayormente concebidas entre París y Chelsea, y la parte autobiográfica entre Chelsea y Cornwall”.
Primera edición de pasta dura en color negro, con sobrecubierta beige, sin ilustración y con letras violáceas. Dividida en tres partes, esta obra es un estudio sobre el estilo literario moderno en la prosa, así como una autobiografía (Parte III) para desnudar a ese crítico que teoriza y reflexiona.
A modo de resumen:
- Parte I: Una situación difícil. Luego de definir estilo —“la relación que existe en el arte entre forma y contenido”—, Connolly divide a los prosistas en dos grupos: los que sostienen su escritura en el estilo vernáculo (“el de los rebeldes, periodistas, adictos al sentido común y observadores no románticos del destino humano”), por ejemplo Hemingway, Orwell, Isherwood; y aquellos que apuestan por el estilo mandarín (lírico, ornamental, barroco, “que desean diferenciar al máximo la palabra escrita de la hablada”, “largas frases con muchas cláusulas subordinadas, citas, alusiones, metáforas, largas imágenes, sutileza y presunción”), con exponentes como Proust, Joyce, Stein, Woolf.
- Parte II: La sombra de la mostaza silvestre. Destinada a “examinar con detalle a los enemigos de la literatura, estos parásitos del genio”. Para Connolly, “el éxito es el más insidioso”, aunque también destaca la religión, el alcohol, el periodismo, la política, el matrimonio. “La felicidad del hombre contrarresta la fertilidad del escritor”. Esta parte resulta una excelente muestra del gran estilo mordaz, irónico, incluso cínico de Connolly.
- Parte III: Adolescencia georgiana. Autobiografía que va desde sus primeros años hasta la edad universitaria en Eton: “un análisis de la instrucción en los rudimentos de la vida y el arte que el crítico recibió, de las ideas que le formaron en su juventud; la educación, los ideales, las decepciones de las que ha extraído experiencia, las modas que quizá atienda sin darse cuenta y los defectos que puede ocultar”. Connolly también despliega aquí su ideario estético: lo trascendental de la obra de arte, la búsqueda de la obra maestra por parte del artista y la educación del talento.
Durante décadas Connolly fue incitado por sucesivos editores a escribir la continuación de su autobiografía. De hecho, llegó a cobrar varios adelantos por ello. Nunca la escribió.
Evelyn Waugh dijo que Enemies of Promise estaba lleno de “frases lapidarias, de deliciosos ejercicios de parodia, de buena narrativa, de metáforas luminosas y de inquietante originalidad”.
En una carta fechada en Birmingham y 1938, Auden le escribió a Connolly: “Ya que Eliot y Edmund Wilson son americanos, creo que Enemigos de la promesa es el mejor libro británico de crítica literaria después de la guerra; y más que Eliot y Wilson, realmente escribes sobre literatura de la única manera que es interesante, excepto para los académicos, como una ocupación real, sea la banca o fornicar, con todo su aburrimiento, emoción y terror”…
St. Pancras Railway Station.
Diario de un bibliófilo. Mayo 12, 2017. Dos horas en tren de París a Londres. Llegué al St. Pancras sobre el mediodía. A la cita no faltó la llovizna y el gris del cielo, para hacerle honor al lugar común del tiempo londinense. Luego de registrarme en el hotel, tomé un taxi que me llevó desde Westminster hasta Chelsea. En Peter Harrington compré la primera edición de Enemies of Promise de Cyril Connolly. Ejemplar en buen estado. El taxi costó más caro que el libro. Es sábado, continúa la lluvia fina y el Chelsea FC juega contra el West Bromwich Albion en Stamford Bridge. Los seguidores blues caminan en grupos —algunos solitarios apuran el paso— y con sombrillas hacia el stadium.
Chelsea Road, cerca de Stamford Bridge.
Llamadme Jonathan Edax
Léanse los ensayos que formarán esta columna como un homenaje a la pasión bibliófila de Cyril Connolly. Un delirio que es también el mío. Ensayos que son una oda a la codicia libresca y las confesiones de un cazador de libros de anticuarios; el diario de un bibliófilo que ha contraído deudas de amor con los autores que habitan su biblioteca.