Verbena de la grasa.

Sin tener todavía nociones del silencio, Perico se lanza a traspasar la callejuela.

Famélico de escuchar la voz de El Buscador, a quien no conoce ni imagina, Perico se atreve y cruza. Esta es una calle de vecinos orgiásticos que llevan una vida sin sentido. Los grafitis lo dictan.

Perico tiene 19 años. Es de esos que piensan que si la realidad no coincide con su idea, va a ser peor para la realidad. Las circunstancias lo morderán del todo.

Ha viajado 123 km para llegar a la Verbena de la grasa. Espera una comunión con otro ser. No le interesa el sexo de ese ser.

En esto de los aguaceros de mayo, nadie sospecha. Solo quien está destinado a dormir en la estación de trenes. Un sitio atiborrado de mendigos. A ellos les encanta decir las cosas como les venga en ganas. El Buscador es uno de ellos. Cumplió 23 años y es una especie de enciclopedia viviente. Pasó su niñez durmiendo en los cajones del almacén de la biblioteca provincial mientras por las tardes iba q competir con los perros por los recortes de pizza requemada que la gente botaba. El Buscador ha tomado muy en serio a Borges en su Ensayo sobre la nueva refutación del tiempo. Tres días sin parar de leerlo. Un muchacho con expresión famélica en los pómulos. Marchito y políglota de metáforas vivificantes. Personaje que habita la estación de trenes, corriendo el riesgo de romper estructuras. El Buscador también será el manoseador de Perico. Lo espera.

La muchacha blanquísima en un clima carcomido. Con 21 añitos. La que presume de ser friqui, aberrada y masoquista. Ahora hablo de Yoxit. Gótica para este meridiano. Yoxit y su única frase: goza, goza que la. vida es pinga. A ella le gusta hacer cosas para molestar. Ella perdió a su padre en África. Ella tiene el pensamiento congelado después de encender cada cigarro con las Groides vendedores de maní. Yoxit es de las ropas más contrastantes que te puedas imaginar.

De esas que se montan en una guagua con maxifaldas plateadas a las doce del día y enguatadas negras de chopitrapo, un 10 de agosto por ejemplo, con collares de semillas de flamboyán, aretes de polímitas, y en sus manos, El contrato social de Rousseau: Goza, goza que la vida es pinga. A Yoxit le gusta hacerse pasar por lesbiana. A Yoxit le gusta dar la última palabra aunque sea la primera que hable. A Yoxit le gusta beber alcohol en grandes cantidades, pues le hace demasiado bien, ya que logra dejar un rato de ser lo que sospecha de ella, ser una mutante grisácea. Otra masajeadora de Perico en potencia. Al final, un ser Músculo.

Pitos. Matracas. Groides vomitando cerveza diluida de pipa ferrosa. Yoxit llegará a la verbena de la grasa a las 3 de la tarde. Dará una vuelta por la estación de trenes a ver si encuentra algún cabito de yerba. Siempre dispuesta a intercambiar sonrisas con los mendigos.

Así que los tres personajes chocarán en la encrucijada de las miradas. Allí cualquiera choca. Entonces se formará la gozadera de las miradas. Sin dudas, era gente que se buscaba hacía tiempo. El Buscador y Yoxit se incrustarán todo el odio. Perico arqueará el primer vómito de esta historia. Comenzarán así una amistad de mutantes grisáceos. Ya nunca más Perico será un niño.

Los 3, de pronto, en el medio del carnaval, quitándole la carne a un lugar fanático a la carne frita. A las 3 de la tarde. El niño ave con 7 cigarros populares y una botella de vino amargo. El Buscador con un ramillete de pastillitas rosas en sus bolsillos. Yoxit con 75 centavos. Llegar así es la divinidad en persona. Es lo que hará Perico ese 23 de mayo: llegar para no llegar.

El público los acusará de chocantes. A Perico le importará un comino. Lleva tiempo tejiendo la noción Buscador. Se escuchará en un bafle: “traigo el amor que te va a gustar, traigo la manzana en la cabeza…”.

Se filtran miradas viriles a través de la botella. El Buscador reconoce en Perico ademanes de trascendencia. Primero se molesta. Después se excita. Intenta fastidiarlo:

“Los pericos son aves trepadoras, unas especies de papagallos de unos 25 cm. Con pico rodeo. Ojos encarnados de contorno blanco. Manchas rojizas diseminadas por el lomo verdinegro. Plumas remeras verdeazuladas. Muchísimas plumas. Mástil negro. ¿Te gustan los mástiles de un barco? Tengo uno para ti”.

El efecto rebote al demostrar que se ha estudiado flora y fauna empieza a vibrar en el mendigo. Pero como el muchacho ave es un tipo torrencial, a tono con el aguacero que está cayendo, se queda de lo más tranquilo. Los 3 dancing in the rain. ¡Qué excéntricos! Todo el personal guareciéndose en los portales mientras estás 3 sabandijas vestidas de un valor que una vez pudo llamarse negro, y ahora alguien le llamará “color kármico”. Con el perdón si quiere la esoteria nos diera. Mixtura y pan con tenga, ergo, cerveza de pipa.

El Buscador gritaba su asco. Decía que él era la lluvia:

“Eres un ave indígena. Perico. Indígena de las Antillas. Vives en el bosque durante el celo y la cría. Ven, Periquito, dame un beso, para fundirle el cerebro a estos grisáceos”.

Y se besan. El Buscador podría ser considerado en estos casos un tipo de espinoso decir. Vaya, de esos que abundan en los finales de los siglos. Un personaje incomunicativo que halló en Perico su fe. El Buscador guarda una cuchilla de silencios en su bolsa. Al lado del instrumento, las pelusas pueden leer esta frase en su diario:

“Hay un carrusel de esperma detenida”.

Volvamos a atacar el tema. Aunque a un tema no debes atacarlo reiteradamente. Termina por aprender a cicatrizar en las palabras. El tema es bastante regenerativo. Cría unos largos pelos de acero. El tema poro: una balacera contra unos jacintos en un río.

No hay nada más feo que tener atragantada una historia y ella se resista a partirse a sí misma. Y gire y gire, perdiéndose en los vericuetos de lo que han dado en llamar la fábula. Más difícil es cuando te crees descubriendo el agua tibia, y te tiran un cubo de agua caliente por el cabezón. Solo queda estar así: calvito y tranquilo.

¿Puedo decir algo de Perico para que avance la progresión del relato de una manera maravillosa y asombrosamente, algo que resulte verdadero y asombroso, algo que resulte? No queda otra que enviciar las cuartillas.

El carnaval sigue. Pescado frito. Voladores. Espuma de cerveza de pipa.

Yoxit va poco a poco encontrando en ellos a los amigos de la infancia que nunca tuvo. Entonces los desea con dolor. Los espía mientras ellos hacen pis cruzado. Intercambian chicles y saliva. ¡Qué tipos tan rituales!

Una vez más, Yoxit se siente prescindible.

En la Verbena de la grasa, dentro de esa vorágine carnavalesca había un lugar para q no hubiera predestinación. Tambalearse. El público llamaba al recinto “La calle de la pesca”. Además de la bendita de mariscos y crustáceos, se daban cita allí todo tipo de mariscos y algún que otro crustáceo. En dicha arteria de la ciudad todo es euforia rimbombante de aprovechar este no apagón. Llueve. Sale la luna. Los perros ladran.

A estos seres plumíferos no hay quien los saque de aquí. Ni con panteras amaestradas. Y ¿por qué habrían de sacar a estos indefensos animalitos que lo único que quieren es soltar plumas magentas y adrenalina? ¡Bastante hacen que no gastan algodón! En un bafle escuchamos: “Y basta ya, de tu inconciencia de esa forma tan absurda, de ver a diario como echas a la basura”.

Se va la luz( un no no apagón). Perico se encuentra un revólver cargado a su lado. Perico lo guarda cerca de su corazón.

Los 3 personajes llegan a una escalera en derrumbe. El Buscador con tremendo suene, rueda hacia la inocencia carnal del niño ave. “¿Esta vez la realidad coincide con tu deseo, Periquito?”.

Lo sabe virgen del Anotas Center. Yoxit espía desde la oscuridad. La había mandado a buscar un peso de cerveza de pipa en una latica de Cachito. Ella se ha llevado prestada la cuchilla del Buscador.

En cada peldaño 7 pingazos. 7 peldaños. Le sangra al niño ave. El Buscador le limpia la sangre virgen con una de las páginas de su diario. En la que leemos: “debo portarme mejor con la gente que me quiere. Pero la realidad es asquerosa. Siento deseos de joder. Pero no sé qué gano con tanta plasticancia”.

Los amantes han quedado exhaustos después de la embestida. No obstante, el Buscador musita frase nada incoherentes en Perico:

“Ahí va mi saliva, el hilillo plateado, como si el Perico no destruyera la flor del naranjo, y como si no fuera adicto a la pulpa del café, ahí va mi saliva, como si un perico no fuera fácil de domesticar”.

Yoxit entonces, con el instrumento magullador en sus manos, dispuesta a reventar de celos. Se queda mirando a los dos chicos abrazados en sus tristezas funerarias, y perdona silencios. Qué rico es ser testigo de una decadencia adolescente.

Encaja la cuchilla en el suéter del Buscador. Le arranca la cadena de oro del cuello. El Buscador roncador deja ver un tatuaje en su pecho. Es un pequeño perico multicolor. Yoxit advierte una extraña conexión entre ellos. Va para la esquina de la calle de la pesca, y vende la cadena a una Groide vendedora de pescado hervido.

Yoxit con el puñado de billetes falsos que le dan compra justo lo que los tres necesitan para empezar el día: luces fatuas verdes pueblan las tres miradas.

Se van a un río en las afueras de la ciudad. Un río abarrotado de flores. Se desnudan. Yoxit se coloca una de las flores lilas en la boca. Tres pétalos.

Comienzan a pasarse buches de ron por la boca. Perico saca el revólver y lo dispara contra un cúmulo de jacintos de agua de la orilla. Ríen a carcajadas.





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Saluden a la princesa

Por Jorge Enrique Lage

Leo ‘Tía buena. Una investigación filosófica’ (Círculo de Tiza, 2023), de Alberto Olmos.



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