Estamos a principios de los años 70. Lou Reed, el famoso ex cantante de Velvet Underground regresa con su segundo álbum: Transformer, producido por su amigo David Bowie. Lou tiene dos virtudes: es alérgico al melodrama y vanguardista en lo frívolo. La canción es un silogismo a lo nimio de la existencia: el trip de ácido, el travestismo como modo de vivir, la “depre” cercana al suicidio, o simplemente dos enamorados tomando sangría en el parque un domingo.
“Walk on the Wild Side” es el único Top 20 de Lou Reed, quien jugó con el travestismo durante esa época (aparecía con chaquetas de cuero, el pelo rizado teñido de rubio, los ojos maquillados y las uñas postizas). Insuperable en su futilidad, la canción narra incidencias en la vida de cuatro jóvenes transformistas: Holly, Sugar Plum, Little Joe y Candy, todos personajes reales (Holly tiene papeles en Trash y Women In Revolt), transpioneras setentosas viviendo la liberación sexual en plena jungla de asfalto neoyorkina.
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Si la biografía es lo único que nos queda, el autor se mantiene —sardónicamente— al borde de lo nimio y lo excelso. Lou no canta, sino más bien conversa melodiosamente con un toque Sprechgesang (Alban Berg hubiera disfrutado Walk). El gancho de la canción llega después de cada estrofa, cuando Lou invita a un coro de muchachas a tararear: do do-do do-do do-do-do-do do. Es el coro de Las nubes de Aristófanes, bregando con la banalidad de la vida, a ritmo de bajo eléctrico, escobillas, trémolos de violines y solo de saxofón.
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