Cuando yo era niño y los adultos, los amigos de mi mamá, me preguntaban qué quería ser cuando fuera grande, yo siempre respondía lo mismo: turista, quiero ser turista.
Por cuestiones de trabajo, para terminar las películas o para asistir a algún festival, he tenido la posibilidad de caminar por ciudades desconocidas como un turista más. Una de las cosas que más extraño ahora, en momentos de crisis y cuarentena, es eso de ir caminando y descubrir una librería nueva.
En Madrid, por ejemplo, fue un proceso interesante. Empecé visitando la FNAC, luego La Casa del Libro, La Central… y mientras pasaban los días me fui yendo para centros más pequeños, como la Machado, con aquella librera tan simpática, o la librería de Andreu en Chueca.
Ahora aquí, trancado en La Habana, me siento un poco vacío. He regalado todos mis libros. Trato de compartir, de intercambiar. Mi librero está desolado. El único rayito de esperanza vino con mi amigo G., que me habló de La Tertulia: un lugar donde hay joyitas, libritos perdidos, textos sorprendentes.
Ubicada en el Vedado, en la calle J número 562, entre 25 y 27, la librería de Alejandro Mainegra y Yoan Rivero es un oasis. Gracias a Alejandro he podido encontrar los libros que necesito leer para lanzarme a escribir mi novela Yo soy muy hembrita. Una novela que me está costando un huevo parir.
Estas lecturas de finales de agosto y principios de septiembre me están cambiando la forma de ver las cosas.
Hoy Alejandro Mainegra me da la posibilidad de indagar un poco y de hablar en Hypermedia Magazine sobre un espacio que es bien necesario.
Hermano, ¿qué es La Tertulia? ¿Por qué ese nombre?
Te hago una historia primero. A finales de los años cincuenta, Fayad Jamís (que además de excelente pintor y buen poeta, era un ser creativo de todas todas) funda la librería y editorial La Tertulia, en 27 casi esquina a L, en el Vedado. De allí salieron los primeros libros de los poetas de la generación de los cincuenta de Cuba y sus contemporáneos latinoamericanos; te puedo citar: En claro, de Antón Arrufat, con el diseño de Raúl Martínez y una tirada de 300 ejemplares; la mítica edición de Oceana, de Pablo Neruda, de tan solo 50 ejemplares, todos dedicados por su autor, aprovechando la visita de este a La Habana en 1960; Nombre custodio, de Miguel Ángel Asturias, o El mar, de Roque Dalton.
Libros de pequeño formato, con portadas de Fayad o Portocarrero, entre otros artistas. Una maravilla. Sin contar las visitas a ese espacio de Cabrera Infante y todo el universo de Lunes… y, claro, los publicados por su catálogo, que es extenso… Entonces el nombre es como un homenaje a lo que fue, una remembranza y el sueño de ser algo parecido a la Tertulia de Fayad, incluso en el mismo sitio y con las ediciones… Sueño que quizás sea concretado.
Yoan Rivero y Alejandro Mainegra.
Por otro lado, nos encanta conversar, así que “La Tertulia” nos funciona por partida doble. Además, con el libro hay que estar en constante diálogo.
¿Cómo fueron los inicios?
Empezamos en Cárdenas. Somos de ahí, y no te imaginas la tarea heroica que es encontrar un buen libro en esa ciudad. Teniendo en cuenta que estábamos en La Habana y que se podía hacer un flujo interesante de textos, decidimos que fuera allí, pensando como comerciantes y como lectores. Por supuesto, tener disponible un garaje de los abuelos sin costo alguno, en una de las esquinas principales de la ciudad, también ayudó bastante.
Después nos mudamos a la ACCA de Cárdenas, con espacio propio y ambientado. Fue lo más parecido a la librería que soñamos, hasta ahora.
No queremos quedarnos como simples vendedores de libros, sino que el proyecto se convierta en un impulsor de la cultura, con ediciones, peñas, y todo lo que se nos ocurra en el camino.
¿La Tertulia se dirige a un público en especial?
La verdad es que no. Es para todos, puesto que, como decían los viejos, en la librería hay de todo como en botica. Jeje…
Háblame de las lecturas que han organizado.
De La Tertulia, como tal, no hay nada hecho: la COVID-19, sin ser comandante, llegó y mandó a parar. Aunque ya hay un camino recorrido con la Libra de Libros, que es el espacio de cultura de los libreros de la Plaza de Armas, algo colectivo donde todos aportan y yo soy el panelista.
Allí se han regalado libros y vinilos a todo el que fuera por primera vez (a escoger uno de cada uno entre muchos, fue muy simpático); se presentó la edición cubana de Trilogía sucia de La Habana, con la presencia de Pedro Juan Gutiérrez (una tarde inolvidable); se lanzó el libro sobre los libreros cubanos, del escritor colombiano (y también librero) Álvaro Castillo.
Planes para el futuro son muchos.
¿Cómo es un día normal en La Tertulia?
Un día normal consiste en levantarme (bueno, en realidad levantarnos, yo primero y Yoan después, es más remolón, jeje) a las 6 a.m., y con una taza de café ponerme al día con las redes sociales y con aquellos que me han escrito en la noche. Voy llegando al Vedado sobre las 9 a.m., si el transporte está fresco, y monto los libros en una media hora. Diariamente reponemos libros nuevos.
Te comento la dinámica y el porqué de lo plural. Yo soy la cara del negocio, me encargo de la venta, de estar ahí. Yoan y yo nos encargamos de buscar los pedidos, visitar bibliotecas que quieran vender, y catalogarlo todo en casa. Lo que sería trabajo en equipo.
¿Cuál es el horario y los días que están abiertos?
Estamos abiertos de lunes a viernes, de 10 a.m. a 5 p.m.
¿Más o menos cuánta gente te visita?
Tiene sus días. A veces pasan más de 20 personas, y otras veces solamente llegan 5 o 6.
¿Cómo es esa espera? ¿Lees? ¿Usas el celular?
Mira, yo soy mucho de dejarme llevar por mis ánimos, así que hay días en que espero leyendo y otros en que me pongo a ver alguna serie que haya copiado para el teléfono. A veces van amigos y se sientan allí a conversar casi todo el día.
También aprovecho ese tiempo para revisar listados de personas que quieren vender libros, o revisar alguna que otra sinopsis de lo nuevo que no haya leído, algo así como para estar preparado.
¿Cuáles son los libros que más buscan?
Eso es complicado porque no todos leen lo mismo, pero te puedo mencionar autores que buscan mucho: Bukowski, Murakami, Cortázar, Cabrera Infante, Yukio Mishima, Milan Kundera, Dostoievski, Leonardo Padura, Reinaldo Arenas, Octavio Paz… Y claro, los libros de autoayuda, que no los puedo dejar de mencionar.
¿Alguna vez has tenido un libro a la venta, y por alguna razón no se lo has vendido a alguien?
Sí. Dejando a un lado los libros que muchas veces no vendemos porque están en mal estado, existen otros, de nuestra colección, que no vendemos por valor sentimental y personal. También lo contrario: hay algunos libros que recomendamos porque serían de mucha ayuda para esa persona en ese instante.
Recuerdo a una amiga que tuvo un hijo preso; era el momento de que leyera Dichosos los que lloran de Ángel Santiesteban Prats. Cambió tanto su perspectiva… No te imaginas cuántas gracias nos dio.
¿Los libros más valiosos que han tenido?
Otra pregunta complicada, sobre todo porque el concepto de libros valiosos es muy relativo. Una cosa es el mercado y otra es el valor agregado que le das a un objeto, por diversas razones. Hay casos en que coinciden los dos.
En este punto tengo que decirte que también somos coleccionistas de primeras ediciones raras, manuscritos y libros dedicados por los autores. Por nuestras manos han pasado, por ejemplo: la primera edición de Platero y yo, de 1917, dedicada por Juan Ramón Jiménez en su visita a Cuba; la edición príncipe de Por quién doblan las campanas, dedicada por Hemingway a un senador español; algunos catálogos de artistas, como Lam o Abela, con dibujos originales de los mismos; y bueno, muchas ediciones del grupo Minorista, de Orígenes y de autores latinoamericanos como Vargas Llosa, Julio Cortázar, García Márquez y Pablo Neruda… todas dedicadas por estos escritores.
¿Qué libros nunca venderías?
Jeje… Son muchos, y por un sinnúmero de razones. Hay unos que nos acompañan desde la infancia, otros que nos han regalado amigos y familiares, y los que nos han dedicado e incluso regalado escritores como Lina de Feria, Senel Paz, Pedro Juan Gutiérrez, Carilda Oliver Labra, Leonardo Padura, Laura Ruiz Montes… En fin. Y claro, otros que por su belleza o su carga histórica son como tesoros:
La primera edición de Juan Criollo, de Carlos Loveira, dedicada a Jorge Mañach y con notas de este último: sus pensamientos y correcciones en torno a la obra.
Uno de los 25 (esta es la cifra que se maneja, dentro de la mística del libro) ejemplares de la edición príncipe del Solo de rosa, de Mariano Brull, que acuarelaron a mano René Portocarrero y Mariano Rodríguez.
La edición de 1944 de La isla en peso, dedicada por Piñera a Francisco Morín, director del grupo teatral Prometeo, donde se estrenó Electra Garrigó.
El Jardín de Dulce María Loynaz, impreso en España en 1951 y dedicado por ella a su médico de los años 90.
Un Tratados en La Habana dedicado por Lezama Lima a un ser innombrado, un misterio que solo le acompaña.
Un Historias de cronopios y famas autografiado por Julio Cortázar y enviado desde París, en 1967, a unos buenos amigos suyos en la Isla.
Un Casa verde de Vargas Llosa, que el autor escribe que la lea… pero que nunca entre.
O una libreta de autógrafos con la letra de casi todos los escritores de la República… Y algún que otro manuscrito, incluso inéditos de grandes poetas cubanos. Son muchos, demasiados. La memoria y el tiempo son finitos.
¿Cómo se hacen de libros nuevos?
Hay muchas maneras, desde el que viene a la librería interesado en vender hasta el que nos contacta vía online. Este mundo es del tiempo invertido en él. Cuando llevas años y eres bondadoso o justo con lo que ofreces y vendes, las personas te buscan para poner en tus manos las bibliotecas de sus padres o abuelos. Es como darte sus memorias.
Por supuesto, tenemos anuncios en diferentes plataformas… La recomendación de los amigos a otros amigos. Existe un personaje casi mítico (algo así como el Mario Conde de Padura) que se ocupa de comprar libros prácticamente por todo el país, y de distribuirlos en las librerías de La Habana (tanto particulares como estatales): Bárbaro es como un arma secreta, y sobre todo es un amigo. Esa es la base: la amistad.
¿Cómo conservan los libros?
La clave está en tener un buen librero (para los que llevan ese cuidado estricto por el valor económico o sentimental): esos de caoba, con cristales, como de película, y nunca poner un libro en mal estado junto a otros buenos… Ya la cuestión con los hongos y las manchas son inevitables por el clima, algo que los clientes saben de antemano, incluso los clientes extranjeros.
¿Tu peor experiencia como librero? ¿La mejor?
Te voy a hacer una anécdota: hace muchos años, cuando trabajaba como ayudante en la Plaza de Armas (nosotros gastábamos casi todo nuestro salario comprando libros), me llevan la primera edición de Fuera de juego, la de 1968, y en ese momento literalmente comencé a temblar, me faltaba el aire, tuve que sentarme, jaja… Cuando lo recuerdo no dejo de sonreír, porque mira que han pasado por nuestras manos libros duros, pero aquella reacción, solo con aquel libro. Creo que fue por lo que significó para muchas personas y para una generación: un antes y un después.
Otra experiencia fue el enfrentamiento, por primera vez, a una biblioteca importante: la del pintor del Grupo de los Once, Antonio Vidal. Una vida reflejada en libros perfectamente organizados y cuidados… Eran los ejemplares de un bibliófilo. Todavía hoy conservamos ejemplares de ahí.
¿Te relacionas con otros libreros? ¿Hay foros de intercambio?
Mira, te confieso que todos nos conocemos, unos más que otros, unos más libreros, otros más comerciantes, pero esta pasión no es masiva. Conectamos alguna que otra vez. También te digo que cuando tienes entre manos un buen libro, o una buena biblioteca, todos se enteran. Esta es una ciudad que funciona por rumores, ciertos o no, jeje. Existen foros de intercambios y también canales digitales, aunque esto es mucho más reciente.
De La Habana, ¿qué otras librerías te gustan?
De La Habana, e incluso del país, nos gustan todas las librerías. Siempre hay algo que ver, que descubrir, incluso en la organización de sus estantes, y ya la parte del libro de uso es el éxtasis… Algo así como un medidor de amores pasados.
Claro que hay algunas que siempre se recuerdan: la Canelo, hoy Avellaneda, es sin dudas la mejor librería de La Habana, por todo: su historia, los libreros que allí trabajan, la calidad y equilibro precio-oferta… Es una maravilla que hay que cuidar y proteger, y es que sin ella los lectores sufrirán… No es justo: tanto tiempo brindando sabiduría y recibiendo a cambio tanto olvido.
Otra es la Cervantes, con esa suerte de ser la destinataria del remanente de grandes bibliotecas. Ahí encontramos libros de César López, José Rodríguez Feo… El siglo de las luces, de la librera Arelys, es otra maravilla; ella sabe lo que quieres y tiene para todos los gustos. Tan tierna y femenina, como su espacio, Arelys te deja sin palabras con sus gestos, sus bondades y su necesidad de saber, de escuchar. Es un sitio obligado en la calle O’Reilly.
Y por último, aunque no menos importante: los libreros de la Plaza de Armas, reubicados en la antigua casa de Justiz y Santa Ana. Lugar al que debo tanta formación, sabiduría, libros hermosos y horas entre libreros de la vieja guardia y sus remembranzas de la época de la barbarie, cuando encontrar primeras ediciones de Lorca o libros cubanos del siglo XIX era tan simple como tomar el sol en esta Isla.
Alejandro Mainegra.
Cuando sales de la librería y llegas a casa, ¿qué tienes que hacer? ¿Lees en la noche también?
Bueno, después de llegar a casa tenemos que reponer todo lo vendido y consultar lo que tenemos pendiente en cuanto a pedidos y ver los encargos, pues muchas veces hay que mandar fotos de ediciones para que los clientes decidan si se quedan con los libros. Y luego lo demás: gatas, comida, vino, música, películas, chismes, compras y de todo un poco.
Leo, pero depende del libro de turno: si es uno de esos libros que te agarran y no te dejan respirar, no puedo abandonarlo; si es uno normalito, sin fuerza, paso y le voy arriba a una buena serie.
¿Cuáles son los libros que siempre vuelves a leer?
Hay algunos textos que no son de relectura sino de consulta, que siempre están a la mano. El Diccionario de la literatura cubana; catálogos de editoriales como Casa de la Américas y Fondo de Cultura Económica; algún texto sobre el libro antiguo… Son varios.
¿Detestas algún libro?
Creo que no. Detestar es una palabra muy fuerte. Hay libros que me molestan: los libros infantiles sin colores, algunos libros en papel gaceta, los libros mal diseñados, con esas cubiertas horribles que te tropiezas por ahí.
Me molesta que haya tantos libros impresos de política, y de temas alrededor de la política. Casi inundan las librerías estatales, y da lástima ver cómo pasan los años y siguen allí. Yo solo pienso en cuánta maravilla se pudo haber impreso en esas hojas.
Un autor que odies.
Creo que ninguno. Más que autores, podría detestar la vida y el actuar de alguno de ellos… Pero me los reservo para no calentar esto, jeje.
11 libros que te llevarías a una isla desierta.
Bueno, en una isla desierta no creo esté para leerme El Quijote… Quizás algo de supervivencia me ayudaría. Aunque la metatranca siempre es necesaria. Te divido la lista en dos grupos entonces. (Ojo, esta clasificación es muy personal, no vaya a ser…):
Para el relax:
- El amor en los tiempos del cólera o Cien años de soledad, de García Márquez.
- Cuentos fríos, de Virgilio Piñera.
- Pippa Mediaslargas, de Astrid Lindgren.
- El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas.
- Poesía completa, de Eliseo Diego.
- Nueve cuentos, de J. D. Salinger.
Y para fundirse y olvidarse de la isla:
- El lobo estepario, de Herman Hesse.
- Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato.
- 2666, de Roberto Bolaño.
- Trilogía de Nueva York, de Paul Auster.
- La montaña mágica, de Thomas Mann.
¿Qué autores cubanos han sido subvalorados?
Son muchos… Regino Boti. Regino Pedroso. Manuel Navarro Luna. Agustín Acosta. Serafina Núñez. Cleva Solís. Calvert Casey. Delfín Prats. José Soler Puig…
¿Y los sobrevalorados?
Pablo Armando Fernández, Lisandro Otero, Cintio Vitier (su poesía), Luis Rogelio Nogueras (no me odien)… Y muchos contemporáneos que para qué te cuento… Sobre todo de las nuevas generaciones, que utilizan las redes sociales como materia prima.
10 autores cubanos contemporáneos que te gusten.
Ena Lucía Portela, Anna Lidia Vega Serova, Dazra Novak, Legna Rodríguez Iglesias, Evelio Traba, Laura Ruiz Montes, Maylan Álvarez, Ahmel Echevarría, Karla Suárez y Carlos Manuel Álvarez.
¿Y 10 extranjeros?
Haruki Murakami, Paul Auster, Santiago Gamboa, Almudena Grandes, Juan Marsé, Marcela Serrano, Ricardo Piglia, Mario Vargas Llosa, Alice Munro y Mo Yan.
Hagamos un juego. ¿Qué tres libros le recomendarías a…?
-Severo Sarduy:
1) El palacio de las blanquísimas mofetas, de Reinaldo Arenas.
2) Paradiso, de José Lezama Lima.
3) El beso de la mujer araña, de Manuel Puig.
-Un cliente vestido de uniforme policial:
1) Hombres sin mujer, de Carlos Montenegro.
2) Al sur de mi garganta, de Carilda Oliver Labra.
3) Los hijos que nadie quiso, de Ángel Santiesteban Prats.
-Juana Bacallao:
1) Del piropo al dicharacho, de Samuel Feijóo.
2) Limonada, de Héctor Zumbado.
3) Cómo hablar bien en público, de Dale Carnegie.
-Tomás Gutiérrez Alea:
1) El polvo y el oro, de Julio Travieso.
2) El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura.
3) Divertimentos, de Eliseo Diego.
-Ena Lucía Portela:
1) El bosque de la noche, de Djuna Barnes.
2) De donde son los cantantes, de Severo Sarduy.
3) La obra completa de Arthur Conan Doyle.
-Sigfredo Ariel
1) Poesía completa, de Eliseo Diego.
2) La música en Cuba, de Alejo Carpentier.
3) Notas críticas, de José Rodríguez Feo.
¿Con que autor te gustaría compartir una tarde?
Con Salvador Redonet, para que me dé las mieles de cómo se puede tener tanta luz larga y recopilar en un libro a los principales autores de una generación.
¿Cómo ves la situación editorial cubana e internacional?
Uff, tema caliente. En el plano internacional es complicado darte a conocer, a no ser que ganes un concurso importante, o tengas contrato con grandes editoriales, que son las que la mayoría de las veces le dan la difusión a un libro. Es complicado, porque lo que escribes tiene que pasar por un agente editorial, se tiene que medir el grado de popularidad del libro… Por otra parte, están las pequeñas editoriales, que también tienen sus desventajas, al estar compitiendo con grandes grupos pasan mucho trabajo para poner a circular un libro. Y no podemos olvidar las nuevas tecnologías y las posibilidades de lectura en digital, que han afectado al libro físico.
En Cuba la cosa es de otra manera. Teóricamente, debería ser un paraíso: cuando vienes a ver, hay casi una editorial por provincia y varios concursos que le dan al escritor la posibilidad de publicar. Eso es muy bonito, pero la realidad es que al no haber crítica literaria, no puedes diferenciar un buen libro de uno malo… Súmale a eso los amiguismos para publicar, la falta de ética, el poco compromiso que tienen muchas editoriales… Pero como soy optimista te voy a decir que hay algunas que están haciendo un trabajo impresionante, como Vigía, La Luz, Sed de Belleza… Irónicamente, no son editoriales habaneras.
El mundo está cambiando y el mercado editorial cubano tendrá que reinventarse más tarde o más temprano.
Sobre el papel que juegan las nuevas tecnologías: ¿Crees que se lee más? ¿Se lee menos?
Mira, me parece que a veces las personas viven tan apuradas que se quedan con el titular, no leen con calma, no disfrutan… Por cualquier motivo, ya sea porque están pensando en el tema del dinero, ya sea por el tema amoroso en los jóvenes, creo que hoy en día se lee mucho menos. Leerse un libro de trescientas páginas es una proeza para muchos.
Por eso no me canso de repetir que los padres deben leerles a los hijos, inculcarles ese amor, porque al final es lo que queda, lo que se recuerda… Los hijos, cuando crezcan, no van a recordar los zapatos que les compraron: van a recordar las enseñanzas. Por eso creo que hay que coger la vida con calma y replantearnos muchas cosas.
¿En qué momento empezaste a escribir?
Desde muy joven, y en eso tienen que ver mucho dos personas: Osmany, un profesor que tuve en pre, y Lorena, un ángel escribidor que siempre está dispuesta a dar machete para despejar la maleza.
La escritura en verdad no la tengo tan presente como quisiera… Es que la desilusión, y la vida misma con sus caminos predestinados, hacen sus jugadas y, nada, algunos cuentos y entrevistas es todo lo que queda.
¿Qué te gusta escribir?
Últimamente veo demasiados poetas, cosa que me inquieta bastante, porque no encuentro esa fuerza, el puñetazo que te debe dar la buena poesía. La respeto demasiado, por eso escribo cuentos y algunas “descargas”, como las llamo yo.
Muchas gracias Alejandro, por tus respuestas y por abrirme las puertas de tu casa. Espero que sigas escribiendo.
Independiente y bien
Este texto viene porque hace unos días se llegó a un punto de no retorno con eso de la tiradera a Claudia Calviño, a mí, y a Santa y Andrés. No una tiradera del Estado, ni de los segurosos: una tiradera de algunos de la “contracultura”, que al final son más policías que los policías. En mi ser no hay espacio para el odio. Pero tampoco voy a aceptar mentiras.