El activismo puede ofrecer una perspectiva engañosa. Uno conoce el nombre del que ha puesto el cuerpo, del que es elocuente, de aquel que es capaz de articular mejor la rabia. Y uno se dedica a admirar a esas personas, se siente representado por ellas.
Pero detrás de cada activista que tú conoces, hay otras personas.
Personas que acompañan, que dan consejos.
Personas que investigan, que aportan datos.
Personas que brindan preparación legal, que comparten sus conocimientos y habilidades, que imaginan estrategias.
Personas que escriben los textos que luego serán leídos por aquellas personas que hablan en nombre de muchos.
Algunos son el hombro donde los activistas reposan. Otros son una fuente inagotable de energía positiva, de amor incondicional.
Todos ellos van armando una estructura que evita que los activistas se equivoquen.
Mientras más conocido es un activista, más personas tiene detrás. O tiene, como mínimo, una persona muy sólida y muy lúcida que le da todo lo que necesita.
No se puede ser un activista solitario.
En el año 2020 vimos un renacer del activismo en Cuba. He sido testigo de la gran cantidad de personas que han estado trabajando de forma modesta y anónima junto a nosotros. Y hemos visto a muchos padres apoyando a sus hijos, como si reflejaran en ellos una deuda que tenían consigo mismos.
Quiero empezar el nuevo año agradeciendo a cada uno de ellos por haber estado ahí, como fieles guardianes del activismo. Por habernos ayudado cuando estábamos cansados físicamente, o heridos espiritualmente. Por habernos impulsado cuando estábamos empezando a dudar.
Estos tiempos necesitan más que nunca a los que están ahí detrás, apoyándonos. A los que se turnan para abrirnos el camino, para decirnos la palabra adecuada, para recargarnos con el amor que va quedando regado tras cada batalla.
Ya somos muchos imaginando el país que queremos, la Cuba del futuro. No vamos a dejar que nos impongan un modelo de sociedad que no funciona.
Por qué no soy una agente de la CIA
En este texto diré cosas que mis amigos saben de sobra, pero espero llegar a otros que quizás no me conozcan tan bien. No soy agente de la CIA. Tampoco soy agente de la Seguridad del Estado. Eso de ser un agente me parece lo más cheo del mundo, para empezar. Los activistas no somos el enemigo.