Después de muertos es que somos útiles

Por mucho tiempo nuestras conversaciones estaban plagadas de consignas y chistes que no había que terminar porque los conocíamos de memoria. Algunos fragmentos de canciones se repetían como máximas filosóficas. Nuestro vocabulario era pobre y precario, entre otras cosas porque era mimético. Los prejuicios —racistas, homofóbicos, machistas, antiecológicos y políticos, por citar algunos— se convertían en arquetipos. Muchos análisis se reducían meramente a una reacción física, a malas palabras o a esbozos de sentimientos caricaturizados. Una vez que nos enfriábamos, todo se esfumaba. El ciclo parecía infinito y desesperanzador.

Hoy empiezan a usarse palabras que nos hacen tomar una pausa, no solo porque queremos asegurarnos de que significan lo mismo para todos, sino también porque requieren de un proceso que se retroalimenta con el tiempo. Interseccionalidad, consenso, multidimensionalidad, gaslighting, pueden ser algunos ejemplos de ello. Vamos construyendo un vocabulario decidido por nosotros y una gramática que nos da otras opciones, entre las que se encuentran reconocer que no sabemos y que no tenemos la verdad absoluta sobre nada.

Los recursos mnemotécnicos usados por el gobierno para que repitiéramos en vez de pensar, no se redujeron a frases hechas: incluyeron imágenes y personas. Las figuras públicas se convirtieron en estereotipos ideológicos. Personas reducidas a un significado único y aprobado por los intereses de quienes dirigen el país. De ese proceso no se salvan ni vivos ni muertos. 

Me pregunto: ¿quiénes hacen este trabajo? ¿Sale del Departamento de Orientación Revolucionaria? (¿Todavía existe el DOR?). ¿Sale del Departamento ideológico del PCC, o de la DSE? 

¿Tienen ellos libertad para escoger a quiénes desprestigiar? ¿Libertad para decidir qué acusaciones harán circular sobre sus “objetivos”? ¿Para decidir cómo te reducen a mercenario, puta, pedófilo, delincuente, tarrú?

¿Alguna vez se han hecho los de la vista gorda y le han dicho a sus superiores que no encontraron nada para desacreditar a un activista? 

¿Qué tipo de seres humanos son? ¿Qué tanto creen en lo que hacen? 

¿Se burlarán de sí mismos, en su oficina o en su casa? ¿Su sentido del humor les dará para tanto? 

¿Se ven ellos también como seres de una sola dimensión? ¿Se refieren a sí mismos solo como revolucionarios? ¿O se autodefinen como padres, personas con dudas, con aspiraciones de mudarse de barrio, de encontrar otro trabajo, no sé, de ser algo más que programadores de odio? 

¿Se han detenido a ver cómo les afecta a ellos hacer esta actividad? Cuando salen de su trabajo, ¿cómo se quitan de encima todo el odio que se les debe quedar pegado? ¿Han renunciado por principios? 

Algo que siempre me sorprende de estos procesos es la contradicción que encarnan: defienden “principios” revolucionarios con su antítesis ética. ¿Es solo un recurso, o el proyecto ético de la Revolución se ha convertido en su antítesis? 

Si ellos, los que trabajan fabricando difamación, son la representación máxima de los logros revolucionarios, entonces el hombre nuevo es un asco de persona. 

De todas las tácticas de descrédito contra los que se quieren salir del guion, los que se destacan por sus propios méritos o los que no reconocen al gobierno, la que más me fascina es la que utilizan con los muertos. Si uno quiere disentir y ser independiente, lo peor que le puede pasar es morirse. 

Hacen con los muertos lo mismo que con los vivos: los usan. El proceso es similar: seleccionan algo que es cierto, lo agrandan o lo achican a conveniencia, lo descontextualizan y le dan un significado que ellos puedan manipular. Y lo que no conviene, no existió. La nueva verdad repetida hace el resto: transformar el rumor en sentencia histórica. 

Lo único importante, para estos hacedores de un pasado que no sabemos que nos espera, es su objetivo. La finalidad es la sobrevivencia política, que es como se le dice elegantemente a defender un puesto y sus privilegios.

El proceso para resignificar a los que ya no pueden protestar —la manipulación política post mortem— ha sido una práctica usada para justificar errores, para ganar adeptos y para hacerse los buenos. La verdad es solo una pequeña incomodidad. Cuando te mueres, la máquina de difamar se pone en reverse con la misma intención que tienen con los vivos: el gaslighting político. 

Aunque es un proceso de mucha desvergüenza, la “higienización” o el “whitewashing de los muertos no supone mucho esfuerzo para quienes llevan años haciendo fake news. Donde antes censuraron, ahora dicen que fue una decisión personal de quien en realidad fue censurado. No recuerdan haber prohibido nada ni a nadie. Si se les enfrenta con documentación, le quitan importancia a un proceso que desgarró a personas, familias, y a veces a todo un país. De pronto las “órdenes de arriba” no existieron. Donde hubo resistencia por principios, ahora dicen que la persona que se les enfrentó fue manipulada por los enemigos de la Revolución. Actúan como si tener un pensamiento diferente te imposibilitara ser un adulto. 

Celia Cruz ha sido el último intento de reapropiación. En una emisión reciente del programa La pupila asombrada, de la televisión cubana, una canción (de la que no sabemos las circunstancias en que fue grabada) invalida la posición de toda una vida. Ante la periodista, Fidel Díaz Castro da razones de índoles personales, psicológicas y sociológicas a las cuales no tiene acceso. Las presenta como información que él, privilegiadamente, ha adquirido, y por tanto es la verdad*. Justifican el “error” de otros, pero no el de ellos.

Hasta que no se escuchen las historias completas, con lo que nos gusta y lo que no nos gusta; hasta que los implicados no tomen responsabilidad; hasta que no salgan leyes, como resultado de este proceso, para evitar que se repitan tales injusticias; hasta entonces, será mejor que dejen tranquilos a los muertos.

Como dice Timothy Snyder en Sobre la tiranía: Veinte lecciones que aprender del siglo XX: “Sin la verdad no hay manera en que podamos confiar los unos en los otros y sin la verdad es muy difícil creer en el estado de derecho o en la imparcialidad del sistema”. Coincido con él en que “el peor enemigo no vendrá de fuera del país, sino de nuestra naturaleza humana”. 

Entonces, si quieren decirle al mundo que han cambiado, que empiecen respetando a los muertos, a todos los muertos, y pidiéndole perdón a los vivos. No les vendría mal un poco de modestia histórica. 



*(Transcipción de un fragmento del programa):

Fidel Díaz Castro: (…) ella [Celia] es de origen pobre y, bueno, el entusiasmo con el primer momento con la Revolución cubana de ella, y con su origen, lógico (…). Esta grabación la hacen en Radio Cadena Habana, no hay videos de ella.

Karen Brito: Entonces el material que vamos a presentar…

FDC: Sí, pero espérate… Ella canta esta canción en junio… 

KB: Un mes casi después…

FDC: Un mes después que se firma el 17 de mayo la Ley de Reforma Agraria, después de eso, el año 60 van a México La sonora, Las mulatas de fuego y Celia. Van a México, pasan un tiempo y pasan a los Estados Unidos y ahí, bueno, ya empieza el ambiente… 

KB: Y Celia se convierte… 

FDC: Se convierte de pronto como en un activismo de esos contra la Revolución Cubana, y termina la ultraderecha acogiéndola como el icono de la superestrella de la lucha contra la Revolución Cubana… Bueno, el video no existe, el video de esta canción, “Guajiro llegó tu día”… Cogí las imágenes que tenía de la Reforma, cogí imágenes de Celia con La sonora en aquellos tiempos y armamos un video de guajiro que es una canción muy sabrosa y Celia que, bueno, es una figura importantísima de la música cubana.

KB: Y la vamos a ver ahí cantándole a ese, como decíamos, a ese hito que fue la Ley de Reforma Agraria. Gracias, Fide, vamos entonces con el video.




Imagen de portada: Celia Cruz a su regreso de México, en febrero de 1960.




Un proyecto político no es un post de Facebook - Tania Bruguera

Un proyecto político no es un post de Facebook

Tania Bruguera

¿Quiénes queremos ser? ¿Cuáles son los parámetros éticos que nos guían? ¿Qué vamos a hacer con el poderque nos da la visibilidad en las redes sociales? ¿Cómo somos diferentes de aquello que criticamos? Nada de esto está claro hoy. Pasó antes en otras partes. Nos pasa ahora a nosotros, en un contexto globalizado, de fake news e influencers.