Cuando era niña me fascinaban las matemáticas. Logré que mi mamá pintara el cuarto de azul claro, así se verían las marcas de las tizas. Trazaba con ellas las ecuaciones que me inventaba al regreso de la escuela. Se cansó de hacérmelas borrar, y también de que quedara una mancha blancuzca en la pared. Quitarme las tizas no servía de nada: yo volvía a cogerlas del piso del aula. Entonces mi mamá me consiguió una pequeña pizarra, donde no cabían las transformaciones de los números en historias.
Los números siempre narran algo.
Mi madre, entre otras cosas, era contadora. A pesar de su insistencia para que aprendiera a ahorrar y a planificar, yo me gastaba todo el dinero de la semana en un día.
Con el dinero en mano, me iba a la librería que estaba frente al Coppelia. Me paseaba por los anaqueles y escogía un libro sobre algún pintor. Generalmente un libro que ya había hojeado mil veces, mientras esperaba ese día de la semana en que me permitía hacer algo por mí misma, el día que podía tomar mis propias decisiones, el día que me sentía libre y adulta.
A veces tenía que juntar el dinero de varias semanas para poder comprar algunos libros; otros, nunca pude comprarlos. La dependiente de la librería me dejaba hojearlos más de la cuenta, como si estuviera en una biblioteca. Después se acabaron los libros de artistas que podía adquirir, y descubrí que los de literatura, que también me gustaban, eran más baratos. No tenía que esperar tanto para comprarlos, y cuando cruzaba la calle podía sumar a mi peregrinar un barquillo de helado.
El dinero está relacionado con nuestra ansiedad ante el deseo.
Cuando obtuve la beca Guggenheim, una de las cosas que aprendí fue a guardar recibos. Escuché una y otra vez la expresión “rendir cuentas”. Hasta entonces, asociaba esas palabras a unas reuniones donde todos levantábamos la mano sin pensar. No había imaginado que rendir cuentas tenía que ver con una caja llena de pequeños papeles arrugados, convertidos en un reporte de gastos que luego tendría que entregar.
El dinero no era un regalo: era una oportunidad. Recibir dinero para hacer lo que sueñas, y recibirlo de quienes no son tu familia o de instituciones que no tienen ninguna obligación contigo, era un concepto que nunca había considerado.
Pedir por lo que vale tu trabajo no te hace ni mejor ni peor persona: te hace entender la diferencia entre trabajo y abuso laboral.
Cuando vi a una institución no cubana exponiendo su contabilidad en su web, entendí de golpe por qué en este país —donde todo, especialmente las preguntas incómodas, se convierte en materia de seguridad nacional— defienden acérrimamente el oscurantismo institucional.
Los números desnudan la relación entre lo que la institución dice ser y lo que verdaderamente es.
Años después, escuché a un experto en otro país hablar del concepto de participación ciudadana en los presupuestos del Estado. Un proceso de consulta a la población, para decidir cómo distribuir los fondos estatales. Desde ahí, se da seguimiento a los actos de poder público.
Me pregunto si estos procesos se hacen en Cuba, y si fuera así, si los presentan como un derecho o como un privilegio; o si funcionan solo en papeles, como mismo pasa con esas “reuniones de rendición de cuentas” en las que nadie confía. Ni siquiera quienes las organizan.
Vivimos en la sociedad de “la pose” institucional.
La transparencia no es predicción, o promesa; es la intención sincera de ofrecer balances, datos. Es el acceso para cualquiera, en cualquier momento —y sin represalias—, a las decisiones financieras de una institución, y sus razones. Los datos facilitan canjear la especulación y el rumor por las preguntas informadas.
Es ahí donde se ve si las instituciones están sirviendo a los ciudadanos o a sus propios intereses. Los números hablan más que cualquier discurso. Sobre todo, cuando los discursos van por un lado y las acciones por otro.
La transparencia institucional es lo opuesto a la ilusión financiera.
La transparencia institucional ayuda a detectar la incompetencia y la corrupción, y es un antídoto contra estas. Cuba aparece como firmante de la convención de Naciones Unidas contra la corrupción. En esta declaración se habla de corrupción institucional y de funcionarios corruptos… Me iba a detener en la ironía de esto, pero recordé que la ironía y la simulación planificada son el expertise en la política de este gobierno. ¿De qué vale firmar y ratificar pactos si no existen en el país los mecanismos de supervisión para que se cumplan?
La transparencia institucional es también transparencia política.
Creer que uno “se lo merece”, ejercer el tráfico de influencias o el favoritismo, utilizar el quid pro quo: todo esto también es corrupción, corrupción institucional. Aunque esos son conceptos más abstractos que, por ejemplo, “resolver”; y no son tan evidentes, como, por ejemplo, cuando un funcionario te pide el 15 % de las ventas que hagas con el extranjero que él te ha llevado al taller y que viene en visita oficial.
La corrupción institucional no requiere que los funcionarios sean, necesariamente, personas inmorales. Este tipo de corrupción existe como una inercia al interior de la institución que busca una ganancia política. Esto no tiene que ver con la secretaria que “se lleva” una libreta y unas plumas del trabajo para que su hijo pueda usarlas en la escuela: estamos hablando de sistemas que convierten a las instituciones en maquinarias políticas para beneficio de sí mismas.
Dennis F. Thompson ha escrito extensamente sobre la corrupción institucional y la ética en la política. Abordando estos temas, en su libro From Individual to Institutional Corruption presenta el concepto de ventaja institucional:
“Esta ventaja no necesita que sea ejecutada por un mismo funcionario, ni para ella importa si existe o no un motivo impropio en esa persona, porque esa ventaja subvierte los procedimientos legítimos de la institución de forma sistémica”.
Cuando hay ventaja institucional se crean las condiciones estructurales para que exista el quid pro quo entre funcionarios e individuos. Sí, eso que nos resulta tan cotidiano en nuestras instituciones: resuélveme, que después yo te resuelvo; te damos esto porque “te portas bien”; obviamos tus ilegalidades porque eres leal al gobierno. También las represalias laborales y la expulsión si eres incómodo políticamente, aunque seas el más profesional en tu trabajo. La famosa raya que no se puede cruzar… Ser el perro en la casa de Pavlov.
La ventaja institucional debilita la confianza pública hacia la institución, resquebraja la confiabilidad inherente a la institución.
En cualquier lugar del mundo, crear desconfianza hacia las instituciones es el primer paso hacia el autoritarismo. Y en Cuba se aprovecha la corrupción individual, que es una respuesta a la ineficiencia del Estado, para desviar y alejar la atención de la corrupción institucional.
La opacidad y la corrupción han sido heredadas de nuestro pasado colonial y republicano, pero hoy son una metástasis. Ya no podemos imaginar ningún aspecto de nuestra vida social sin corrupción. La transparencia institucional podría ayudar a devolverle un poco de credibilidad a la idea de nación.
Aspirar a la transparencia institucional y ejercerla no debe ser un acto de propaganda, sino un acto de respeto.
Hay gran confusión últimamente. Representantes del Estado cubano (unos encubiertos, y otros con nombres y apellidos) están llevando a cabo una batalla desleal: les exigen a los proyectos independientes que digan de dónde vienen sus recursos y en qué los invierten, cuando el Estado ni por asomo lo hace con sus propias instituciones, que son públicas y que tienen como misión tributar al pueblo.
Estas revistas y editoriales, galerías y producciones artísticas, proyectos sociales y comunitarios independientes, no son instituciones públicas sino iniciativas privadas con proyección pública. Si reciben o no becas o auspicios de mecenas entusiastas, es un problema de ellos, porque no han usado ni desviado recursos del Estado cubano para sus iniciativas, como sí lo hacen las instituciones estatales.
Por el contrario, pedir a las instituciones estatales que rindan cuentas de sus fuentes de financiamiento y del uso de sus recursos, es nuestro derecho. Porque rendir cuentas es su deber.
No puede ser que nuestro derecho sea visto como una amenaza al Estado.
Pensando en todo esto, iba a proponer la creación de “algo” —una institución, una red… ¿un ministerio?— para la Transparencia Institucional y el Presupuesto Participativo. En otros países ya existen iniciativas similares. Pero me temo que aquí funcionaría con el mismo tipo de corrupción que el resto de las entidades estatales. Lo usarían para lucirse en sitios como la ONU, o ante sus amigos académicos de izquierda, pero en realidad sería otro bluff institucional.
Quizás algo más tangible sea exigirle al MINCULT y al MININT —los ministerios que me afectan directamente—, que hagan públicos el origen y los usos de sus presupuestos.
¿Alguien sabe cuánto dinero se gasta el MININT en reprimir a los protestones y en vigilarnos? ¿Alguien confirmó en qué se usaron los dólares recibidos por Fast & Furious y el desfile de Chanel? ¿Alguien recuerda alguna reunión del CDR o algún discurso de sus directivos donde se haya discutido en detalle en qué se va a utilizar la cotización recaudada entre sus más de 7.860.000 miembros?
La transparencia de los presupuestos no son cifras globales, no son categorías genéricas como educación y salud. Son un desglose más específico, a partir del cual uno puede entender en qué se está invirtiendo exactamente. ¿En construir escuelas? ¿En cursos de capacitación para los profesores? ¿En la calidad de la comida de los estudiantes? ¿En transporte para los niños en zonas rurales? ¿En la casa que le han dado al nuevo dirigente? ¿En el pasaje de avión y la dieta de viaje para la reunión de unos funcionarios en el extranjero?
Estos datos no pueden ser secretos. Las instituciones existen para agenciar las necesidades de la sociedad.
Yo quiero saber, por ejemplo:
¿Qué otras fuentes de ingreso tiene este país?
¿Con quiénes estamos endeudados y por qué? ¿En qué se usó ese dinero?
¿Qué pasó con los billones que nos dio la Unión Soviética?
¿Cuánto se gastó en entrenar guerrillas latinoamericanas, y de dónde salió ese dinero?
¿Por fin Angola nos dio algo a cambio de ir a combatir en sus tierras?
¿Con qué dinero se está pagando el pollo que se compra en Estados Unidos?
¿Dónde está el presupuesto planificado para los medicamentos en el 2020?
Todo eso es también nuestra historia nacional.
Mi deseo es que tengamos derecho, como individuos y como colectivos organizados, a participar en el diseño y la ejecución de políticas públicas de interés común.
Me dice una amiga que, en Cuba, cuando un proyecto independiente critica al gobierno, les estamos dando asesoría gratuita.
Las instituciones estatales cubanas son envidiosas y rencorosas. Si accedes a un fondo por tu cuenta, un fondo digamos que ellos no conocen, o en el que no han podido meterse para influenciarlo, entonces la vida de tu proyecto se convierte en un infierno. Si decides buscar formas alternativas de financiamiento, que esquivan los lugares comunes o que crean nuevos imaginarios de sustentabilidad, entonces seguro, seguro, eres de la CIA (en las intituciones cubanas, lo que no entienden siempre es culpa de la CIA). Y después que le cogen la vuelta a esos formatos de financiamiento, se los apropian y no quieren que nadie más los utilice.
Lo peor es que en Cuba existe una criminalización financiera selectiva.
Si una institución estatal recibe dinero de la USAID, no hay mayores consecuencias; quizás hasta lo celebren, porque se lo quitaron a un proyecto independiente. Pero si un proyecto independiente recibe los mismos fondos, hay redadas, juicios, encarcelamientos y un estigma de por vida.
El objetivo de las instituciones estatales cubanas es descapitalizar cualquier proyecto independiente. Los tratan de eliminar, de desvirtuar, de demonizar, de robar… Cuando nada de eso les funciona, crean una institución para-estatal o seudo-independiente que hace lo mismo que la tuya, pero con la ventaja de que la gente no tiene miedo a participar en ella.
A un grupo que denuncia la violencia de género y acoge a mujeres violentadas, es más fácil acusarlo de recibir dinero “mal habido” que reconocer su trabajo e invitarlo a que se incorpore a los espacios legislativos dedicados a enfrentar esa realidad.
Quizás esta envidia institucional es realmente resentimiento, puesto que los proyectos independientes están haciendo lo que deberían hacer las instituciones estatales. Y, con ello, dejan en evidencia la incapacidad que tiene hoy lo estatal.
¿O será simplemente que les molesta que trabajemos?
Si quieren exigirnos transparencia en nuestros gastos, legalicen nuestros proyectos.
Como me gusta predicar con el ejemplo, aquí les dejo la Transparencia Institucional de INSTAR, desde su fundación hasta el 2019.
Introducción
Las finanzas son entendidas en INSTAR como un asunto de todos.
INSTAR es posible gracias al dinero recaudado por medio de una campaña de microfinanciación colectiva. De las 916 personas que participaron, 542 aportaron $25 ó menos, y 174 donaron $1. Todos son considerados fundadores del proyecto.
El Instituto no acepta donaciones de instituciones, entidades o individuos que inciten a la violencia, la discriminación, la intolerancia política, exijan ataduras ideológicas o demanden compromisos en contra de nuestros principios.
En INSTAR ensayamos un proyecto de vida futura donde la transparencia es uno de los principios fundamentales de trabajo. La información fiscal de INSTAR será siempre pública, rendimos cuenta de dónde vienen nuestros recursos y cómo los gastamos. Los nombres de todas las personas e instituciones que se comprometen a apoyarnos y que nos han financiado aparecen en nuestra página web, en el anuario y en la pared de los fundadores en la sede del Instituto en La Habana.
El presupuesto de INSTAR proviene de
• 916 personas que donaron en la plataforma de micromecenazgo Kickstarter.
• Donaciones realizadas por el Estudio Bruguera, provenientes de pagos por conferencias, talleres y ventas de obras de la artista.
Donantes
5ing // Leah Abir // Marina Abramovic // Tyler Rai Abramson // Andrés D. Abreu // Xavi Acarin // Ricardo Acosta // Indra Adnan // Allison Agsten // Pedro Pablo AJ // Ajna // Mina Al-Oraibi // Isbel Alba // Jacob Albert // Sanaz Alesafar // Alfie // Laura Freitas Almeida // Su Alonso // Marco Altini // Camilo Álvarez // Candida Álvarez // Patricia Tovar Álvarez // Fernando Álvarez-Pérez // Francis Alys // Paula Alzugaray // Miguel Amado // Ulf Aminde // Patrick Amsellem // Lee Anderson // Warren Andrews // HiNG VEE TOng TOng zi ANg // Stephen Angell // Moacir dos Anjos // Anonymous // Anonymous 2 // Anonymous 3 // Anonymous 4 // Anonymous 5 // Veronica Aponte // Sol Aramendi // January Parkos Arnall // Esther María Hernández Arocha // Andrea Arroyo // Art Lover // ARTempoCuba // María A. Cabrera Arús // Lea Aschkenas // Séverine Assouline // Clara Astiasarán // Margot Atwell // Charles Aubin // Eric Alvin Aycock // René Azcuy // Azouaoui // Natasa Petresin Bachelez // Maja Bajevic // Elena Bajo // Silke Bake // Isabel Balboa // Diana Baldon // Dudley Del Balso // Kyle Baptista // Ami Barak // Linda C. Barclay // Pablo León Dela Barra // Paco Barragán // Lander Basterra // Mary K Baum // Clarissa Baumann // Megan Bayles // Dawn R. Bazely // Thomas Beale // James Beighton // Andreas Beitin // Belau Girl // Benjamin Zellmer Bellas // Margarita Benítez // Francisca Benítez // Lauren Berlant // Marianne Bernstein // Filippo Berta // Bridget Best // Arturo Betancourt // Klaus Biesenbach // Michael Bilsborough // Mari Rodríguez Binnie // Lillian Bloom // Carol Bloomgarden // Bloomincard // Krissy Bodge // Jimmy Bontatibus // Ansell Regalado Borges // Saskia Bos // Caroline Bourgeois // Karime Bourzac // Aljaž Božičko // Kim Bradford // Morgan Brady // Hannah Brancato // Christine Brault // Monika Bravo // Sabine Breitwieser // Fernanda Brenner // Tamara Díaz Bringas // Asha Veal Brisebois // Joseph Brisebois // Nick Briz // Guillermo Brown // Katie Bruce // Sabine Brunckhorst // Julia Bryan-Wilson // Haley Bueschlen // Tim Van den Bulcke // Lee Bullitt // Victoria Burgher // Courtney Burton // Martha Buskirk // Nao Bustamante // Luca Buvoli // Maria Juliana Byck // Arelis Rivero Cabrera // Ariadna Cabrera // Michael Cairns // Fortunata Calabro // Alejandro Cambara // Paola Camila // Camilo2k // Andrianna Campbell // Maura M Candelaria // Maria Canela // Hans Despradel Canela //Nadia Despradel Canela // Gary Canino // Brandi N. Cantu // Angela Capillo // Dane Cardiel // Carla // Tina Carlisi // Katie Carmichael // Aimee Carpenter // Alán Carrasco // Juanli Carrión // Carmen Peláez del Casal // Rosa María Castaneda // Toro Castaño // Magdalena Castellón // Jota Castro // Henry Castro // Liana Castro-Noda // Valentina Cefalu // Robin Cembalest // Nuria Ana Hernández Cepero // Charlotte // Chase // Perry Chen // Jessica V. Cherry // Pergola Chiara // Marissa Chibas // Nelle Ratrie Chilton // Raafat Chirazi // Christina // Citizen Bridge // Barrie Cline // Margaret Cochran // Christopher Cole // Logan Coleman // Nikki Columbus // Jim Constanzo // Justin Cooper // Laurence Corbel // Heather Corcoran // Samantha Cornwell-Crabtree // Anders Schwartz Corr, Ph.D. // Anne Couillaud // Creative Migration // Fausto Cristiano // Rogelio López Cuenca // Sofía Hernández Chong Cuy // Kari Cwynar // David D. // Alba D’Urbano // Sebastian Dahlqvist // Pip Day // Isabel del Canto Delgado // Reinaldo Gutiérrez Delgado // Manuel Desantaren // DIABLO ROSSO // Tamara Díaz // Jorge Luis Díaz Díaz // Rafael Díaz Casas // Ismael de Diego // Javier Diez // Direlia // Sam Dolnick // Luis V. Domínguez // Kathryn Donatelli // Chrystel Dozias // Kim Drew // Sady Ducros // Andrea Dudek // Owen Duffy // Giannina Dwin // e-flux // Louise Eastman // Andrés Matute Echeverri // Beka Economopoulos // Jo-Ann van Eijck // Alex Eisenberg // Nezket Ekici // El Rey del Parlay.com // Carole Elchert // Electronic Disturbance Theater 2.0 // Emergenze // Ennis Carter // Ernesto Erdmann // Charles Esche // Ernesto Ramón Domenech Espinosa // María Estévez // Gemma R. Medina Estupiñán // European Alternatives // Everyday Goalie // Cecilia Fajardo-Hill // Marvin Fajotina // Karen Farber // Cecile Bourne Farrell // Julia Farrington // Diane M. Felicio // Gabriela María Fernández // José Manuel Fernández // Guillermina Ferrari // Ernesto Fumero Ferreiro // Thomas Finkelpearl // Martina Finn // Joshua Finnell // Berit Fischer // Steffen Fischer // Sophia Fishman // Colleen Flanigan // Annie Fletcher // Francisco Fletes // Kate Flint // Angel Flores // Gabriela Flores // Anaïs Florin // Nicole Foglia // Andreas Krüger Foncerrada // Dominique Fontaine // Alison Forbes // Thomas Forissier // Lionel Foster // Fernando Francisco // Fresh Art International // Dianna Frid // Stephen Friend // Lisa Frigand // David Frohnapfel // Elvis Fuentes // Lizbeth Pérez Fuentes // Lorenzo Fusi // Ilaria Gadenz // Sara Galbiati // Regina José Galindo // David F. Gallagher // Nicolassa Galvez // Yaris Laura Rivero Gamboa // Yuri Rivero Gamboa // Naiti Gámez // Olga Garay-English // Iván Garbriele // Ben Garbus // Stephanie Garcés // Luis Gómez García // Garden Circles // Oscar Garza // Maria Gaspar // Ge // Gail Gelburd // Olga Genn // Jeanne Gerrity // Ghana ThinkTank // Irene Pérez Gil // Kat Gillies // Gillo // Amber Ginsburg // Andrea Giunta // Lorenzo Giusti // DeWitt Godfrey // Judy Roberts Godínez // Camilo Godoy // Matthieu Goeury // Alejandro Goicoechea // Roselee Goldberg // Susan Goldin // Mariya Golovanova // Snežana Golubović // Ivette Gómez // Daniel Gómez Q. // Nora Gómez-Strauss // Irene Gonçalvez // Alejandro González // Iris González // Mario F. González // Kingchay Alfredo Yi González // Aliosha González // Juan-Sí González // Ernesto Celis González // Rodrigo Barriuso González -Mora // Willa Goodman // Margery Gordon // Mary Gordon // Lizzy Gore // Romain Goumy // Grace // Anna Granqvist Granqvist // Saisha Grayson // Vivian Greene // Eve Greenfield // Stamatina Gregory // Adriana Groisman // Vardit Gross // Marc Grossberg // Céline Gruyer Serendipia // Ayasha Guerin // Susan Gzesh // Sarah H // Riikka H. // Kris Haamer // Erinn Hagerty // Deana Haggag // Jenifer Hall, Ph.D. // Chrisstina Hamilton // Julieta Hanono // Ruth Ann Harnisch // Braden Hassett // Christine Havice // Nicholas Heal // Johannes M. Hedinger // Pablo Helguera // Quisqueya Henríquez // Maren Henson // Carmen Hermo // Inti Hernández // Molly Neuman Hernández // Betti-Sue Hertz // Emily Hesse // Janet Hicks // Miguel Lara Hidalgo // Ashley Elizabeth Hietpas // Asuka Hisa // Kathryn Hockey // Lauren Hoffman // Ralf Höing // Katie Hollander // Roger Holtom // Micheal Hooker // Ron and Elizabeth Howard // Cedric Howe // Ubaldo Huerta // Luke Human // Jen Indovina // Angel F. Infante Jr. // Maria C. Ingelmo // Engin Isin // Tere Iturralde // Rachael Jablo // Stine Marie Jacobsen // Marisa Jahn // Jamie // Miriam Jangles // Janssens // Jennys Fernanda Obando Jaramillo // Sergio Jarillo // Mark Jeffery // Niclas Pierre Jensen // Eduardo Brenes Jiménez // Eliecer Jiménez Almeida // Orlando Jiménez Leal // João // Meredith Johnson // Eliel Jones // Kimberly & Lynette Jones // Thorunn Jonsdottir // David Joselit // Pedro Pablo Aguilera Juarrero // Isaac Julien // Orlando Justo // Kaija Kaitavuori // Kim Kanatani // Lee Kangkuk // Deborah Kass // Kathryn // Jacques Alexander Katzoff // Justin Kazmak // Kelly-Yuoh // Cecily Ann Kennemore // Justin F. Kerby // Grant Kester // Kicklix // Kickstarter // Kicktraq, Inc. // Lamin Kivelä, Xpandedreality // Paul Klein // Bettina Knaup // Willa Köerner // Bev. Kornell // Ellee Koss // Adrianne Koteen // Anastasia Kouriatova // Sarah Kate Kramer // Julian Daniel Jimenez Krause //Amy Krol // David Krouse // Katy Kuhn // Paula Victoria Kupfer // Annie Jael Kwan // Maria Teresa Chaves Labarta // Jessica Lack // Matthew Lakenbach // Emily Lakin // Nicolas Lara // Pedro Lasch // Juan David Laserna // Karen Leader // Lisa Yun Lee // Lynn Hershman Leeson // Paris Legakis // Brittanie Leibold // Wendy Jill Leighton // Ana María León // Karen Lesch // Laura Letinsky // Díaz Lewis // Renee Lewis // Sarah Augusta Lewison // Sarah Lim // Lindsay // Liset Castellanos Llanes // Héctor Cornillot Llano // Cindy Lode // Jake Loeterman // Loipa & Raul // Cyriaco Lopes // Michelle López // Bradshaw Lotspeich // Natalie S. 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Recaudación en plataforma de micromecenazgo Kickstarter
Promesa de donación | 114.048,51 |
Promesas no entregadas | 5.581,00 |
Recaudado | 108.467,51 |
Deducción del 5 % por uso de plataforma Kickstarter | 5.423,37 |
Deducción por procesamiento bancario | 3.416,13 |
Total descontado por Kickstarter | 8.839,50 |
Total recaudado | 99.628,01 USD |
Puedes consultar aquí los gastos generales por año. Y en cada uno de estos enlaces puedes encontrar los gastos desglosados:
INSTAR es un proyecto pensado para el beneficio público; por lo tanto, te pertenece, no hay secretos y tienes derecho a preguntar.
INSTAR defiende los salarios justos, el apoyo al arte independiente y una cultura cívica de no violencia.
Si encuentran algo que les parezca que no hayamos hecho bien, o tienen alguna sugerencia, nos pueden escribir a: info@artivismo.org.
© Imagen de portada: Tania Bruguera.
La cigarra de Yevgeni Zamiatin
Escuché lo que había grabado. Al oírlo, todo me dolía aún más. Lamenté que mi teléfono no hubiera registrado la estridencia, el volumen. Lo puse en Facebook a ver si alguien sabía qué era. Un amigo me mandó un enlace a un artículo donde salía exactamente el mismo sonido, pero el titular me chocó: Ataques sónicos... Me quedé atónita.