Prólogo tonal
La manito la tengo quemada,
ya no tengo huesito ni nada…
—¿La manito del Ministro?
—¡Qué ofensivo suena esto!*
Esa mano no, esa es una mano sagrada, las manos de los funcionarios públicos tienen un aura de protección irrevocable (al menos aquí, en el país donde se escribió Oda a la piña). ¿Quién nos lo dice? La oficialísima y prístina realidad que hemos apreciado, tras observar a un Ministro de Cultura arrebatarle el móvil a un periodista.
* El tono no debe ser este. Antes de continuar, por favor: más cautela, más sensatez, menos infantilización del problema, menos exposición y desnudez. No te conviertas en una provocadora, no te conviene jugar, no te queda bien, no se corresponde con los diplomas y los hashtags más utilizados en la última década: #mamá, #mom, #mamita. Tu mamá te va a dar paupau, y tu papá, y tu bicicleta te impedirá esquivar un bache y ahí mismo morirás. Cuida el tono, al menos mientras vivas aquí. Cuidadito.
Rectificación de tono
El tono debe ser el de la “cosmoagonía”.
La palabra COSMOAGONÍA me suena a sexo interrumpido con una pinza en el ojo.
¿A qué “tono” se refiere cuando dice TONO? Según las vibraciones por segundo, el tono ha variado: una variación que va de la vergüenza al vómito, de la alarma a la insuficiencia renal, del asco a la decepción, de la vejación a la humillación.
Me envalentono (ministerialmente), amor, me envalentono.
Según la velocidad en la que corre el video. Según el volumen de los gritos en la guagua. Atendiendo a la fórmula televisiva, al punto de vista del editor en los estudios del NTV… Según el tonito, se cede o no a las provocaciones, compañero.
Según quién entreviste. Según el artistaje. Según el currículum, las lecturas, la postura preferida del Kamasutra, la cita más extraordinaria de José Martí, el sueño más postergado del universitario, la ideología que se practica, la convicción, la servidumbre, la fama, etc.
¿Quién desentona?
Desentona todo, menos los hechos constatables.
La cosmoagonía del 27N ante el poder tiene su propia leyenda, y esa leyenda es muchas cosas, pero nunca es deshonesta con los hechos.
¡Bum!
¡Bim, bam, bum!
Una ola ministerial sobre la masa.
¿Qué cosa fuera?
No quieren pasar, ignominia.
No pasarán, aserremos.
Montaje
Según el montaje paralelo (sigue a Griffith para más consejos):
Los paramilitares llegan al unísono, los separan, montan a la fuerza en una guagua a los manifestantes.
Según el montaje de atracciones (sigue a Eisenstein para más consejos):
La provocación es una entelequia, sin antes o después, como si fuera una abstracción y no una reacción desencadenada por actos violatorios. Después se dirá que el puño no fue más que un “Te saludo con el codo”. Cualquier cosa justificaría la violencia.
La violencia de los hombres está justificadísima en Cubísima, naturalísimamente: ser machito “tonifica”.
Que nadie sepa de “Dos patrias”, por favor.
Que no quede registro del culto a la poesía en el horario estelar.
En ambos montajes (sin ofender a Griffith y Eisenstein, por cogerlos para eso):
Desapareció la poesía.
¿Cómo y cuándo desaparece la poesía?
Maldita seas, María, gran María Galindo, ¿qué diría tu graffiti a las puertas del MINCULT?
Quienes arrastraron y violentaron a la artista Celia González, aquello que alcanzamos a ver en los “provocadores” celulares que transmitían en vivo, ese momentico tan desolador e insultante que jamás olvidaremos… No se trata de un caso aislado: es el súmmum de varios incidentes.
Se te va por el embudo la lógica, la poca inocencia, el servilismo insostenible, la tristeza…
A mí me ha dolido mucho, qué más puedo decir.
“Desobediencia, por tu culpa voy a ser feliz”.
Un mensaje directamente tomado del colectivo Mujeres Creando en Bolivia, un mensaje para los muros del MINCULT.
La de-so-be-dien-cia.
Nunca el ci-nis-mo.
Cinismo proviene del latín cynismus, que viene del griego kynismós, palabra derivada de kyon, “can”, que quiere decir “vivir como perro”: el modo de vida de los filósofos cínicos.
“Cinismo, por tu culpa siempre seré infeliz”.
Lo siento mucho, no soy sorda ni ciega. He visto el manotazo y he escuchado los gritos en una guagua. Creo que es parte del servilismo no reconsiderar nuestros privilegios y ser incapaces de denunciar cuando es preciso.
No tengo vocación política, al menos no desde una postura reactiva; tampoco poseo esa vehemencia que absolutiza prioridades. Me disculpo por ello, porque sin la pasión no es posible luchar verdaderamente por nada. Pienso demasiado en mí misma, en mi familia… Digo esto en un intento de autocrítica. Lo demás, la poesía o cualquier otro intento de “sobrenombrar”, me parecería deshonesto.
No duermo, no vivo, no amo, no soy feliz con este panorama represivo que se ha intensificado siniestramente.
No se puede dejar vencer al egoísmo.
¿Quién puede ser feliz?
Nuestra capacidad de diálogo está torcida. Cuando artistas, intelectuales y personas en general siguen privadas de sus derechos fundamentales, cuando no hay derecho a réplica, cuando no hay trámite alguno para el disenso… ¿dónde está la fractura, el (im)posible democrático?
¿Cuál sería el lugar de encuentro entre realidades abismales?
¿Cuál sería el consenso en esta polarización aniquiladora de amigos asociados y enemigos mercenarios, de enemigos comunistas y amigos de derecha; un esquema más parecido al formalismo ruso que a la mixtura política del siglo XXI?
¿Cuál sería el momento del diálogo? (Preferiblemente sin cordones policiales).
¿Un intermediador, un crítico “imparcial”, un ojo “justo” que redefina los límites de esa conversación sobre arte independiente que no empezó el año más difícil de este siglo, sino antes, con las discusiones en torno al Decreto Ley 349?
Todo es reactivo, todo es machanguería, todo es paripé, todo son vítores, canto a mí mismo, la manito la tengo quemada…
Todo es difícil, también. Por dondequiera que se le agarre, el momento no puede ser peor. Es el período más crítico de la supervivencia, de la obligación por el cuidado colectivo, en un horizonte que va más allá del archipiélago, de las propagandas gubernamentales, de las ficciones y simulacros que organizan el miedo.
Los comentarios en las redes, las discusiones, las amenazas…
ya escogiste un bando
donde hay un revolucionario dice peligro
eres una gusana
no respetas a los médicos y a los maestros cubanos
le debes todo esto a la Revolución
tienes un salario del MINCULT
eres una comunista cómplice del régimen
eres una criminal si te inyectas Soberana 02
eres un condescendiente confundido
eres cederista y de la UJC
eres otro niñato de la AHS
eres otra persona poco cool que no tiene idea de lo que es la libertad sin cortapisas
eres disidente-delincuente-desobediente-indigente-impertinente (a mi mamá se le perdieron dos dientes)
Todo es reactivo.
Todo es titular.
Todo es ofensivo.
Una captura de pantalla. Un cuerpecito gordo y deformado. Un espécimen del totalitarismo. Un pomito de leche. Un adoctrinado. Otro feo más que no va a sentir el dolor en esos segundos en los que arrastran a Celia González el 27 de enero.
Todo es cinismo.
Escribo demasiado apegada a mis sentimientos… Me cuestiono dónde está la ética de la solidaridad, la ética de lxs poetas, lxs escritorxs, lxs intelectuales. Dónde está la empatía, la mirada crítica-reflexiva. Cuándo la obediencia le ganó al análisis, que no debería funcionar en términos de a favor, en contra, me conviene, me repele, me empinga, me asusta, me mata, me encanta, mi amigue, mi jefe, mi papá, oh, señor, ministro…
Ni Griffith ni Eisenstein comprenderían el efecto de las transmisiones en vivo. Ha pasado demasiado en esas transmisiones. Lo naif, lo simple, lo franco, la precisión que inmortaliza el antes y el después abusivo.
Pienso en la obsolescencia del montaje y en la manipulación, frente a la simple presentación de los hechos tal cual han tenido lugar. Ese 27 de enero de 2021, que ya no tiene retroceso.
¿Qué significa desobedecer?
En Cuba, significa que se vive sin miedos.
© Imagen de portada: Tomada de la página de Facebook de Mujeres Creando.
32 preguntas para el instante
El otro día hice una cola de esas insoportables en el Teatro América y era como presenciar el desmoronamiento del mundo, una especie de guerra que ya no es la preocupación de los primeros días de la pandemia, sino la consagración del hastío y la pobreza. No hay horizonte para una sola: el horizonte es colectivo.