En el imaginario colectivo, el avance científico se percibe como un proceso lineal de éxitos encadenados, donde cada paso conduce inevitablemente al siguiente gran descubrimiento. Mas la historia de la ciencia está repleta de experimentos fallidos, esfuerzos que, aunque inicialmente considerados fracasos, se transformaron en catalizadores de hallazgos revolucionarios.
Estos “errores afortunados” nos recuerdan que la ciencia no siempre avanza a través del éxito. Por lo general, lo hace mediante la tenacidad, la curiosidad y la reinterpretación creativa de resultados inesperados.
En esta columna quiero presentarte algunos experimentos fallidos que marcaron un antes y un después en nuestra comprensión del mundo.
Alexander Fleming y el moho olvidado: el nacimiento de los antibióticos
Quizá el más sonado de todos los “fallos” reconvertidos le ocurrió a Alexander Fleming. Se dice que, en 1928, Fleming al regresar de sus vacaciones al laboratorio encontró que un moho extraño había contaminado sus cultivos de bacterias, matándolas.
El científico identificó el moho como perteneciente al género Penicillium y, después de algunos meses de llamarlo “jugo de moho”, en marzo de 1929 bautizó a la sustancia con el nombre de Penicilina.
Lo que podría haber sido descartado como un error de laboratorio resultó ser uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX. Este hongo accidental abrió el camino a los antibióticos, revolucionando la medicina moderna y salvando millones de vidas.
El pegamento inservible de Spencer Silver: la génesis de los Post-it
A finales de la década de 1960, el químico Spencer Silver intentaba desarrollar un adhesivo extremadamente fuerte para la empresa 3M. En su lugar, creó un pegamento débil y reutilizable que inicialmente parecía inútil.
Sin embargo, su colega Art Fry encontró un uso práctico, al aplicar este adhesivo a pequeños trozos de papel, dando origen a los icónicos Post-it, indispensables en oficinas y hogares de todo el mundo. Por cierto, la Real Academia Española reconoce la palabra pósit.
El aire misterioso de Joseph Priestley: la identificación del oxígeno
Aunque no exento de controversia, se dice que el químico inglés Joseph Priestley intentaba investigar los gases en el siglo XVIII, cuando accidentalmente aisló un componente desconocido del aire.
Inicialmente confundido, Priestley no sabía que había descubierto el oxígeno, el elemento que posteriormente revolucionaría nuestra comprensión de la química y la biología.
El calentador de Percy Spencer: el descubrimiento del microondas
Mientras trabajaba en un radar para Raytheon en los años 1940, Percy Spencer notó que una barra de chocolate en su bolsillo se había derretido, debido a la exposición a microondas. Intrigado con el suceso, probó con palomitas de maíz y… ¡eureka!
La observación del fenómeno lo llevó a desarrollar el horno microondas, una innovación que transformó las cocinas y la forma en que preparamos alimentos.
La catástrofe de la pólvora de Alfred Nobel: el invento de la dinamita
En 1847 el italiano Ascanio Sobrero inventó la nitroglicerina, un potente producto que resultaba difícilmente utilizable por su inestabilidad. Movimientos bruscos o cambios en su temperatura lo podían hacer detonar, lo que finalmente tornaba el producto en prácticamente inservible.
El sueco Alfred Nobel, en su búsqueda por estabilizar la nitroglicerina, sufrió numerosos accidentes en su laboratorio. Uno de estos errores condujo a la combinación de nitroglicerina con un material absorbente, lo que resultó en un explosivo mucho más seguro: la dinamita.
Ya sabemos que este invento cambió la ingeniería civil y el curso de la vida de Alfred Nobel, llevándolo a establecer los deseados Premios Nobel.
El fallido medicamento de William Perkin: nacimiento de la industria química moderna
En 1856, el jovencísimo químico William Perkin “jugueteaba” en el laboratorio, intentando sintetizar un medicamento para la malaria cuando, en su lugar, obtuvo un residuo púrpura inesperado.
Este “fracaso” resultó ser el primer tinte sintético, la mauveína, que marcó el inicio de la industria química moderna e influenció en la moda. He de decirte que Perkin con sólo 18 años patentó el famoso colorante.
El diseño experimental erróneo de Wilhelm Röntgen: la invención de los rayos X
En 1895, Wilhelm Röntgen experimentaba con tubos de rayos catódicos, cuando notó que una pantalla fluorescente cercana brillaba sin explicación aparente. El experimento lo repitió, tapando la pantalla con un paño, y el efecto persistía.
Aquello, inesperado, lo llevó al descubrimiento de los rayos X, revolucionando la medicina y la capacidad de observar el interior del cuerpo humano.
El sabor accidental de John Pemberton: el nacimiento de la Coca-Cola
A finales del siglo XIX, el farmacéutico John Pemberton buscaba desarrollar un jarabe medicinal para aliviar la indigestión. Sin embargo, tras combinar varios ingredientes, creó un producto con un sabor inusual y atractivo.
Este “remedio” se convirtió en la Coca-Cola, una de las bebidas más icónicas del mundo.
¿Y la manzana de Newton?
El mito de la manzana cayendo sobre la cabeza o los pies de Isaac Newton y este descubriendo la Ley Universal de la Gravedad, es posiblemente sólo eso: un mito. Además, de ser realidad, no era un experimento fallido, más bien caería en lo que llamamos una observación exhaustiva.
El aprendizaje del fracaso: una lección para la humanidad
Lo que une a estos “fracasos exitosos” es la capacidad de algunos científicos para replantear sus resultados y reconocer el valor en lo inesperado. Estas historias subrayan que el avance del conocimiento no sigue un camino recto, sino que se nutre de errores, serendipias y la apertura a reinterpretar lo aparentemente inútil.
La ciencia, en su esencia, es una empresa humana y como tal está llena de imperfecciones. Pero es precisamente en estas imperfecciones donde encontramos las semillas del progreso.
En ocasiones, los experimentos fallidos no sólo nos ofrecen lecciones sobre la importancia de la resiliencia y la creatividad, sino que también sirven como un recordatorio de que los grandes descubrimientos muchas veces comienzan como pequeñas “casualidades”.
En un mundo que valora la perfección y los resultados inmediatos, la ciencia nos enseña a aceptar el error como parte del proceso. Después de todo, el aspecto más emocionante del descubrimiento no es el famoso “¡Eureka!”, sino más bien, la expresión “Eso es extraño”.
Es en esa extrañeza donde reside el verdadero motor de la innovación.
Comprender el medioambiente: la única biosfera que tenemos
Por Vaclav Smil
Llevamos milenios transformando el medioambiente a escalas cada vez mayores y con una intensidad creciente, y hemos obtenido muchos beneficios de estos cambios. Pero, inevitablemente, la biosfera ha sufrido.