―quiero pensar.
―no, dijo el carcelero, tienes que ficcionar.
Y como nadie me tomará en serio,
no tengo más remedio que caer seducido
en las trampas de la ficción
(sin olvidar que la escritura se niega a devenir
mero soporte o vehículo del idioma hablado).
―Estamos en 2084, Jaad ―zureó Paloma vieja en su resurrección.
Estábamos ―no éramos― en una playa nudista cualquiera. ¡Quién lo iba a decir! ¿O, más bien, quién lo va a escribir? Vivir y escribir sin dualidades en el frente.
―En el frente solamente queda la guerra ―se veía decepcionada. Es decir, escribo: dijo aquello para cortarme el rollito fantasioso.
―¿Qué quieres decir?
(Las voces decían… se trataba de un linaje susurrado.)
―Que vengo de la Cuba de 2084, ¿te enteras? ¡A ver si te enteras de una vez!
―Un poco de alcohol, Jaad.
―Que no…
―¿Por lo del budismo?
―Budismo deviene mierda, ¿de acuerdo? No me hables de ese farsante.
―¿Y entonces?
―Por el hígado graso y esas cosas.
―Estás viejo.
―Y tú, más vieja que yo. Quién te vio y quién te ve, Paloma mía…
Eres Aura tiñosa ―o fuiste, aunque sin “ser”: siempre en devenires sin rostro: un estar que arde en vez de durar, etcétera.
Y así fue como regresaste hacia un futuro en una nave de neutrinos que atraviesa los agujeros de gusano llenos de ¡gusanos devenidos mariposas! Ahora toca que abras las patas, que me dejes entrar.
Y ella todo yin se entregaba sin miedos al yang.
Aquello se metía ya un poco en política e inmoralidad, escribía en su informe el oficial que atendía el caso. La policía secreta se había vuelto menos secreta. ¡Estaba por todas partes!
Aquello se complicaba. ¡Pero lo importante es lo político, no la política!
―Otra vez comenzó a delirar… Vámonos.
―Pero venimos de muy lejos para escuchar a este loco.
Y la partida no tenía fin y había que comenzar otra vez apenas habíamos comenzado.
Había una vez un ángel llamado Momoko. Es decir, niña melocotonera.
―Melocotonera suena un poco vulgar.
―Pero existe un desfase entre gozadera y gozancia. Siempre el desfase, la brecha. De ahí sale la estructura para dialogar, ¿entiendes? ¡No importa ya la buena voluntad!
―Eso suena a chino. No te líes. Es decir, no te embarques.
―Traduce.
―Vete a la mierda. ¿Avanzamos?
―Querrás decir: “¿empezamos de una vez?”
―Bueno sí, eso mismo.
El cuento de la buena pipa…
La psicosis como gran salud en tiempos ya no esquizofrénicos sino autistas. Fuerte imagen o figuración política.
―Deja de cavilar y transforma el mundo que te rodea allí donde estés, anda…
―Mira tú, no me vengas con marxismo ni recursividades en el lenguaje, anda tú…
―¿Y estos parlamentos son parte de un diálogo erótico?
Así mismitico.
Absurdo. Esto sí es teatro del absurdo. Andar peleados entre cubanos por una ideología cuyos objetos, además, son sublimes, no empíricos.
¿Y qué quieres tú si el castrismo como ideología nos ha masacrado en vida?
Que te muevas, que juegues el peón. Recuerda la gran fuerza del ajedrez escondida en ese triste peón, pieza venida a menos, como línea yang vieja o yin nuevo abandonados a la suerte electromagnética.
Traduce.
Uf.
―Todo “dialoguero” en el fondo es comunista o un agente de corazón ―dijo.
¿Quién dijo?
―Ah, “yo” no sé ―respondió el narrador―, vosotras y vosotros (había que hablar así según los tiempos que corren, ¡pero no escribir así! ¿o sí?), ustedes y ustedas y ustedis y ustedos y ustedus. Sois egos experimentales, así que, silencio…
Y volvió el silencio en aquel lugar llamado Anecúmene.
Entonces la vi (¿ya lo dije o escribí o estoy todavía soñando?).
Etérea y concreta. Aparecía y desaparecía la figura no figura de Momoko. Y tenía hambre. ¡Mi mundo por un melocotón!
Y en eso llegó la resurrección.
Un sauce viejo y podrido tiene un retoño, dice el I Ching.
Y para abandonar los lugares comunes del pensamiento (y del proceso de pensar) se impone entrar en el diálogo como estructura.
Paloma y Momoko ―entrelazadas― me miraban de hito en hito.
Pd: ¿Tiene algo que decirnos ―a cualquier nivel― el viejo I Ching? ¿Puede la milenaria sabiduría china ayudar en lo personal y colectivo? Y, hay que remarcarlo: sabiduría que nada tiene que ver con “filosofía” como la entendemos en Occidente. Europa pensó el Ser y la trascendencia. China, el “entre” y la inmanencia.
64 figuras, no conceptos, que sirven para establecer “parámetros” o patrones con sus posibles mutaciones o transformaciones, y así poder surfear escollos u obstáculos en cualquier tipo de diálogo y hacia el interior de nuestro psiquismo.
Se trata de trabajar con aquello que nos resulta o conduce a lo “negativo rebelde”. ¿Puede entonces ayudar dicha sabiduría para un diálogo entre cubanos?
Pd.Pd: Todo quedó catatónico. Entramos en el no-tiempo, llamado desde la antigüedad eternidad o atemporalidad, según seas de un bando u otro. Esta es la cuestión: los bandos, los partidos, las sectas ¿entiendes?
No.
Ella hablaba y yo decía a todo que no. Tenía oído para sus pezones (las mujeres miran a través de los pezones) y ojos para aquella pechuga tan amplia y sublime como vía láctea que en realidad era.
Me repuse (sí, me repuse) y seguí escribiendo, es decir, viendo el mar junto a aquella alemana vieja que chapurreaba el alemán mientras hablaba y pensaba correctamente en castellano.
Dos viejos como iguanas al sol en lo que se reconocía como el primer enclave nudista de Europa, oteando las siluetas adolescentes que jugaban libres como palomas.
―¿Qué hora es?
―Las cinco, creo.
―¿Qué hora es?
―Todavía son las cinco, creo.
Y así pasábamos el tiempo en el no tiempo.
© Imagen de portada: Pars Sahin.
Del diálogo como estructura para Cuba
Si a veces cuesta dialogar al interior de la familia, ¿por qué resolvemos tan fácilmente una guerra entre dos países, tan pronto como nos enteramos por las noticias?