Vacaciones sin hotel

Se publica Vacaciones sin hotel: Antología de autores del sur de la Florida (Ediciones Aguamiel). El libro recoge textos de veintiséis narradores que han sido parte del taller de escritura creativa dictado por Hernán Vera Álvarez en Miami y refleja la diversidad cultural, temática y estilística de la literatura en español en el sur de la Florida.

La obra contiene una instantánea del trabajo actual de los escritores Daniel Reschigna, Alicia Monsalve, Mila Hajjar, Diana Rodríguez, Eduardo D. Rubin, Gastón Virkel, Dalila López, Cecilia Montaña, Claudia Prengler Starosta, Ivón Osorio Gallimore, Emilia Anguita, Patricia Carvallo, Vanessa Arias Ruiz, Slavkina Zupcic, Liana Fornier De Serres, Nancy Mejías, Norman Gimenez, Matilde Suescún, Diana Pardo, Lissette Hernández, Pamela Bustíos, Pablo Erminy, Nicole Duggan, Javier Lentino, Karina Matheus y Mariluz Durazo. 

Los autores, oriundos de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, República Dominicana, México, Perú, Uruguay y Venezuela, escriben en español con temas y estilos tan variados como las banderas de sus países de origen. 

A continuación, reproducimos el prólogo de la antología.



El rito

Un buen comienzo para conocer el nervio vivo de una ciudad es visitar sus cafés. Bastará escuchar el diálogo entre los parroquianos o simplemente observar desde una ventana estratégica el caminar de la gente: es información en estado puro y de primera mano. 

En mi adolescencia y primera juventud frecuentaba bastante los cafés de los barrios de Belgrano y Colegiales. Mi preferido era el Argos. Entre sus mesas de billar y el humo de los cigarrillos se discutía de política, deporte, economía y, a la vez, de temas más interesantes como el arte y el maldito amor. También en aquellos bares de Buenos Aires aprendí lecciones que pronto debería haber olvidado. No lo hice, como tampoco otras más benignas que me acompañan hasta hoy. 

De esas lecciones conservo con afecto los comentarios sobre literatura. Al elenco estable de nuestra mesa se le sumaba una galería de personajes circunstanciales, seducidos tanto por la polémica de lo que había dicho un escritor en la prensa como por la oportunidad de saborear gratis otro trago de cerveza. El debate se volvía más atrayente cuando alguno se animaba a mostrar el cuento que había escrito desde una soledad absoluta. En el bar, y con la noche que siempre acerca a la gente, se animaban a mostrar algo de esa sensibilidad artística. 

Aunque llevo casi la mitad de mi vida sin residir en Buenos Aires, puedo afirmar que esta escena todavía hoy se repite en esa ciudad como en el resto de las de América Latina. El café sigue siendo el refugio para muchas cosas, inclusive la literatura. 

En los Estados Unidos la escena es más improbable. El individualismo y los establecimientos —no encuentro mejor sustantivo— de falsa bohemia llamados Starbucks conspiran para reuniones de más de veinte minutos. Como el país exige profesionalismo, los que tienen alguna inquietud literaria deben inscribirse, previo pago de unos cuantos miles de dólares, en los cursos de escritura creativa de las universidades. 

Hace varios años que coordino un taller literario. Empezó en una institución académica pero pronto tuvo su propia personalidad. Además de análisis de textos, alguna técnica literaria y ejercicios —ABC de cualquier taller— mi intención era repetir el espíritu de aquellas noches estimulantes de los cafés porteños. 

Vacaciones sin hotel extiende esa sensibilidad al lector. Los escritores han elaborado historias donde la trama tiene un peso importante. La velocidad con que se narran las circunstancias plasmadas encierra, a su vez, una dinámica de la observación que desnuda a cada uno de los personajes.  

Los temas que arman la antología son varios —el lector atento sabrá diferenciarlos—, como la manera en que están narrados. Cada autor tiene su propia interpretación de la vida, lo que desemboca en un estilo. Una huella personal sobre la arena —muchas veces movediza— de la mejor literatura. 




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Yo maté a Fidel

Mel Herrera

Soy del bando de los malagradecidos. Y lo reivindico. Soy de los que cada vez tenemos menos que agradecer, los cuervos que criaron y que ahora les estamos sacando los ojos.