“Yo estoy presa en mi país”

“Activismo y género en Cuba” es un espacio de reflexión que pretende potenciar diálogos entre las mujeres cubanas desde los diferentes trayectos y vivencias que nos constituyen; articular las memorias de luchas, organización y (re)existencia de mujeres diversas dentro del orden político cubano; y poner en común nuestras metodologías de activismo, experiencias y heridas para discutir y visibilizar los entramados de violencia de género que atraviesan el proyecto nacionalista de la Revolución cubana.

Las Damas de Blanco surgen en 2003 como una articulación civil de madres y familiares de presos políticos cubanos, a raíz de la ola represiva conocida como la Primavera Negra. La ONG Cubalex entrevistó entre 2019 y 2020 a varias mujeres que han integrado la organización a lo largo de estos años.

Por la importancia que revisten, en un nuevo contexto de encarcelamientos masivos por motivos políticos, ponemos esta serie de testimonios, frutos del trabajo de Cubalex, a disposición de los lectores de ‘Hypermedia Magazine’.





Entrevista a la opositora Eralidis Frómeta Polanco.




Me llamo Eralidis Frómeta Polanco, tengo 47 años y vivo en Nuevo Vedado con mi pareja hace siete años. Soy periodista independiente y activista por los Derechos Humanos en Cuba.

Pertenecí durante siete años a las Damas de Blanco. En estos momentos pertenezco a la organización Delibera, donde creamos diálogos en plataformas digitales, reuniones; orientamos y guiamos a las personas que llegan a nuestra organización y se presentan para que se les dé una posible solución, mediante las instituciones del Estado.

Yo comencé en el año 2003 a guardar información al representante del Partido Popular Republicano, Reinaldo Canto Hidalgo. En ese entonces, el padre de los niños míos era quien estaba ejerciendo el activismo porque yo estaba embarazada y tenía que dedicarme a mi embarazo, y a mi bebé, posteriormente, cuando nació.

En 2007, a raíz de que mi hijo mayor fue expulsado de sus estudios, yo comencé a hacer las reclamaciones pertinentes sin tener una respuesta favorable; se vulneraron todos mis derechos como ciudadana y como madre. Ahí fue cuando decidí comenzar con mi activismo público en las Damas de Blanco y en la UNPACU.

Ahora, en la actualidad, estoy en el periodismo independiente y en mi activismo pacífico por la libertad del pueblo de Cuba.

He sido detenida con mucha frecuencia de manera arbitraria. Lo mismo me detienen en la puerta de la casa, en la calle, al salir de alguna reunión o llegando a alguna reunión, en una tienda tratando de comprar los alimentos para mi familia. He permanecido por más de 72 horas dentro de calabozos. No puedo especificar, he perdido la cifra de las veces que he sido detenida; durante dos años me estuvieron deteniendo de lunes a lunes, con fuertes operativos policiales: nada más que salía al frente de la casa, ya me llevaban a una unidad policial. 

El cálculo ahora mismo no lo puedo precisar, pero estoy segura que ya pasan de más de 300 detenciones arbitrarias. Me llevan a una unidad de policía, me introducen en un calabozo con muy malas condiciones, infrahumanas, con peste, con humedad… He recorrido varias unidades policiales; por ejemplo, La Lisa, el Cotorro, San Miguel del Padrón, Regla, Guanabacoa, la unidad de Zapata. 

En una ocasión, que fue la más larga, pasé seis días en el centro penitenciario Vivac, ubicado en Boyeros, por realizar una manifestación pacífica en reclamo a los derechos que han estado siendo vulnerados.

Durante mi activismo como Dama de Blanco eran constantes los actos de repudio. Cuando nos reuníamos los miércoles en la sede, cuando realizábamos el Té Literario, cuando íbamos a salir para afuera, estaban los factores: militantes del Partido, presidentes de CDR, muchos militares, policías, personas del pueblo que pertenecen a las Brigada de Respuesta Rápida, que nos gritaban contrarrevolucionarios, gusanos, asalariados, nos agredían, nos tiraban palos, piedras, nos tiraban botellas, de todo. Todo era muy brusco.

Desde el día 13 de agosto, Lázaro Yuri y yo estamos acusados de un delito de desacato solo porque unos factores del Partido que tienen cuidando las tiendas nos prohibieron comprar en ellas. Como tal, nunca hemos llegado a prisión; pero sí tenemos amenazas de ir a prisión.

En todo este tiempo he sufrido muchos abusos. 

Una vez, en una de las tantas detenciones, el policía le decía a mi represor: “Ven, que esto te toca a ti, no a nosotros. Ven. Hazlo. ¿Qué es lo que es, tú le tienes miedo?”. El represor que teníamos en ese momento no se acercó; al contrario, cuando él vió que me estaban dando la tunda, salió llorando. Eso me cuenta Danaisy porque yo no lo vi. Salió llorando y le decía a Danaisy: “Yo no voy a permitir que a ti te hagan lo que le hicieron a Eralidis”. Llorando; dice que Salvador lloraba y repetía: “Yo no voy a permitir que a ti te hagan lo que le hicieron a Eralidis”. 

En ese momento no fue él quien nos hizo la detención; sino otra persona. Pero como él era el represor nuestro, fue al que mandaron para la unidad. Él nunca fue a quitarme mi cartera, nunca me torturó, fueron los policías de la unidad. Pero él miraba. Me decía: “Eralidis deja que te requisen”, y yo que no. Yo le decía: “Ven. Hazlo tú, a que tú no vienes y lo haces”. 

Él no se acercaba a mí. Aunque él no se acercó a mí en ningun momento, debió evitar que me asfixiaran, que me desmayaran a golpes. Ellos me cogieron por el cuello, me asfixiaron, me dejaron sin aire y me desmayé. Después, para qué lloraba. Si lo había visto todo, tenía que haberse metido en el medio y decir que no me tocaran, que me dejaran.

Después de ese día, más nunca me han desnudado. De hecho, yo llego a un calabozo con mis cordones amarrados, no me los quito, ni me quito prenda. Ni por las buenas ni por las malas, de ninguna forma. Yo lo único que digo es que no estoy ahí porque quiero ni porque haya cometido actos de vandalismos o delito común. Yo estoy ahí por mi posición contestataria y no voy a quitarme cordones, ni me voy a quitar prendas. Para registrarme me tienen que enseñar una orden de registro. A mí sí me la tienen que presentar, no es que yo llegue a una unidad y vaya a abrir la jaba. No. A mí hay que presentarme todo legal y yo sí lo exijo.

En los calabozos me pongo muy, pero que muy mal y nunca me han dado asistencia médica. Me sube la presión, me dan muchos dolores de cabeza. Es un animal lo que ellos entran en un calabozo y dejan ahí tirado. Ese mismo día que me desmayaron, ni siquiera me llevaron al médico para nada. Después de la paliza, me fui para fiscalía. Ahí están todas las denuncias documentadas. Yo lo denuncio todo. A mí un policía me da un golpe y yo voy corriendo a denunciar. No pasa nada, pero tengo mis denuncias hechas.

Yo he sufrido mucha violencia física, sicológica, verbal. Las verbales son amenazas que constantemente nos están haciendo: que si nos van a llevar a prisión, que si no vamos a podernos desempeñar en nada… Me mandan también muchos mensajes amenazadores desde números que ni siquiera yo reconozco; pero que sé que por detrás de todo eso está la policía política. 

También he recibido golpizas brutales, hasta me sacaron a golpes una barriga de casi 3 meses. Me han partido los brazos; me han echado tóxicos en la piel que me han provocado lesiones hasta hoy; sufro de mis pulmones por recibir tanto polvo y tanta humedad por muchas horas dentro de los calabozos, constantemente estoy presentando problemas respiratorios y alérgicos por las tantas horas en esos lugares que no tienen higiene de ningún tipo.

Sicológicamente estoy afectada porque me ha dañado el sueño, el sistema nervioso. Mi sistema digestivo también; son muchas horas sin ingerir alimentos, sin beber agua. 

Otra vez me llevaron a la unidad de Santiago de las Vegas y me pusieron 2 000 pesos de multa, más 20 por desorden público. Me abrieron una causa que, al parecer, desapareció porque, cuando las personas que estaban de testigo dieron su versión de los hechos, vieron que era algo justo lo que yo estaba reclamando y el tribunal mandó a darnos a Lázaro Yuri y a mí la libertad inmediata.

Además, me regularon la salida del país. El 8 de noviembre pretendía ir a Nicaragua en un viaje familiar. Al abordar el vuelo, supe que estaba regulada. Desde noviembre hasta la actualidad estoy reclamando que se me devuelva el dinero de mi pasaje, 640 cuc. Hasta ahora no he obtenido una respuesta.

De la mano de la Seguridad del Estado se puede esperar muchísimas cosas. Ellos utilizan varios métodos para tratar de que los activistas renuncien a su labor. Entre los métodos más crueles que usan, están las amenazas contra la familia y las amistades. Es el caso nuestro ahora, con una vecina de aquí que trabajaba en el hotel del frente, que es un centro de alojamiento donde hay varios fiscales de diferentes provincias, y fue expulsada de su trabajo sencillamente por ser amiga nuestra.

Los hijos también te los ponen en contra, como fue el caso mío. Esa es la mayor tortura que yo he podido recibir de las manos de la Seguridad del Estado: utilizaron a mi hijo, lo pusieron en mi contra e hicieron que colaborara con ellos. 

Ellos pensaron que poniendo a mi hijo a trabajar para ellos, como me lo manifestaron una vez en una detención en la Oncena, yo me quitaría de la oposición. A mí me dio pena, me dio bochorno. Yo no sabía dónde meter mi cabeza, no sabía qué iba a hacer, porque tú dices: “cojones , es mi hijo”, por el que tú estás defendiendo. A mí me subió la presión casi a 400. No sabía lo que iba a hacer cuando supe que mi hijo estaba trabajando para la Seguridad de Estado.

No es tanto que me han dañado, porque eso me ha dado más fuerza para seguir mi activismo, sino que han dañado a mi familia. Sin hacer mi activismo, no están a salvo conmigo; y si lo hago, tampoco lo están. Yo no estoy segura; mi familia tampoco va a tener ninguna seguridad mientras exista una dictadura.

A mi pareja le han puesto una pistola en la cabeza, le han tirado carros arriba, lo han desaparecido forzosamente y lo han secuestrado. 

A mi niña menor, con 12 años en ese momento, en un operativo aquí al frente de la casa, sentada, unos oficiales de la Seguridad del Estado, junto a un policía, le pasaron un video pornográfico por Zapya. Se realizó la denuncia y hasta la fecha no ha pasado nada. Posteriormente, el represor quiso que yo inculpara solo al policía; pero no estuve de acuerdo. Ahí tengo cada imagen, la cara, todo documentado, del oficial de la Seguridad del Estado que le pasó los videos pornográficos a mi niña de 12 años.

En otra ocasión, me la interceptaron camino a la escuela y le dañaron una manito por quitarle su teléfono, con pruebas y denuncia hecha. También le han hecho llamadas telefónicas amenazadoras y ella, con 16 años, tiene miedo. Está aterrorizada porque ha sido muy largo el proceso que he pasado con ella; ha estado conmigo en unidades de policía por largas horas, incluso estando enferma, con fiebre, ha permanecido al lado mío en la unidad de San Miguel del Padrón, la Oncena unidad.

También le han hecho llamadas telefónicas amenazadoras y en la escuela me le tenían un bloqueo, tanto profesores como compañeritos. 

El caso de los represores es algo complejo. Muchas veces vienen en buena onda; otras, haciendo abuso de poder, con amenazas de que no van a dejarme o no me van a permitir hacer cualquier cosa. Están vestidos de civil. Mayormente, son jóvenes de entre 20 y 40 años, en una motico. Muchas veces hablan bien, otras no; varía la forma de ellos. En muy pocas ocasiones hemos podido ver a sus superiores. Además, como a ellos los cambian tanto y varían tanto, no tenemos una definición exacta de cómo son los represores; cuando pensamos que tenemos uno, nos mandan a otro que no conocemos. Algunos se identifican y otros no.

Tenemos una vigilancia permanente para donde quiera que nos movamos. De hecho, nos han dicho varias veces que ellos siempre van a saber lo que yo haga, lo que haga mi pareja, porque tenemos un seguimiento. Tenemos también cámaras al frente y al costado de la esquina, que divisa de frente la entrada; al fondo hay otra más. Es decir, nos ven por donde quiera. La menor situación que ocurra aquí enseguida ellos llaman con números desconocidos privados o marcan de números fijos, porque sus informantes inmediatamente avisan o lo ven por las cámaras. Vivimos en un acoso y hostigamiento constante.

Yo, después de todo lo que he vivido, de todas las experiencias que he tenido dentro del marco de la lucha por la libertad del pueblo de Cuba, continúo y continuaré mi activismo mientras exista una dictadura en Cuba. Pese a todo lo que he sufrido, todo lo que he pasado, todo lo que me han hecho y me siguen haciendo, yo continúo mi activismo pacífico y no pienso dejarlo porque, a pesar de tener una experiencia mala, quiero que mis nietos, cuando crezcan, vivan en un país de libertad, donde no corran peligro o riesgo.

El mejor mensaje que le puedo dar a los activistas, al pueblo, al mundo en general, es que, cuando se vive en dictadura, no importa cuántas torturas y amenazas te hagan. No importa cuántas cosas malas cumpla un dictador, cuando uno quiere liberarse de verdad pelea y no descansa hasta lograr sus objetivos, su sueño, ver un día a su familia, a sus amigos, en plena libertad, en pleno gozo y desarrollo. No como estamos viviendo actualmente en Cuba, que carecemos de todo, no tenemos libertades, no tenemos a quién demandar cuando sucede algo que sabemos que no es problema nuestro, sino de los funcionarios del Gobierno.

También les puedo decir que nunca crean en nada de lo que les promete un dictador, porque un dictador paga a Roma pero a la misma vez la desprecia. Entonces, cuando el sueño del ser humano es ser libre, hay que seguir hasta las últimas consecuencias por esa libertad.

Ese es el mejor mensaje. Yo conozco muchísimas personas que nada más le han hecho así [aprieta el puño] y se han apartado de todo. En esos casos tú no quieres libertad, tú estás buscando algún objetivo.

A mí me lo quisieron hacer. La Seguridad me propuso dinero para irme de Cuba. Te compran pasaporte, te compran pasaje, te montan en un avión y más nada; de ahí en adelante te tienes que costear tú. Ellos te costean los trámites en Cuba para salir de ti. Muchos sí aprovecharon y lo hicieron, demostraron que estaban en esto porque querían irse. Para mí son las personas más vulnerables las que se acogieron a lo que ellos querían.

Cuando Yuri estuvo en Estados Unidos, yo estaba en un calabozo en Santiago de las Vegas. Allá fueron a proponerme a mí sacarme con mi familia de Cuba para Panamá. Fue cuando comenzó el éxodo por Panamá. Ellos me dieron tres opciones: irme con mi famlia con todo pago hasta Panamá, ir presa o abandonar las Damas de Blanco. Yo la única opción que acepté fue ir presa.

En otra ocasión, cuando comenzó lo de Guyana, me ofrecieron las mismas opciones y seguí con la misma respuesta: presa. Y no dudo que un día lo hagan, porque al final todo lo que ellos te prometen lo cumplen.

En refugiados me dijeron que yo nunca me iba a poder ir; por ahí se van los que ellos quieren. Y se vio. Es imposible que a una persona con tantas evidencias presente en refugiados para preservar la vida tuya y de tu familia, y le digan que no tiene evidencias políticas. Y lo que yo tengo no es inflado, hay pruebas y todo está documentado.

Ellos tienen un convenio con Relaciones Exteriores y sacan a los que ellos quieren que se vayan. A los que de verdad quieren proteger su vida, si no van a la obediencia no le permiten irse. Entonces, a mí que me maten aquí, porque yo no voy a entrar en obediencia tan fácil así.

A mí, con mucho dolor, y grábalo para que el mundo lo sepa, me pueden matar a mis hijos, me pueden matar a mi mamá, me pueden matar a mi marido, que yo voy a seguir, aunque me maten. Cuando yo me muera, si no es una muerte que puedan aclarar, ya se sabe que fue a manos de la Seguridad del Estado, del gobierno cubano. 

Si la muerte de algún familiar mío no queda clara, está en manos de ellos. Lo voy a sentir porque es mi familia; pero eso no me va a hacer a mí claudicar mi pelea. ¡No! No mientras Cuba no sea la Cuba que todos queremos. ¡No! Yo voy a seguir y así lo digo en público, lo pones así mismo.

Que me maten a mis hijos, que me maten a mis nietos, a mi mamá, a mi papá, a mis hermanos, a mi marido, que me maten a todo el mundo, porque todo el mundo sabe que ellos son unos asesinos. A mí por ninguna de esas partes me van a coger.

Que hagan lo que ellos entiendan, que me sigan limitando las salidas del país, que me sigan quitando mis negocios como ya lo han hecho y me dejen sin sustento para mi familia. Ninguno de estos métodos son los que me van a hacer dejar de pelear, dejar mi activismo. De hecho, soy periodista independiente; pero me gusta más el activismo que el periodismo.

Me gusta más el activismo porque me estoy enfrentando a la realidad de lo que es pelear por algo que tú quieres para ti y tu familia, para tus amigos. Yo quiero vivir en un país donde cualquiera que sea llegue adonde yo estoy y comparta conmigo, compartan con nosotros porque son mis amigos. No como aquí, que un amigo tuyo está siendo cuestionado, está siendo botado, está siendo utilizado en contra de uno. La ideología de cualquiera hay que respetarla. La mía es mi política, la de mi libertad; lo demás es un comunismo barato que no está llevando a Cuba a nada. No lleva a Cuba a una prosperidad. Porque si todavía dijeras que hay un comunismo pero Cuba es próspera, no hay necesidades ni carencias… Pero en Cuba los únicos que no carecen de nada son los Castro-Canel, que son los que lo tienen todo, una vida lujosa y manichean todo el dinero del pueblo: ahora mismo, con todo este lío de la Covid, se han hecho más millonario de lo que ya son y el pueblo muriéndose.

Con la Covid están cogiendo a los infelices que salen un momentico al frente de su casa y les están poniendo multas de 2 000 o 3 000 pesos, sin saber de dónde sale el dinero, y dándoles diez días para pagar. Diez días para pagar una multa de 2 000 o 3 000 pesos como si aquí el salario de una persona llegara a ese precio. Ellos han hecho millones de pesos y hay que averiguar en qué banco los están metiendo, porque en el único país del mundo que yo estoy escuchando que están poniendo esas multas kilométricas es en Cuba.

Otro mensaje más que le quiero mandar al pueblo es que se imponga con esas multas, que nadie pague y que todo el mundo salga para la calle a protestar; sea en el Partido provincial, municipal, en la Plaza de la Revolución, donde sea. Cuando el pueblo se una con todas esas multas y salga para afuera, aquí no hay prisión para tanta gente. Y pueden contar con nosotros, que estamos en la mayor disposicion de apoyar a quien sea. Este es el trabajo de nosotros, tanto en el periodismo como en el activismo.

Todo el que llegue a Delibera va a ser guiado, va a ser orientado, en busca de una posible solución. Desafortunadamente, no podemos dar la solución que la gente necesita porque no somos gobierno, aunque sí más o menos tenemos conocimiento de los lugares a donde pueden dirigirse en busca de una atención o una posible solución.

Nosotros aquí hemos pasado más de dos años siendo detenidos todos los días. Ya de salir, a la esquina del Rumbo, nos meten un ataque de esos; aparecen yo no sé de dónde, tipo ranger, abren la puerta del patrullero, llave, ahorcadera y dale para adentro de un carro de patrulla sin esperarlo. Las detenciones de nosotros pasan de mil, no tenemos cuenta, son infinitas.

Los Primero de Mayo, por lo general, todos nosotros vamos a calabozo; excepto este que hubo Covid, pero estuvimos con un operativo desde las 5 de la mañana hasta las 4 o 5 de la tarde. No es que a mí me interese ir al Primero de Mayo, pero sí tengo disposicion de ir con un cartelito que diga “Los derechos del pueblo son vulnerados, queremos un salario justo para los trabajadores”, todo lo que queremos. 

Yo tengo que tener un día la satisfacción de llegar a un Primero de Mayo y sacar mi cartel que diga toda esas cosas porque me parece que, si ese día es de los trabajadores, y yo soy trabajadora por cuenta propia, puedo sacar mi cartel exigiendo lo que necesite el pueblo porque soy parte de este pueblo, aunque me digan gusana, asalariada, contrarrevolucionaria, lo que me digan. Y déjame decir otra cosa, no soy asalariada, nosotros nos sostenemos por nuestra familia, a nosotros nadie nos financia. Yo, si me quieren seguir diciendo asalariada, bueno, pa’lante, voy a seguir siendo asalariada pero con mi propio esfuerzo.

En una ocasión me dijeron que yo era trabajadora por cuenta propia porque todo lo hacía por mi propia cuenta. Yo no permito que nadie me exija y que nadie me diga, por eso me gusta que no me financien ni que me ayuden, para que nadie me diga lo que tengo que hacer. Yo hago lo que creo que estoy haciendo correcto. Y para mí lo correcto es pelear por mi libertad. Yo estoy presa en mi país y voy a pelear por mi libertad; no puedo seguir presa en Cuba. 

Yo quiero hacer como hacen todos los hijos de ellos y la cúpula de los Castros: irme para Brasil, Italia, Canadá, dar un viaje de turismo a cualquier país con mi familia. A mí me gustaría hacerlo. Eso es lo que yo quiero lograr para mi país: una libertad donde yo me pueda menear, dentro, fuera, y que nadie me persiga, me torture, me moleste, me pare, ni me esté poniendo multa o me esté prohibiendo ir a los lugares; como ya hicieron en una ocasión, que me prohibieron comprar alimentos. Quieren que muramos de hambre. No podemos morir de hambre. Entonces hay que inventar, nos inventamos la vida como podemos y puedo darle gracias a Dios de que todos los días tenemos algún bocado de comida y podemos ayudar a algunas amistades de nosotras que sí no tienen nada.

Si a alguien tengo que dar gracias por mantenerme firme es a José Daniel Ferrer García, el líder de UNPACU, y a varios miembros de su ejecutivo. Por eso es que a veces oigo que están hablando de él y me molesto, porque aquí nadie es perfecto, cada cual tiene su problema y hay que ver por qué las personas actúan de un modo. 

Agradezco infinitamente a ellos el lugar en el que estoy.




‘Soft Ideology’ para la hegemonía: los nexos ruso-venezolanos

Armando Chaguaceda

Para poder entender bien la relación entre Rusia y Venezuela hay que abandonar los conceptos más duros de la ideología y los grandes marcos ideológicos en los que encuadramos a la ingeniería social desde el siglo XIX.