Donna Conlon: “Me obsesioné con la basura como un objeto encontrado”

La artista Donna Conlon nació en Estados Unidos, pero reside y trabaja en la ciudad de Panamá desde 1994. En 1991 obtuvo una maestría en biología por la Universidad de Kansas y en 2002 una maestría en arte por la Rinehart School of Sculpture, Maryland Institute College of Art.

La obra de Conlon, en tanto experiencia interdisciplinar, es una búsqueda socio-arqueológica en los entornos inmediatos. Observa los detalles en su ambiente local y de su vida cotidiana; los encuadra de manera que revela las idiosincrasias del ser humano y las contradicciones inherentes en nuestro estilo de vida contemporáneo. A propósito de esto conversamos a continuación.

¿Cómo ha influido la binacionalidad en tu obra?

Constantemente cuestiono y analizo mis decisiones y posibilidades. Creo que esta dinámica proviene de la combinación de mi experiencia en ciencias, y el haber pasado más de dos décadas viviendo entre dos culturas. Somos tejidos complejos de elementos y experiencias, y pienso que toda nuestra complejidad entra en juego en cada decisión que tomamos y en cada interpretación que hacemos. Cuestiono y analizo compulsivamente el ambiente en el que me desarrollo. ¿Qué significa esto? ¿Por qué está aquí? ¿Quién lo puso?

Recuerdo, por ejemplo, cuando encontré el primero de lo que se convertiría en una colección de cientos de zapatos solitarios encontrados; no podía dejar de pensar en ello: ¿Quién era esta persona que perdió su zapato? ¿Cuál es su historia? ¿Cuál fue la secuencia de eventos que le hicieron perder un zapato aquí, en este lugar? Decidí llevarme el zapato a casa, sin saber lo que haría con él. Durante los siguientes años, cada vez que veía un zapato solitario, abandonado, lo recogía, impulsada por la misma curiosidad inicial sobre lo que representaban, como evidencia de las personas que los había perdido. Finalmente hice un video de mí caminando por la ciudad, usando cada uno de los cientos de zapatos que había recogido (Singular solitario, 2002).

¿Ves grandes diferencias entre la obra que hacías en Estados Unidos y la que haces desde hace 25 años, después de instalarte en Panamá y viajar por Latinoamérica?

Estaba empezando a hacer arte y alejarme definitivamente de la biología como carrera cuando me mudé a Panamá en 1994. Empezaba a explorar diferentes medios y a descubrir qué era el arte para mí. Me atrajo de inmediato el concreto de la ciudad de Panamá yuxtapuesto a la exuberancia del bosque tropical, y comencé a mezclar medios y elementos naturales y artificiales en esculturas, en un intento de expresarme sobre cómo vivimos entre lo artificial y lo natural.

Luego, en el año 2000, fui a Baltimore para estudiar arte formalmente. Estaba en un departamento de escultura, pero fue entonces cuando usé una cámara de video por primera vez para registrar lo que estaba viendo en mi entorno. Me impactó mucho regresar a Estados Unidos después de años en Panamá, y ver la profundidad de la pobreza urbana en mi país, supuestamente rico.

Me obsesioné con la basura como un objeto encontrado, como material para hacer arte, como algo que contiene pistas sobre nuestros problemas, algo que necesitamos desesperadamente mirar y repensar. Cuando regresé a Panamá, después de dos años de estudiar en Baltimore, lo hice con una mirada hacia los desechos como evidencia de nuestro comportamiento humano. Empecé a usar cada vez más la cámara de video como herramienta para dirigir la mirada de otras personas hacia lo que yo estaba viendo.

¿Consideras diferente el uso de la tierra en las ciudades de Panamá y en las de Estados Unidos? Me refiero al urbanismo, pero también a las tierras agrícolas y su penetración eventual en las ciudades...

No soy una experta en uso de la tierra, agricultura o desarrollo urbano, pero me parece que sufrimos los mismos problemas, tal vez a niveles ligeramente diferentes. Estamos implosionando por nuestra propia miopía. Eso se comparte entre los dos países, y en el mundo en general.

¿Influyen en tu obra las relaciones que tienes con otros artistas de Panamá? 

¡Muchísimo! Desde 2006 he realizado múltiples videos en colaboración con Jonathan Harker. Esta colaboración continua ha tenido un impacto enorme en el trabajo que he seguido haciendo sola.

En Panamá somos una comunidad pequeña de artistas trabajando en distintas disciplinas. En su libro Lenguajes contemporáneos desde Centroamérica, Luisa Fuentes Guaza habla de la notable “economía de la amistad” que tenemos en Panamá y en América Central. Esto es cierto. Existen redes informales de intercambio mutuo que entrecruzan disciplinas, y por las cuales aprendes constantemente de tus amigos y colegas. Por ejemplo, Ana Endara, brillante documentalista y querida amiga, ha estado detrás de la cámara en varios de los videos que he realizado con Jonathan Harker. Cada vez que colaboramos, aprendo muchísimo de ella.

Tenemos un grupo de colegas artistas que se reúnen todos los miércoles por la noche en Zoom, llamado Voces en Continuación. Esto se generó a partir del taller Voces en Acción, que hacemos Jonathan y yo en colaboración con Casa Santa Ana (una fundación que busca conectar a las personas a través del arte contemporáneo). El taller se centra en la crítica y los procesos de pensamiento para temas urgentes a través del arte. Desde marzo, esto se ha expandido a reuniones semanales en donde mostramos obras en proceso e intercambiamos críticas constructivas. Ha sido una red de apoyo increíblemente importante durante la pandemia, y la comunidad artística local ha seguido fortaleciéndose y uniéndose, a pesar de las condiciones en las que hemos estado viviendo. Pronto tendremos una invitación abierta en línea para que participen otros colegas de la región, ¡espérenla pronto!

¿Qué artistas te inspiran actualmente, en Panamá o Latinoamérica?

Uno de mis artistas favoritos es Oscar Muñoz. Admiro la sofisticación y la elegante sencillez de su trabajo. Dice mucho con un gesto reducido y específico. Hace poesía visual. Re/trato es una obra que muestro a la gente una y otra vez, como ejemplo de cómo las cosas muy complejas y complicadas se pueden mostrar mejor con gestos simples, reducidos y simbólicos.

¿Cuáles son los temas de debate político en que están implicados los artistas en Panamá? ¿Te sientes parte de esos debates?

Actualmente existe un grupo muy activo de artistas jóvenes con mirada crítica hacia todo lo que sucede a su alrededor. Artistas que trabajan en respuesta a la homofobia, la corrupción gubernamental, la discriminación racial, cultural y de género, la contaminación ambiental, la desigualdad económica y la explotación laboral. Hay también artistas locales que hacen obras más personales e introspectivas. Todos formamos parte del mismo ecosistema.

¿Cuáles son las fuentes de tu reflexión sobre la ecología (noticieros, redes de periodismo independiente, amigos intelectuales, alguna ONG de la que seas partícipe)?

Era bióloga antes de convertirme en artista, así que pensar en las interconexiones entre seres vivos está arraigado en mi proceso de pensamiento; no es una cosa separada.


Donna Conlon, Raíces, 2012.

Donna Conlon, Raíces, 2012.


¿Qué relación estableces con los habitantes cuando haces instalaciones como Raíces, en la ciudad de Panamá Vieja?

Raíces es un proyecto de micro-reforestación en el Casco Viejo, el centro histórico de Panamá, área que ha pasado por muchos cambios drásticos desde su fundación a finales del siglo XVII. Era la capital colonial, amurallada y fortificada. A medida que la ciudad se fue expandiendo fuera de sus muros, se convirtió en un vecindario de clase trabajadora, que gradualmente se fue deteriorando y abandonando; hasta hace unos 15 años, cuando se convirtió en el lugar de moda para vivir, trabajar y divertirse en la ciudad. A medida que se renovaron sus edificios, los residentes anteriores, la mayoría de los cuales no tenían títulos de propiedad, fueron obligados a marcharse.

Cuando planté los árboles para Raíces, en 2012, no conocía a casi nadie en el área. La siembra fue un gesto simbólico. Quería reforestar una pequeña parte de un área de la ciudad en donde (a pesar de su historia reciente de barrio popular y vivo) la tierra ahora solo se valora en términos de potencial inmobiliario. Quería cuestionar los diferentes valores que puede tener la tierra, y afirmar la importancia de los espacios verdes y las especies endémicas.

Fue a través de esta acción que llegué a conocer a algunos de los habitantes del vecindario. Había una escuela primaria al otro lado de la calle y la directora vino a preguntarme qué estaba haciendo, después me invitó a hablar con algunos estudiantes. Luego llevé algunos de mis amigos biólogos para hablar con más estudiantes y hacer algunos proyectos con ellos, y así sucesivamente. Estas relaciones crecieron orgánicamente porque yo estaba del otro lado de la calle plantando árboles.

Lo bello e increíble de Raíces es que la gente del barrio lo adoptó como parque y, a la vez, el lugar de protesta contra la gentrificación. Nunca puse un letrero indicando mis razones o intenciones para reforestar el lote vacío, pero la mera presencia de los árboles lo convirtió en un lugar natural para pasar tiempo. Era espacio libre, abierto y con sombra, por lo que las personas desplazadas podían usarlo fácilmente como base para sus protestas.



Donna Conlon, Raíces, 2017.


Es interesante observar cómo un espacio verde ganado a la desidia llegó a convertirse en un terreno para organizar más luchas y posibilitar futuras victorias. Otra obra tuya, Agua realmente azul, parece estar midiéndose con el infinito. Una tarea digna de Sísifo. ¿Crees que ser artista es asumir una misión, una postura, y que cumplirla siempre resulta ser fragmentario, inacabable? ¿Sientes alguna frustración por ello, o lo tomas con distancia, sentido del humor, ironía o indiferencia?

Indiferencia, nunca. Humor, perspectiva y modestia, sí. Más que tomar una postura, me interesa compartir mis observaciones con los demás y, tal vez, afectar la manera en que ven el mundo.

Agua realmente azul (2009) fue un gesto modesto y simbólico de sanar el río Choluteca de Tegucigalpa, en Honduras. En 1998, el huracán Mitch causó una destrucción masiva cuando las lluvias prolongadas en las cabeceras hicieron que el río se desbordara, arrasando con todas las casas y edificios en sus márgenes. Las áreas devastadas aún no habían sido reconstruidas cuando estuve allí en 2009, y el Choluteca aún se desbordaba con cada lluvia fuerte, dejando las áreas circundantes precarias y el río contaminado.

Con mi colaborador, Marcus Ahlers, hicimos un alambique solar con escombros que encontramos a lo largo de las orillas del río. El agua contaminada entró en el alambique (a través de una botella plástica de marca “Agua Azul”) y gotas de agua purificada salieron y volvieron al río. No puedo pretender limpiar todo el Choluteca sola, ni ningún otro río, pero puedo usar el sol y la evaporación para purificar unas gotas simbólicamente. Lo siento como un gesto esperanzador, que sugiere la posibilidad de sanación.

Escuché por primera vez sobre la destilación solar como una técnica de supervivencia, pero a gran escala podría usarse para purificar grandes cantidades de agua.

Trabajar en espacios públicos es algo que siempre trae interacciones interesantes con las personas que habitan esos espacios. En el caso de Agua realmente azul, nuevamente se produjeron interacciones claves con grupos de jóvenes de escuelas cercanas. Lo que antes era un gran estadio frente al río, después del huracán se había convertido en un terreno baldío, y muchos buses colegiales estacionaban allí después de dejar a los estudiantes. Los conductores curiosos vinieron y nos preguntaron sobre el proyecto, y regresaron luego con profesores de física y química de las escuelas del vecindario, que luego trajeron a sus estudiantes. Cada día llegaban grupos más grandes de estudiantes. Había una cadena de información formada por personas que contaban la historia de un pequeño proyecto de arte que utilizaba un concepto simple de física para trasmitir un mensaje poético de sanación.


Donna Conlon, Ropes and Mangroves #9, 2020.

Donna Conlon, Ropes and Mangroves #9, 2020.


¿Cómo decides si las obras precisan de una acción física o si tienen un desarrollo simbólico, mediante fotografía o video, producida sin relación al contexto de exposición? ¿Debes tener una vinculación personal con el lugar para decidirte a entrar en contacto con sus habitantes?

La forma que toma la obra depende de la idea que quiero expresar. A veces estas son decisiones bastante intuitivas, y a veces son más prácticas. Por ejemplo, en Ropes and Mangroves (2017-2020), quería mostrar las cuerdas y sogas envueltas en los manglares de las costas de Panamá, y era imposible con fotografías, porque allí también hay todo tipo de basura que termina enredada en las ramas de los manglares entre la marea alta y baja. Quería enfocarme en las cuerdas, así que hice lo que hacen los científicos cuando quieren ilustrar una característica particular de una planta o un animal. Lo dibujé en blanco y negro y a través del dibujo lo reduje a los elementos que quería mostrar: solo las cuerdas y las secciones de las ramas enredadas de los manglares.

En el caso de mi video más reciente, De las cenizas (2019), quería crear un haiku visual mágico de un posible despertar, inspirado en el Fénix de la mitología griega, que renació de sus propias cenizas, y en la creencia azteca de que los colibríes son guerreros revividos. Para este proyecto la única forma era con video, mostrando un diminuto colibrí en mi mano: un colibrí que primero parece muerto, pero que de repente se eleva a un vuelo de redención.

¿Crees que tu trabajo en general se puede presentar de manera indiferente a la situación geográfica? Por ejemplo, ¿te gustaría reproducir 100% Puro en otras partes de Panamá, o del mundo?

100% Puro fue una instalación que realicé en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica, en 2003. Era un río hecho de botellas de agua de plástico desechadas, con un goteo que lo atravesaba desde el “ojo de agua”, que era un dispensador de agua comercial, hasta la botella final, donde las gotas caían hacia un desagüe.

Creo que una versión de esta pieza podría tener sentido en cualquier lugar donde se compre y venda agua embotellada.


Donna Conlon, Paisajes Sintéticos (Montañas de vidrio), 2007.

Donna Conlon, Paisajes Sintéticos (Montañas de vidrio), 2007.


Al mundo de las ideas y las formas, ¿te une más el tiempo que el espacio? ¿Los condicionantes históricos más que los geográficos? Pienso en tu serie de fotos Synthetic Landscapes, por ejemplo, que muestra montañas de plástico que podrían ser tanto de Indonesia como de un vertedero de Francia.

Paisajes sintéticos (2007) es una serie de fotografías tomadas alrededor de la ciudad de Panamá. Las fotos hacen eco de la fotografía o la pintura de paisajes pastorales, pero estos paisajes urbanos están compuestos completamente de desechos.

Semejantes paisajes son bastante universales. Son producto y resultado de nuestras sociedades de consumo.

En cuanto a lugar y tiempo, mi enfoque es siempre a partir de lo personal y lo local. Expreso mis inquietudes basadas en mis observaciones personales del mundo que me rodea. La comunicación ocurre cuando estas observaciones personales tocan temas universales. Nunca funciona hacer una gran declaración general sobre algo global; lo que sí funciona es explorar honestamente lo que te importa a ti, como persona. A través de esas exploraciones es posible alcanzar conexiones y puntos en común entre personas, independientemente de sus culturas y geografías.


© Foto de portada: Jeen Alessa.




Beatriz Cortez

Beatriz Cortez: “Mis obras tratan sobre muchas otras voces”

Mariela Yeregui

Beatriz Cortez ha podido desarrollar una visión interdisciplinaria y transnacional que le permite pensar el concepto de nomadismo y así separarse de las narrativas nacionalistas. Le interesa lo que ella llama “estética del cinismo”: el fin del proyecto utópico y de las “narrativas heroicas”, y el consiguiente advenimiento del desencanto.