En medio del bosque

Con motivo del año que llevamos de Covid-19, Hypermedia Magazine ha despachado las siguientes preguntas a un amplio grupo de escritores cubanos:

1) ¿La pandemia ha modificado sus hábitos y/o métodos de escritura? ¿De qué modo?

2) ¿Han variado este año sus hábitos de lectura? ¿Ha leído más? ¿Ha leído menos?

3) ¿Cuáles han sido las lecturas (títulos, autores, plataformas) más reveladoras durante esta pandemia?

4) ¿La nueva situación global le ha inspirado algún proyecto literario?

5) Cuéntenos cómo es actualmente un día en su vida de escritor(a).

Compartimos con nuestros lectores los mensajes que retornan a nuestro buzón.




1.

La pandemia nos sorprendió a todos y fue llegando de manera gradual. Vivo con mi familia en un apartamento en Manhattan, y cuando las escuelas cerraron, y mi oficina cerró, nos mudamos a una casa que tenemos en el campo en las afueras de Nueva York. Así que nuestra vida cambió radicalmente. Quedamos aislados en medio del bosque, sin ver a familia o amigos por casi todo un año. Nuestras salidas eran road trips a los estados aledaños. Para mí fue una oportunidad de estar más tiempo con mis hijos, disfrutar la casa del campo que solo usábamos los fines de semana y experimentar lo que es trabajar desde casa.

Yo escribo habitualmente de 9:00 p.m. a 1:00 a.m. y edito entre 8:00 y 10:00 a.m., antes de que comience mi trabajo, y los fines de semanas dedico al menos un día a escribir. Ahora estaba más libre, controlaba más mi tiempo, estaba cerca de mis libros, de mis archivos.

Mi novela La viajera nocturna, que tenía que entregar en diciembre del 2020 a la editorial Simon & Schuster, la terminé seis meses antes del deadline.


2.

Al principio de la pandemia me costó trabajo leer a mi ritmo. Normalmente leo un par de libros a la semana y recuerdo que, entre marzo y abril del año pasado, andaba con el mismo libro a cuestas durante semanas. Ya para el verano volví a recuperar mi ritmo de lectura.


3.

Intento estar al tanto de los libros que salen en cada temporada y de vez en cuando revisito alguna que otra novela que ya he leído.

Estos son los libros que recuerdo haber leído y, por supuesto, que me gustaron. Sin ningún orden:

Hotel Singapur, de Gerardo Fernández Fe. Tuve la oportunidad de leer el manuscrito, y luego lo leí cuando fue publicado. Una excelente novela que ojalá pueda llegar a más lectores.

También leí el manuscrito de la brillante selección de Martí que hizo Néstor Díaz de Villegas, y que saldrá publicada en el verano: Estados Unidos en la prosa de un inmigrante. Otro manuscrito que leí fue When the Summer was Ours, la nueva novela de Roxanne Veletzos (tenemos la misma editora); es un hermoso libro.

Recién acabo de leer Hamnet, de Maggie O’Farrel, que pronto saldrá en español; puedo asegurar que es uno de mis libros favoritos en lo que va de año.

Soy fan de Ian McGuire; juntos hicimos un book tour en Australia, compartimos la misma casa editorial en Sidney y su novela La sangre helada me fascinó. Ahora acaba de publicar otra obra maestra, The Abstainer, que estoy esperando que salga en español para releerla.

Me demoré un poco en leer la nueva sensación literaria holandesa, Marieke Lucas Rijneveld, porque si iba a leerla traducida, prefería esperar por la traducción al español. Así que recién terminé La inquietud de la noche, que recomiendo.

Durante la pandemia descubrí, también tarde, al escritor alemán Daniel Kehlmann, a quien tenía en fila para leer desde hace años. Terminé leyendo todo lo que hay disponible de él en español, pero F es mi favorita.

La pandemia me dio también por volver a uno de mis escritores favoritos: James Salter. Después de haberlo leído en inglés, terminé leyéndolo en español. Años luz (Light Years) es una novela que se debe releer cada año.

De vez en cuando leo libros sobre libros o editores, y el año pasado leí La travesía del libro, de Jean-Jacques Pauvert, y El infinito en un junco, de Irene Vallejo.

Por algo que estaba escribiendo releí Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, de Diderot, y me leí, también por esa razón, varios libros de Fulgencio Batista: Piedras y leyes, Paradojas y Respuesta son imprescindibles, así como Biografía de una isla de Emil Ludwig, todas primeras ediciones que conservo. También como parte de mi investigación, leí las apasionantes memorias de Albert Speer y Leni Riefenstahl.

Durante las elecciones, y en medio del Movimiento San Isidro en Cuba, volví a Hanna Arendt (Crisis de la república y La libertad de ser libres).

Otro libro que revisité fue El viejo y el mar, de Hemingway, traducido por Lino Novas Calvo. Es una bella traducción, pero está llena de errores.

Disfruto mucho leer traducciones al inglés de autores que admiro, como Legna Rodríguez Iglesias. La traducción de Megan McDowell de Mi novia favorita fue un bulldog francés (My Favorite Girlfriend Was a French Bulldog) merece la pena leerse, así como la de Frank Wynne de Los caídos (The Fallen), de Carlos Manuel Álvarez.

Una de las más bellas novelas que leí el año pasado fue la de Ocean Vuong, un reconocido poeta que se arriesgó a escribir prosa: En la tierra somos fugazmente grandiosos.


4.

Supongo que el encierro y la claustrofobia se van a notar en todo lo que estoy escribiendo. Viendo a mis hijos sin ir a la escuela, sin socializar con sus amigos, lejos de la vida de la ciudad; aislado en medio de un bosque donde ya pasamos una primavera, un verano, y ahora estamos en medio de un invierno crudo, comencé a escribir una novela histórica para jóvenes, Islands of Neverland (Las islas del nunca jamás). En ella todos los personajes nacieron y viven en islas (una isla en el lago Wannsee, en La Habana, y en Manhattan), y mezclo sucesos como el Kindertransport y la Operación Peter Pan.

5.

Leo alrededor de una hora, como mínimo, antes de comenzar a escribir o editar. Es de la única manera que mi cerebro se activa. Mi mesa de trabajo está llena de libros. Imprimo los capítulos que escribí para primero editarlos a mano, y luego en la computadora. Tengo una pizarra con los nombres de los personajes, sus fechas de nacimiento y/o muerte, los árboles genealógicos.

No soy un escritor a tiempo completo, tengo un trabajo en una revista que absorbe todo mi tiempo y tengo tres hijos, así que debo hacer malabares para encontrar la hora adecuada para sentarme a escribir. Los fines de semana intento dedicarlos a escribir, y es cuando más adelanto. Y cuando estoy ansioso porque algún texto no me sale como quisiera, salgo a caminar cuatro millas, en medio del bosque, aunque la temperatura esté bajo cero.




Pablo de Cuba

Ese personaje de ficción en el que me he convertido

Pablo de Cuba

Durante esos días febriles me imaginé como Edvard Munch, pintando su Autorretrato con la gripe española. Pero como soy incapaz de pintar el más pueril de los garabatos, me puse a leer compulsivamente: agarraba al azar de este anaquel y de aquel otro, unas pocas páginas de este libro y unas muchas de aquel otro.