Estar inmerso en este confinamiento que se extiende no es tan difícil, el problema está allá afuera: la perplejidad, el pánico generalizado ante un escenario acaso kafkiano, pero real.
Para quien nunca ha enfrentado circunstancias similares, se siente como un permanente estado de guerra. El conflicto carece de bombas y misiles; el peligro es microscópico. Las noticias suelen sonar lejanas, ajenas, rara vez alteran nuestro estado de indiferencia.
La ironía es que, ahora, somos más que espectadores. La realidad nos ha tomado por sorpresa y ha puesto al descubierto nuestra vulnerabilidad. Es una sensación inquietante, surreal.
Salir de casa es como salir al espacio, unidad de movilidad extravehicular incluida (el traje espacial): todo cubierto, protegido y aun así sentirse totalmente desnudo. Y es que mantener la distancia y tropezar con las miradas cautelosas, apenas perceptibles sobre las máscaras, se ha convertido en estos meses en algo cotidiano, inquietantemente normal.
Ahora todo es más lento y apacible, ha mermado el ajetreo habitual, incluso el insoportable tráfico de Miami. Este “detenerse” del tiempo tiene sus ventajas, al menos para quien está acostumbrado a lidiar con la quietud, con cierta soledad imprescindible a la hora de crear.
Habitualmente trabajo hasta bien tarde, pasada la medianoche; como todos duermen, las ideas fluyen, avanzo sin distracciones. Transito por pasajes oscuros y abandonados, reconozco recovecos y memorias, cada paso me acerca más a mí mismo. El acto de pintar transcurre en un tiempo dilatado, uno puede pasar horas sumergido en ese proceso sin percatarse. En ese silencio encuentro una paz extraña.
Pintar puede ser una buena manera de matar el tiempo, crear, inventar, soñar mundos nuevos sin indiferencia. Es un modo, quizás un tanto naive, de contrarrestar la realidad de puertas afuera. Pintar es disciplina, costumbre, necesidad, placer y conciencia.
El mundo del arte está bien cuando todo marcha bien, y ahora casi todo está paralizado. Ante el distanciamiento, el espacio digital se ha convertido en una alternativa eficiente para la interacción, aunque a largo plazo me surgen interrogantes.
La circunstancia presente obliga a la duda. ¿Hay un futuro?
De nuevo las noticias, el cielo es más azul, el agua es más clara, reaparecen animales. Con tan solo retirarnos un poco, regresa la vida de antaño a los bosques y el hombre, cabizbajo, reflexiona…El arte es como la vida, o al revés, no lo sé bien; pero sí sé que si el sol ha salido, volverá a salir.
Galería
Killing Time – Julio Figueroa-Beltrán.
Homenaje a Joyce
… el arte esta secuestrado por las políticas de mercado dice Ticio Escobar y quizás él vive de eso ay qué miedo Ticio me va a planchar si lee esto el arte es seso el sexo arte es lo que recomendaría James Joyce me apropio malamente del Ulises…