Este loco encierro ha sido inesperado para todos. Al principio, creo que fue normal sentirse agobiado, y más para una persona tan activa como yo; pero ya después empiezas a dejarte llevar y caes en los retos, las cadenas y los patrones que sigue la gente común; empiezas a ver todas esas series que se te acumularon, leerte todos esos libros que compraste en la feria y nunca leíste…
Llega un momento en el que te consumes por tu teléfono móvil y, justo después de eso: la explosión. Sentirte preso, vacío, incompleto. Entras en una crisis existencial y… ¿qué hacer para salir de ella?
En mi caso fue pensar, pensar como si no hubiera un mañana o quizás pensar en todo lo que quería hacer ese día de mañana, y así, dándole vueltas a mi cabeza, rompía tratando de encontrar esa idea…
Me volqué completamente en mi lucha: la protección animal, y particularmente en el desarrollo de nuevas estrategias para la actual situación que tanto ha paralizado nuestro arsenal de acciones. He creado materiales educativos, plegables con informaciones sobre la esterilización, datos sobre la rabia, por qué adoptar un animal rescatado (acto tan necesario, con el desamparo actual de los animales callejeros en nuestro país). Con las actividades de concientización, las campañas de esterilización, las reuniones con colaboradores y trabajo de calle, solo nos queda tiempo para la educación: pilar fundamental en esta causa.
Y así, he encontrado refugio en esta cuarentena buscando ideas, nuevas formas, cosas creativas, y es algo que recomiendo. Después de pensar tanto, todo este tiempo, creo que va a ser más provechosa la “nueva normalidad”.
La COVID-19 y Cuba
Con la llegada de la pandemia a Cuba se han acrecentado las desigualdades sociales, generando irritación y falta de confianza en el gobierno. A partir de este clima de tensiones, los riesgos de que ocurran disturbios crecen inexorablemente.