Trump: una propuesta ideológica menos peligrosa

Preferiría escribir sobre cambios en la política interna de Cuba, encaminados a evitar una continuidad que es más bien continuismo. Pero como los EE. UU. tienen la pésima costumbre —anterior a 1959— de considerarnos “cosa suya”, nos hemos adaptado a verlos como “cosa nuestra”, y a sopesar lo que significan los candidatos en sus elecciones; a los efectos, ahora mismo, no de mejores relaciones sino, desgraciadamente, a nivel de la supervivencia.

De ganar Trump, el escenario económico sería trágico. Su interés por conquistar sectores de la Florida que promueven un endurecimiento hacia Cuba, se ha puesto por encima de su pragmatismo de millonario que, en el 2010, quiso inscribir su marca en el mercado cubano, y envió a un abogado a husmear.

No obstante, en el apuro por dar un golpe de impacto, Trump olvida que sus medidas draconianas se aplicarán en medio de una situación humanitaria, que la alta burocracia no se afecta en lo personal, pero la mayoría del pueblo sí; y que esa mayoría incluye desde el más pobre hasta el pequeño o mediano empresario.

Sin esa presión extra, ya es evidente la deformación estructural de nuestra economía, más que estudiada por los expertos cubanos. Si están convencidos del fracaso del socialismo, ¿por qué no permitir que siga su curso natural? ¿Para qué el empujón? No hay nada que una más que el rechazo común, y nada tan difícil de creer como que intentan “salvarte”, a costa de tu muerte.

En consecuencia, de ser reelecto Trump, el gobierno y su aparato ideológico se fortalecerían, incluso en medio de una economía en ruinas, pues recibiría un espaldarazo el discurso de que nuestros problemas son resultado del bloqueo. Y la ira de la gente, depauperada en extremo, responsabilizaría al presidente norteamericano e ignoraría, todavía más, al sector de la oposición que recibe financiamiento del Norte.

Ya se ha indicado que Trump, ideológicamente, es una propuesta menos dañina. El sitio Cubadebate publicó hace poco “¿Una contrarrevolución preferible?”, de Javier Gómez, que clasifica dos vías de subversión: “la estrategia Trump” y “la estrategia Obama”; la segunda —según el articulista, “más intelectualizada, menos agresiva y capaz de hacerse simpática”—, es considerada la más peligrosa. Aunque respondí en su momento, en algo lleva razón: cuando las faltas ajenas son menores, las nuestras resaltan.

Biden fue vicepresidente de Obama; si logra vencer con el voto en contra de la Florida, y si decide continuar un camino de menor hostilidad hacia Cuba, tendría a su favor cosas que Obama debió a su segundo mandato: una embajada abierta y la primera visita de un presidente estadounidense a La Habana tras la Revolución. Claro que también pudo constatar que el intento de buena vecindad no garantizó que el gobierno cubano acelerara un proceso de reformas aprobadas por voluntad propia, y con gran consenso, desde hace más de una década.

Si Biden ganara podría flexibilizarse la situación económica de la isla, pero se acentuarían las tensiones ideológicas internas (de hecho, se acerca el momento y la campaña marcha a toda máquina contra medios alternativos como La Joven Cuba). Tales tensiones encontrarían una recepción inédita en la opinión pública, potenciada por las redes sociales y el acceso a Internet.

En resumen: las elecciones en el país vecino van a influir, para bien o para mal, en Cuba.

¿Trump o Biden?

Noviembre dirá, porque lo que fue el debate de la semana pasada…




Cuba, otra vez frente a noviembre - Mabel Cuesta

Cuba, otra vez frente a noviembre

Mabel Cuesta

En este dosier que introducimos hoy en Hypermedia Magazine, y que se extenderá a lo largo del mes de octubre, invitamos a diferentes actores de la sociedad civil cubana, radicados en la isla y en cualquiera de sus espacios diaspóricos, a imaginar cómo impactará en el futuro inmediato de Cuba esta elección presidencial de noviembre 2020.