Extracto de una entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara

Háblanos un poco de tu experiencia como artista frente a los ejercicios de represión de sistema.

Nosotros tenemos una intención marcada, cívica y política también. Como resultado, han reprimido a un nivel tan alto, tan excesivo, que resulta traumático a nivel psicológico: represión, prohibición de entrada al país a artistas extranjeros invitados, persecución, criminalización de los artistas, campañas de descrédito por los medios de prensa nacionales, detenciones… 

En Cuba, para hablar de independencia hay que hablar de política. En el Movimiento San Isidro tenemos ese ejercicio de resistencia letal que nos define y diferencia. Lo verdaderamente independiente en Cuba está marcado por un espacio de resistencia. Esto parecerá raro, pero yo pienso que cada vez que me reprimen es porque mi trabajo funciona.

Para mi salud, yo trato de vivir en un país normal y así comportarme; entonces ellos llegan a cortarme manos y cabeza, no me dejan moverme, me desaparecen cuando viene algún político extranjero, preso, preso y preso. 

Yo he alcanzado a realizar performances y acciones con vigilancia las 24 horas, escapándome media hora. Y al final, todo eso es parte de la desmitificación del sistema, la Seguridad del Estado se expone. Por eso yo pienso que hay que trabajar, trabajar y trabajar. Que la gente se dé cuenta que se pueden hacer cosas, quitarse de arriba el gran miedo al sistema.

Desde el gremio del arte cubano, ¿cuál ha sido la respuesta a tus acciones?

Mira, es parte de mi carácter, de mi filosofía y de mi proyecto como activista y como artista, no espantar a la gente. Una de las cosas que pasa en la política cubana cuando un artista se mete en el mundo de la política, es que el régimen intenta alejarte de la gente. Yo asumí, desde un principio, ir a todos los eventos. Siempre invito a que se acerquen al Movimiento, a dialogar, a discutir. 

Yo soy un tipo común, normal. Mi experiencia con el gremio ha sido, yo diría, 90% positiva. No podemos obviar que vivimos en un país con mucho miedo y que yo también soy producto de todos estos años de represión. Hay momentos donde hay tensiones; estamos viviendo en un régimen totalitario, presidiario; ellos tienen el poder de todo, tiene el poder sobre tu imaginario, deciden qué es bueno y qué es malo; por eso te digo que la resistencia es difícil porque tienes que lidiar con toda una propaganda política en la televisión, en la prensa, controlan internet… Todo esto contra tu alma, tu arte, tu carisma, tu persona. 

A mí me ha ido súper bien porque al final ellos tienen el poder sobre todo, menos sobre la mente y el corazón de uno. 

Con tus últimos performances has despertado reacciones encontradas…

Mi trabajo siempre va hacia empujar los límites, estoy consciente de eso. Poco a poco la gente ha ido entendiendo mi trabajo. Al final mi obra reacciona con las mentes víctimas del totalitarismo, somos un fruto generacional de eso. Yo quiero que Cuba entre en el siglo XXI y la manera que encuentro es poniendo en crisis todos los paradigmas, de un extremo al otro. 

El arte es lo que va a hacer que las mentes cambien, y que el país cambie. Ponerme en crisis hasta a mí mismo, salirme de mi zona de confort, es parte de ese proceso. 

Por otro lado, yo soy optimista. Por ejemplo, se está fracturando una de las bases discursivas más importantes del régimen: aquello de que “todos son uno”. Ahora mismo, algo importante que está pasando es la articulación de la sociedad civil: feminismo, ambientalismo, LGBTI+, arte político, la oposición, los jóvenes de las redes inalámbricas callejeras, los periodistas independientes… 

En Cuba la gente es muy valiente, aunque funcionan por instinto. Sigue siendo muy complejo sentarse con grupos de un determinado interés, educarlos en una u otra dirección. Así y todo, la gente está reuniéndose. Y yo creo que el arte debe tener una tajada en toda esa articulación política que está sucediendo en la Cuba de ahora mismo.