Primero, antes que todo, quiero que quede muy claro que soy escritor por el amor que le tengo a la gente —no por ninguna fascinación por conceptos abstractos. Hablo de seres humanos.
Segundo, no conozco a otra persona que le tenga tanto odio al imperialismo como yo. Me ha dado un gran dolor de cabeza, que ninguna clase de medicina ha podido disminuir; me ha creado una profunda y larga cicatriz que no se cierra; me ha causado un trauma debilitador que tengo una vida entera buscando su cura. Créanme.
Y tercero, mis hermanas/os cubanos me otorgaron el honor de escribir estas palabras.
Así como le tengo cólera a la discriminación —sea sexismo, racismo, clasismo, xenofobia, homofobia, transfobia, etc.—, le tengo tremendo rencor a los que abusan del pueblo, de los más inofensivos y los más explotados, aquellos que no tienen nada más que sus voces contra la opresión.
Me interesa poco discutir la eficacia de sistemas de gobernación. Hay muchos políticos filósofos que agarran y arrancan cualquier micrófono que encuentran para pontificar. La mayoría tiene un ego que los hace incapaces de preocuparse por el bienestar de los demás. Eso incluye a los políticos cubanos. Esas familias blancas que se hacen las víctimas del imperialismo, mientras viven muy bien por el pellejo de los negros y mulatos cubanos. Señores, no se dejen engañar. El imperialismo es culpable de mucho sufrimiento, pero también lo es la corrupción y la supremacía blanca de los que están en el poder en la Isla.
En Cuba, como en todo el mundo, hay una gran discriminación contra los negros. Que exista en todo el mundo no es excusa para Cuba: la utopía imaginada por los izquierdistas del imperio y los que tienen las barrigas llenas de alimento, que idolatran a hombres violentos que matan dizque por el amor que les tienen a los demás. ¡Qué cosa más absurda y contradictoria!
Muchos dicen que Fidel y compañía lucharon por la liberación de países negros en África, pero les pregunto: “¿Y los negros de Cuba no importan?”.
Pero quisiera saber si su pueblo es tan hambriento, ¿cómo tienen los fondos para ayudar a otros países? Le propuse a mis colegas que todo eso es promoción, propaganda, pero se hacen los sordomudos solo porque, dizque, supuestamente, son los enemigos mortales de los Estados Unidos, del imperialismo. Les prometo que el enemigo de nuestro enemigo no es nuestro amigo. La cosa no es tan simple, amigas/os.
No todos estamos influenciados por los gringos, menos contratados o amenazados por la CIA. Esas son acusaciones ridículas, estúpidas.
Otra cosa, ¿acaso el pueblo cubano no es diverso? ¿Me van a decir que todos piensan igual? He leído que hasta aquellos que estaban con la Revolución están contra el Gobierno cubano. Muchos existen, más de los que creen, en Cuba, donde muchos de ustedes visitan para tirarse fotos, para bailar y cantar con esos negros que les abren sus brazos y les brindan mil sonrisas. Son unos bárbaros.
Siempre pensé que a los negros que hablan español los odiaban más en las Américas. A los dominicanos, a los de Costa Rica, a los de Honduras, a los de Belice. Pero estos últimos días me han demostrado que sí, que tengo toda la razón. Porque a los negros cubanos los tenían por las nubes, y ahora me doy cuenta de que lo ven con un binario muy feo: sumamente inocentes o sumamente traicioneros de sus compatriotas. Así como muchos hombres ven a las mujeres: con el complejo Virgen-Prostituta (Madonna-Whore complex). ¿No les da vergüenza la hipocresía? ¿Nunca se han autocuestionado?
El imperialismo al que le tengo tanto odio incluye el embargo que sí, también está asfixiando al país, pero no solo el imperialismo está ahogando a los cubanos. Un Gobierno corrupto y autoritario también tiene sus manos apretando el cuello del pueblo cubano. Le apagan el Internet cuando protestan para que el mundo no vea las atrocidades. Apresan y persiguen a los jóvenes, a los artistas, a las negras y negros y sus familiares cuando se quejan. Ponen al pueblo contra el pueblo en vez de decirles que se sienten, que dejen que todos opinen. Pero ya una parte de ellos han hablado por 60 años. Pregúntense, ¿por qué no puede hablar la otra?
A mí nadie me patrocina. A mí nadie me manda. Hasta los que me han dado contrato por mi trabajo saben muy bien que algún día los criticaré si hacen lo que creo que está mal. A mí mismo constantemente me atormento si lo que digo o hago hace daño. Lo juro.
Estoy con el pueblo de Cuba. En su tierra y en el extranjero. Repito, apoyo a las negras y los negros del mundo, a las mujeres, a los artistas, a las maestras y maestros, a la comunidad LGBTQ+, a los atropellados por cualquier clase de discriminación y opresión, a mis hermanas y hermanos en Cuba que se lanzaron a las calles porque ya están cansados de tanto abuso.
Esa es mi palabra sincera. Sin motivos ulteriores. ¿Qué gano yo con hacer más enemigos?
No ombe, no.