Carlos A. Aguilera, un chocolate con whisky del bueno

La editorial Hypermedia acaba de poner entre tapa y contratapa el más reciente proyecto de Carlos Alberto Aguilera: una antología que reúne textos de Abel Fernández-Larrea, Legna Rodríguez Iglesias, Radamés Molina, José Manuel Prieto, Michael H. MirandaRonaldo Menéndez, Abel Arcos, Ahmel EchevarríaErnesto Hernández BustoCarlos Manuel Álvarez, Idalia Morejón, Waldo Pérez CinoPablo de Cuba SoriaEna Lucía PortelaRolando Sánchez Mejías, Ramón Hondal e Iván de la Nuezademás del propio antologador y también de quien firma esta entrevista.

¿Qué es lo que reúne a estos autores? La respuesta comienza en el mismo título del volumen: Teoría de la transficción. Narrativa(s) cubana(s) del siglo XXI (Hypermedia, 2020; ya disponible en Amazon), pero es probable que no termine al final de su lectura. Tenemos una teoría in progress, y tenemos a un escritor que piensa, que rumia mucho la ficción —“Aguilera es de los que hasta cuando cagan, cagan literatura”, me dijo un amigo común hace muchos años— y, por tanto, es más de ofrecer reflejos que certezas.

Como debe ser.

En literatura las teorías no se demuestran: se opera con ellas, en solitario y sin papel higiénico.

En el prólogo a Archivo y terror. Operaciones entre literatura, política, teatro y arte (Casa Vacía, 2019), su antología anterior a esta, Carlos A. Aguilera comentaba que la entrevista puede ser una forma oblicua del ensayo. Hacer antologías es ser también, entonces, una manera de ensayar. De ir adelantando movimientos.

Por ejemplo:

Carlos, en tu prólogo, señalas que esta antología se propone “mostrar la ligereza, la borradura, el no género, el kitsch, el muñón o el self de algunos escritores”. Explícame lo del muñón. ¿A qué le llamas el muñón de un escritor?

A eso que muchas veces él no sabe qué cosa es. Eso que a veces no pasa de una nota, un pie de página, una palabra, un garabato, un coso. 

Eso que siempre parece incompleto, que muchas veces nos deja con deseos de seguir leyendo o mirando y sin embargo se detiene ahí porque ―en esencia― ya lo que se tenía que decir se dijo. Algo que incluso desafía a la escritura como discurso, como constructo racional o delirante, y que no necesita mostrarse como la elaboración coherente de “un” algo. 

Un ejemplo sería aquella autocaricatura de Martí con el pelo erizado. Un Martí que nos habla de otro Martí, digamos. Un Martí cyborg, de poco uso. Un Martí muñón, cagarruta, detrito. Y por ende un Martí que para mí territorializa algo que no está en el Martí de muchos textos, siempre tan traspasado por una imagen formal de sí mismo… 

Otro ejemplo sería el Watt de Beckett. Un muñón del tamaño de una novela.

Denominas “transficción”, según entiendo, a un proceso horizontal que encontramos en muchas partes y que ya lo invade todo, más allá de lo que se concibe tradicionalmente como ficción literaria. A manera de ejemplos, aludes a diarios, libros de conversaciones y de apuntes, reportajes, textos sobre fútbol o historia del béisbol, pero también a escenas teatrales y piezas fotográficas… ¿Hay un límite ahí en el formato libro? ¿Habría una transficción que no puede ser construida o archivada como libro, ya sea impreso o digital?

Definitivamente sí. Teoría de la transficción es solo un pequeño ejemplo de todo lo que puede ser transficción. Un ejemplo en el que quise concentrarme en zonas literarias. Es decir, que tienen que ver con el “aura” relato, con la manera en que el diario, el ensayo, la crónica o la poesía trabajan esta aura. 

Y paradójicamente, por esto tampoco es una antología extensa. No se trataba de antologar a todos los que podían estar (un tipo de selección que evito hacer siempre), sino a esos que, a mi entender, mejor atraviesan el tema, mejor lo ilustran. 

Para no perderme: lo ideal era haber hecho un libro que, aparte de los representados, tuviera también ejemplos de transficción en la fotografía o la pintura o el teatro, digamos. Zonas donde lo transfictivo es una fuerza en sí. Y para eso, con seguridad, lo mejor hubiera sido algo diferente al papel, como bien dices.

Más allá del caso Cuba y de esta antología, tomando la transficción como diagnóstico general del presente: estoy pensando además en ciertas zonas de YouTube, en podcasts, en algunos perfiles/personajes de Twitter…

Sería interesante poder aunar todas esas tecnologías, jugar con ellas, porque la transficción es ante todo una “intención”, un entender como dispositivo literario aquello que incluso a priori no lo es. 

Digamos: una buena crónica de fútbol. O una imagen. O una música. Entonces, si se pudieran canalizar esas dinámicas desde varios medios, sería genial.

Hablas también de los imaginarios que funcionan desde “ese lugar donde la mala crítica y las malas editoriales no esperan encontrar eso que ellos llaman escritor cubano”. 

Sí, para mí las malas editoriales son esas que te clasifican en nombre de la nacionalidad o identidad y de antemano “exigen” una escritura relacionada con el arquetipo que se tiene en algunos países del mundo cubano (en nuestro caso). Es decir, que te siguen observando como un animal exótico. 

O esas editoriales a las que no les importas tú como escritor, como estilo, sino como material que puede ser atornillado a un gusto “nacional” ya (pre)hecho y recalentado día a día por la mafia editorial. Estas son muy comunes en España: no rechazan tu libro porque sea malo o ingenuo o cualquier otra cosa, sino porque para ellos no va a tener suficientes lectores ―lo que en verdad significa baja economía; o porque mueve obsesiones diferentes, digamos, obsesiones que ellos piensan no pertenecen al público donde ellos distribuyen.

Y a un escritor cubano situado en ese punto ciego, digamos, que quiera publicar y tener lectores… ¿qué le dirías?, ¿qué puede hacer?

Le diría que no insista. La literatura no es un asunto de lectores, ni de feedback (de críticos y lectores). La literatura solo se hace para estar a gusto con uno mismo, con tu pasión propia, con tu goce, con tu self, con tu locura. E incluso vas corriendo a que se publique y se reseñe porque todo eso hace más grande tu propio goce y tu self. Lo otro es algo que está demasiado lejos, en otro mundo, y pertenece más al sistema que a la lucha escritor-escritura.

Pero si en lugar de mala crítica y malas editoriales habláramos de lo bueno (o lo menos malo): ¿cuáles serían, para ti, ejemplos de buenas editoriales?

Las que te valoran en cuanto singularidad, las que no piensan en el número de ejemplares que podrás vender y, si lo hacen, no te dejan solo en el peculio. Ya bastante tiene uno con sus taras para también andar inventando un sistema de venta cada cinco minutos. Y por supuesto, las que cuidan la edición del libro (portada, márgenes, tipografía) y no insisten en ponerte la fea bandera cubana en el cover.

Alguien pudiera decir que, en la práctica, lo que has hecho aquí es una antología de escrituras que te atraen particularmente, una curaduría de textos basada en tus preferencias como lector y escritor… ¿Hay narradores cubanos que te interesan o que disfrutas, pero que sin embargo nunca hubieras incluido en esta selección? Y al revés: ¿puede haber narradores cubanos cuya obra te desagrade, aun cuando se acoplen bien con tu concepto de transficción?

Bueno, el libro ―casi todo libro― es también un espejo, una manera de observar mi escritura y, por qué no, aquellas que me gustan, que creo construyen su propio “hábitat”

En el proceso de selección dejé afuera algunas escrituras que aunque me interesaban ya estaban, para mí, adentro; e incluí algunas (no hay que decir nombres) que aunque no son las que más disfruto, creo que le venían muy bien a la antología, hacían más amplio su foco. 

Así que si se dice que Teoría de la transficción es una antología de escrituras que me “atraen particularmente”, no se estaría en ningún caso mintiendo

Teoría… es un libro que he hecho para pensar una zona donde se mezcla agenciamiento y transgresión, y para darme también un pequeño placer; algo así como un chocolate con whisky del bueno adentro.

La antología tiene como subtítulo Narrativa(s) cubana(s) del siglo XXI. Pongamos que en lugar de cubana(s) sea hispanoamericana(s), o directamente: Narrativa(s) global(es) del siglo XXI… ¿Qué autores hubieras incluido en esa Teoría de la Transficción? ¿Qué narradores contemporáneos no podrían faltar en tu selección?

Hay una narradora cubana que leí tiempo después de haber hecho la antología y que no incluí porque ya tenía construido el libro y soy muy perezoso para romper lo que ya tengo elaborado: algún fragmento de La Habana sentimental, de Rosie Inguanzo, podría haber estado en Teoría...

Quizá también algo de la gente más joven, que escribe casi siempre en plan paja, con mucho desenfado, como si todo fuera descarga; pero por lo dicho antes preferí cerrarla en la Generación Cero y delimitar a este periodo su campo de acción. Así quedaba como una antología sobre escrituras de dos promociones bisagras: una que publica en los años previos al 2000 y otra que lo hace inmediatamente después, ambas observándose (y poniéndose traspiés) de alguna manera.

A nivel global habría muchos autores. Demasiados. Y cuando hay tantos mejor no mencionar a ninguno. 

La paja, como dices, el desenfado de la descarga… ¿crees que es un signo importante en la joven escritura cubana de hoy? ¿Hacia dónde te parece que se mueven esas ficciones, o transficciones?

Son escrituras muy interesantes, porque entre otras cosas están atravesadas por algo a lo que, por ejemplo, en los años 90, le teníamos fobia: la banalidad. Y digo esto como elogio. La banalidad y el selfie bien usado pueden dar mucho de sí todavía. Igual que el cruce de géneros. Algo que a muchos de los nuevos escritores les sale de modo natural y nosotros tuvimos que aprender en el camino (aunque era ya una de mis maneras de entender lo literario desde Retrato de A. Hooper y su esposa).

Sobre hacia dónde se mueven, no tengo idea. Cuando les pase por encima la “zafra” ya se verá quiénes son los que sobreviven y quiénes no.

Por último, sobre tu propia escritura, sobre tu narrativa: ¿dónde estamos ahora? ¿Qué podemos esperar, para un futuro ojalá cercano, los lectores de Carlos A. Aguilera?

Ando a medias con una nueva novela, de la que aún no he sacado fragmento en ninguna parte. Y escribiendo también una serie de ensayos o reseñas o notas que publico por aquí y por allá. Además de un libro con Umberto Peña que ya sale pronto por Zuiderdok; un libro maravilloso con gran parte de su obra. 

Por lo demás, esperando a ver cuándo se termina la edición de Clausewitz y yo (en proceso en España), más un par de cosas que estoy ahora mismo tramando y demorarán. 

Ya sabes, lento es el paso del mulo en el abismo. Y si el mulo tiene que hacer además otro millón de cosas, pues más, muuhuuucho más. 




Teoría de la transficción - Carlos A. Aguilera

Teoría de la transficción

Carlos A. Aguilera

La literatura como máquina de guerra, como vampiro contractual y político, como nudo de fuerzas, no ha dejado de concebirse como escritura…”.