Catherine Zuaznábar: “Yo quería volver a bailar en Cuba” (I)

Catherine Zuaznábar, Abel Rojo y yo conversamos como si fuéramos tres viejos amigos. 

Catherine es bailarina y regresó a Cuba precisamente a eso, a bailar. Vive en la Comuna Crissier y, aunque ha venido en momentos anteriores, sobre todo a encontrarse con su familia, nunca había vuelto a presentarse en un escenario cubano desde que decidió no volver. 

Decidió quedarse en una gira en España con el Ballet Nacional de Cuba (BNC). Luego voló a Suiza, donde aún reside. Lo hizo con un objetivo: bailar con el Béjart Ballet Lausanne. Lo hizo con una meta: conocer a Maurice Béjart, uno de los más grandes creadores en danza de todos los tiempos. 

En su compañía estuvo por dieciocho años, hasta 2015, cuando decidió darles a sus hijos “el mismo amor que le había entregado al ballet”. Tras varios años dedicados a la docencia y al Stretching Postural, sintió la necesidad de volver a bailar. Luego de un primer intento con la danza contemporánea, llegó a ella una propuesta: Sacre

Catherine, ¿quisiera saber qué almorzaste?

¿Qué almorcé? Mi hermano me hizo arroz con carnero y platanito frito.

¿Sueles cuidar mucho la dieta?

Nunca he hecho dieta en mi vida. No, nunca. 

¿Qué sueles comer? ¿Qué te gusta comer?

De todo.

El trabajo en Europa poco a poco hizo que mi cuerpo se viera de otra manera.

¿Pero nunca has tenido problemas con el peso?

Nunca. Cuando llegué a Suiza la gente me encontraba gorda. Yo venía de Cuba. Aquí todos los bailarines trabajan demasiado con sus músculos. De esto me doy cuenta ahora. Y no estaba gorda, es que tenía los músculos contraídos. El trabajo en Europa poco a poco hizo que mi cuerpo se viera de otra manera.

Es otro paradigma del cuerpo danzante. ¿Crees que es distinto?

La clase que acabamos de ver [de Acosta Danza], por ejemplo, yo la sentí demasiado pesada. Cuando estaba aquí no me daba cuenta. Ahora en Europa veo la diferencia. 

Abel Rojo: A mí me pasa también porque soy de músculos definidos. Cuando empecé a entrenarme de otra manera sentí cómo mis piernas, mis músculos, cambiaron. Sentí una libertad diferente porque mis músculos se habían alargado. Esto fue cuando salí de Danza Contemporánea de Cuba y empecé a trabajar con Nelda [Castillo].


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Catherine Zuaznábar en ‘Sacre’ (Foto: cortesía de la entrevistada).


Catherine, ¿desde qué edad te entrenas?

Desde los 9 años.

Pero empezaste por la gimnasia…

Sí. Yo no quería ser bailarina. Fue mi profesora María la O la que me llevó a la escuela de ballet. Ella me dijo: “Cathi, ¿no quieres hacer ballet?” Y yo le dije: “¿Por qué?”. Ella respondió: “Porque en la gimnasia ya a los 25 años estarás retirada, y en el ballet a esa edad es que comenzará tu carrera”. Antes de eso nunca me pasó por la cabeza ser bailarina.

En la gimnasia ya a los 25 años estarás retirada, y en el ballet a esa edad es que comenzará tu carrera.

Abel Rojo: ¿Hubo un momento, ya cuando estabas estudiando ballet, que dijiste “esto me gusta”?

Sí, con el tiempo, porque lo hacía con placer y veía que tenía condiciones. Me ponían a bailar. Las notas eran buenas. 

Pero, ¿qué era lo que te gustaba?

No te puedo decir. Es que no sé. No sé. 

Y, por el contrario, ¿en algún momento dijiste “esto ya no me gusta”?

Nunca dije “no me gusta el ballet”. Siempre he dicho: “me gusta el ballet”. Creo que tuvo que ver con la motivación que recibí en la escuela y todo lo que tenía que aprender. Nunca me pasó por la cabeza que no quería ser bailarina. No, eso no.

Sin embargo, ayer me dijiste que en algún momento no tenías más ganas de bailar y fue cuando decidiste tener una vida menos activa, cosa que hoy se revierte.

Estaba cansada. Dije stop. Fueron muchos años bailando con Béjart. Hacíamos cien espectáculos al año. Nunca parábamos en la casa. Cuando tuve a mi primer hijo sentí que sucedía en mí algo distinto: ser madre. Cuando tuve que dejarlo en la casa de su abuelo para irme a trabajar, ¡me dio tanto dolor! Construí una familia y dije: “El mismo amor que dediqué a la danza ahora se lo daré a ellos”. También sucedió lo que suele pasar en este tipo de compañías. Si eres madre, te cierran algunas puertas.

¿Y fue así?

Fue así. Imagínate, yo tenía los roles principales. También soy consciente de algo: dejé una gira, no fui. Les puse mis términos: “No voy a bailar estando embarazada, no quiero perder a mi hijo”. Se los dije así. 

Tenía ganas de estar con mi familia. En ese momento creí que no volvería a bailar.

Ya Maurice [Béjart] no estaba en vida. Cuando regresé, la dirección de la compañía no estaba muy contenta y me empezó a bajar de categoría como para que yo sola fuera entendiendo que ya mi lugar no estaba allí. Pero no me lo dijeron. 

Ya no tenía ganas de seguir bailando. Tenía ganas de estar con mi familia. En ese momento creí que no volvería a bailar. Luego muchas personas se acercaron y les decía: “No tengo ganas, no tengo ganas”. 


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Catherine Zuaznábar y Abel Rojo en un ensayo de ‘Sacre’, en Morges (Foto: Ernst Rudin).


¿Fue en ese momento cuando te interesaste por el Stretching Postural?

Sí. Cuando dejé de bailar, no quería ser profesora porque lo imaginaba (entre paréntesis) demasiado fácil. No es fácil, claro que no. Tampoco quería ser profesora de Pilates ni de yoga. Opté por otra cosa. Quería saber que podía hacer algo más que bailar. 

Un día, de casualidad, encontré en Internet una página de Stretching Postural y la abrí. Contacté a varias personas que lo habían estudiado y me dijeron que había que ir a París, porque ahí estaba la escuela. Me dije: “O todo, o nada”. 

A París me fui e hice la formación. Soy licenciada en Stretching Postural. Es increíble. Miro mi vida y es todo casualidad.

¿Casualidad?

Es verdad. Nada es casualidad. Todo está escrito.

El Stretching Postural me enseñó a ver los cuerpos como asimetrías.

Catherine, ¿por qué crees que te convertiste en una de las bailarinas más representativas de Béjart?

Por mi cuerpo, por mi figura, mis extensiones, mi estilo. Pero antes de conocer a Béjart, la compañía que me gustaba era la Alvin Ailey [American Dance Theater]. Tengo que tocarla en algún momento. 

Cuéntanos cómo fue tu entrada en el Béjart Ballet Lausanne.

En el 96 dije que no a una propuesta. En el 97, que sí.

¿Quién te lo propuso en el 96?

Fue Azari [Plisetsky]. Estaba en mi cuarto y recibí una llamada. Era él, me proponía ir a Suiza, pero le dije que no, que no tenía dinero.

Y en el 97 dejaste el BNC.

Sí. Recuerdo que en esa gira bailábamos en el [teatro] Albéniz. Cuando dije que no, creo que aún no estaba preparada. 

Si le decías a Alicia Alonso que te querías ir, no te dejaba.

Quisiera saber qué sucedió cuando se encontraron los conocimientos del ballet y del Stretching. ¿Cómo se enlazó uno con el otro? ¿Cómo modificó tu manera de dar clases de ballet?

Creo que no cambió mucho mi manera de dar clases de ballet. Cambió mi forma de percepción del cuerpo. Y no solo con bailarines, sino con personas de todas las procedencias. Lo que me gusta del Stretching es la mirada que tengo sobre otros cuerpos. Mis alumnos me lo dicen: “Tú lo ves todo”. El Stretching me enseñó a ver los cuerpos como asimetrías. 


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Catherine Zuaznábar (Foto: cortesía de la entrevistada).


Qué curioso, porque el ballet es una máquina de construcción de cuerpos pulidos, simétricos. En ese territorio de lo simétrico, ves los cuerpos como asimetrías. Quizá bajo esa necesidad de lo asimétrico has llegado a Sandra Ramy y Abel Rojo. ¿Eso también es una casualidad?

Sí. Cuando dejé de bailar en 2015, creí que para mí ya todo estaba cerrado. Comencé a dar clases de ballet y sesiones de Stretching, pero no me sentía en mi máximo potencial. Mi máximo potencial lo veo ahora. Lo empecé a sentir a partir del momento en el que Sandra Ramy me envió el guion de Sacre. Es increíble. Me sentí muy identificada. Para mí los espejos que se utilizan en Sacre son máscaras. Se lo dije a Abel hace unos días, para mí Sacre es un estado de introspección. 

Pero no hay susto, hay ganas de hacer.

Nunca hubo susto. En este momento soy mi propia mánager. Soy, se puede decir, bailarina independiente. Es un salto muy arriesgado. Con mucha humildad lo digo. Nunca pensé que no podía hacer Sacre. Sí sabía que era difícil, era un reto. 

Un día le dije a Sandra: “Yo no tengo nada que demostrar, mi carrera ya está hecha”. Ahora lo que quiero es disfrutar. 

A veces los bailarines se exigen demostrar que son buenos. Esa etapa para mí ya pasó. He estado en grandes compañías. He bailado obras de grandes coreógrafos. En este momento mi interés es aprender y sentir nuevas experiencias. 

¿Pero regresas a Cuba por la nostalgia? ¿Por la necesidad de resarcir esa nostalgia?

Me fui de Cuba porque quería bailar con Béjart. Pero al mismo tiempo quería que Cuba viera lo que estaba haciendo con Béjart. No pude venir con la compañía. Esa compañía cuesta muy cara. Yo quería volver a bailar en Cuba. 

Soy mi propia mánager. Soy, se puede decir, bailarina independiente. Es un salto muy arriesgado.

¿De alguna manera dejaste que se perdiera tu rastro para Cuba?

Creo que lo hice inconscientemente. Siempre ha sucedido. Si le decías a Alicia [Alonso] que te querías ir, no te dejaba.

¿Te fuiste a escondidas?

Me fui a escondidas. Terminé mi gira el 30 de septiembre en España, en Madrid.

¿Qué bailabas?

El Lago…Don Quijote

¿Eso fue lo último que bailaste con el BNC?

Lo último, en el Teatro Albéniz. Si mal no recuerdo, llegué hasta el aeropuerto con el BNC. Ahí pensé: “es la hora, me tengo que ir”.

¿Te quedaste, como se dice aquí?

Sí. Mi mamá sí lo sabía. También dos o tres compañeros de la compañía. Una vez Alicia y Béjart coincidieron. Alicia dijo: “Catherine es bailarina del BNC e invitada del Béjart”. A lo que Béjart respondió: “No, Catherine es bailarina del Béjart e invitada del BNC”. 

¿Después volviste a ver a Alicia en algún momento?

No, pero mi mamá sí tuvo una entrevista con ella. Lo único que recuerdo es que le dijo: “Señora, su hija es una estrella”.


© Imagen de portada: Catherine Zuaznábar.




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Bálint Magyar: How does the Post-Communist Mafia State work?

Ladislao Aguado

“Why do I call it a Mafia State? Because decision-making occurs outside formal organizations and institutions: that is, it is linked to clans, power groups, military structures, business agglomerates, etc., and because this situation, added to the monopoly of political power, turns the State into a criminal organization”.