La vara de tumbar gatos

Ella dijo: cuando escribo bobería, 
el teléfono me lo cambia por la palabra gobernador.
Evelyn Sosa Rojas


—Los gatos me despertaron varias veces.

—Gatos sabios. Para que duermas mejor. Anoche soñé contigo, que estábamos en una mesa de madera. Había una fuente en la mesa y cantidad de gente. Pero no nos conocíamos.

—¿Arriba de la mesa?

—Debería escribir una historia donde no pasa nada, solo pelo largo.

—Aquí el cielo se puso negro.

—Ya corregí la entrevista, pero dejé la parte de Western Union.

—Los sueños son muy locos, algunos inexplicables.

—Me dormí a las cuatro y me levanté a las seis.

—No dormiste nada.

—Yo quiero que llueva para bañarme en el aguacero con el niño y tengo dolor de ovarios, el cuerpo es sabio.

—A mí nunca me han dolido los ovarios.

—Dios mío, qué bueno. Yo tengo dolor de ovarios desde la primera menstruación, a los quince años. Si hubiera parido, se me hubiera quitado, pero fue cesárea.

—Yo no sé lo que es eso.

—Yo me vuelvo loca.

—A veces he sentido algo como un dolor, como un tirón, pero ya.

—En cada menstruación es un infierno.

—Yo paso la menstruación bastante bien, a veces no me doy ni cuenta, no pienso en ella.

A mí nunca me han dolido los ovarios.

—Qué maravilla.

—Me pongo de mal humor, pero yo soy pesada, no es mucha la diferencia.

—Lo mío es un suplicio.

—¿Te dura mucho?

—Una semana.

—A mí me dura cuatro o cinco días. Una vez me hicieron una regulación y me dijeron que el dolor de ovarios es parecido. Debe ser peor.

—Una regulación es peor mil veces.

—Lo es.

—Pero cómo, por qué te hiciste eso, se me aguan los ojos.

—Tenía dieciocho y salí embarazada, estaba muy chiquita para tener un bebé.

—Sí, yo acompañé una vez a mi mejor amiga a hacerse una regulación y fue muy triste oírla llorar.

—¿Estabas adentro con ella?

—No, afuera, pero la oía.

—Yo no abrí la boca ni lloré ni dije nada. Apreté la camilla tan duro que me dolían las manos.

—Mi hermana se ha hecho como tres.

—El doctor me dijo que no podía creerlo.

—Eres muy fuerte, entonces.


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—Cuando terminó fui al baño, me vestí y me fui.

—Yo grito como una yegua cuando me hacen la prueba citológica. 

—Yo aguanto mucho dolor.

—Yo también, pero me asusta todo lo relacionado con la vagina. Debo tener un trauma. No sé, no puedo ver un espéculo ni un rabo. Quiero decir, en dirección a mí.

—¿Pero has estado con hombres?

—Sí, y también con espéculos. Para mí es más o menos lo mismo.

—A mí no me dan miedo los espéculos, aunque sepa que me va a doler. Siempre me duele. Truena.

—Si lo acuesto conmigo, cierra los ojos.

—¿En qué horario duerme?

—Después de almuerzo hasta las tres o tres y media.

—¿Y en las noches se despierta mucho?

—Por la madrugada, para que lo pase para la cama. Imagínate tú, se levanta en la cuna y dice: allá.

—Son inteligentes. ¿Quisieras que la otra sea hembra?

—Sí, pero los varones me gustan más, no me gustan las batas ni nada de eso.

—Yo creo que también prefiero varón.

—Veo más difícil criar a una hembra que a un varón.

—Yo veo tan difícil en general criar un niño.

—Son cariñosos, los varones. Sí, es difícil. Yo soy muy inmadura pero también obsesiva, todo me asusta.

Bicicleta es un símbolo muy hermoso para mí.

—Yo lo más cerca de un bebé que he estado ha sido gatos y perros. Soy buena mamá de gatos y perros. Un poco obsesiva también.

—Es parecido, pero multiplicado por veinte y con inteligencia humana.

—Aquí tengo gatos. En casa de mi mamá, perros.

—Yo tengo una gata, pero no quiere entrar hace un mes.

—A los gatos a veces les da por eso. Pero los míos no salen de aquí.

—Son de afuera esos gatos, quiero decir, bellos. Mi gata está flaca y llena de heridas. No quiere entrar por culpa de la perra, que ladra.

—¿No crecieron juntas, la gata y la perra?

—No, a la gata la tengo desde el 2016. Luego traje una perra que la mató un carro. La que tengo ahora es histérica, ladra mucho. Una schnauzer negra, histérica. La perra se llama Uva. La gata se llama Foto. La primera perra se llamaba Tunuka, por la canción de Mayra Andrade.


(corte) 


—No hablamos más. El niño no paró.

—Tengo que hacer un video hablando, que me pidieron hace un mes y no lo he hecho.

—Haz el video lindo, que salgan los gatos. Mira: esto también es un gato.

—No sé qué voy a decir, no soy buena hablando.

—Escríbelo y léelo: a través de la presente me gustaría decirles que me llamo Evelyn Sosa y hago fotos de mujeres en blanco y negro.

—Lo haré, se supone que debo guiarme por unas preguntas que ellos mandaron a cada uno.

—Todo en tarjetas como en la escuela, voy a esperarlo.

—No he querido ver los otros para no predisponerme.


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—Haz tu video hoy sentada ahí con un gato.

—¿Yo en el plano? Ni muerta.

—Tienes que salir para oírte hablar. Con las tarjetas en las manos.

—No. Si tú quieres, hago uno para ti.

—Nadie lo ha hecho así.

—Me levanto ahora, aún estoy en la cama.

—Si me haces uno así, podría desmayarme.


(corte)


—No hice el video hoy. Leí tu libr0 sin parar. Bueno, paré para dos cosas que no se pueden decir. Ahora tengo una escritora favorita.

—¿Para qué paraste? Dímelo, te lo suplico.

—Una vez para buscar un aplicador porque me picaba el oído derecho y otra vez para mirar el techo y descansar la vista de la pantalla.

—Bueno, aplicador y techo se llama la obra. Qué alegría que te gustara.

—Yo por lo general trabajo mucho, pero ahora los trabajos están en pausa.

—Tienes que aprovechar ese estado de pescado en nevera.

—Me gustó mucho tu libro, lo disfruté de verdad.

—Yo escribí ese libro en el año 2012 después de irme de la casa donde vivía con una mujer. Fue una separación horrible. ¿Cuántos años tú tienes?

—Treinta y uno, del 89.

Me asusta todo lo relacionado con la vagina.

—Un número impar.

—Tú tienes 35.

—Voy a cumplir 36. 

—Descansa.

—No estoy cansada, me debilito y empiezo a ver todo lindo. 


(risa)


—Sigue riéndote.

—Tengo que aprovechar.

—Así mismo.

—No mucha gente me hace reír tanto, pero tú eres muy graciosa. No te pongas brava, es bueno.

—Me puse brava jugando. En el año 2012 me dio dengue y estuve sola en un apartamento en Centro Habana. Tirada en el piso con escalofríos, sin poder salir.

—A mí también me dio dengue, ¿no llamaste a nadie?

—Tenía una novia que estudiaba medicina en Camagüey y venía a La Habana los fines de semana, así que el fin de semana vino y me atendió. 

—No quería molestar. 

—Mi gata ya no se come ni la comida. La saco afuera y nada. No nos quiere ver. La perra le ladra y le gruñe.

—Está brava porque la cambiaron. Quizás se le pase.

—Qué linda la foto.


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—Eso es un filtro que lo pule todo.

—No. Haz el video que te pidieron para que estés ahí de primera.

—Lo haré por ti y por Jamila, que también me pidió que lo hiciera. Qué presión.

—Jamila está en todas partes. Hoy me mandó a hacer yoga y le dije: ¿como Haydée Milanés?

—Jamila hace yoga todos los días.

—Yo no me concentro.

—Yo nunca he hecho yoga, pero he hecho otros ejercicios aquí que se llaman P90X. Me gusta montar bicicleta y boxear, pero ahora solo monto bicicleta.

—Tuve una mala experiencia con alguien que le gustaba boxear.

—Bueno, yo también.

—Bicicleta es un símbolo muy hermoso para mí. Yo no sé boxear, solo tengo un saco y le doy golpes para poner los brazos duros.

—Ya yo no tengo ni brazos.

—Tú luces súper bien. 

—Lo más rico del mundo es montar bicicleta china y salir huyendo de la casa.

—Ay, sí. Montar bicicleta es lo mejor.

—Pero aquí no tengo dónde guardarla, así que no tengo.

—A mí a veces cuando monto largo me entra una risa y la gente me mira como diciendo: está loca. Ahora con el nasobuco no se ve.

En los semáforos me distraigo, empiezo a pensar en un poema. Cuando ponen la luz verde, me pitan.

—Yo te vi el otro día en esa gracia.

—No es una risa de cuando uno se acuerda de una maldad y se ríe. ¿Cuándo?

—En una foto.

—Es una risa que viene de no sé dónde, como cuando tienes un orgasmo y te da una risa por gusto. Yo pongo videos montando.

—Una risa placentera.

—Sí.

—Ay, dios mío, te vas a caer. No te caigas.

—No me caigo.

—Yo solo he montado bicicleta para trasladarme, no por placer, pero igual me libera. Al principio iba en bicicleta a todos lados, tenía que subirla al metro, pero aquí no es Nueva York. Aquí está hecho para carros y es desagradable.

—¿Tú manejas?

—No te miran como loca, sino como miserable. Manejo hace unos meses, porque es necesario.

—¿No te da miedo?

—Es una ciudad hecha para carros. No, no me da miedo. Pero en los semáforos me distraigo, empiezo a pensar en un poema. Cuando ponen la luz verde, me pitan.

—Ten cuidado.

—Y cuando empecé a manejar descubrí que no veía los letreros. Yo pensaba que la laptop era mejor, para ver películas. Porque todo lo veo en la laptop. Pero el problema es que soy miope y no lo sabía.

—¿En serio no lo sabías?

—No, nunca usé espejuelos. Fui a una clínica y cuando el médico me preguntó si veía, no veía. Cuando me puso los espejuelos no te puedo explicar, era como si viera todo por primera vez, estaba ciega sin saberlo.

—¿Te habías olvidado de la realidad?


© Imágenes interiores y de portada: fotogramas de la película: ‘Beanpole’ (2019), de Kantemir Balagov.




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Saqué un pasaje en espíritu y fui a ver a mi mujer

Legna Rodríguez Iglesias

Iré en Espíritu a ver a mi mujer y como un espíritu sólido me meteré dentro de ella. Cabeza de tortuga, lengua omnipresente.






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