Es acaso el crítico de audiovisual más polémico de todos los que ejercemos el criterio en Cuba. El profesor Gustavo Arcos Fernández-Britto (La Habana, 1965), a quien han descrito como “privilegiado y reciclador”, no termina de salir de una disputa para entrar en otra.
Algunos supondrán que quiere llamar la atención; otros admitirán que le gusta implicarse y complicarse. Pero quienes lo conocemos un poco más de cerca sabemos que Arcos solo interviene en asuntos que valen la pena, para defender una obra y su autor. Mas ello no supone que, en la defensa, renuncie al examen. Todo lo contrario. Juzga porque está constantemente a la mira.
Como esas películas que, por prohibidas, uno las busca más, no hay mayor tentación para seguidores y detractores que averiguar qué dijo o escribió Gustavo Arcos.
Gustavo, ¿aún sigues prohibido en la televisión?
Sí, en la televisión y en todos los medios oficiales, desde hace 5 años.
Existe una quincena de programas, apariciones o entrevistas, ya grabadas, que no se han transmitido. Varios proyectos audiovisuales, presentados por los que alguna vez fueron mis alumnos, han debido buscar a otros colegas o presentadores porque la dirección de la televisión no desea mi presencia en ellos.
Se han dicho muchas cosas. ¿Por qué te vetaron en realidad?
Ni idea. En nuestro país se prohíbe o estigmatiza a las personas sin muchas explicaciones. Hoy te entregan el Machete de Máximo Gómez y mañana…, te cortan la cabeza. La honestidad suele molestar y si te sales del guion, pierdes el papel en la gran simulación en se ha convertido todo.
Yo trato de alejarme de eso y…, ¿sabes?, películas, canciones, obras literarias, autores, han sido (y son) borrados sistemáticamente de nuestros medios. A veces el “castigo” dura meses; otras, años. En Cuba tenemos ya una frase acuñada para eso: “No es el tiempo o el momento adecuado”.
La verdad es que, para ellos, nunca llega ese momento; por eso la estrategia es anular, desmoralizar o satanizar públicamente a las personas que, además, no tienen derecho a réplica.
En mi caso, estas decisiones ocurrieron cuando me mostré especialmente activo defendiendo a los jóvenes realizadores y a los cineastas en sus reclamos por la Ley de cine. Un tema que fue manipulado en nuestros medios. Tuve varias intervenciones públicas y textos en plataformas alternativas como OnCuba o Altercine, en las cuales analizaba las dinámicas del audiovisual en el país. Terminaron molestando a altas figuras del Ministerio de Cultura y de la dirección de la televisión. Sus presiones llegaron incluso hasta la Universidad de las Artes, donde imparto aún mis cursos de cine.
Propusieron mi separación como docente, labor que ejerzo, creo que con éxito y respaldo, desde hace veinte años. Dijeron que ejercía nefasta influencia sobre los jóvenes. Eso espero. No concibo un profesor que no movilice e inquiete a sus alumnos. La polisemia es consustancial al arte. En el cine las cosas no son 2+2, así que mis clases son continuas provocaciones que se mueven en un amplio espectro.
Para mi suerte, tuve un rector, una decana y varios profesores que en aquellos momentos se manifestaron y opusieron a esa intentona.
Eras camarógrafo asistente cuando fuiste a estudiar a la URSS. Allí ingresaste en la facultad de Teoría y Dramaturgia del Instituto de Cine de Moscú. ¿Cómo llegaste a esos vínculos? ¿Por qué te alejaste de ellos?
Entré en la Fílmica de las FAR en 1983. Tenía 18 años y allí se impartían talleres y cursos sobre diferentes especialidades del cine. Las plazas que existían eran para el departamento de fotografía.
En aquel tiempo tenías que ascender obligatoriamente por toda la pirámide, es decir, primero: camarógrafo asistente, luego: foquero, más tarde: camarógrafo y así hasta ser evaluado, al cabo de años, como director de fotografía.
Participé en una decena de noticieros, didácticos, documentales y hasta en un largometraje rodado por la fílmica. Sucedió que en 1986 se presentó la posibilidad de estudiar en el Instituto de Cine de Moscú y hasta allá me fui, a conocer la nieve y la perestroika.
Cursando el segundo año, las relaciones con la URSS se estaban tensando y “el futuro ya no pertenecía por entero al socialismo”. Entonces el Ministerio de Educación tuvo que, apresuradamente, reubicar a los miles de estudiantes que cursaban todo tipo de carreras en los países tras la cortina de hierro.
Regresé a Cuba, intentando matricular en la recién abierta Facultad de Medios del ISA. Pero por diversas cuestiones tal cosa no pudo ser, así que me dieron la posibilidad de escoger una carrera similar a la que tenía en la URSS y opté por Historia del Arte. Me gradué en 1994.
Luego estuviste vinculado a la radio…
Sí. Cuando terminé la carrera de Historia del Arte, rechacé opciones más tentadoras (fui el mejor estudiante de mi curso y por tanto el otorgamiento de plazas empezaba por mí) y pedí trabajar en la radio, donde ya estaba incorporado desde el quinto año de la carrera. Me ubicaron en Radio Ciudad de La Habana como periodista cultural, mayormente ligado al cine y los medios.
Luego estuve un tiempo en radio Metropolitana y fui, en 1999, fundador de Habana Radio, la nueva emisora creada por Eusebio Leal, donde dirigía y conducía un espacio sobre cine que salía todos los sábados. En ese mismo año, alternando con la radio, empecé a trabajar en la Facultad de Medios del ISA, hasta el día de hoy.
Apreciando bien tus andanzas escriturales, sin duda eres el crítico cubano de mayor participación en polémicas…
Eso lo dices tú.
¿Es mentira?
Bueno, he estado metido en algunas polémicas, pero generalmente acompañado de otros creadores o colegas de la crítica que compartimos similares ideas. No me interesan tanto las películas sino los fenómenos que las rodean, aquello que puede estar más allá de sus imágenes.
He escrito cosas que, al parecer, resultan incómodas, especialmente para aquellos que prefieren mirar hacia otro lado y seguir engañando o manipulando a la gente, ofreciéndoles una sola perspectiva del país. Yo intento mirar más allá del espejo. El cine cubano no ha podido desligarse de su contexto, está atenazado por las circunstancias.
La historia de Cuba puede verificarse perfectamente en nuestras películas, y no estoy hablando de esa Historia con mayúscula que suele aparecer en los libros y discursos oficiales. Me interesa también el criterio de los perdedores, de los que están del otro lado o de este, cuyas vivencias me dicen mucho más acerca de quiénes somos o quiénes quisiéramos ser.
Me interesa el cine desde una perspectiva más antropológica que estética; por eso puedo empezar hablando de cine, pero seguro terminaré hablando de Cuba. Yo he decidido quedarme y hablar desde aquí. No miento, no me escondo, no soy corrupto, trato de ser consecuente, doy la cara y (como ciertos viceministros de cultura) no utilizo seudónimos para protegerme.
Por lo general los que polemizan con los críticos no son sus colegas, ni siquiera son los autores: con frecuencia son determinados funcionarios quienes, más allá de dialogar, buscan desacreditar a los críticos. ¿Qué opinas de esto?
La Revolución fue poco a poco neutralizando el diálogo y la polémica, gestos que habían enriquecido el debate durante buena parte de los años 60. Se impuso el dogmatismo o el criterio único, sustentado en las ideas del Máximo Líder. Y la gente empezó a acomodarse: para qué pensar si existía alguien que pensaba por todos.
Por otra parte, la crítica, de manera universal, está mal vista. Supongo que a nadie le gusta que lo critiquen, que lo emplacen públicamente o pongan en duda sus creaciones o ideas. Pero los funcionarios son una clase de sujetos que, salvo raras excepciones, no tienen personalidad propia, no son nada. Su poder es circunstancial, efímero, y generalmente son seres anodinos llenos de temores a perder su puesto o estatus.
Cuando te traen a la capital, te otorgan un auto y una casa a cambio de tu docilidad, ya le vendiste tu alma al diablo.
Al ser emplazados, los funcionarios se ponen nerviosos, titubean, citan a Martí o a Fidel, que son los dos comodines salvadores de este juego de cartas llamado Revolución y anulan toda reflexión. Como rara vez tienen la razón, apelan al descrédito del otro.
Ciertamente no lo vemos solo en Cuba: es una tensión entre los artistas y el poder que se da en todas partes y épocas. Lo terrible es que todo aquello que no responda al criterio o versión oficial será ninguneado, silenciado.
La opinión contraria suele ser vista como disidente, y estos a su vez, los llamados disidentes, son los enemigos o los mercenarios (para utilizar el más reciente calificativo empleado por nuestros políticos).
No importa si estás hablando de cine o de la cosecha de naranjas; si no adulas, aplaudes, o reproduces ciertas frases y modelos, serás desacreditado y, como ya te comenté, sin derecho a réplica.
Aquí solo existe una verdad, una historia, un camino, un Partido, unos héroes…, y no te digo heroínas porque pueden pensar que estoy hablando de otra cosa.
Impartes talleres de apreciación audiovisual. No menosprecias ningún género ni técnica de realización. La exposición oral con la que compartes tus razonamientos con los alumnos comporta un fuerte sustrato crítico. ¿Cuáles son tus herramientas para ejercer esa suerte de crítica valedera, pero más efímera que un texto publicado?
No se trata solo de talleres de apreciación; imparto otras materias, como Cine Universal o Historia del Cine Cubano. Tengo bastantes clases e intervenciones, y no solo para estudiantes cubanos o de la Facultad de Medios de la Universidad de las Artes. De esas materias se desprenden múltiples asuntos o problemas; algunos los trato desde una perspectiva estética, otros a nivel de técnicas, de lenguaje, o de interpretación.
Por ejemplo, mis intervenciones sobre el cine cubano no descansan sobre cronologías o poéticas autorales. No quiero que mis alumnos se aprendan de memoria fechas, nombres o características de alguna época. No soy el profesor powerpoint, apegado a esquemas y gráficos. No me gusta estar sentado tras una mesa, necesito espacio para moverme, acercarme a los alumnos, preguntar, y si surgen interrogantes, mejor.
Me interesa que contextualicen las obras, que las pongan a dialogar con su época, que relacionen el cine con sus propias experiencias de vida. Les hablo de conceptos como identidad, nación, revolución, héroes, sujetos, generaciones, los problemas de la emigración, la sexualidad, raza, etc. Me tomo un tiempo para conversar sobre cómo tales cuestiones o categorías pueden verificarse en nuestro país.
¿Cómo ha representado el cine cubano esos asuntos? Las películas, especialmente las nuestras, son un pasadizo hacia el mundo real. Mis clases de Apreciación cubren un amplio espectro, pues hablo de montaje, de sonido, de elementos gráficos, de puesta en escena, de composición visual, y también de los géneros del cine, el videoarte, el clip, el fenómeno de los youtubers, la publicidad, el tratamiento del cuerpo, la imagen erótica y la pornografía.
Es verdad que hablo mucho más de lo que escribo. Prefiero el sexo oral, digo, el discurso oral, que el escrito. Me gusta el intercambio directo con mis estudiantes u oyentes, sin mediaciones, con la gente o los espectadores delante.
Igual te digo que he escrito cientos de textos, artículos y ensayos en todo tipo de publicaciones, y no solo cubanas, pero nunca me he sentido motivado por reunir todo eso (alguna idea buena debe haber por ahí, digo yo) para conformar un libro, o tal vez más de uno.
Durante años, le he enviado mis artículos o puntos de vista a Juan Antonio García Borrero para su magnífico blog sobre cine cubano, sin recibir gratificación alguna (el espacio no lo permite), porque pienso que hay muchas cuestiones que merecen análisis o reflexiones y si creo que debo participar, lo hago.
No creo mucho en la posteridad, soy bastante pragmático. Vivo en el presente. ¿Sabes cuántos textos sobre cine hay ahora mismo circulando por el mundo? Cientos de miles. Dentro de tres años prácticamente todos habrán desaparecido, olvidados, sustituidos por otros. No hay nada más absurdo que pensar en la trascendencia.
Estudiaste Historia del Arte por el curso regular. No llevo el cómputo, pero creo que esa carrera es la que más críticos de cine ha aportado a Cuba…
Tal vez. No tengo idea de cuántos de los graduados de esa carrera ejercen la crítica de cine; pero sí, hay unos cuantos. De mi generación solo quedamos dos o tres en Cuba, y solo yo me dediqué a ello. La formación teórica acerca del arte y sus valores debe incidir en eso; recibimos varias materias relacionadas con el audiovisual, y no olvides que hay más películas que galerías.
¿Cuál es tu definición de un crítico de audiovisual?
El cine o el audiovisual está tan presente en nuestras vidas que todo el mundo, de una forma u otra, ejerce la crítica. Es una profesión insignificante. Un crítico debe ser alguien que soñó con hacer una película, pero tuvo pesadillas y despertó siendo crítico.
¿Qué privilegias en tu crítica de una obra: el guion, la puesta en escena…?
La puesta en escena me parece esencial. Ideas hay muchas, y pueden ser magníficas, pero una idea no hace un filme. En el guion puede haber muchas cuestiones trascendentes y claras, pero lo importante es cómo llevas eso al lenguaje de las imágenes.
El director tiene que responder dos preguntas básicas: ¿Qué quiero decir? ¿Cómo lo voy a hacer? Todo lo demás debe ponerse en función de eso: las luces, los movimientos, las actuaciones, los decorados, la banda sonora, el tempo, los cortes…
Trato de comprender cuál sería el discurso del autor, sus preocupaciones o angustias. Luego, intento desentrañar cómo esas ideas se hacen visibles en la película.
¿Qué, o quién, es el mayor enemigo del crítico cultural?
El dogmatismo, sin dudas. Esa fidelidad excesiva a un estilo, época o autor. Hay colegas que hablan todo el tiempo en pasado, añorando, comparando, viviendo en flashback; me parece entonces que su discurso pierde rigor y autenticidad.
En sus Páginas de cine, el colombiano Luis Alberto Álvarez define: “El crítico de cine es un espectador intensivo. Su labor es poner a disposición de la gente que va al cine informaciones y referencias que le ayuden a formar su propio juicio, incluso contra el del crítico mismo”. ¿Qué opinas?
Las informaciones y referencias están bien, quizás como un primer y básico acercamiento a las obras. Son los Wikicríticos. Otros, y esos proliferan entre nosotros, gustan de contar la película e inducir la lectura de los espectadores diciendo “deben ver esto, deben ver aquello”, como si fueran ciegos. Son los Walter Mercado de la crítica, con su tinte, pero sin su dinero. Creo que eso es un error.
Presentar una película en televisión, o en una sala de cine, no debe confundirse con un ejercicio crítico. El público no la ha visto y hay que respetar sus gustos, su curiosidad, la intriga que toda obra supone, el misterio que puede estar detrás de ciertas imágenes, conductas o acciones de los personajes. Al espectador no hay que decirle lo que debe ver. La crítica siempre debe estar tras la obra, nunca antes.
Otra cosa son las revistas especializadas, donde el ejercicio crítico recaba mayor profundidad y asentamiento. Son plataformas que, antes de Internet, tomaban su tiempo para editarse y circular. Hoy todo es inmediato, mucho más rápido y, en teoría, accesible.
Por lo general los críticos han visto miles de filmes, y en los últimos tiempos puedes agregar series, shows de televisión, realitys, videos musicales y todo tipo de productos generados en las industrias culturales. Además están los hipertextos, la interactividad, las redes sociales. No me parece que los espectadores lean muchas críticas hoy en día, por eso proliferan las reseñas o ese tipo de ejercicio más promocional que analítico; de ahí que sea un oficio que encuentra sus destinatarios en públicos especializados.
Ahora bien, los críticos también tienen sus gustos, sus obsesiones, sus manías y, al mismo tiempo, un grupo de saberes que permiten hacer valoraciones. Una obra cualquiera puede ser desmontada desde diferentes perspectivas, saberes o modelos de análisis. No es fácil separar tus intereses y emociones a la hora de escribir sobre ella. La subjetividad siempre estará presente y hay que tenerla, con un látigo, bajo control.
¿Cuáles fueron los libros y autores (sobre cine u otras manifestaciones) que te influenciaron para ser el crítico que hoy eres?
Ningún libro ni película en particular. ¡Quizás tenga Alzheimer ya!
Sí, me gustaba leer y ver bastante televisión. Me sentía mejor en casa que mataperreando por ahí. En mi extensa familia flotaba la idea de que yo sería cineasta. La verdad es que no sé de dónde sacaron tal cosa.
A inicios de los años 80 mi padre me conectó —Roberto Viña mediante— con los grupos de cine aficionado que se reunían en la casa de la Cultura de Plaza. Fui frecuentemente a sus presentaciones y debates, pero era muy joven y nunca me integré verdaderamente a ellos.
Desde esa época, con 11 o 12 años, anotaba en unas libretas todas las películas que veía, hacía breves valoraciones y al final de año… ¡yo mismo otorgaba premios! (Estuve haciéndolo hasta que cumplí los 22).
Luego, en mi adolescencia, llegó el video: los primeros casetes Betamax, los VHS y las películas pornográficas. Veía más filmes de terror, acción y sexo que obras del cine clásico (las encontraba bastante aburridas). Sin duda mi pasión o interés por el cine le debe más a un seno que a Eisenstein, Barthes o Sadoul.
¿Qué te disgusta leer en un texto crítico?
La retórica, el didactismo, ese mal tan presente en nuestros medios. Las frases o palabras rebuscadas me parecen un atentado al lector.
En nuestro entorno abundan los críticos que, como padecieron mucho aprendiendo ciertas teorías (narratología, semiótica) en sus años de estudio de Filología o Historia del Arte, sienten que deben hacernos sufrir ahora a nosotros, los lectores. Nos encontramos textos farragosos que al final no dicen nada.
Y desde luego, no me gusta que me cuenten las películas, o que me estén todo el tiempo diciendo lo malo que es Hollywood y lo bueno que es… el cine en Filipinas.
Tu película y tu director de cine cubano.
Memorias del subdesarrollo y Tomás Gutiérrez Alea. Hasta ahora ninguna película cubana me ha motivado e inspirado más que esa.
Ahí tienes un ejemplo de cómo, solo con una secuencia (la del baile inicial), puedes adorar el cine. ¡Cuántas lecturas se desprenden de esas imágenes!
Hay otras películas que me han gustado, por ejemplo:
Madagascar, de Fernando Pérez, ese retrato tan terrible de lo que somos.
Papeles secundarios, de Orlando Rojas, con todo su estudio sobre el poder y la autoridad.
La muerte de un burócrata, otra película que parece eterna, también de Alea.
Adorables mentiras, de Chijona.
Video de familia, mediometraje dirigido por Humberto Padrón que he visto decenas de veces.
También Nada, de Juan Carlos Cremata, y las dos últimas historias (“Zoe” y “Laura”) de Mujer transparente.
¿Y tu documental?
Hemos tenido grandes documentales. Hay muchos que me interesan, pero en primer lugar situaría los de Nicolás Guillén Landrián (Ociel…, Coffea, Reportaje).
De Santiago Álvarez: Now y LBJ.
De Sarita Gómez: En la otra isla.
De Juan Carlos Cremata: La Época, El Encanto y Fin de siglo.
Humberto Padrón, mientras estudiaba en la FAMCA, filmó un gran corto documental, siguiendo la técnica del found footage, que se titula …y todavía el sueño.
De los que he visto en el último año me parece excepcional el que ganó la pasada Muestra Joven sobre Leo Brouwer, titulado El origen de las sombras.
De los realizadores más jóvenes, ¿quién te interesa?
Veo bastante del cine joven, no solo porque casi todos han estudiado en la FAMCA, sino porque he estado cerca de las Muestras y presentaciones independientes que han realizado. Sucede que es un corpus extenso, compuesto por miles de cortos, documentales y animaciones que apenas circulan en los circuitos oficiales. Es fácil perderse o distraerse.
Ellos mismos, a veces, se hacen notar con una obra y luego desaparecen, emigran, o se hace más difícil seguir sus producciones.
De los que ya se van asentando y pueden presumir de varios filmes y estilos, me inclinaría, en las ficciones, por los dos Carlos: Lechuga y Quintela; pero también me parece que hay que estar atentos a las piezas y carreras de Marcel Beltrán y Alejandro Alonso.
Entre Otto Preminger y John Huston, ¿con quién te quedas?
Con Marilyn Monroe, que trabajó para los dos.
Tu película de Stanley Kubrick.
El resplandor.
En el spaghetti western: ¿Clint Eastwood o Franco Nero?
Eastwood, que mascaba mejor el tabaco.
Un director extranjero que sigues.
Wong Kar-wai.
Uno que no soportas.
No soy fundamentalista.
El crítico español José Andrés Dulce sostiene que el cinéfilo se acoge a la clasificación de películas por géneros, sin cuestionar su rutina, y que esto no sucede cuando el cinéfilo es un crítico. ¿Cuál es tu género predilecto y cuál detestas?
Me gusta el cine, pero también las series y los videojuegos. Consumo bastantes audiovisuales en diferentes plataformas y por todas partes encuentro obras estimulantes o desalentadoras.
No soy fetichista, ni tengo un panteón. No aplaudo películas para seguir una moda, socializar o mostrar “sabiduría”. Me he aburrido muchísimas veces con clásicos y autores a los que algunos piensan que no se les puede tocar, así que no tengo un género predilecto, ni detesto un tipo de obra.
Tu superhéroe, tu héroe y tu antihéroe.
Mi madre, mi padre y el Che. (En ocasiones, pudiera intercalarlos).
Vaya, eso sí que no lo esperaba.
Ya tú ves.
¿Tu serie favorita?
The Wire, definitivamente. De los años 90: Sex and the City y Six Feet Under. En los últimos tiempos: Boardwalk Empire, Shameless (la versión americana), Dexter, True Detective, Californication y Homeland (sus primeras temporadas).
¿Algún actor, alguna actriz?
No practico esa clase de idolatría.
¿El mayor elogio que te han dicho por un texto tuyo?
Que tiene serios problemas ideológicos.
¿La ofensa que más recuerdas?
Trato de pasar de todo eso. No me he sentido ofendido, al menos para llegar al desequilibrio o la irritación excesiva. Pero en los últimos tiempos, desde la plataforma La Jiribilla y la red Cubarte circularon ciertas cosas bastante irrespetuosas. Mentiras, tergiversaciones, donde nos acusaban (incluyo a mi colega Dean Luis Reyes, y también a muchos cineastas) de recibir dinero “del enemigo”, de que no teníamos una obra, de ser anticubanos, o de que no estábamos capacitados para impartir clases, escribir, opinar, etc.
En un contexto como el nuestro, tanpolitizado, esas acusaciones sin prueba alguna y emitidas desde sitios oficiales, por personas con altos puestos en el Ministerio de Cultura, o amparados por ellos, potencian actitudes extremas que pueden acabar con tu carrera.
¿Por qué tan poca crítica al videoclip?
No sé. Alguna vez escribí sobre ellos. Fui jurado por 15 años de los premios Lucas. Tuve un espacio hace años en el Canal Habana, donde conversaba acerca de los videosclips. Desde que desapareció Rufo Caballero, ese ejercicio ha quedado huérfano en nuestros medios. Existe un tabloide y espacios en la web que eventualmente se ocupan de eso.
Tal vez se hacen demasiadas obras, todas se parecen y es difícil seguir el rumbo. Orlando Cruzata no ha vuelto a abrir esa sección de manera estable en su programa. También te diría que se produjeron no pocos incidentes y enfrentamientos entre los creadores y los críticos de sus videos. En fin, no tengo respuesta para esa pregunta.
Si no existiera el Paquete Semanal para los cubanos de la Isla, ¿qué sería de nosotros como espectadores?
Difícil predecirlo, pero, en estos tiempos, si no existiera el Paquete existiría otra cosa. Ya desde antes de su surgimiento había otras vías de consumo informal sobre soportes CD, DVD, blue ray, incluso con los vetustos VHS.
Desde los 90 los ciudadanos salían y entraban a Cuba con bastante frecuencia, lo que generaba una circulación de productos culturales en disímiles soportes. El Paquete viene a organizar de alguna manera ese fenómeno. Yo diría que es el suceso de mayor impacto masivo y cultural en los últimos 15 años. Le ha abierto muchas ventanas a los espectadores, porque en el Paquete hay para todos los gustos y colores. Ha sido nuestro Internet particular, un espacio de socialización y distribución de muchas obras cubanas y extranjeras.
¿Cuál es el estado de la crítica de cine de los últimos años?
La crítica real, profunda, rigurosa, la leen los interesados en ese tipo de escritura o pensamiento. Siempre fue algo minoritario o elitista. Otra cosa es la reseña, el comentario promocional, la nota informativa, expresiones todas de mayor alcance.
En el Paquete Semanal aparecen decenas de publicaciones o revistas sobre cine y también making of, shows, videoblogs, youtubers y clips publicitarios. Hay una gran conversación acerca del cine, las series o los videojuegos.
En Cuba, percibo múltiples espacios y oportunidades para escribir, aunque no en los medios oficiales o tradicionales. Se mantienen Cine Cubano y La Gaceta de Cuba como sitios de legitimación crítica, pero los mejores trabajos están circulando en plataformas alternativas como Altercine, OnCuba o Hypermedia Magazine. Y en el blog de nuestro colega Juan Antonio pueden leerse muchas de las polémicas o textos importantes que han aparecido en los últimos diez o quince años.
También en la televisión existen hoy más programas, hay nuevas voces y además se han editado decenas de libros o publicaciones, cosa que no ocurría hace veinte años. Visto de esa forma, puede constatarse una dinámica interesante, alentadora y pudiera decirse que sí, gozamos de buena salud (pero, ¡mantén las píldoras cerca!), aunque desde luego, no todo el mundo puede navegar, visitar páginas web o descargar textos y videos.
Tal vez sería bueno tener un espacio habitual en la televisión donde concurran diferentes críticos o especialistas, con miradas contrapuestas, y por un tiempo razonable intercambien o polemicen sobre las obras y los fenómenos culturales contemporáneos. Pero eso sería pedir demasiado a los directivos de nuestra televisión.
¿Qué le dirías a un crítico joven que está interesado en el cine y no quiere meterse en problemas?
Que se meta con manos, pies y sobre todo, cabeza. La crítica, cualquiera que sea, tiene que buscar los problemas en las obras, porque tiene que cuestionar, trastocar, penetrar la superficie o la apariencia de las cosas.
Siempre existirán personas que se molesten por lo que uno diga, por eso de nada vale autocensurarse o estar pendiente de si te publicarán o no un texto, una opinión… A mis estudiantes les digo que lo único verdaderamente importante en el arte o la vida es ser fiel a uno mismo.
Debes estar exhausto, pero te tengo que hacer la pregunta: ¿qué es el cine para Gustavo Arcos?
“Una cosa muy bonita e importante”.
Carlos A. Aguilera, el mostro que se incuba solo
“Mientras exista un Estado que se apropie del significante nación para construir su despotismo y sus emblemas ideológicos, la literatura-nación estará por desgracia ahí, siendo utilizada o dejándose utilizar, tanto por la academia como por los escritores y hasta por el imaginario popular, que muchas veces confunde literatura con retrato de vida o panfleto”.