Locuaz y ocurrente, arriesgado y familiar, tan calumniado como estimado, Joel del Río Fuentes (La Habana, 1963) encarna todas las conquistas y ojerizas que entraña ser crítico de cine en un país tan cinéfilo como diletante. No por gusto es uno de los críticos cubanos más seguidos en la prensa plana y en las revistas especializadas, así como por sus intervenciones en programas televisivos como Noticiero Cultural o Te invito al cine, y sus comentarios en disímiles emisoras de radio.
Doctor en Ciencias del Arte, título que obtuvo con un trabajo sobre Fernando Pérez, Joel del Río es, además, uno de los guionistas del dominical Arte 7 y se desempeña como profesor de los talleres de géneros cinematográficos en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, y de Historia del Cine en la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisuales. Autor de varios libros de crítica y ensayo cinematográficos, ha sido reconocido con premios como el Caracol, el Premio Nacional de Crítica e Investigación Cinematográfica en Camagüey, y el premio de Periodismo Cultural “José Antonio Fernández de Castro” por el reconocimiento a la trayectoria profesional.
Imagino que te ha pasado ir por la calle y advertir que alguien está leyendo una de tus críticas en el periódico Juventud Rebelde. ¿Qué sientes al respecto?
Me ha pasado, y también ha ocurrido que levanten la vista del periódico y me feliciten, o comiencen una larga discusión respecto a lo correcto o incorrecto de mis juicios. Recientemente, ese tipo de intercambios me ocurre mucho a propósito de mis criterios en Te invito al cine.
Siempre, o casi siempre, es un intercambio gratificante. Pero tampoco han faltado ofensas y faltas de respeto, aunque curiosamente han venido, con mayor frecuencia, de creadores y artistas.
La gente “común” es mucho más respetuosa con el criterio ajeno, independientemente de algún fanático a la telenovela que pueda protestar airadamente. Este tipo de polémicas suele ocurrir en los foros de internet. En el de Juventud Rebelde me han dicho de todo, y también he leído, ahí mismo, algunos de los más hermosos elogios a mi trabajo.
¿Qué es la crítica de cine para Joel del Río?
Comunicación. Traducción. Instrucción. Interpretación. Cultura. Diálogo. Progreso. Elogio necesario más que diatriba ególatra. Nunca prédica que intente colocarme intelectualmente por encima de los otros. Cualquier persona que me lee o me ve seguramente conoce sobre mil temas que yo ignoro, y entonces, ser un estudioso del cine no me coloca por encima de nadie, como siguen pensando algunos de mis colegas.
¿Qué no le debe faltar a un crítico de cine?
En primer lugar, sensibilidad para comprender de verdad, nunca como gesto paternalista, tanto a los creadores como al público, porque nosotros, los críticos modestos o soberbios, agudísimos o torpes, formamos parte legítima tanto de los creadores como del público, y debiéramos contribuir en lo posible al mejor entendimiento entre ambos.
En segundo lugar, debe disponer de la mayor cantidad de conocimientos sobre las tendencias, el lenguaje específico y las principales obras de cada periodo, sobre todo en la actualidad. Nunca debe obsesionarse con verlo todo, ni mucho menos con inmiscuirse a la fuerza en los trending topics salvo que se especialice en analizar las respuestas espectatoriales.
El crítico debiera ayudar a desbrozar prejuicios y a instalar la luz del cuestionamiento provechoso, en medio de los estribillos repetidores de consignas o reguetones, porque hay un tipo de cine equivalente al tan cuestionado género musical.
La crítica que no es útil, la que agrede a muchos por su impericia didáctica o el esnobismo ramplón, es pasajera y olvidable, aunque provoque alguna que otra humareda instantánea.
Carlos Augusto Alfonso y su fábrica de mermelada casera
Conversando con el autor de Cerval, El brazo de los sin casa, Todas las guerras… El escritor que ahora cocina Fundamento Caín: ambicioso proyecto audiovisual en torno a la figura de Guillermo Cabrera Infante.
¿Cuáles son los pros y los contras de enseñar apreciación cinematográfica?
No le veo contras. Solo le veo pros. Como tampoco le veo contras a la educación, a la cultura. ¿Qué puede haber en contra de saber apreciar mejor una o varias películas que antes ni siquiera te retenían frente a la pantalla durante veinte minutos?
Pienso, estoy convencido, de que comprender y gustar del cine de Bergman y Tarkovski, Herzog y Resnais, Titón y Nicolasito, nos puede hacer hasta mejores personas. Lo cual no quiere decir que sean malas personas quienes disfruten de Rápido y furioso o Los vengadores; se trata solo de abrir el espectro, ensanchar la mente, ejercitar el intelecto y levantar el alma, adormecida con tanta tontería que nos rodea.
¿Qué no harías nunca en una crítica de cine?
Espero nunca colocarme en un sitial tan alto que el espectador no me pueda entender, o que el creador en cuestión se sienta ofendido y vapuleado. Y no lo haría ahora porque alguna vez lo hice, y me fue mal, sobre todo conmigo mismo, frente al espejo. Cuando una amiga mía me llamó y me preguntó dulcemente: “¿De verdad que esa película no tiene ningún mérito, y es totalmente nula en todos los sentidos?”, yo tenía respuestas, pero nunca pude articularlas, porque los méritos que veía nunca fueron escritos para matizar las invectivas.
Me prometí nunca más escribir diatribas ni críticas incendiarias que desconocieran el hecho de que jamás los creadores lo hicieron mal ex profeso. Algunos pensarán que me volví complaciente, o simplemente envejecí con esa madurez a veces ligada al conformismo, pero ahora duermo mejor.
¿En qué se diferencian la crítica que haces para la televisión y la radio, así como la que concibes para los soportes impresos o digitales, más allá de la oralidad y la escritura respectivamente?
Hay diferencias notables. La televisión cuenta con el auxiliar de la imagen y se puede ser más contundente y menos informativo, pero tampoco es menester el despliegue epistemológico y semiótico que creo insoportables, e improcedentes, por lo menos en los espacios que yo atiendo.
La radio es más volandera e informativa, es mejor para divulgar, establecer jerarquías muy precisas y claras, que el oyente perciba con facilidad e inmediatez.
En cuanto a los soportes impresos o digitales, los hay de varios tipos y requieren diversidad de enfoques críticos. Los medios más variados, noticiosos y periódicos requieren críticas más elaboradas, donde se desarrollen al menos tres o cuatro ideas muy generales que impliquen criterios positivos o negativos, con la imprescindible justificación de la mayor parte de ellos.
Sin embargo, están los medios más especializados, que se publican o actualizan con menor regularidad, donde suele haber más espacios para las disquisiciones intelectuales, el ensayismo y la crítica más orientada a la narratología, la semiótica, la Teoría de Géneros, u otras disciplinas que confluyan en el análisis filmológico. Aquí el léxico es más elaborado.
El problema está cuando el crítico, que es humano, confunde propósitos y alcances de los diversos medios. Peor aún resulta cuando el editor de un periódico, por ejemplo, requiere reseñas fresquitas, principalmente de telenovelas, para aligerar, mediante la página de Cultura, una edición recargada de ideología y política. No es la cultura la que tiene que pagar por ello, y mucho menos la crítica.
¿Qué representaron (y qué representan aún) los talleres nacionales de la Crítica Cinematográfica celebrados cada año en Camagüey?
La oportunidad para el encuentro y el intercambio con colegas que veo poco. El entrenamiento en cuanto a debates y ponencias sobre temas cinematográficos de actualidad. La oportunidad anual del gremio para mirarnos por dentro, aunque no siempre se aproveche a plenitud.
El desaprovechamiento nunca es culpa de los organizadores, que siempre consiguen organizar el taller del mejor modo. Lo que ocurre es que a veces los críticos nos olvidamos de nuestro oficio cuando se trata de someterlo a un escrutinio que quizás pueda colocar en el centro del análisis a uno u otro.
“Yo opté por la protesta silenciosa”
Una conversación con el artista Umberto Peña.
Desde el año 2005 hasta el 2009, junto con Víctor Fowler y Dean Luis Reyes, formaste parte del staff de redactores-traductores-críticos y periodistas de la revista digital Miradas. ¿Qué significó Miradas en su momento?
Significaba no solo el aprendizaje diario sino también el reto, también a diario, por eso para mí significó también cierto tipo de fatiga intelectual por falta de training anterior. Fue la aventura intelectual más osada y desafiante en que me haya implicado (antes de pasar por el doctorado) en tanto significaba convertirte, al mismo tiempo, en traductor, comunicador, ensayista, semiólogo, maestro, historiador y todo ello con el máximo rigor científico y periodístico.
Solo Julio García Espinosa, en su periodo de director de la Escuela, comprendió a cabalidad las funciones y posibilidades de la revista, y después se perdió en el olvido, y fue incluso retirada de la web, cual si se tratara de algo inservible.
Hubo desencuentros y cansancio, pero yo recuerdo con mucho orgullo, y cariño aquellos años. Hace poco, conversando con Fowler a propósito de uno de aquellos equívocos, me respondió muy tranquilo: “Sí, sé lo que pasó, pero todo es tan frágil”.
Otra lección aprendida: Miradas significaba una contienda contra la fragilidad de nuestro pensamiento en torno al fenómeno audiovisual. Se la tragó la fragilidad, y ahora mismo solo queda en el recuerdo de algunos agradecidos. Quizás no era tan frágil, pero lo sabe Fowler mejor que yo, porque él fue arquitecto e inteligencia creadora de aquel proyecto. Dean Luis y yo lo secundamos lo mejor que pudimos.
¿Qué piensas sobre la posibilidad de que en un futuro existan más revistas cubanas especializadas en cine o audiovisual en general?
Me gusta ese futuro, pero no lo veo cercano, ni siquiera instalado en la línea del elusivo horizonte. Las revistas especializadas en esos temas son cada vez menos, y más esporádicas. Por decir lo menos, es preciso que el ICAIC apoye con todas sus fuerzas, y sus menguados recursos, la revista Cine Cubano, que es intermitente en cuanto a su salida y permanencia.
La escasez de publicaciones especializadas tiene que ver con la crisis del pensamiento, con el gobierno del reguetón y la televisión más frívola, porque entre los escribientes sobre el tema audiovisual también predominan los repetidores de estribillos, los reseñistas de ocasión, los holgazanes con neuronas desentrenadas por pura vagancia, comodidad o espíritu acomodaticio.
¿Qué ha significado para Joel del Río impartir talleres o conferencias?
Los talleres, es decir, las aulas, significaron una nueva manera de concebir e instrumentalizar mis saberes, mi carrera.
Aunque siempre tuve facilidades para enseñar, agradezco a Julio García Espinosa, y a Rufo Caballero, que me estimularon a impartir clases en la EICTV, primero en la cátedra de Humanidades, en Historia del cine latinoamericano, y luego en la de guion, con un taller de géneros cinematográficos.
Después, Marta Díaz, decana durante varios años de FAMCA, solicitó mis servicios para impartir Historia del cine, y así estoy completando, todos los días un poco, el modo de entender el aula, de pararme frente a los estudiantes y crear un espacio para compartir, cuando ellos me lo permiten. Esa es una magia que no se da todos los días, pero ocurre.
“Yo soy un cubano bueno, no un buen cubano”
Una entrevista al diseñador gráfico Rolando Pulido, autor de La Tiñosidad.
¿Sientes temor por la polémica en clases? ¿Algún alumno te ha puesto alguna vez en aprietos?
Ningún temor. Bienvenida sea la polémica. Nunca le he tenido miedo, mucho menos en clases, un espacio donde suelo estimularla. No quiero que se aprendan “Mi” historia del cine, sino que conozcan los instrumentos para jerarquizar, para aprender a opinar con responsabilidad y conocimiento de causa, y eludan esos criterios de prestigio que repiten lo consabido.
Wikipedia tiene que ser un suministrador de datos, pero nunca un medidor de calidades, aunque relacione premios y opiniones elogiosas. Cuando uno sabe lo que sabe, y sabe lo que no sabe, es difícil que un alumno, o cualquier otra persona, puedan colocarte en aprietos.
El profesor te enseña a aprender, pero no es, o por lo menos yo no soy, un sabelotodo ni mucho menos un pozo infinito de sabiduría. Es primordial sentar las bases para el diálogo y el respeto mutuo, porque la ignorancia suele ser desafiante y atrevida, pero se vuelve frágil cuando se le muestra su desnudez e indefensión.
Has polemizado con otros críticos. ¿Cuán fructífera puede ser una discusión profesional? ¿Cuándo sientes que debes abandonarla?
Hay polémicas de todos tipos: las provechosas y las otras. Nunca debí alistarme en algunas que resultaron callejones sin salida. Es complicado, casi imposible, discutir con quien no le importa el tema de discusión, porque solo está atento a noquearte verbalmente con insultos y descalificaciones.
Los cubanos somos malísimos debatiendo. No sabemos decir, y me incluyo enfáticamente, “estoy parcialmente de acuerdo contigo, pero te faltó decir que…”, preferimos decir “estás completamente equivocado, porque eres imbécil al no estar de acuerdo conmigo, que soy un iluminado, etc., etc.”.
Abandono las polémicas cuando percibo que la discusión se sostiene sobre el reto de abatir intelectualmente al contrario, en lugar de razonar y llegar a un nuevo estadio de conocimiento y apreciación. No me gusta el circo romano ni el boxeo, y me parece absurdo estar ciego a las proverbiales habilidades de Cristiano Ronaldo porque es ególatra, o de Messi porque siempre pierde jugando con Argentina. Prefiero a Orfeo en lugar de Hércules, detesto las trifulcas intelectuales y los duelos de ingenio, aunque acepte de buen grado la polémica que ilumina varias facetas de un asunto.
Critico obras de arte, o productos comunicacionales, de modo que intento apartarme de las discusiones que colocan al centro de la atención características personales que solo buscan desacreditar a alguien o algo sin prestar atención a sus razones.
Desde Conducta impropia (1983) hasta Viva (2015), ¿crees que pudo haber más pluralidad en cuanto a los criterios de representación o proyección identitaria de la comunidad LGTBIQ en la Isla?
Por supuesto que se precisa mayor pluralidad en la representación de la comunidad, pero también es necesaria mayor cantidad de mujeres detrás de las cámaras, a ver si así aparecen los filmes cubanos sobre lesbianas, por solo citar un tema deficitario.
Al cine cubano le urge la diversificación estética y temática, precisamos de filmes que apuesten asertivamente por la inclusión, puesto que existen ya varios que denuncian la exclusión y la homofobia.
Juan-Sí González o el horizonte de la orfandad
Treinta años después de fundar Art-De, Juan-Sí González acepta hablar con Hypermedia Magazine de la violencia política en las artes visuales.
¿Intentas verlo todo? ¿O te has vuelto más selectivo con los años?
Nadie puede ver todo, ni siquiera todo lo bueno que existe. No hay tiempo ni pupilas o poder intelectivo que alcancen.
Veo muchísimo cine, trato de seleccionar lo mejor a mi alcance, y confieso que ahora sí hay películas que no veo hasta el final, porque no voy a criticarlas ni hablar sobre ellas en televisión ni tampoco le aportan algo sustancial a mis conocimientos o a mi experiencia humana.
¿Qué críticos de cine te motivaron en tus inicios?
José Antonio González, Carlos Galiano y sobre todo Enrique Colina.
Para la crítica en televisión, Colina es mi paradigma, aunque estoy convencido que nunca llegaré a sus talones, sobre todo por un tema de diferencia de temperamento. Una de mis grandes satisfacciones ha sido escribir un par de ensayos con Colina.
También adoraba las críticas de Azucena Plasencia en la revista Bohemia. Las recortaba y las guardaba.
En una época, aprendí mucho de Mario Rodríguez Alemán, por su enorme cultura, y por su deseo de exhibir todo tipo de cine en televisión, y así exhibir en una misma Tanda del domingo películas húngaras o soviéticas, junto con los más recientes títulos norteamericanos ganadores de Oscar. Y entender que todo puede ser evaluado sin prejuicios.
Más tarde, me interesó menos el trabajo de Rodríguez Alemán porque en los años ochenta sublimó, a mi entender, el método del realismo socialista, y analizaba todos los filmes desde un punto de vista exclusivamente ideológico. Pero su aporte a la cultura cubana fue notable.
Mencióname un libro de cine que admires mucho.
En mi formación fue fundamental un libro: los dos volúmenes de La sala oscura, de Mario Rodríguez Alemán, porque lo descubrí en una etapa cuando apenas se publicaban libros de cine en Cuba.
Después, cuando yo ya ejercía como crítico, Sedición en la pasarela de Rufo Caballero fue un lamparazo iluminador, sobre todo por su invitación a la reflexión avalada teóricamente.
“Quiero que mi escritura sea un hueso lúcido”
Una conversación con Juan Abreu a propósito de la publicación del libro Emanaciones. 2008-2011(Hypermedia, 2019).
¿Cómo surgió la idea de escribir Melodrama. Tragedia y Euforia. De Griffith a Von Trier (Ediciones ICAIC, 2012), uno de tus libros más ambiciosos y afortunados —por “vendible” y por estudiado, con casi todos los ejemplares agotados en la red de librerías del país— dentro de tu ensayística?
Surgió de mi preferencia por el género, pues desde muy niño fui bombardeado por melodramas de toda nacionalidad e índole.
Reconozcamos que en Cuba hubo, y sigue habiendo, pero en menor medida, prejuicios enormes sobre el género, y también quise intentar poner la cosas en su sitio. Porque una parte del neorrealismo italiano, el realismo poético francés, el cine de los estudios de Hollywood, etcétera, tributaron al melodrama, por no hablar de los maestros del género como Griffith y Von Trier, pero no solo, sino también Visconti, Almodóvar, Douglas Sirk, el mismo Alfred Hitchcock…
Fue como recorrer la historia entera del cine, pero desde el punto de vista que yo mismo me impuse.
De tus libros, ¿cuál es tu preferido?
Son dos: el que estoy haciendo ahora mismo y el que está esperando en una gaveta para ser publicado. Me demoré en responderte porque estoy escribiendo un libro sobre el resurgimiento del cine latinoamericano a partir del reciclaje genérico.
El otro difícilmente vea la luz por la actual crisis de papel y se trata tal vez de mi proyecto más ambicioso: un libro de texto sobre historia del cine, en dos tomos.
Independientemente de estos dos, cada uno de mis libros representa una parte de mi vida, me recuerdan amigos y espacios y momentos, además de que a todos les dediqué lo mejor que pude, en ese momento, aunque al paso de los años alguno que otro ya no satisfaga tanto.
Pero con los libros publicados pasa lo mismo que con el pasado: no hay manera de arreglarlos ni corregirlos, así que los quiero en la medida en que representan mi “yo” en aquel momento.
Uno de los que más disfruté fue Los cien caminos del cine cubano, porque creo que fue muy eficaz y divertida la combinación de temperamentos e intelectos, y el mutuo respeto intelectual, con Marta Díaz, la coescritora, que luego me acompañó como tutora en mi trabajo de doctorado.
¿Te gusta la escritura a cuatro manos?
Me encanta. Aunque no siempre el resultado sea el que imaginé en un principio.
En Juventud Rebelde escribí a dúo con varios periodistas, Magda Resik entre ellos, y luego creé, trabajosamente, con Rufo Caballero, un ensayo sobre el cine cubano de los años noventa que muy pronto fue profusamente publicado y referenciado en Cuba y el extranjero. Él quería darle continuidad, pero nuestros criterios divergían demasiado en algunos títulos claves de los años 2000.
También trabajé con Enrique Colina en un par de ensayos sobre cine cubano, enfocados en los títulos más polémicos, que publicamos en Francia, primero, y luego en Reino Unido.
Cuando se logra la comprensión y la unidad de propósitos es una maravilla la escritura a cuatro manos. Es un ejercicio sano y edificante de comprensión del otro, pero en mi afán de comunicarme a veces, al principio, me plegaba demasiado al estilo o los criterios del coescritor, y luego no me veía en el resultado final. Ya no es posible que eso pase.
Fidel Castro es uno de los grandes malentendidos del siglo XX
Abriendo temporada de novedades en la Editorial Hypermedia, conversamos con el ensayista e investigador Abel Sierra Madero sobre Fidel Castro, el Comandante Playboy.
¿Escribirías un libro sobre el videoclip?
Pudiera ser. Los géneros televisuales están muy necesitados de crítica, de formulaciones teóricas. Muchas veces me han llamado para ejercer la crítica al videoclip por televisión, pero por múltiples razones no me he sentido cómodo. Por escrito debe ser otra historia.
¿Qué película refleja mejor el cine dentro del cine?
Hay varias: Ocho y medio, la primera. También El espejo, de Tarkovski; La película del rey, de Carlos Sorín; y La noche americana, de Truffaut.
Seguramente hay otras, pero estas fueron las que me impresionaron en mis años de formación como espectador crítico.
¿Quién es tu director preferido del cine clásico estadounidense?
Hay varios. Entiendo cine clásico como el anterior a Citizen Kane, de modo que más que directores adoro películas como El mago de Oz y Lo que el viento se llevó, y también dos de John Ford: Las viñas de la ira y La diligencia, y otras dos de William Wyler: Jezabel y La carta. Del Hollywood posterior: Casablanca, Algunos prefieren quemarse y Sunset Boulevard, de Billy Wilder.
Quién te gusta más, ¿Bergman o Bresson?
Depende de mi estado de ánimo, del día de la semana, del mes del año, del cansancio que tenga…
Son directores difíciles, pesimistas, requieren un esfuerzo intelectual adicional incluso para un espectador entrenado. Mouchette me parece uno de los testimonios más amargos y convincentes sobre la crueldad humana.Es imprescindible. El paso de cuentas al pasado, a la vida.
¿Quién, entre los actuales directores de cine, está sobrevalorado?
Un racimo de norteamericanos, entre los que sobresalen George Lucas, Steven Spielberg, Oliver Stone, Darren Aronofsky, Wes Anderson, y hasta los Coen, quienes han logrado hacer algunos filmes extraordinarios a pesar del coro que insiste en elogiarlos desmesuradamente.
Pero también hay autores europeos a quienes jamás les vi la maldita gracia, a lo mejor por un problema mío. No me comunico bien con la mayor parte de las películas que hicieron Wim Wenders o Claude Chabrol.
Y en cuanto al cine cubano… ¿cuál es tu película de siempre?
Debo repetir lo que ya se sabe: Memorias del subdesarrollo, que es eterna, y un reto para los críticos cubanos de antes, de ahora y de siempre, que debemos descubrir nuevas maneras de volver sobre ella.
Seguirá estando subvalorada La primera carga al machete, que he estudiado mucho.
¿Puede ser la autobiografía algo más que un retrato?
Diez preguntas, dos notas y un anexo: conversación con Idalia Morejón Arnaiz y Carlos A. Aguilera en torno a Escenas del yo flotante. Cuba: escrituras autobiográficas.
¿Se supone que sea también Titón el director que prefieres?
Obvio. Tomás Gutiérrez Alea es el cineasta más importante que ha dado Cuba, y el más representativo de lo cubano en el cine; sin embargo, Humberto Solás y Fernando Pérez hicieron un cine más cerca de mi temperamento.
Y el documental que vuelves a ver es…
Coffea Arabiga, de Nicolás Guillén Landrián.
Háblame de tu telenovela brasileña preferida.
Ha habido muchas. No tengo preferidas que sobresalgan sobre las otras, recuerda que estamos hablando de producción en serie, con productos más dignos y de mayor impacto que otros, pero confieso aquí y ahora que nunca he amado apasionadamente ninguna telenovela, ni cubana ni extranjera.
No obstante, la telenovela es el audiovisual al que le he dedicado más tiempo de mi vida profesional. Apenas comprendo la paradoja, pero uno nunca puede entenderlo todo por completo.
¿Y de la telenovela cubana?
Recuerdo, por nostalgia, los años ochenta y La séptima familia o La semilla escondida, pero me parece recordar que no cumplían a cabalidad con los códigos de la telenovela. Porque Sol de Batey y Tierra brava nunca consiguieron seducirme, a pesar de sus indiscutibles y parciales aciertos.
En cuanto a la peor película del patio, ¿cuál sería?
Muy reñida esa competencia, pero no tiene mucho sentido aplicarnos la diatriba autodestructora. Bastantes problemas tenemos.
El cine nacional, en su conjunto, está precisado de más cariño, comprensión y complicidad por parte de los críticos nacionales. Leo cada cosa en estos días que me desalientan por completo. Y no estoy aupando la complacencia ni la tibieza, pero he visto criterios tan descalificadores, y hasta irrespetuosos, que realmente me da pena, más por el crítico que por el criticado.
Tu actor y tu actriz del pasado.
Qué sé yo, tantos…
He descubierto intérpretes extraordinarios en cualquier país. Elena Solovei, Isabelle Adjani o Kristina Janda me parecieron siempre tan eximias como Glenn Close o Jessica Lange.
Anatoli Solonitsin o Daniel Olbrychski tendrían mucho que enseñarle a Robert de Niro, que es seguramente el mejor actor norteamericano de todos los tiempos, aunque últimamente se empeñe en hacer las peores películas que puede.
“He censurado todo lo que debo censurar, y seguiré haciéndolo”
Ciertas preguntas a Lourdes González Herrero, poeta, narradora y directora de Ediciones Holguín.
¿Y del presente?
Hay muchos y muchas. Es una lista que cambia, como mínimo, todos los años. Solo puedo asegurarte que en esa lista ya no está, hace tiempo, Meryl Streep, aunque gane veinticinco Oscars consecutivos. Y no es un problema anti-Oscar, porque en mi preferencia siempre estuvo y estará Daniel Day Lewis y Gary Oldman.
Le decía el crítico de cine colombiano Luis Alberto Álvarez al realizador Luis Ospina: “Mientras más compleja sea una película, más complejo se vuelve el público. Es el cine el que hace a su público y no al revés”. ¿Qué piensas al respecto?
Estoy de acuerdo en un cincuenta por ciento. Es cierto que el cine hace a su público, pero este último también “fabrica” películas en su mente. Nadie recuerda una película como es, sino como la reinventó en su imaginación.
En el aula, en centenares de cine debates y grupos de apreciación, me sorprende siempre que hay algún espectador capaz de descubrir un detalle, un ángulo, que yo no había contemplado. A eso me refiero cuando digo que el público también hace sus películas.
¿Qué es el cine para Joel del Río?
Magia, conocimiento, emoción y verdad, a veinticuatro fotogramas por segundo. Una buena película, e incluso no tan buena, me permite soñar, viajar, comprender mejor la vida, conocer gente… No tiene precio.
Si alguien muy joven se te acercara para decirte que tiene pensado ser crítico de cine, ¿cuál sería tu consejo?
Que vea menos series y se despegue de las redes sociales y los juegos de video. Y que luego de leer como cincuenta novelas y obras de teatro imprescindibles, y ver por los menos cien de los clásicos de toda la vida, cubanos y extranjeros, y conocer la historia del arte anterior y posterior a la llegada del cine, solo entonces estará en condiciones de llegar a ser un buen profesional de la crítica.
Después, cuando ya logre expresarse con conocimiento y claridad, llegará el momento de empaparse por lo menos de los principales textos de teoría filmológica, y aprender siempre.
Esta es una carrera eterna, pues te quedas fuera, desactualizado y caduco, en un abrir y cerrar de ojos.
El aprendiz de crítico debe saber lo siguiente: decir si le gustó o no una película, de modo más o menos elaborado, es algo que está al alcance de todo el mundo; pero hacer crítica es otra cosa, muy otra, mucho más complicada y también más disfrutable. Y si no se disfruta el placer intelectual de poner en práctica la musculatura neuronal, no hay nada que hacer.
¿La crítica de cine es cosa de hombres?
Sobre feminismo y crítica cinematográfica cubana. Un diálogo con Mayté Madruga Hernández.