Jorge J. E. Gracia: “El diálogo siempre conlleva beneficios”

El profesor Jorge J. E. Gracia nació en Camagüey, en 1942. Sus áreas de trabajo e investigación estuvieron orientadas a los campos de la metafísica, la ontología, la filosofía medieval y la filosofía latinoamericana. Años más tarde, en 1960, emigró a Estados Unidos y a Canadá, donde estudió Filosofía en el Wheaton College (Massachussets), hasta alcanzar una maestría en la Universidad de Chicago y en el Pontifical Institute of Medieval Studies en Toronto, y un doctorado en la Universidad de Toronto. 

Gracia fue miembro de la American Philosophy Association, así como de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico. Destacan sus obras: The Fundamental Character of Metaphysics (American Philosophical Quarterly, 2014), Painting Borges: Philosophy Interpreting Art Interpreting Literature (SUNY Press, 2012), Forging People: Race, Ethnicity, and Nationality in Hispanic and Latino/a Thought (University of Notre Dame Press, 2011), Latinos in America: Philosophy and Social Identity (Blackwell, 2008). Publicó, además, With a Diamond in My Shoe: A Philosopher’s Search for Identity in America (SUNY Press, 2019) y su libro de memorias Cuba before Castro: A Century of Family Memoirs (Hamilton Books, 2020).

El profesor Jorge J. E. Gracia falleció en 2021. Esta charla tuvo lugar en 2016, como parte del Programa de Filosofía y Ética en Cuba, de la Universidad de Miami. 


Lo primero sería: ¿cómo llega Jorge Gracia a la filosofía? No siempre es una decisión fácil.

En efecto, no sé si habrá filósofos para los cuales la decisión de dedicarse a la filosofía haya sido asunto fácil. Ciertamente, para mí no lo fue, aunque estoy seguro que fue más fácil que para algunos otros. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la filosofía es una tarea sin fin, porque no da respuestas definitivas a las preguntas que hace. Lo más que se puede alcanzar son respuestas provisionales. En esto la diferencia con la ciencia y otras humanidades es enorme, es un verdadero abismo. Tomemos, por ejemplo, la medicina y la historia. 

He aquí el problema: existen muy pocas personas que puedan vivir desde la duda.

Está claro y probado que el tomar una aspirina al día ayuda a evitar un ataque cardiaco y que existen datos que la historia puede probar, como el hecho de que Napoleón fue emperador de Francia. Pero, ¿que existe en la filosofía que no se pueda someter a la duda? ¿Dónde está la tesis, la verdad que no se pueda poner en duda y con la cual estén de acuerdo todos los filósofos? 

Lo más cercano a la certeza en la filosofía son las reglas lógicas. Pero aun estas no solo se pueden cuestionar, sino que en efecto se han cuestionado en la historia de la filosofía. Incluso el tan conocido principio de contradicción se ha sometido a la duda. Y lo mismo ocurre con otra noción que hemos dado por sentada: la identidad. 

Claro, para muchos filósofos, dudar del principio de contradicción o de la noción de identidad es una locura, pero para otros no. En efecto, si somos honestos nos damos cuenta que no hay tesis filosófica, no hay conclusión a la que los filósofos han llegado, que esté establecida de tal manera que no se le pueda poner en tela de juicio. 

He aquí el problema: existen muy pocas personas que puedan vivir desde la duda. La duda es parte esencial del quehacer filosófico. Para otras, sin embargo, la ausencia de certezas los volvería locos. Aun muchos de los que desean practicar esta disciplina, no lo pueden hacer a fondo y sobreviven la ansiedad de la duda, por eso se decidan a la historia de la filosofía. Una cosa es saber que Aristóteles sostenía una teoría hilemórfica y otra, saber que la teoría es correcta. 

Esta razón explica la escasez de filósofos en Cuba. Pero no es la razón que ha hecho difícil para algunos filósofos como yo dedicarnos a la filosofía. Al contrario, en mi caso es precisamente esa duda la que ha funcionado como incentivo. El no poder saber nada con seguridad siempre me ha cautivado. Es algo así como el vértigo que experimentamos cuando estamos al borde de un precipicio. Nos llama, nos atrae, nos envuelve. 

Entre otros problemas que hacen difícil escoger esta disciplina está lo pragmático: los filósofos no ganan mucho dinero, de manera que tienen que hacer enormes sacrificios para tener una vida decente con sus familias. Es decir, sin preocupaciones económicas. 

Puede que sea el clima o la herencia de España o África, pero la filosofía no parece ser algo que la sociedad cubana aprecie.

No solo en Cuba, sino también en todos nuestros países latinoamericanos sufrimos ese mal, el ser filósofo involucra una situación económica que siempre es difícil. Los salarios son miserables y las condiciones de trabajo deplorables, por lo que nuestros colegas en América Latina tienen que pasar el tiempo no filosofando, sino dictando clases en escuelas secundarias y otras instituciones. 

Me acuerdo bien que en Cuba mis pobres profesores de Filosofía en el último año de bachillerato enseñaban en varias escuelas, incluso algunos que tenían codiciadas posiciones universitarias. El que hubiera pocas universidades en Cuba donde se enseñaba Filosofía empeoraba la situación. 

Esta razón, sin embargo, tampoco me auyentó de la filosofía. La muerte de mi padre me dejó en una posición económica suficientemente holgada que, si hubiera adoptado la Filosofía como carrera, hubiera podido vivir bien sin tener que correr de escuela en escuela dando clases a chicos que hubieran preferido emplear su tiempo jugando a la pelota. 

Otra razón que ha dificultado el desarrollo filosófico en Cuba es el temperamento del cubano. Puede que sea el clima o la herencia de España o África, pero la filosofía no parece ser algo que la sociedad cubana aprecie. Ha habido filósofos en la Isla, pero no han sido muchos y los que ha habido se han dedicado a las ramas más literarias de la disciplina. Es más, a los filósofos no se les aprecia como se aprecia a los médicos, abogados, ingenieros y otros profesionales. 

No es raro que cuando le pregunten a un niño qué quiere ser cuando crezca, lo primero que diga es que quiere ser médico. Y cuando el caso es como el mío, en que hay una tradición de médicos que se remonta por varias generaciones, la presión para serlo es aplastante, de manera que la inclinación hacia la filosofía generalmente pierde. Esta razón jugó un papel importante en mi decisión en contra de la filosofía, pero no fue la única. Otra muy importante fue mi interés en otras materias, como la psicología y el arte. 

Aquellos que tratan de circunscribir este deseo por razones ideológicas, culturales o personales, eventualmente no podrán impedir la marcha triunfal de la filosofía.

Resulta interesante lo que planteas sobre las razones en torno al temperamento y las herencias, pero habría que agregar a estas herencias también la prevalencia de un sistema totalitario que ha encapsulado el universo intelectivo cubano. Pero de eso hablaremos más tarde. Yo quería preguntarte ¿cuáles podrían ser las fronteras, en caso de que existieran, de la filosofía contemporánea?

Es una característica esencial de la filosofía el no tener fronteras. Su tarea fundamental es integrar todo el conocimiento para encontrar un sentido del todo y, como el conocimiento no tiene fronteras, la filosofía tampoco las puede tener. Esto hace de ella una empresa intensamente cautivante. 

Las ciencias y las artes funcionan como si tuvieran fronteras. El químico no estudia el mundo desde un punto de vista psicológico. Para eso está la psicología. Los límites y fronteras de las disciplinas están demarcadas por el objeto que estudian y tratan de comprender. La psicología estudia los estados mentales. La sociología, los fenómenos sociales. La historia, los hechos del pasado. La geología, los fenómenos geológicos. Y así sucesivamente. 

Hay casos en que las disciplinas cruzan sus fronteras para comprender el objeto que investigan, como pasa con la física, que depende de las matemáticas y la psicología, que estudia no solo la mente sino el cerebro también. Pero los objetos de estudio imponen ciertos límites a tales objetos. Por ejemplo, ni la física ni la geología estudian los fenómenos mentales. Y los objetos que ellas estudian también determinan hasta cierto punto el método que las disciplinas emplean. El método del historiador implica la investigación de los hechos pasados, incluyendo los documentos que existan, lo cual lleva al historiador a examinar archivos y documentos que narran el pasado, y esto contrasta con el método del químico, porque este no tiene que ver con el estudio de tales documentos. 

En resumen, el objeto de estudio de una disciplina determina el método de cómo proceder y estudiar, al mismo tiempo que establecen los límites y fronteras de las disciplinas. Pero el caso de la filosofía es diferente, porque en su búsqueda de la integración del conocimiento humano no se restringe a un objeto determinado y excluyente, sino que trata de abarcar todo lo que el ser humano entiende o pueda entender. Esto también afecta su método, que integra los métodos de otras disciplinas, en cuanto trata de entender los resultados de ellas. 

El peligro, como bien lo notas, es la globalización, porque funciona de dos maneras. De una manera abre puertas y de otra las cierra.

Lo cual no quiere decir que no haya límites y fronteras en la filosofía, pero son impuestos por los practicantes de la filosofía por razones ideológicas, culturales o personales. En efecto, ciertos filósofos limitan la filosofía a temas epistemológicos o metafísicos. Otros solo tratan de temas éticos o políticos, porque quizás comiencen con premisas que establecen que otros temas no tienen salida o no son prácticos, o están viciados por intereses personales o institucionales. 

Un caso muy común en nuestro mundo es la manera en que los filósofos analíticos y los continentales conciben la filosofía, así como la circunscriben al estudio de ciertos fenómenos y la desarrollan a partir de ciertos métodos que son muy diferentes. Algunos filósofos conciben la filosofía de forma muy diferente a como la conciben otros. La filosofía china, por ejemplo, es muy diferente a la filosofía medieval por razones culturales que imponen a la disciplina límites y fronteras diferentes. Y otros filósofos circunscriben la filosofía a ciertos parámetros por sus intereses personales, como son los religiosos o científicos.

Todo esto se ve claro en la plétora de diferentes filosofías que se practican en el mundo actual y en las polémicas y críticas entre filósofos que favorecen diferentes concepciones de la disciplina. Ahora bien, esto, claramente, apoya mi tesis de que la filosofía per se no tiene límites y fronteras definitivas. Si las tiene en un momento determinado, son impuestas por los filósofos mismos. Lo cual nos lleva a concluir que no tiene límites y fronteras aplicables universalmente. 

Lo curioso es que en su respuesta subraya la búsqueda de la unidad. Yo lo he llamado la totalidad, una totalidad de la cual partieron un día el pensamiento y el lenguaje. Con respeto a este mismo carácter de las fronteras, ¿qué futuro tiene la filosofía si tenemos en cuenta que las fronteras de los saberes —hasta ahora disciplinares— se han disipado y comienzan a transgredirse y generar visiones globales y complejas? 

El futuro de la filosofía es de inmensa riqueza. El hecho de que muchas disciplinas han tenido que reconocer el aporte de otras, indica precisamente lo que he estado diciendo, que no hay ni fronteras ni límites para la filosofía. Y esto, a su vez, abre las puertas a un sinfín de pesquisas y derroteros de investigación. 

El mundo se convierte en un espacio en el cual crecen ideales inspirados por la intolerancia e implementados por el terror o el ansia de poder, a su vez alimentados de ideas irracionales sobre el ser humano y teologías primitivas.

Como era de esperar, no hay un acuerdo total sobre el tema. Algunos filósofos piensan que esto es un desastre, en cuanto implica que la manera en que ellos conciben la disciplina sería desafiada para poder abrir las puertas a nuevos derroteros de investigación que ellos ignoran. Pero no creo que puedan parar el desarrollo abrumador de una filosofía ampliamente concebida. Así como ciertos científicos aferrados a pensamientos arcaicos no han podido parar el desarrollo de las ciencias, porque el ser humano quiere conocer y quiere entenderse. En efecto, no lo pueden evitar. Y aquellos que tratan de circunscribir este deseo por razones ideológicas, culturales o personales, eventualmente no podrán impedir la marcha triunfal de la filosofía. 

Ser humano quiere decir, querer conocer. Como diría Aristóteles, el ser humano es por naturaleza curioso y no hay nada que pueda parar esta curiosidad indefinidamente. Habrá momentos en la historia humana en que se organizarán intentos de parar ese deseo, o extinguirlo; pero su extinción nunca ocurrirá porque la curiosidad es parte de nuestra esencia. 

Podríamos entonces decir que los límites o fronteras son elaboraciones a priori que responden a modelos culturales e ideológicos. Pero si tenemos en cuenta lo anterior, ¿no estamos afrontando un nuevo reduccionismo desde la globalidad o estamos abordando los procesos y fenómenos del mundo contemporáneo desde nuevas estructuras epistemológicas

Cerré la respuesta a la pregunta anterior con una nota optimista. El optimismo está fundado en el crecimiento del saber humano, en el hecho de que hoy en día hay más filósofos en el mundo que en ninguna otra época de la historia humana y en que es parte de nuestra naturaleza investigar. Esto no quiere decir que la tarea sea fácil. 

En efecto, hoy estamos encarando un peligro más serio que ninguno otro que hayamos tenido que encarar en el pasado. El peligro, como bien lo notas, es la globalización, porque funciona de dos maneras. De una manera abre puertas y de otra las cierra. Por ejemplo, los grupos racistas que florecían en ciertos países, pero se mantenían al margen de otros, ahora, a través de la globalización y el Internet, tienen campos de acción que no tenían anteriormente. Más alarmantes todavía son los grupos de resentidos con ideologías religiosas fundamentalmente, que usan los medios de comunicación para propagar sus ideas nefarias. 

El filósofo tiene que considerar seriamente el pensamiento de aquellos que considera más opuestos a sus propias tendencias metodológicas.

Entiendo lo que me dice, pero me estaba refiriendo más bien a que, precisamente, esa vocación por la unidad, por la búsqueda de una percepción abarcadora, eso que he llamado “totalidad”, ¿no estará generando un “retorno al origen”, no se estará “regresando” a una “unidad” donde no “existían” parcelaciones de pensamiento y lenguaje? Un origen donde la unidad de los procesos era su sello. Recuerdo que Anaximandro de Mileto hizo referencia al precio que iba a tener que pagar la civilización por tanta fragmentación y que, una vez consciente de ello, se iba a producir un retorno a las estructuras primordiales establecidas en la unidad. 

En efecto, vemos muchos eventos que son signos del deseo de retornar a estructuras conceptuales más simples en las que lo importante es que yo tenga poder y tú no. A diario, las noticias están repletas de eventos que muestran el crecimiento de la intolerancia de otras ideologías y credos, y de intentos de suprimirlas a toda costa. El mundo se convierte en un espacio en el cual crecen ideales inspirados por la intolerancia e implementados por el terror o el ansia de poder, a su vez alimentados de ideas irracionales sobre el ser humano y teologías primitivas. Naturalmente, en un medio como este, el conocimiento y la filosofía sufren como resultado. 

Pero hay otra cara de esta moneda. Y es la sustentada por el deseo de libertad y de verdad. Sí, hay grupos siniestros que buscan apagar las luces de la filosofía, pero hay otros que pagan el precio necesario para que no se apague la ciencia, el arte y nuestra disciplina. 

¿Qué futuro tiene la producción filosófica más allá de la circulación en ámbitos académicos? 

La filosofía nació en las plazas de Grecia, bajo los árboles del continente indio, y en la necesidad de proveer administradores capaces de gobernar las sociedades del Este asiático, y no en un ambiente fundamentalmente académico, porque no responde solo a un deseo de saber y conocer, sino también a un deseo de integrar el conocimiento total del ser humano. Y esto la abre a todos los ámbitos de la experiencia humana. A pesar de que revela un aspecto académico, no es solo la academia la que alimenta este sentimiento y deseo, aun cuando frecuentemente sea el ámbito preferido y mejor explotado para su práctica. 

La filosofía no nació en un ambiente fundamentalmente académico, porque no responde solo a un deseo de saber y conocer, sino también a un deseo de integrar el conocimiento total del ser humano.

Más importante para su futuro son los temas que explora, antes que el ámbito donde se practique. Porque, además de temas técnicos de lógica y metafísica, por ejemplo, la filosofía explora cuestiones que no son particularmente académicas y que tienen que ver con la vida diaria. Un tema como la muerte, que es tan central al ser humano, no es un tema académico en particular. Es un tema que vive tanto en las aulas académicas como en la calle. 

Lo cual me lleva a pensar que, a pesar de los ataques en contra de la filosofía —que no sea práctica, que no resulte en acuerdos, y que continúe tratando de temas que ya se han elaborado por cientos de años sin éxito— y la rivalidad de sus hijas —o sea, de las ciencias—, siempre habrá un espacio para ella. Y esto porque su espacio está en nosotros mismos. Somos nosotros, y nuestra esencia y naturaleza, como sugerí anteriormente, la que hacen de la filosofía una actividad inmortal. 

La filosofía debe ser entendida como una concepción total, según usted mismo ha afirmado. Sin embargo, las ciencias —antaño disciplinares— han comenzado a construir visiones más integrativas y complementarias, a diferencia de la filosofía o de cierta filosofía reduccionista o reducida a sentidos analíticos y lógicos. ¿Qué valoración tiene usted al respecto? 

Sin duda. Las ciencias reconocen más y más que no pueden progresar en su búsqueda del saber sin explorar metodologías diferentes, sin tomar en consideración la información que nos proveen todas las ciencias y todos los derroteros que usan los humanos para encarar su ambiente. Pero su carácter interdisciplinario no implica que haya que abandonar el aporte de las ciencias, las humanidades y el arte. Al contrario, ese carácter le hace entender que la concepción estrecha de lo que nos lleva al conocimiento y a la verdad tiene que hacerse amplia y ser no discriminatoria de ciertas metodologías particulares. 

No es cuestión, entonces, de rechazar el aporte de la lógica y técnicas analíticas que algunos de los continentales prefieren. O al revés, como hacen algunos analíticos, rechazar la metodología de los continentales. Tanto los que rechazan los aportes de la filosofía analítica, como los que rechazan los aportes de la filosofía continental, cometen un grave error toda vez que cierran las puertas a derroteros útiles. Y las cierran en muchas oportunidades por razones ideológicas. El filósofo no puede decidir a priori rechazar una metodología particular. Al contrario, tiene que abrir puertas y explorar lo inexplorado. En efecto, aun más que eso, tiene que considerar seriamente el pensamiento de aquellos que considera más opuestos a sus propias tendencias metodológicas. 

Todo tipo de hegemonía en el conocimiento es un error.

Después de todo, si hay seres humanos que están tan convencidos de lo que creen y practican, será por alguna razón. Es parte de la tarea del filósofo examinar esas convicciones en caso de que contengan soluciones que no se le hayan ocurrido al filósofo, precisamente porque sus gafas de ideologías no le permitan verlas. 

Sobre lo anterior, ¿podríamos hablar de una producción filosófica más allá de lo analítico si tenemos en cuenta que lo analítico se ha presentado desde un hegemonismo conceptual y/o simbólico? 

Hablar de una producción filosófica más allá de lo analítico me parece correcto, porque la filosofía tiene que integrar lo no-analítico de alguna forma, pero no quiere decir que haya que eliminar lo analítico. Todo tipo de hegemonía en el conocimiento es un error. Lo cual quiere decir que hay que cuidarse del rechazo tanto de lo analítico como de lo continental. Así como un conocimiento que integre al aporte de la filosofía y el arte, por ejemplo, está más allá tanto de lo analítico como de lo continental, y de cualquiera otra corriente filosófica. 

¿Qué lugar ocupan en la producción filosófica contemporánea visiones no continentales de la filosofía?

Todo tipo de filosofía abre panoramas importantes. El énfasis en la lógica, la filosofía de la ciencia, y similares tópicos técnicos son esenciales para el desarrollo del conocimiento humano. Si se rechazan, como hacen muchos continentales, el filósofo pierde mucho de lo que necesita. Acordémonos que una de las tareas fundamentales de la filosofía es integrar el conocimiento humano. ¿Para qué serviría una filosofía que rechaza el estricto análisis de los conceptos y de los métodos que necesitamos para hablar de y desde las ciencias? 

En Cuba solo hay un positivista serio, Enrique José Varona, y no existen corrientes filosóficas o escuelas que se puedan considerar seriamente como “científicas”.

Quiero preguntarle ahora sobre filosofía cubana. En el acápite III del texto “Filósofos”, que forma parte del libro Identity, Memory, and Diaspora y en el que usted figura como uno de los editores, hay un conjunto de textos —casi todos entrevistas— donde se abordan algunos aspectos relacionados con una producción filosófica cubana en el exilio. En uno de los pasajes, usted sugiere que la historia de la filosofía cubana entendida en este sentido es muy limitada. ¿Podría abordar con más detalles cuáles serían estas limitaciones?

La idea de la filosofía como ciencia ha sido una de las constantes más importantes en la historia de la disciplina, comenzando con los griegos, floreciendo con los medievales, desarrollándose con los modernos, incluyendo a los positivistas y continuando en corrientes filosóficas de nuestro tiempo, como la analítica. 

En Cuba solo hay un positivista serio, Enrique José Varona, y no existen corrientes filosóficas o escuelas que se puedan considerar seriamente como “científicas”. Los filósofos cubanos han sido en gran parte literatos, para los cuales la filosofía no es una ciencia, sino más bien un arte. En muchos de ellos se disipa la diferencia entre filosofía y literatura. Y, a pesar de que algunos desarrollaron ideas filosóficas brillantes e innovadoras, hay muy pocos que han tratado de aportar un pensamiento filosófico que se pueda llamar científico. 

A lo que habría que agregar la reducción al marxismo, no como filosofía sino como ideología política. La reducción al marxismo ha lastrado sustancialmente el desarrollo, o mejor, la intencionalidad en torno a la filosofía. Esto explica —tomando como referencia una de sus ideas— la prevalencia de historiadores de la filosofía, en detrimento de filósofos propiamente dichos. ¿Qué papel podría jugar la filosofía en el cambio político en la Cuba contemporánea y futura? 

Si la filosofía se considera la búsqueda de la verdad y de la integración del conocimiento humano, esto haría posible una apertura entre los que la practican dentro y fuera de Cuba. Desgraciadamente, no tengo muchas esperanzas al respecto, pues la filosofía en Cuba no tiene ese fin del que hablo. 

El diálogo siempre conlleva beneficios.

La filosofía en Cuba hoy en día parece ser más bien una ideología política que dirige su curso en base a principios y reglas que preceden la búsqueda y discurso filosófico. En este marco, los filósofos no pueden salirse de los rieles que un órgano político, como el Partido Comunista, establece. Naturalmente, esto es una función del programa político del castrismo. Pero mientras no haya espacio intelectual en Cuba para pensar y criticar libremente, sin tener que adherirse a principios preestablecidos, la filosofía ni podrá florecer ni jugar un papel en el cambio político. 

Por otro lado, es posible que se puedan establecer tópicos de discusión y diálogo que no requieran parámetros tan rígidos de parte del régimen, de manera que haya la posibilidad de encontrar puntos de contacto que sirvan para entablar una relación útil, pero hasta hoy ha sido muy difícil encontrar esos asideros. El diálogo siempre conlleva beneficios. No hay, por lo tanto, que ser tan negativo con respecto el futuro de la filosofía cubana. 

Además, hay que tener en cuenta que el aislamiento intelectual de Cuba ha creado en la Isla un deseo fuerte de unirse al mundo intelectual extranjero. Y ese deseo podría operar como catalizador para entablar comunicación y crear terrenos fértiles de cooperación. La filosofía es tan fundamental que es posible que las cercas que separan a los cubanos de Cuba y los que residen en el exterior se puedan socavar en un intercambio filosófico, de la misma manera en que la música lo ha hecho. 


© Imagen de portada: Jorge J. E. Gracia.




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Bálint Magyar: How does the Post-Communist Mafia State work?

Ladislao Aguado

“Why do I call it a Mafia State? Because decision-making occurs outside formal organizations and institutions: that is, it is linked to clans, power groups, military structures, business agglomerates, etc., and because this situation, added to the monopoly of political power, turns the State into a criminal organization”.