“Me hace bien quererme”

Marcela García Olivera es una joven actriz cubana que nació en la ciudad de Holguín en 1984. Desde que decidió que su vocación era el teatro, con solo catorce años, viajó a La Habana para ingresar la Escuela Nacional de Arte (ENA) y allí se quedó a vivir para siempre. Después de graduarse en 2003, se presentó también a las pruebas del Instituto Superior de Arte. Las aprobó y alcanzó el nivel superior del perfil de Actuación en 2008, interpretando a María Estuardo como parte de la puesta en escena homónima, en el Teatro Hubert de Blanck. 

Esta compañía teatral ha sido vital en la carrera de Marcela, no solo como actriz sino también como directora. Entre sus recuerdos más preciados está haber sido dirigida por Berta Martínez en varias ocasiones, una de ellas justo en su graduación de la ENA con la obra La verbena de la paloma; también haber participado en el último espectáculo que dirigiera el maestro Abelardo Estorino antes de morir.

En 2007, Marcela dirige junto a Fabricio Hernández el espectáculo infantil El Mago de Oz, versión del propio Abelardo Estorino. Sería la primera experiencia de dirección, a la cual se sumaron alrededor de cuatro obras más. 

En el año 2014 viajó a Angola como parte del equipo de profesores del ISA destinados a fundar una universidad de arte, a través de un convenio bilateral. Además de sus clases de Actuación y Expresión Corporal, Marcela se enfrascó en organizar el primer Festival de Teatro de la recién fundada institución, se nombró Rivalta. Para ello contó con el apoyo de un grupo de profesores cubanos y angolanos, y sobre todo de sus propios estudiantes. 

A la par, siguió desarrollando su carrera de actuación y dirección de manera independiente, apropiándose creativamente de todo lo que Angola como país le entregaba e incursionando en experiencias relacionadas con el performance como género experimental. Como colofón de este proceso surge el monólogo El enano en la botella, estrenado en Angola en 2016.  Al regresar a Cuba, un año después, lo presenta nuevamente y gana el Premio Caricato 2017. 

Actualmente, Marcela se define como artista independiente porque, aunque sigue colaborando con varias compañías teatrales, no pertenece a la nómina de ninguna de ellas. Ha comenzado a explorar otras formas de hacer teatro vinculadas a formatos digitales y al lenguaje audiovisual, con el patrocinio de proyectos independientes como el Observatorio de Género Alas Tensas o el Grupo Ánima. 

A través de estos trabajos más recientes, ha visto la necesidad de dialogar de manera diferente con los textos dramáticos, usándolos como punto de partida para forjar espectáculos a medio camino entre varios géneros y donde la libertad del actor-performer es el centro. Para Marcela, cada obra enfocada desde esta metodología forma parte de un proyecto de investigación personal a largo plazo, cuyos horizontes apenas comienza a vislumbrar. 


Germen

Todo comenzó con una serie de ideas/imágenes que emergieron en el período de la pandemia. Permanecer en su casa con su pareja y su pequeña hija, Sofía, durante tantos meses, la hicieron volcarse sobre lo básico de la vida familiar, de las relaciones humanas, pero principalmente sobre sí misma. Al ser actriz, esas ideas vinieron a su mente en forma de situaciones concretas, situaciones simples y a la vez poéticas, como si verso y acción se unieran en una sola cosa y aparecieran ante sus ojos como cápsulas visuales donde era ella la protagonista. De esas ideas surgen una serie de audiovisuales breves de matriz teatral, fotografiados y editados por la realizadora Gretel Marín Palacio. Titularon a la serie Germen, justo porque ya nacían estos videos como parte de un proceso mayor de autorreconocimiento y de búsqueda. 



Frame de la serie de videos Germen (2023) / Foto: Cortesía de Marcela García Olivera.


Lo primero que salta a la vista es la peculiaridad del proceso de trabajo, el cual invierte un poco el esquema habitual de partir de la obra teatral para luego documentarla, más o menos literalmente. En este caso ambos procesos son independientes, pero sin dudas la creación de los videos sirvió de base para la puesta escena, e incluso para la propia investigación que no ha terminado y para la que los videos serían como una especie de trabajo de campo. 

El espectáculo teatral también nombrado Germen, más apegado a las premisas y lenguaje del performance, explora la relación entre cuerpo, naturaleza, humanidad, siempre desde la inmersión en la sensorialidad de la propia Marcela. Sin dejar de ser un ejercicio sumamente íntimo, los textos breves de su autoría son el hilo de Ariadna para guiar al espectador, y a ella misma, hacia la contemplación y la acción. Estos textos, más que historias son mantras y como tales llamaban a ser replicados. En la puesta en escena, junto a los citados audiovisuales que resultaron del trabajo con Gretel Marín, también se rescataron videos filmados por Amilkar Feria mientras ambos artistas estuvieron viviendo en Angola. 

El espectáculo, aunque independiente, se estrenó en la sede de la prestigiosa compañía teatral El Ciervo Encantado, los días 8, 9 y 10 de marzo de 2024.

La serie de audiovisuales estuvo patrocinada por el proyecto Ánima, creado en el año 2019 pero que rescata la labor que un núcleo de artistas y curadores venían desarrollando desde hacía una década, aproximadamente. Ánima nace como colectivo para indagar en el proceso de la construcción de la memoria en Cuba, llevando de forma paralela pequeñas investigaciones personales y dinámicas grupales de acompañamiento y socialización. La pandemia también significó un límite para los eventos públicos previstos por la iniciativa, por lo que muchas de las investigaciones y procesos creativos se canalizaron a través de la publicación de libros, catálogos de artistas y materiales audiovisuales.

Al preguntarle a Marcela sobre su colaboración con el equipo de coordinación de Ánima, respondió:

“El proyecto de Ánima lo conozco desde sus inicios, si mal no recuerdo en el 2019. Mi pareja, Amilkar Feria, formó parte del colectivo desde el inicio como artista visual y pudo desarrollar sus propuestas de creación e investigación, algunas concretadas en libros de artistas, con el apoyo de esta plataforma. Pero luego la perdí un poco de vista. La misma necesidad de expresión libre me había llevado a colaborar con la revista Alas Tensas para la publicación de una serie de video-teatro que titulé Demarcación. Fue su directora, Ileana Álvarez, la que me habló de la convocatoria que se lanzaba desde Cultura Democrática. Me informé de todos los detalles y apliqué con toda la fe. Luego de ser elegida, la relación de trabajo fue de total colaboración y transparencia. Estoy muy agradecida por el respeto, la paciencia y la confianza”.

Germen terminó siendo un enlace entre diferentes proyectos independientes, espacios alternativos dentro de Cuba y la voluntad de libre expresión de artistas amigos, donde se destacan, además de la propia Marcela y la cineasta Gretel Marín, el artista visual Amilkar Feria, la música Noelia García. Nelda Castillo y Mariela Brito, anfitrionas de El Ciervo Encantado, también resultaron imprescindibles. Aunque el espectáculo teatral ya no está en cartelera, la actriz y directora está trabajando en una nueva propuesta que recorre un camino creativo semejante y que continúa extrayendo sentidos de la investigación dramática en curso. 

En el último de los videos se leen las palabras siguientes, que se nos antojan el cierre perfecto de esta introducción y una hermosa entrada para nuestra conversación: 

“Vuelve a mí.
Todo ocurre en el andar, 
Hacer consciente cada pisada
1, 2, 3, respiro, vuelvo a contar,
tú eres el lugar.

Soy mujer, y actriz, necesito encontrar un nuevo sentido al representar, he decidido dejar de esconderme detrás de mis personajes, ahora quiero exponerme, develarme, descubrirme, y sanar, en los extremos o en lo sutil de esas historias que cuento. 

Este proyecto trata de un viaje personal, de una exploración muy íntima que decido compartir; y de cómo traducir, siendo mujer y actriz, mi sensorialidad sobre la experiencia”.



Frame de la serie audiovisual Germen (2023) / Foto: Cortesía de Marcela García Olivera. 


Desde las primeras de líneas de la presentación del proyecto Germen hablas de un deseo irrefrenable de exponerte, de dar un paso fuera de tus personajes, de develar algo que estaba en la sombra. Y me llama la atención justamente porque usas la palabra miedo y la palabra escondida, “dejar de esconderme detrás de mis personajes”. En este sentido, tengo varias preguntas para ti: ¿Después de tantos años actuando y dando vida a personajes de todos los tipos, crees que los actores se esconden en los personajes, o que pudieran hacerlo, y qué reflexión a nivel antropológico, psicológico, o simplemente humano, te provoca tal reconocimiento, o inquietud?

¿Qué miedos son esos?

¿Quién es la que se devela en ese proceso que dio lugar a Germen? ¿Quién es Marcela García Olivera?

Creo que, en alguna medida, todos nos escondemos. Los actores “supuestamente” deberíamos ser más libres de esas sombras y miedos de las que hablo, pero puede suceder lo contrario.  Lo primero que aprendemos es que, para asumir cualquier personaje debes partir de ti mismo, de tu verdad. Debes disponer de tu sensorialidad, tus emociones y sensibilidad. Pero es difícil el camino para llegar a esa disposición honesta y luego saber qué hacer con ese estado de vulnerabilidad, porque casi siempre cuando eso logra aflorar, no es tan bonito. Es sorpresivo, asusta y normalmente nos enseñan a tomar prestado lo que funciona para nuestro personaje, pero no se indaga en lo hallado, no se profundiza en el propio actor. 

Encontrarse es una tarea personal, debía ser una constante en todos los seres humanos. Pero los actores desde muy jóvenes, por nuestra formación, nos venimos exponiendo en colectivo, lo mismo en una clase, en un taller o en los espacios de búsqueda para cada proceso creativo, y nos sentimos frágiles compartiendo esas sombras y esos miedos. Cuando uno va decantando lo realmente útil para el personaje, ¿qué hacer con eso que desechas? Esa parte de ti que afloró y que desconocías, eso que necesita ser escuchado, expresado; va quedando como una nube gris que comienza a perseguirte, te pregunta y se interpone en todo lo que haces. Personalmente, no me quedó de otra que observarme, confundirme y angustiarme, hasta llegar a ver que es imposible entender, analizar y sintetizar conductas humanas para expresarlas como arte, si no sé quién soy, si no me lo cuestiono constantemente.

 Yo diría que la técnica que aprendemos, esa que se construye a partir de los maestros, las experiencias de trabajo y los hallazgos propios, son el suelo que sostiene cualquier nuevo proyecto donde te pares. Las hojas que caen haciendo el colchón fértil que alimenta ese suelo son las vivencias diarias, el mundo espiritual, todo aquello de lo que te rodeas y lo que atraes. Pero lo que soporta y da estabilidad a ese suelo son las capas más profundas, las que no se ven. Casi siempre las desconocemos y da miedo bajar a descubrirlas, pero eso es lo que somos. Cuando te dedicas a interpretar personajes, sin querer conocer qué eres tú en verdad, conscientemente o no, te vas convirtiendo en otro personaje y terminas por esconderte.

Sobre la cuestión de los miedos, entendí que mi mayor miedo era mirarme, descubrir mi ser, hacerlo crudamente y con amor. No lo que yo creo ser, o lo que otros piensan que soy, y mucho menos lo que aparento. Tenía miedo a verme con ojos atentos e incisivos. Descubrir que temo mucho a la incertidumbre, a reconocer mis apegos y los escudos que formo para protegerme. A mirar de frente mi ira, saber de dónde proviene y a dónde me lleva. Miedo de asumir con responsabilidad mis acciones, todas, no solo las que solemos contar creyendo que ya están superadas. Descubrir que todo es finito. 

Hace algunos años, terminando de ver un documental sobre los agujeros negros, entré en pánico. Minutos después pude dirimir algunas ideas con mi pareja pensando que ayudaría en algo el intercambio, pero un profundo miedo sin aparente explicación se apoderó de mí. La sensación de vacío se me hacía insoportable y llegué a sentir ahogo. Recuerdo que trataba de pensar en otra cosa para encontrar un poco de tranquilidad o disimular lo mal que lo estaba pasando, pero aquello permaneció algunos días. Esa experiencia marcó un antes y un después, porque comencé a ser consciente de que justamente ese vacío que sentía era yo.

En el proceso de Germen se devela mi ser, que me pide en su silencio ser escuchado, observado, aceptado. Germen me viene acompañando hace algunos años y creo que dará lugar a otros estudios personales. Ha sido sorpresivo para mí, lo intuía, pero no lo veía claro, y seguir ese instinto sin precipitarme ha resultado un ejercicio difícil de concentración y entrega.

Marcela es esto que me ocurre ahora y que voy construyendo. Uno mismo es responsable de decidir lo que quiere ser, pero no ante los demás, es lo que quieres ser para ti. Y la sociedad nos enseña lo contrario, hace mucha presión y toma el poder de esa construcción que uno asume, al punto de que dejas de verte. Ahora, Marcela es mi espacio de duda, de reinvención, donde he decidido sentirme más a gusto. Me hace bien quererme.

En ese proceso de liberación que describes, recreas emociones y sentidos de la vida de otras personas, casi siempre mujeres. ¿Por qué esta decisión de hurgar y dejarte llevar por lo que significa ser mujer, y mostrarlo a todos?

Desde que quedé embarazada noté cómo se agudizó el estado consciente de todos mis sentidos, necesitaba experimentar lo sensorial sin que se impusiera tanto mi subjetividad. Normalmente suelo ser muy emotiva ante la vida, pues en esa etapa me asfixiaban aún más las emociones y procuré estar bien atenta para que no me empañaran la naturalidad con que se manifestaba cada trasformación en mí. Me encantaba y me asombraba como una niña con lo que ocurría con mi cuerpo, y eso nadie más que otra mujer podía comprenderlo, aún sin haberlo vivido. Ana, eres madre y puede que entiendas de lo que hablo. Sé que el período de gestación es muy particular para cada una, pero son más los puntos que nos unen en esa travesía. Por eso me sentí más cerca que nunca de las mujeres que han estado y están presentes en mi vida, que son muchas; se despertó una nueva capacidad para empatizar, para el entendimiento y el respeto. Creo que venir al mundo con la capacidad de gestar vida, decidas hacerlo o no, puedas hacerlo o no, es un superpoder que se manifiesta y solo depende de uno elegir como usarlo.  Y no sabría por qué, pero algo biológico, incluso animal, me hizo cuidar celosamente mi semilla, sobre todo cuidarla de mí. 

Ya mi hija tiene cinco años y el camino de la maternidad está siendo hacia adentro, un encuentro doloroso conmigo para sanar. Esto en gran medida condujo lo que ha sido Germen, la necesidad de enfrentar los miedos y exponerme tal cuál ante un público, fue un ejercicio poderoso y desgarrador.



Espectáculo Germen, sede de El Ciervo Encantado (2024) / Foto: Heidy Hidalgo Gato.


Me llama profundamente la atención el procedimiento que has seguido para concebir este espectáculo. Primero hiciste los videos y es de ahí que sale la puesta en escena propiamente teatral. ¿Puedes hablarme un poco de esto? ¿Es diferente el trabajo de una actriz al enfrentarse a la imagen? ¿Qué pasa cuando la imagen no es un resultado con fines documentales, cuando es inicio y no colofón, cuando no hay público entre quien actúa y la cámara? ¿Y qué pasa luego, en ese proceso de reabrir la narración que ya está en el video, para contarla encima de un escenario, cómo se interactúa con un texto de base que más que escrito, es visual?

Es muy agradable responder a tus preguntas porque me hace reflexionar sobre lo que ha pasado. 

Todo comenzó en los años de estancia en Angola, uno de los momento más atormentados y fértiles de mi vida. Me había desprendido por completo de la zona de confort en la que se desarrollaba mi existencia hasta ese momento: la casa de mis padres, el grupo de teatro donde trabajaba como actriz desde mi salida de la escuela y [donde] crecía como directora, y una larga relación amorosa en el mismo lugar. Llegué a ese contrastante país totalmente suspendida en el aire y, pasado un tiempo, comencé a registrar por escrito emociones recurrentes que me perturbaban. Luego esos escritos se tradujeron en acciones y finalmente, pasado un año y medio, de la mano de mi nuevo compañero Amilkar Feria, elegí lugares muy puntuales que dialogaban con aquello que estaba sintiendo y queriendo trasmitir, donde terminaron por manifestarse esas emociones como expresión sintetizada. Por esos días nos habían prestado una buena cámara y filmamos algunas escenas que no pretendían contar nada, más bien reflejar estados.  Fue una experiencia nueva y divertida que construimos juntos. En ese entonces me sirvió como terapia, un ejercicio personal que estuvo archivado en mi disco duro por más de 7 años con el título de PELI INCONCLUSA. Durante este tiempo acudía con frecuencia a ese material que, irremediablemente me hacía preguntas, y yo a él. 

La decisión de regresar a concluirlo, incluso sin tener una idea clara de lo que quería hacer, fue gradual; pero llegó el momento en que supe que ya debía materializar esa investigación. Escribí y borré mucho, me daba nauseas centrarme a concretar un camino, porque se trataba de mí, no era una historia ajena, no existía ningún personaje, solo debía continuar con esa indagación personal y estar segura de que deseaba compartirla.

A raíz de esa decisión hablé con mi amiga, la realizadora Gretel Marín, para que se sumara al proyecto, y su acompañamiento fue definitorio a partir de ese momento. Cuando nos sentamos la primera vez me escuchó atentamente, me hizo muchas preguntas y así continúo el trabajo, lleno de cuestionamientos oportunos, necesarios; todo fluyó levemente a nuestro tiempo, nuestra intuición y estado de ánimo. 

Cuando hablo de investigación lo hago con total conciencia. Entre Gretel, Amilkar y yo, se creó una especie de laboratorio. Claro que somos amigos hace muchos años y nos conocemos profundamente, cada experiencia de vida que hemos compartido ha fortalecido esos lazos, pero la creación estrecha las relaciones a otro nivel de compenetración, y tú sabes de lo que hablo. 

Antes de comenzar a filmar nos reunimos, vimos juntos los materiales, charlamos por horas de lo que veía cada uno en ellos y [sobre] qué caminos podían ser posibles. Luego, como acuerdo de nuestro primer encuentro, yo tuve un período de trabajo a solas, en el que escribí una descripción de lo que quería expresar con cada video, de propuestas de imágenes y sonidos que traducían mis sensaciones, posibles planos y objetos a utilizar, una selección de palabras, colores o situaciones que despertaban esa emoción en mí y ejercicios que exploré para abrir nuevos canales de expresión. La locación para esta segunda etapa sería en nuestras casas, con mayor peso en la casa de Gretel. 

Sin depender de esquema alguno, Gretel y yo generamos espontáneamente una rutina de trabajo. Siempre estudiábamos primero las imágenes que se habían grabado en Angola, leíamos todo lo que yo tenía escrito y debatíamos.  El momento de filmar surgía en medio del debate, ya fuera por claridad, por confusión o a modo de juego. Filmamos acciones precisas, algunas que nunca supe que ella las estaba grabando y otras que se nos ocurrían sin ninguna explicación. Grabamos respiraciones, posturas, momentos de catarsis traducidas en movimientos o sonidos. 

Su cámara comenzó a mirarme como un descifrador de sentidos. No era invasivo, era sutil su acercamiento, no me sentía observada más que por mí misma, a modo de estudio personal, realmente no asumí ningún papel en este proceso. Y es que esa observación de la que hablo era sin enjuiciamiento, porque logramos una libertad donde todo era posible, y en esa libertad encontrábamos la claridad de lo que debía quedar. Archivamos mucho material, visual, sonoro y de experiencia viva. Porque las confesiones, el café o el té, la comida, preparada casi siempre por ella mientras trabajábamos, los largos silencios, las pausas para pensar, el texto que escribí en cada sesión de trabajo para acompañar los videos, la difícil selección del título, exportar y comenzar a editar, investigar con el sonido, la imagen y la palabra; todo esto ocurría en el mismo espacio-tiempo. 

Fue una experiencia creativa de total empatía y apoyo. Amilkar, que había filmado todo el material de Angola, debió mantenerse en la retaguardia cuidando a nuestra hija Sofía y esperaba ansioso cada noche la muestra de lo que se iba finalizando. Sus criterios y recomendaciones eran justos y en total sintonía, una mirada imprescindible para el resultado final.

Lo que me preguntas respecto a la decisión de dialogar con los videos en la escena, se manifestó por la necesidad de compartir la experiencia, pero no lo pensaba así en un principio.  Lo imaginé dentro de una galería y es una idea que aún no desecho, pero como no se pudo concretar, acudí entonces al espacio más alternativo del teatro habanero, El Ciervo Encantado. Me pareció el lugar perfecto y por suerte me recibieron con los brazos abiertos. 

Encontrar la justa medida de lo que debía ocurrir en escena fue bien complicado. Era la primera vez que estaba en un escenario para exponerme sin interpretación ni construcción. Lo que ocurría era simple y contundente, no podía ser de otra forma. Los videos tenían la voz principal y, exactamente como lo dices, el texto visual es muy fuerte, precisaba un cuidado extremo en la selección de las acciones. 

En esta etapa fue importante la entrada de la música original que compuso mi hermana Noelia García, fue una construcción emotiva y mesurada. A la par que yo decidía y definía lo que ocurriría, ella componía. Pero fue inevitable, por suerte, que una entrara en el terreno de la otra, y eso aportó algo muy especial. El sonido se debía fundir con el silencio y con la acción para dar paso a la imagen, y así sucedió. 

Las manos de Nelda Castillo y Mariela Bejerano dieron el acabado al bordado final, el acierto y la delicadeza con que me ayudaron a hilvanar la propuesta hizo la diferencia. Encontrar el tiempo justo de la acción, concientizar la presencia y el despojo de la actitud escénica, para que ocurriera ese acto de fe, fue duro. Por momentos me sentía incómodamente desnuda y llegué a preguntarme por qué me estaba haciendo eso a mí misma. Terminó siendo un ritual que sucedía intercalado a la confesión de los videos.

Inicia justamente por la decisión de comenzar, luego soportar mi inestabilidad descubriéndome observada e intentar encontrar mi centro, gritar sin ser escuchada y liberar lentamente mi cuerpo del efecto de ese grito, cargar la tierra que piso y buscarme en ella, descubrir mis sentidos y mi cuerpo para dejarme llevar por él. Finalmente retomar el camino transitado, conducirlo, y una vez encontrado el centro, verter agua sobre mi cabello para regar la tierra a donde regresaré. Fue un ejercicio muy contenido que incluso resintió mi cuerpo. La mayor sorpresa que me llevé fue la reacción de los que asistieron, la conexión con lo que ocurría, las disímiles y sorpresivas lecturas que hicieron, más de lo que sintieron que de lo que podían entender. 

Al ver los cinco videos experimentales de los que partes, se puede reconstruir un camino que está guiado por tus emociones y tus sentidos. Podríamos decir que se narra desde la sensorialidad, pero estaríamos hablando de otras formas de narrar. ¿Qué podrías decir de esta relación entre emoción, sensorialidad y poesía presentes en Germen? ¿Usaste algún texto previo, alguna especie de guion para realizar los videos? ¿Resuena para ti?

Ya te contaba por ahí que suelo ser muy emotiva, eso por suerte rige gran parte de mi vida, pero también me entorpece. Y justamente las emociones desmedidas pueden matizar erróneamente nuestra sensorialidad. Lo que quiero decir es que todo partió de ahí, de traducir y liberar emociones recurrentes que condicionan mucho mis reacciones, poder entenderme, para descubrir zonas desacostumbradas y necesarias. 

Dice mi madre que desde pequeña yo disfrutaba mucho tocar y descubrir nuevos objetos, con peculiar devoción, literalmente me quedaba enternecida en la acción, y ahora creo entender que por ahí regulaba mi energía, que era y es, muy impulsiva. Los sentidos por sí solo trasmiten quietud, se trata entonces de encontrar el equilibrio entre lo que viene condicionado por los astros o la biología, con lo que necesitamos para compensar esa información que traemos. Esta búsqueda es para encontrar mi poesía, revertir las tristezas y procurar tener paz conmigo misma. La poesía está en la vida misma, en lo que amas, tu despertar puede ser poético si así lo decides, incluso en medio de la oscuridad. 

El guion fue el camino que se iba construyendo lentamente y se aclaraba con el tiempo. Pero el punto de partida trazó la pauta a seguir. Desde un principio se trató de estados emocionales reflejados en acciones, que narraban parte de mi mundo interior. 

En Germen estas aparentemente sola, sintiendo y exponiéndote en tu vulnerabilidad. Sin embargo, parece que estás acompañada, incluso que hablas con alguien, o que hay muchas voces implícitas. ¿Crees que esto tiene sentido? 

Que linda pregunta. No es algo que tenga muy consciente, por eso me encanta que me invites a pensar en ello. Es un diálogo conmigo, claro está, pero creo que en respuesta a esas muchas voces que hay en mí. Reconocer que están ahí cuando más me atormentan, aceptarlas y ver que mágicamente van perdiendo fuerza hasta poder escucharme yo. Incluso me percato ahora, que también le hablo a otras personas, a través de las cuales yo misma me he dañado, las libero, para asumir yo, la responsabilidad de mi bienestar. Cuando dejo descansar los videos y regreso a ellos, me sorprende el texto, es como si otra persona lo hubiera escrito para mí, y lo descubro con una ingenuidad que me emociona. 



Germen, sede de El Ciervo Encantado (2024) / Foto: Heidy Hidalgo Gato.


En Germen se hace evidente que estamos en presencia de un proceso creativo muy personal, íntimo, incluso. Sin embargo, a la vez se nota un trabajo colectivo muy cuidadoso, una especie de curaduría, más allá de quien grabó o editó las imágenes. ¿Puedes hablarme del equipo de trabajo? Y más que eso, ¿puedes del papel que otorgas al diálogo y a la creación colectiva dentro de cualquier proceso creativo?

En respuestas anteriores ya te he ido contando esa parte del proceso, pero siempre hay cosas nuevas que apuntar. Sobre todo, en la manera que lo enfocas ahora. Como sabes, en el teatro el trabajo es grupal, pero no siempre se puede llamar creación colectiva. Eso en gran medida depende de la disposición, del compromiso de ese grupo, y de la apertura y objetivos de quien lo dirige, para mí eso es lo más bello de hacer teatro. Y cuando dirijo me gusta sentirlo así. 

En todo el proceso de gestación y realización de Germen, el trabajo con Amilkar y con Gretel fue de creación en colectivo, no solo por su desempeño como artistas y lo que pudieron aportar desde su talento, sino también por la relación emotiva con una cuestión, que si bien es muy personal como dices, ellos la sintieron cercana. Justamente hablábamos hace poco, que la trasparencia para emitir un criterio, la escucha, la tolerancia a pensar diferentes, el respeto al espacio ajeno (mental y físico) nos unió y armonizó para que todo sucediera como debía ser. Y así continúo el proceso con el resto de los artistas que se fueron sumando. Me sentí muy acompañada. Creo que para todos cobró un sentido personal su acercamiento a Germen

Eres una actriz que ha trabajado por muchos años en compañías paradigmáticas del teatro cubano. ¿Por qué la decisión de realizar Germen fuera de ese circuito? ¿Qué valoración tendrías del llamado arte independiente y su importancia en Cuba?

En lo que me preguntas juegan varios factores. Lo primero es la necesidad de hablar por mí misma, de decir según mis inquietudes personales, y saber que es posible hacerlo. Hasta el momento en que partí a trabajar para Luanda, en mi compañía de teatro siempre dependí de un director, o de un grupo de personas y de necesidades colectivas, algo que disfruto, por ahí se canalizan y satisfacen muchas inquietudes también. Pero cuando descubres la soledad en la creación y logras llevar a cabo algún proyecto, no te separas del colectivo, sino que aprendes mejor tu función dentro de él. Sabes que puedes hacerlos también por ti misma, es decir, no dependes de otros y te unes o no según tus intereses. Encontrar esa libertad ha sido determinante para mí como artista. 

La creación independiente es imprescindible para cualquier sociedad porque las instituciones juegan un papel diferente, lo que no debería significar que una esté divorciada de la otra. Por suerte para mí, esta posibilidad de crear de manera independiente, incluso trabajando a la par en grupos de teatro, ha sido una constante en los últimos años. Por muchas razones, en Cuba es un tanto difícil mantener esa dinámica debido a limitaciones técnicas, a cuestiones burocráticas y, sobre todo, por la idea infundada de que todo proyecto independiente que pueda generar pensamientos divergentes o polémicos, en cualquier orden, es peligroso. Pero una vez que te despojas de ese peso, eres libre, y los caminos para que eso suceda comienzan a despejarse. 



* Esta entrevista es una colaboración de Anamely Ramos González para el Observatorio de Derechos Culturales (ODC).





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