La escritora ecuatoriana Melanie Márquez Adams es una de las voces reunidas en la antología Escritorxs salvajes. 37 Hispanic Writers in the United States, volumen que fue editado por Hernán Vera para la Editorial Hypermedia en 2019 y que marcará, sin dudas, un punto de inflexión importante en los acercamientos a la narrativa en español que actualmente se escribe y publica en Estados Unidos.
En Escritorxs salvajes aparecen tres ensayos breves firmados por Márquez Adams: “En el tiempo de los boardwalks”, “El color de los lagos” y “Colores de noviembre”. La autora explora un género literario que cabalga entre la crónica y la ficción, donde recrea un universo habitado por personajes que, como ella, hablan espanglish.
“En el tiempo de los boardwalks” describe Coney Island como un mundo casi fantástico, cuya particularidad es representar ese espacio para el ocio y la diversión que casi siempre faltan en la estresante vida estadounidense.
En “El color de los lagos” el discurso social de Márquez Adams se torna más directo: la protagonista de la historia es sometida a los prejuicios de sus compañeros de clase, quienes no creen que ella, debido a su apariencia latina, pueda llamarse Melanie.
“Colores de noviembre” es una estampa sobre el día de las elecciones presidenciales de 2016, cuyo inesperado resultado hace que los miembros de una familia de migrantes se cuestionen el impacto del suceso en sus respectivos futuros.
Y es que Melanie Márquez Adams se reconoce como una escritora latina con mucho que decir sobre su entorno. Cree en “esa literatura que nos hace sentir menos solos”, me dice. Y subraya:
“No quiero escribir cuentos que sean intencionalmente políticos o que caigan en moralejas, tampoco quiero que mi obra acabe aislada de mi tiempo y del entorno social que me perturba. Mis lectores merecen la máxima calidad literaria que pueda alcanzar con mi escritura, pero no quiero olvidar que, lo que conecta y lo que seguirá conectando con ellos son historias que van más allá del arte por el arte”.
Melanie Márquez Adams también es autora del libro de relatos Mariposas negras (Eskeletra, 2017) y editora de la antología Del sur al norte: Narrativa y poesía de autores andinos (El Beisman, 2017), y recientemente coeditó, junto a Gizella Meneses, Ellas cuentan. Antología de Crime Fiction por latinoamericanas en EE. UU. (Sudaquia, 2019), donde se reúnen las voces de 13 autoras, de diversas procedencias y generaciones, que escriben sobre asesinatos.
Partiendo de este último trabajo, iniciamos la presente entrevista para Hypermedia Magazine:
¿Qué las motivó a elegir la Crime Fiction para convocar a esta antología?
El Crime Fiction es una de las áreas de investigación académica de mi coeditora, Gizella Meneses. Ella notó que no existía un libro que recogiera la obra de autoras latinas o latinoamericanas que escribieran dentro de este género literario, y me contactó para explorar la posibilidad de embarcarnos en dicho proyecto.
Me interesó, sobre todo, la perspectiva desde la que decidimos acercarnos al Crime Fiction, solicitando relatos que reflejasen o explorasen de alguna manera conflictos sociales actuales de Latinoamérica y Estados Unidos.
¿Qué fue lo que más te sorprendió en tus lecturas al compilar este volumen?
Darme cuenta de cómo todas las autoras, con un estilo y voz muy propios, consiguieron llevar el género a un lugar fascinante.
Nuestras pautas para la convocatoria fueron breves y flexibles, porque buscábamos una interpretación fresca, diferente. Por lo tanto, resultó gratificante que los textos seleccionados captaran, desde lugares y acercamientos distintos, aquello que visionamos al empezar a trabajar en la antología.
Mi experiencia al coeditar Ellas cuentan definitivamente cambió mis expectativas sobre el Crime Fiction. Me encontré con un género que otorga un espacio muy interesante para explorar miedos y obsesiones de la vida moderna y del mundo confuso en que nos ha tocado existir.
¿A qué te dedicabas antes de la literatura?
Luego de obtener un MBA (Maestría en Administración de Negocios), trabajé varios años en el mundo corporativo. También dicté clases de administración de empresas y marketing.
A partir de una crisis existencial temprana, dejé atrás ese mundo. Me mudé a Tennessee, obtuve un Master of Arts enfocado en Literatura y Adquisición de Lenguas Extranjeras, y me dediqué por un tiempo a enseñar español a nivel universitario.
¿Tu carrera como narradora coincide con tu emigración?
Totalmente. He sido una lectora empedernida desde pequeña; sin lugar a dudas esa fue mi mejor preparación para la escritura. Pero en la tranquilidad y el refugio que me ofrecieron las Smoky Mountains de Tennessee fue donde encontré mi voz narrativa, donde por fin pude sentarme a escribir con el objetivo de publicar.
Son tres o cuatro los países con hegemonía en el canon literario de América Latina. Esto no significa que no exista tradición literaria en el resto de los países, pero sí varía la visibilidad de los autores según su nacionalidad. ¿Te reconoces en tu tradición nacional?
Mi libro de cuentos fue publicado en Ecuador, y al inicio de mi carrera me pensé como escritora ecuatoriana y latinoamericana, pero no tardé en darme cuenta de que los temas sobre los que escribo, al igual que la forma en que los escribo, están ligados a mi vida como emigrante en Estados Unidos y a la realidad que percibo desde esta tierra. Por eso, desde hace tiempo, me considero una latina writer.
Con respecto a la tradición, te respondo con un dato curioso: el periodista Javier Izquierdo escribió y dirigió un falso documental llamado Un secreto en la caja, en el cual se explora la figura mítica de Marcelo Chiriboga, un supuesto representante ecuatoriano del boom latinoamericano. Se trata en realidad de un personaje ficticio, creado por Carlos Fuentes y José Donoso. En este falso documental (el cual recomiendo mucho, por cierto), Chiriboga regala un consejo a las nuevas generaciones de escritores ecuatorianos: que escribamos como si no tuviéramos un país.
Esa es la tradición en la que me reconozco.
Se dice que los autores latinos que llegan al público norteamericano son cada vez más aquellos que se gradúan de los programas establecidos de escritura creativa. Tú estás a punto de culminar tu Maestría en Escritura Creativa (MFA) en Iowa. ¿Cómo se ve la literatura desde ahí?
Para mí las etiquetas de “latino” y “latinoamericano” han sido manipuladas a tal grado que sus definiciones son completamente subjetivas. Pensando en autores latinos desde mi perspectiva, el comentario que haces es correcto.
Están, por ejemplo, Sandra Cisneros, Junot Díaz, Carmen María Machado, Justin Torres, todos ellos graduados de programas prestigiosos de escritura creativa. Pero si pensamos en autores latinoamericanos que destacan actualmente en el mundo editorial norteamericano (vía traducción), como Samanta Schweblin y Mariana Enríquez, el comentario no aplica ya que se trata de escritoras que no han pasado por un MFA.
Desde el MFA en escritura creativa en español de Iowa, la literatura está ligada al mundo editorial de Latinoamérica y España. Es un programa diseñado, mayormente, para satisfacer las necesidades de estudiantes y escritores internacionales.
Una oportunidad única que me ha ofrecido el programa ha sido el patrocinio de mi escritura, al otorgarme una beca para desarrollar un proyecto creativo. Sobre todo, el privilegio de tener un fellowship durante mi primer año me ofreció el tiempo y el espacio necesarios para que la creatividad fluyera. También tuve la oportunidad de contar con múltiples lecturas y perspectivas durante los talleres: el acceso a un feedback que me ha ayudado a pulir varios textos, y mi escritura en general.
Podrá sonar raro, pero siento que Iowa me ha hecho política. Enfrentarme al elitismo del programa, ser la única autora latina, han inspirado en mí una necesidad de leer y escribir literatura que busque conciliar el compromiso literario con el compromiso social.
Eso es algo que también debo destacar de mi experiencia en el MFA, ya que tanto Luis Muñoz, director del programa y profesor de los talleres de poesía, como Horacio Castellanos Moya, profesor de los talleres de narrativa, me han animado en esta exploración de mi identidad como U.S. Latina Writer. Ambos me han brindado su apoyo y el espacio para rebelarme en los talleres, para resistir, para expresarme contra aspectos del programa con los que no estoy de acuerdo. Los dos han dejado claro que mi voz es relevante, y eso es algo que siempre les agradeceré.
¿Qué sigue después de la Maestría?
Estoy trabajando en mi tesis creativa, una obra híbrida hecha cuentos, microrrelatos, y poemas en prosa, que espero publicar en un futuro cercano. Así es que si sabes de una editorial interesada…
Te cuento además que estoy en el proceso de publicar una colección de ensayos y no ficción con una editorial maravillosa. Pero prefiero no adelantar más. Soy un poco supersticiosa.
Escribes en español y en inglés. ¿Qué idioma prefieres para expresarte? ¿Consideras esta dualidad un reto o una ventaja?
No tengo una preferencia: ambos idiomas informan mi escritura. No lo veo como un reto en el proceso creativo, pero sí lo puede ser durante la etapa de edición.
En los talleres de Iowa, por ejemplo, he recibido comentarios acerca de cómo algunas frases en mis textos suenan “traducidas” del inglés. Mi primera reacción fue corregir. Esa preocupación se acabó cuando escuché a Lina Meruane compartir su experiencia con ciertos editores en Latinoamérica que han querido corregir su español “afectado” por el inglés, a lo que ella se ha negado rotundamente.
Vivo, pienso, siento y sueño en los dos idiomas. No puedo separarlos cuando percibo el mundo e intento describirlo. Y pienso que puede representar una ventaja, porque cuando escribo en inglés me doy permiso a ser más vulnerable, a equivocarme. Existe cierta desinhibición cuando escribo en mi segundo idioma: ya estoy mentalizada a que cometeré errores que serán corregidos en el proceso de revisión, y por lo tanto puedo cancelar a la Melanie editora durante el proceso creativo. Eso es mucho más difícil de conseguir en español.
También es cierto que mis lecturas más experimentales y extrañas son en mi segundo idioma y, por supuesto, eso influye para que mis textos escritos en inglés resulten más viscerales.
Tu libro de cuentos Mariposas negras ha sido calificado como una obra con elementos del realismo mágico.
Creo que la reseña a la que haces referencia proviene de un medio en inglés. Mi libro tiene tanto de realismo mágico como los cuentos de Cortázar. La audiencia norteamericana interpreta cualquier aparición de lo fantástico en la obra de un autor latinoamericano como realismo mágico. Quizás un par de cuentos de la colección evoca el género, pero no ubico mi obra en esa tradición.
Entonces, ¿qué estéticas afrontas?
Yo no busco, al menos no de manera intencional, una estética determinada. Escribir es la única manera que tengo de procesar el mundo, de descifrarlo. Disfruto el contraste entre lo cotidiano y lo extraño, ya que me ofrece un espacio interesante para explorar mis personajes y sus conflictos. A través de esta exploración no pretendo dar respuestas, más bien espero que mis lectores cuestionen aquello que los rodea, y que nunca dejen de hacer preguntas.
Librería
De la misma manera que en el nuevo milenio los géneros sexuales languidecen, por fortuna, lo mismo ocurre con los literarios. Esta antología incluye cuento, poesía, crónica, ensayo personal y novela. Muchos de los textos están felizmente contaminados de uno y otro estilo.
En el tiempo de los boardwalks
Melanie Márquez Adams