Una entrevista poco conocida a Lezama Lima



En julio de 1958, con motivo de la publicación por la Universidad de las Villas de su libro de ensayos Tratados en La Habana, el más importante periódico cubano de la época, Diario de la Marina, encarga al historiador Luis Gutiérrez Delgado que entreviste a José Lezama Lima.

El pedido viene de Gastón Baquero, viejo amigo de Lezama y Jefe de Redacción de ese periódico desde 1945. El “licenciado” Gutiérrez Delgado no es un gran periodista, pero ha llevado antes el suplemento de libros en El Mundo, atiende las páginas culturales de la Marina y tiene experiencia en el trato con escritores. Escribe también ocasionales reseñas donde exhibe esa condición un poco untuosa del periodista cultural que usa grandes palabras para adornar los lugares comunes de cierta cursilería (o “picuencia”, como diría un cubano de la época). Al final, el periódico dedicará página y media a la transcripción del diálogo, algo poco habitual en esa sección.

Hasta donde sé, esta entrevista ha sido ignorada en todas las recopilaciones sobre Lezama. No aparece, por ejemplo, en Así hablaba Lezama Lima, la antología de entrevistas hecha por Ciro Bianchi (La Habana, Colección Sur, Instituto Cubano del Libro/UNEAC, 2013). Quizás porque todo ese espacio, y el tono admirativo del entrevistador, no encajan bien con la idea posterior, fomentada por el propio Lezama, de una radical indiferencia pre-revolucionaria hacia su obra y el trabajo de Orígenes. Tampoco encajan, por cierto, con la imagen de un poeta asediado por inquietudes proféticas o atento a las hazañas de la oposición a Batista. En resumen: seis meses antes del triunfo de la Revolución, el más conservador de los periódicos cubanos presenta a Lezama Lima como el escritor más ambicioso de Cuba, aquel que ha logrado una consagración incuestionable y puede mirar por encima del hombro a sus predecesores y contemporáneos.

Las palabras del entrevistado refuerzan esa imagen: el escritor desliza varias ideas de su “sistema poético”, niega la validez de cualquier teoría generacional, suelta unos cuantos ramalazos contra la revista de Avance (prolongando a su manera la polémica con Mañach que había tenido lugar casi diez años antes) y defiende que la gran contribución cultural de Cuba al mundo no es, como podría pensarse, su música, sino su poesía. 

No hay en toda la entrevista el menor atisbo de malestar: Lezama parece bastante cómodo en el papel de poeta filósofo, mientras expone sus tesis sobre un pueblo “buscador de los hechizos que lo lleven de nuevo a oír la palabra de Dios” o “una gran tradición, que hasta ahora no puede ser otra que la católica”. Dentro de la lista de los dones de Orígenes, incluye la mención a Martí como embajador del alibi, la creación de la historia a partir de la imagen, pero las implicaciones de esa embajada no van más allá del mito compartido.

La entrevista, en suma, es interesante porque da fe de la capacidad de acomodamiento intelectual de Lezama, de su voluntarismo pero también de su indiferencia ante cierta actualidad política. Sirve, además, para redondear una anécdota contada por Eliseo Alberto Diego: en las Navidades de 1958, Lezama le dijo a sus amigos origenistas que él sabía, “de buena tinta, que hay Batista para rato”. 



Audaz tesis de Lezama Lima sobre la impronta filosófica del pensamiento nacional de Cuba

Lector: aquí te presento a José Lezama Lima, el poeta, el prosista, el hombre. En verdad, no debería ser yo el entrevistador, sino el entrevistado, porque el poeta tiene mucho de zahorí, entrevé la verdad profunda que hay debajo de la piel, extrae de lo confuso de las almas excelsas claridades.

Es largo el camino que conduce a la comprensión de la verdadera poesía, esa de que hablaba Baquero a propósito de la muerte de Juan Ramón Jiménez; esa que no puede ser expresada en palabras y que existe en estado puro, y que no admite otros elementos de composición, porque no se mezcla; no admite la promiscuidad.

La poesía, así comprendida, nada tiene que ver con el arte de la versificación; es informal y omnipresente, sobrenatural e inexpresiva. Quizás la mejor imagen de ella la dio hace tiempo Ángel I. Augier cuando aludía a la “algarabía del silencio”.

Lezama Lima nos va a confirmar el sentido esotérico del acontecer lírico; y de la urdimbre que forman las diversas manifestaciones del arte, saca sorprendentes consecuencias: el ser universal que comunica su secreto al ser individual. Y en esa interrelación del alma con las almas y del alma con las cosas, brota el secreto manantial poético donde sacian sus apetitos los ociosos, acuciados por la codicia de verse deslumbrados.

Y todo eso no tiene más trascendencia que la imagen que reproduce la superficie metálica de un pozo oscuro y hondo cuyas aguas se alumbran cuando sobre ellas se proyecta la luz: allí está la belleza oculta y solitaria, expectante. Sombría para los que solo ven con los ojos de la cara; luminosa para los que miran con los ojos del alma. En eso reside el misterio. Y privilegio de los poetas genuinos es el de iluminar las cosas profundas.

Lezama Lima es el poeta, que ejercita la calistenia intelectual cada vez que regresa de alguna exploración.

¿Cuál es el concepto que él tiene de la poesía? 

Helo aquí: 

—Poesía, poeta y poema, pueden ser, en las épocas de plenitud, vasos comunicantes. La poesía ha existido en extensos períodos históricos; sin embargo desde Virgilio hasta la aparición del Dante, no aparece un gran poeta; todo ese período medieval está lleno de grande y memorable poesía, las gestas de Carlomagno, las grandes catedrales, las cruzadas, engendraron maneras profundas y soterradas de poesía. No obstante, ningún poeta trabajó esa sustancia de verdadera creación, incorporándola a su obra. El poema es el testimonio del descenso o encarnación de la poesía en lo histórico, humano, o simplemente en la gran aventura del ser humano por expresar lo que en él es pura creación. El poeta es tan solo la posibilidad humana extendida entre el genio errante de la poesía y el sino.

Si esa es su opinión sobre la poesía, ¿cuál será la que tiene del poeta?

El poeta parte de una imagen del mundo. Trata de llevar esa imagen a la arcilla expresionable, a la materia que pudiéramos llamar angélica, o ansiosa de que el hombre la configure. Hay también la materia rebelde al sino, que huye del hombre, rehusada sutilmente por el poeta como el torero rechaza al toro malo, que no cuadra bien frente a la muerte. Esa imagen opera sobre la materia de poesía, por medio de la metáfora, es una operación sobre la sustancia propulsora del vislumbre de su devoradora finalidad. La función de la metáfora es dual. Actúa sobre la sustancia con irradiante claridad, intuye la melodía aclaradora de la totalidad del poema. La brusquedad de la participación metafórica está enclavada entre las dos claridades de que depende. La impulsión de la imagen, la imantación misteriosa de una melodía que se extingue.

¿Cree usted —pregunto a Lezama Lima— que el grupo de Avance fue continuador de nuestra tradición poética, o por el contrario, solo constituyó un accidente?

—El grupo de Avance fue una tendencia experimentalista, que devoró al arte de aquellos momentos. Pero en su tubo de ensayo la reacción del verdadero arte nuevo no apareció. Fue un guion necesario, no una etapa cumplida. Su centro era en extremo variable y perentorio y su relación con la gran tradición insegura y apresurada. Duró esa revista tres años, que no podían representar los veinticinco años que serían trágicamente necesarios para situar el verdadero arte nuevo en nuestro país. Esa fue la labor de la generación siguiente que se expresó en revistas como VerbumEspuela de PlataNadie ParecíaClavileñoOrígenes (que se mantuvo durante 40 números). Esos veinticinco años son una fundamentación muy sólida, que impiden cualquier retroceso en el arte de nuestro país. A veces se han intentado retroceder plañideros y cursilones, pero han tenido en esa generación un desdén, que los desorientaba, y un coraje secreto, que acababa por ponerlos en desbandada. Lo deleznable, cursi, ramplón, romanticoide, fácil, chabacano o simplemente mendaz, en un plano profundo, no tienen cabida en ninguno de nuestros núcleos creadores de expresión. No puede haber ningún retroceso, ninguna vuelta a la niñez, porque existe un cuarto de siglo entre nosotros que trazó las inquietudes de la moderna expresión, sus posibilidades más retadoras y trágicas, que tendrá, y esa será su gloria, continuadores, pero nunca vaciladores de lo cursi.

¿Cuáles han sido las notas más integradoras que el pasado ofrece con respecto a la poesía cubana?

—La reminiscencia de los estados de inocencia, el sentimiento del destierro, la nostalgia, la lejanía, la trágica frustración, la fiesta, el aguacero, la descripción de hojas de Paraíso y deslumbramiento, el deseo que se mantiene en un lejos, la blancura o la nieve como símbolo de ausencia, el vacío, la iniciación. Pesan como fulguraciones en los mejores poetas cubanos.

Dentro de ese movimiento integrador, ¿qué papel ha desempeñado Orígenes?

Orígenes quiso hipostasiar la poesía cubana, llevarla a lo histórico, en centro del conocimiento, en claridad para atravesar el muro de lo invisible. Fue a nutrirse con todas las esencias de lo universal para llegar con mejores armas de calidad al paisaje cubano y plantearlo en todo su rango.

La concepción de la figura de Martí como prototipo de lo que los orientales llaman el alibi, después de crear la historia partiendo de la imagen. La conversión de la poesía en una inmensa novela. La total estructuración de la poesía cubana, partiendo del diálogo interpretativo entre naturaleza y el hombre de conocimientos poético. La poesía como sustancia de penetración en el mundo de lo oscuro. La claridad última sobre lo criollo y lo cubano. La síntesis con el mundo hispánico y el negro planteados en su dimensión teogónica de creación. En fin, creo que el aporte de Orígenes es cosa tan sorpresiva y valiosa, que solo el paso de las generaciones irá percibiendo su esplendor.

¿Qué valoración se ha hecho en el extranjero de los postulados de Orígenes?

Basta con expresar algunas opiniones de algunos escritores de mucha significación para precisar la importancia de Orígenes.

De la antología Diez poetas cubanos, que hizo Cintio Vitier recogiendo lo más selecto de la poesía cubana aparecida en la revista Orígenes, dice el poeta mexicano Octavio Paz:

“Pocos se han dado cuenta de la originalidad de los nuevos poetas cubanos. Gracias a su libro se descubre una generación ejemplar. La única, que yo sepa, que se ha rehusado a continuar los ejercicios académicos a que están entrenados casi todos los poetas de América y España (la lectura de los nuevos poetas españoles no puede ser más desoladora). Creo que como en la primera antología de Gerardo Diego, o la de Jorge Cuesta, de su libro se irán desprendiendo algunos nombres llamados a ser excepcionales en la poesía de nuestra lengua y de nuestro tiempo”.

Dice el poeta español Vicente Aleixandre, refiriéndose a la misma antología de los poetas de la revista Orígenes:

“… es sin duda uno de los libros actuales capitales de nuestra lengua.

Viendo esta obra y repasando la colección de la revista Orígenes, ve como el valor ejemplar que en el ámbito total tiene la poesía cubana, y la fuerza espiritual que da sentido a ese admirable grupo de poetas, cuya vitalidad y alcance son ejemplares, y la perpetua emoción de la obra de arte que con el consiguiente haz de sus dones obtienes”.

Por otra parte Alejo Carpentier, el magnífico escritor nuestro, dice: “Es indudable que la generación nacida de Orígenes ha dado en una manera de ver y de sentir. Lo cubano que nos redime del abominable realismo folclórico y costumbrista visto hasta ahora como única solución para fijar lo nuestro. Lo magnífico, lo singular, lo directamente poético (y tanto más oculto por ello mismo de nuestras cosas) está apareciendo en la obra de estos muchachos, con un maravilloso caudal de aciertos”.

Esa resonancia universal se comprueba en los escritores de fama mundial que colaboran en esa revista, mediante colaboración enviada especialmente o en traducción autorizada, como Santayana, Eliot, Saint-John Perse, Wallace Stevens, Stephen Spender. Y los de nuestro idioma, como Juan Ramón Jiménez, Alfonso Reyes, Macedonio Fernández, José Bergamín, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Octavio Paz, etc.

¿En qué forma, Lezama Lima, esos elementos poéticos cubanos han pasado a su obra?

En mis poemas Noche insular, jardines invisiblesPensamientos en La HabanaVenturas criollasEl arco invisible de Viñales, aparece lo cubano, estudiado, en una forma sutil y convincente, por el arte magistral de Cintio Vitier. Se busca lo cubano a través de símbolos y categorías universales, partiendo de lo que se ha llamado “el foco de realidad”. Lo cubano es la sorpresa y la ganancia final del poema, no un a priori. No es lo estereotipado como cubano, sino lo misterioso, interrogante y oculto en lo no visible.

En Analecta del Reloj aparece un extenso coloquio con Juan Ramón Jiménez… ¿podría decirnos algo anecdótico respecto a este poeta?

Sí, fue una amistad y un diálogo inolvidable el que mantuve con el gran poeta español Juan Ramón Jiménez, durante su estancia entre nosotros en los años 1936 y 37. Era mi primera inolvidable experiencia de trato personal con un gran espíritu. Intuitivo y central, parecía estar siempre en el centro irradiante de lo desafiador y creativo de la belleza. Recuerdo que en una ocasión hablando de la esencial diferencia entre la prosa y el verso, Juan Ramón me dijo: “la prosa necesita una vulgaridad más elevada”. Subrayaba siempre el gris profundo, que estaba detrás de nuestro azul y nuestro verde. Un artista español me había relatado que en una ocasión le había dicho a Zenobia, la esposa de Juan Ramón, que si este iba a Cuba, deseaba, para su mortificación, verlo en una de nuestras guaguas, y como andando el tiempo, vio a Juan Ramón en una de nuestras guaguas, con una cestilla toda llena de frutas cubanas, pero tan contento como si se encontrase en el Paraíso.

¿Participa usted del criterio generalizado de que en Cuba no llena su función la crítica?

Claro que no participo de ese criterio.

¿Quiere concretar sus puntos de vista?

—Constantemente oímos la quejumbre de que entre nosotros no hay crítica. Si los señores que por menester de oficio se dedican a la crítica, la hicieran con estudio y honradez, ese reparo a su ausencia desaparecería. Yo podría señalar muchos libros esenciales que se han publicado entre nosotros, sin merecer beatíficamente de esos señores la menor referencia. La creación, ya poética, o simplemente configurativa de la materia de arte, es errante y misteriosa. La crítica debe acercarse a ese momento, para aclararlo en lo posible. Los señores que se dedicaban a este menester se perdían en inútiles diversidades, en varios oficios, en solicitaciones intermedias, sin tener una verdadera vocación para seguir el hilo creador de la obra de arte.

¿Qué piensa de la estética?

Ya desde Homero, el canto nuevo es la alabanza más gustada por los Dioses. Novalis parece estar dentro de esa tradición, cuando nos dice: el que expresa lo más hondo, siente lo más vivo. Toda palabra de verdadera creación, es siempre nueva. La expresión no puede ser nunca una sombra, sino lo más vivo. Todo verdadero creador descubre nuevos paisajes, nuevas regiones, la penetración en la tierra extraña, de que ya hablaban los Salmos de David. De ahí la falsedad de toda vuelta, el retorno de los cansancios que se quieren recostar en lo ya alcanzado.

Se da mucha importancia al papel que desempeña cada generación atribuyéndoles determinados aportes. ¿Cuál es su parecer sobre este tema?

El concepto de lo generacional, me parece, al aplicarlo a lo nuestro, una malintencionada filfa. Decir que cada 15 años surge algo nuevo es llevar la cultura a lo biológico. Lo sucesivo fatal a veces se disfraza de lo generacional. En Cuba, en mi opinión, no hay nada más que dos generaciones. Una, la del siglo XIX, que se configura en la figura maravillosa de José Martí. Y otra, que quiere llevar aquel deslumbrador cumplimiento, a engendrar de nuevo la historia, haciendo de nuestro pueblo el buscador de los hechizos que lo lleven de nuevo a oír la palabra de Dios.

Desviemos un tanto el curso de la charla… De todas las manifestaciones artísticas, ¿cuál es —según usted— la que mejor ha desentrañado lo cubano?

Creo, sin duda alguna, que ha sido en lo poético donde mejor se ha expresado lo cubano. Desde el Espejo de Paciencia, hasta nuestros días, la poesía ofrece un hilo de integración, de penetración, de interrogaciones. En cada una de las etapas históricas ha ofrecido la poesía, la figura representativa, que podía parangonarse con cualquiera de España o del resto de América. Heredia, Milanés, Zenea, ofrecen una poesía que no es inferior a la del romanticismo español. Luaces es una figura neoclásica, de literato puro, sin derivación a otras actividades, de mucho interés. Ofrece en su obra cinco o seis sonetos que son modelos dentro de las posibilidades de su época. Cuando a fines de siglo, España mejora su poesía, ofrecemos con Martí, con el de los Versos sencillos y el de los Versos libres, realizaciones, que no solo se pueden parangonar con las de España, sino que la supera. En la actualidad, la poesía cubana resiste el paralelo con la poesía que en nuestro idioma se hace en cualquier otro país.

¿Qué hay de cierto en la afirmación de que los escritores de los países tropicales son exageradamente exuberantes?

En Martí, por ejemplo, la exuberancia es riqueza justa, dones llevados con pertenencia exquisita y poderosa. Ya Pedro Henríquez Ureña destruyó esa inculpación hecha a los escritores tropicales. Andrade, en el romanticismo argentino, en su libro Nido de cóndores, ofrece una tronancia hugoniana, un desafuero hirviente de imaginación, sin ser un hombre de los trópicos. Varona es ejemplo de todo aticismo, de toda sencillez que no rechaza la elegancia. El escritor inculto, como ha demostrado cabalmente Pedro Henríquez Ureña, es el que tiende a derramarse, a romper los contornos entre lo que hay que decir y la forma adecuada.

¿A qué normas filosóficas han obedecido los movimientos intelectuales en Cuba, desde que se tiene noticias de ellos?

En el presbítero Caballero y en el padre Varela, el pensamiento se normaba en un catolicismo germinativo e innovador. Se basaba en la gran tradición tomista de que la ley injusta no es ley. La corriente positivista, por una paradoja histórica, tuvo una raíz fanática, para favorecer la ruptura con España. En la actualidad lo que norma el pensamiento cubano es la gran tradición católica tomista, y las filosofías existencialistas del existir que prescinde del ser aristotélico, y esas dos filosofías, aparentemente opuestas, convergen en un punto: la búsqueda de lo contemporáneo creador, dentro de una gran tradición, que hasta ahora no puede ser otra que la católica, que aspira a la libertad en la elección para ganar la suprema esencia y la suprema poesía de la resurrección.

Y así termina —por hoy— la charla con Lezama Lima, sustanciosa y orientadora. El coloquio continuará, para resolverse en algunas meditaciones que daré a conocer cuando pueda. 

L.G.D.




[Publicado en Diario de la Marina, domingo 6 de julio de 1958. pp. 6-D y 7-D, sección Libros. Se han corregido erratas evidentes y algunos detalles ortográficos.]

La publicación incluye un currículum de Lezama y tres fotos con los siguientes pies:

Lo generacional es pura filfa. Implica a reducir a términos de biología las cuestiones del arte, dice el doctor José Lezama Lima al redactor de estas páginas.

El poeta Lezama Lima expresa en esta fotografía un “quietismo” que no alcanza a ser la serenidad goethiana… En el fondo de sus ojos se perciben los reflejos metálicos de los pozos profundos.

El hombre Lezama Lima en la intimidad de su biblioteca pierde la presencia humana, y se transfigura en el silencioso fluir de las ideas, para construir su propio sistema, su ideología, según la definición filosófica del padre Félix Varela.]

© Imagen de portada: José Lezama Lima.




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Esperar la ausencia. José Lezama Lima en los 70 (I)

Un Lezama Lima “inmovilizado y perplejo”, al borde de la depresión, el desespero, el pavor: un imposible posible que no alumbrará ‘potens’ alguno, solo dolor y lontananza.

Ernesto Hernández Busto






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