Con sus picos nevados, el Vitosha es guardián de Sofía. El monte es una suerte de Alfred Pennyworth cuidando a una niña rica, mas no millonaria.
Vitosha ha visto crecer a Sofía en su regazo. Le ha dado calor o la ha enseñado a pasar frío. Pero nunca la ha desprotegido. Le ha visto crecer hasta el punto de tener que tomar decisiones difíciles, como aliarse a Alemania y perder, aliarse a los nazis y volver a perder, pero sin entregar judíos a los campos de la muerte. Eso, dentro de tanta derrota, sabía a victoria.
La vio caer en la vorágine comunista, por no quedarle otro remedio, y la perdonó por expulsar a los turcos durante la “asimilación cultural”. Luego de cinco siglos de opresión otomana, nadie dijo que Sofía tuviera que ser santa. Siempre quedan cuentas por saldar.
Fuera de esto que se relata, seguramente poco sabemos los cubanos de Vitosha y Sofía. Si preguntan por Bulgaria, el país al cual pertenecen estos referentes, una nube gris se nos posa encima. A fin de cuentas, a diferencia de Estados Unidos, Venezuela, Rusia, o China, de Bulgaria no se habla nada… O casi nada, hasta ahora.
Porque, aunque pocos, hay cubanos que han ido a dar con sus huesos a Sofía, a los pies del Vitosha, pero sin socialismo.
Viajera debutante
La de Marian Velázquez Barreras es la primera de las historias que aquí relatamos donde el amor, o las decisiones supuestamente tomadas a la ligera, no son protagonistas. El amor llegó, pero después. Mientras tanto, otro amor se llevaba las palmas: el de la superación, las ganas de probarse en algo distinto, poder saldar de forma exitosa el encuentro con el “ahora o nunca”.
“Lo primero es que yo vine por un contrato de trabajo que me daba un año con apartamento pagado y haciendo lo que yo estudié en Cuba, ingeniería informática”, cuenta Marian. Al empezar un nuevo capítulo en tu vida, siempre alivia tener estas cosas a tu favor. Es empezar distinto, satisfecho con lo que tienes que hacer. Es caer de pie, como los gatos.
“Muchos emigrantes, cuando salen del país, no tienen ofertas en lo que estudiaron, sino en lo que aparece. Eso, o no tienen oferta en absoluto. Yo en Cuba tuve par de ofertas a México y Chile, pero no me convencían”.
La historia de tantos… Solo que ella tuvo la paciencia de escoger, esperar, atacar, y touché.
No lavar platos. No limpiar casas. Digno es, pero si te lo ahorras, mejor.
Lo segundo que le atrajo de que la oferta fuera precisamente en Bulgaria, fue el plus de la Unión Europea. Bulgaria es uno de los 27 estados independientes que conforman el bloque, y aunque no pertenece al espacio Schengen, ese que te deja brincar de frontera en frontera sin necesidad de visado, estar ahí ya tiene sus ventajas si planeas moverte y conocer.
“Era Europa: puertas abiertas a viajes que siempre quise hacer”.
Así, en muy poco tiempo, Marian pasó de no conocer más que Cuba a conocer al menos cuatro países, hasta el día de hoy. Bulgaria le abrió las puertas de Rumanía, Macedonia, y sobre todo la oportunidad de cumplir un sueño: visitar Egipto.
“Egipto pasó de casualidad. Escuché a una amiga diciendo que había encontrado una oferta muy buena en una agencia de viajes… Era Egipto, así que le pregunté si quedaban pasajes y me dijo que ocho. No lo pensé. Era una semana. Le dije que apuntara mi nombre”.
A los 5 días ya andaba anotándose otro destino en su pasaporte. Egipto. Tierra mística salpicada de historias increíbles y fascinantes. De amoríos que desencadenan muertes trágicas como la de Cleopatra y Marco Antonio; de secretos como los que albergan los jeroglíficos de la Piedra Rosetta. La esfinge, las pirámides…, en fin. ¿Quién no ha oído hablar al menos de una momia? A diferencia de Bulgaria, Egipto está en el mapa de cualquiera.
“En el Museo del Cairo lloré afuera… y adentro también. Pero lo más impresionante para mí fue el Valle de los Reyes. Colores de más de tres mil años de antigüedad, intactos. Te sientes un granito de arena. O menos que eso. Tres mil putos años, y mi casa en La Habana había que pintarla cada cinco años”.
(Allá el que pueda darse ese lujo en Cuba cada cinco años. A mi casa le están arreglando y pintando el pasillo en este 2020 por primera vez desde…, no sé… ¿forever?).
Marian también conoció Macedonia y la impresionó otro país vecino: Rumanía.
“Bucarest es bella. Mi mamá es arquitecta y estando allá solo pensaba en que ella fuera feliz caminando las calles. Los edificios son bellos. Viajar a Macedonia y Rumanía también fue posible porque no necesitamos visas para ir allá. Y como tienen frontera con Bulgaria, pues es fácil viajar”.
Cuenta que también quería ir a Grecia, pero apareció la COVID-19.
Poder ejercer el derecho a viajar libremente, y escoger donde ir, es una satisfacción increíble. Aunque la independencia económica tiene mucho que ver con la posibilidad de realizar esos deseos. No obstante, el fatalismo geográfico nos sigue persiguiendo a los cubanos allí donde vayamos. Ya habíamos dicho que Bulgaria no es parte del espacio Schengen, y eso limita par de cosas… Así que lo de “libremente”, con los viajes, puede pender de un hilo.
“Si quiero ir a España o Alemania, por ejemplo, tengo que pedir visa. Y mostrar pila de documentos. Aunque es más probable que me la den estando aquí, también pueden negármela”.
Touché. Seguirás siendo posible emigrante, aunque en este caso cambies para un país que aparentemente no tiene líos… comparado con lo que dejaste atrás.
Porque Bulgaria no es perfecta y, claro, tiene sus problemas, que para Bruselas son graves. En 2010 su PIB anual era apenas un 44 % de la media de la Unión Europea. Con la crisis del 2008, la economía se resintió mucho, al punto que mucha gente extrañó el comunismo de antaño. Luego se les pasó. No obstante, lo cierto es que, para febrero de 2020, Bulgaria era el país más pobre del bloque comunitario. Aun así, para algunos es una mejor opción.
También un sistema judicial débil, y muchas veces corrupto, ha minado el crecimiento económico del país. Hace dos años, según datos de la Organización para la Transparencia Internacional, Bulgaria estaba en el lugar 77 (entre 180 países) en el ranking de percepción de corrupción, con 42 puntos. En ese mismo momento Cuba estaba en el lugar 61, con 47 puntos.
El idioma es otra cuestión. Marian confiesa que lo está aprendiendo, aunque trabaja en empresa internacional donde predomina el inglés, y con eso se vale para comunicarse bien. “El cirílico es una pesadilla”, dice. Pero ya se aprendió la ofensa nacional, una variación del “tu madre”. Cuando me la mandó en audio, refirió que unas personas que le pasaron por el lado la miraron extrañadas. “Tuve que esperar a bajarme de la guagua, porque si lo digo ahí, me linchan”. Igual ya ella les hizo el favor de aportarles la cubanísima “pinga” al acervo cultural búlgaro. Enjoy.
Quizás para los balcánicos ha sido más difícil adaptarse a esta cubana blanca, de ojos claros, a veces rubia, o pelirroja.
“Al principio se quedaban extrañados, parece que en algún punto les enseñaron que todos los cubanos son negros, o mulatos, o saben bailar casino”.
Aprendieron poco de los cubanos que fueron a Bulgaria cuando el CAME… ¿O es que como Bulgaria no se llevaba tan mal con Occidente, era un mal ejemplo y fueron pocos los escogidos para viajar a la ciudad en las faldas de Vitosha?
Igual, dice Marian que, en cuanto a las relaciones personales, los búlgaros tienen buena opinión de los cubanos, pues ellos son parecidos. “Los puedes ver chilling en la playa, tomando cervezas, hablando alto y muy sociables. Aquí consumen bastante las bebidas alcohólicas, sobre todo la Rakia, una suerte de brandy hecho a base de frutas, con un porcentaje de alcohol entre 40 % y 80 %”.
Hay hasta consejos para beber la Rakia evitando el resacón posterior: beber lento, comer antes o durante su ingestión y, en el caso de las mujeres, no usar zapatos altos. En Belgrado hay lugares con músicos listos para acompañarte si la borrachera te da por cantar. Tanto en el establecimiento como si vas de paso…
“Los búlgaros son muy parecidos a los cubanos en el sentido de que son familiares y cool”, explica Marian. Se sale a tomar cerveza después del trabajo; te invitan a sus fiestas y tradiciones. Y la comida es espectacular”.
Otro detalle es que su nombre, en Bulgaria, es de hombre. Se pronuncia como Marián, que vendría siendo Mariano. Así que a ella, el día del nombre, le toca Mariana.
Sí, porque en Bulgaria te celebran dos cumpleaños:
“Acá tienes dos fiestas para celebrar tu cumple con tus amigos y familia. El día que naciste, el cumpleaños de siempre, y el día del santo, o del nombre. Ojito: a diferencia de Cuba, aquí tú invitas a tus amigos, y pagas por todo”.
O sea, que en vez de recibir regalos, tú regalas. Y viendo como son los búlgaros, es difícil rodearte de amigos no-alcohólicos que no te saquen hasta el último lev o euro del bolsillo. Porque en Bulgaria también hay dualidad monetaria: casi a dos lev el euro, o 0.61 centavos de dólar por cada uno…
Camina, CUC. Tú que creíste que a 1.50 estabas complicado. Aunque el salario mínimo ronda los 300 euros mensuales…En fin.
Dato curioso: en el momento de esta charla, Marian había pasado su día del nombre 24 horas antes: “No estaba en la ciudad. Casi ni me enteré”. Sin pena, yo habría huido también.
Otra cosa que se disfruta en Sofía es el clima. Bulgaria es un país donde se aprecian claramente las cuatro estaciones. En primavera se inunda todo con los olores y colores de las flores. Y la gente gusta del verano.
“Aquí el verano es un tesoro. A diferencia de Cuba, la gente muere por salir a la calle, las playas se llenan. No se creen que en Cuba el invierno más duro puede ser de apenas 16 °C. Acá puede llegar hasta -10 °C. Así que la gente agarra para las playas a orillas del Mar Negro, que, para que sepas, no es frío como te imaginas, y es menos salado que el mar de Cuba. Y tampoco es tan negro”.
Marian confiesa que se sintió engañada en ese sentido: el Mar Negro no era negro y el Mar Rojo no era rojo.
“Me preguntaban que si en Cuba nevaba, y yo que no, que no hay nieve. Que si había esquiado, y yo que no, que con qué nieve. Decían que qué rico el calor, que les gustaría vivir en Cuba… Miren, no es para tanto. Pero es cierto que muchos quisieran pasar sus vacaciones en Cuba, en el Caribe. Y más conmigo haciéndole promoción a las playas cubanas”.
Lo otro que siempre choca es el transporte: guaguas con aire acondicionado, paradas con pantallas que te dan el estimado de la demora. Cada 8-10 minutos… cuando están lentas. El metro, cada 6.
Sufre, P4.
El otro trauma fue con Ikea:
“Todo está diseñado para hacerte la vida más fácil. Si te hace falta un tornillo así o asao, ahí está. Mi mamá, te comenté,es arquitecta, y sé que si la traigo, se infarta”.
Cuando le confesé que yo tampoco había ido a ningún Ikea, Marian me dijo que debía prepararme psicológicamente para sentir que quería comprarlo todo. No es la primera vez que me lo dicen, así que debe ser verdad…
El pasado comunista y la intolerancia actual
Al tratarse de Europa del Este, hay que preguntar: ¿cómo se llevan en Bulgaria con el pasado comunista del país? Otras naciones como Polonia, Rumanía o la República Checa aplicaron mano dura sobre ese pasado; sobre todo Polonia, que llegó a aplicar una “Ley de Descomunización” para desmantelar casi todos los monumentos de la era soviética, ante el desagrado de la Federación Rusa, que se quejó enérgicamente por medio de su canciller Serguei Lavrov.
“Los búlgaros no hablan tanto del pasado comunista del país”, dice Marian. “No es algo que les quite el sueño. A veces lo recuerdan con cariño, sobre todo las personas de mayor edad, pero no se nota un odio marcado hacia el pasado comunista. Se habla de que no se veían grandes diferencias sociales. Se dice también que había escasez, pero no grave”.
“Existen recorridos turísticos por ‘el pasado comunista de Bulgaria’ (se llaman así): te llevan a edificios de la era comunista y demás. Pero la opinión general es que no quieren comunismo. Porque aquí el comunismo sí era fuerte, no como lo que hay en Cuba…”
El comunismo búlgaro fue raro. Inestabilidad de los inicios, cuando las tropas de la URSS abandonaron el país en 1947; luego, en año 1962, llegó al poder un gobierno que se caracterizó por la descentralización económica y la apertura al comercio con los países capitalistas, al tiempo que mantenían como socios predilectos a los soviéticos… Menudo enredo.
Así, los ingresos nacionales aumentaron 7 veces, la renta per cápita 4 veces, y se construyó el 60 % del fondo habitacional del país. Se erradicó el analfabetismo y el país llegó a ocupar el tercer lugar en número de graduados universitarios, solo superado por Estados Unidos y la URSS.
Pero como todo régimen del Este, Bulgaria no se salvó de las purgas y del poder de la policía política. Se purgaron sindicatos agrarios y campesinos, y el sector militar; se eliminaron a los enemigos del Estado, fueran o no comunistas(pues además de las desviaciones ideológicas posibles que siempre enarbolaron los regímenes autoritarios de izquierda, en Bulgaria ocurrió también que los comunistas afines a la doctrina de Mao Tse Tung fueron purgados por comunistas los pro-soviéticos, repitiendo el esquema de trotskistas y estalinistas).
Cuando los búlgaros decidieron “asimilar” a los turcos, al tiempo que dejaron de cumplir sus compromisos tanto con Occidente como con la URSS, la situación se complicó. Las reformas aplicadas a toda máquina no tuvieron resultados felices. El país se vio en una encrucijada entre el capitalismo y el comunismo, abandonado por ambos. Era 1989. Pero a mí no me joden, ese guion lo conozco y sigue en desarrollo…
“Con todo y eso, nunca se produjo algo parecido a un Período Especial, ni se vio tanta escasez como se vivió en Cuba, o en la propia Rusia o Polonia”, explica Marian. “Bulgaria es un país muy rico en recursos naturales, y en los campos se trabaja duro y la gente cultiva muchas cosas”.
La Asociasión Nacional de Agricultores Pequeños debería aprender de esta gente…
Por supuesto, en este oasis eslavo también hay un toque intolerante. Los gitanos no son bien vistos, y su presencia se ha convertido en el eje del racismo en el país:
“No es porque sean de piel más oscura ni nada. Simplemente son una minoría a la que acusan de estar en las tierras sin pagar impuestos; les dicen que son ladrones y cosas por el estilo. A mí me da mucha pena eso, la verdad…”
En febrero de 2019, los ultranacionalistas presentaron un plan para controlar la natalidad de la población gitana, que representa aproximadamente el 10 % de la población del país. Los planes iban desde la destrucción de asentamientos ilegales hasta la creación de unidades voluntarias de seguridad ciudadana, trabajo social forzado y recortes de ayudas sociales para familias que no envían a sus hijos a la escuela. Toda una política de intolerancia que solo ayudaba, según Marian, a “alejar al país de Europa, sumergiéndole en políticas de corte nazista”.
Los gitanos incluso viven en guetos. De ahí a una limpieza étnica, medio paso. Definitivamente, no todo puede ser de oro.
A gusto en Sofía
Para esta cubana, el carácter de los búlgaros y su inteligencia son dos de los factores que la hacen sentir a gusto allí, donde casi nadie se aventura.
“Por regla general son hospitalarios, te ayudan, son cool. Como la vida es relativamente barata, muchos se dedican a viajar para conocer, aprender idiomas. La mayoría hablan inglés y muchos hablan español, pues han pasado parte de sus vidas en España”.
No importa si fueron allá buscando algo mejor, como hizo ella al salir de Cuba. Encontrándolo o no, regresaron.
Bulgaria, según Marian, es un país que acoge a las personas y no hace que te sientas un turista. Ella se siente acogida. Aunque extraña llamar a las amigas a cualquier hora para tomarse unas cervezas, y extraña a la familia y el idioma: ese hablar cubano ininterrumpido que solo se escucha en Cuba y en algunos lugares de la Florida.
“Con el idioma es muy gracioso, porque como no lo domino, a veces cuando salgo mis amistades se ponen a hablar en búlgaro sin darse cuenta y ahí es cuando te sientes solo, apartado… Pero yo rápido, de fresca, les exijo que hablen en inglés o les empiezo a hablar en español para que se den cuenta. Además, tengo a mi novio cubano, que ahora oyendo lo que te digo me está recriminando que yo hablo español con otras personas y con él no… A veces, hasta discutir con él me ayuda a no extrañar”.
Extrañar, se va a extrañar siempre, y el emigrado debe hacerse fuerte para no fracasar en el intento de realización personal, para que la nostalgia no sea más grande que las ganas de salir adelante. Porque aunque digamos, como Marian,que “no nos fuimos” (y en buena medida sea verdad, pues permanecemos con un pedazo nuestro), quien se va siempre encuentra que a Cuba es mejor quererla desde lejos, una vez fuera de ella.
Ya sea bajo el techo del Shogún o a la fría sombra del invierno que desciende sobre Sofía desde las laderas del Vitosha.
El profesor borracho de Bruselas
Músico, poeta y loco, hasta el momento en que logró hacerse profesor freelance de español e inglés en Bélgica. Cuentapropista de toda la vida. Siempre trabajando, como hace quien quiere progresar. Como hacen los emigrados. Ese es Ahmed.