Por reduccionista que parezca analizar una película a través de la fugaz lente de los comentarios postelectorales, a veces las circunstancias no nos dejan otra opción.
En la semana posterior a la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2024, una de las conversaciones predominantes en los círculos liberales ha sido la confusión respecto al significativo aumento de su apoyo entre las minorías étnicas. El expresidente y ahora presidente electo, quien cimentó su marca política con promesas de construir muros fronterizos y deportaciones masivas, vio crecer su apoyo entre los votantes latinos, especialmente entre los hombres, hasta en un 70 % desde 2016 en algunos distritos. Su respaldo también aumentó entre los votantes negros y asiáticos, a pesar de que su retórica parecía más abiertamente racista. Observadores perspicaces llevaban años señalando el giro a la derecha de los votantes hispanos en Estados Unidos, pero las elecciones llevaron el tema al centro de atención para muchos que previamente habían ignorado las señales.
Estos resultados ofrecieron una coincidencia fortuita para el estreno de Night Is Not Eternal, el nuevo documental de Nanfu Wang sobre la activista cubana por la democracia Rosa María Payá, que expone con toda claridad las contradicciones de intercambiar un autoritarismo por otro. Rodada a lo largo de siete años, la película sigue a Payá mientras recorre el mundo abogando por elecciones justas y libertad económica en su país natal. Wang —una documentalista de renombre internacional que saltó a la famacon su retrato del autoritarismo chino en 2019, One Child Nation— también desempeña un papel destacado en el filme, uniéndose a Payá tras identificar lo que considera paralelismos entre China y Cuba. Sin embargo, a medida que profundiza en las creencias de Payá, incluida su disposición a alinearse con Trump en cuestiones anticomunistas, queda claro que cineasta y protagonista tienen definiciones muy diferentes de lo que significa la liberación.
Rosa es hija de Oswaldo Payá, nominado cinco veces al Premio Nobel de la Paz, quien dedicó toda su vida a luchar por los derechos humanos de los cubanos. Fundó el Movimiento Cristiano Liberación con el propósito de utilizar su fe católica para organizar la oposición al régimen totalitario del Partido Comunista Cubano de Fidel Castro. Tras su muerte en un accidente automovilístico en 2012, que muchos aún atribuyen a un atentado perpetrado por sus adversarios políticos, Rosa asumió el liderazgo del Movimiento Cristiano Liberación.
Mientras recorren Cuba y Miami, Wang y Payá crean un vínculo basado en sus historias paralelas de lucha por los derechos humanos. Wang admite que la propaganda china con la que creció reducía a Cuba a “una isla de resistencia al imperialismo estadounidense”. No fue hasta más tarde en su vida que comprendió el sufrimiento que su gente había soportado. Sin embargo, se identifica fácilmente con la forma en que Payá debe camuflar gran parte de su comportamiento diario y permanecer en constante alerta ante posibles agentes gubernamentales que puedan estar siguiéndola. Ambas mujeres llevan la doble vida que implica recibir reconocimiento internacional por actos de protesta que las convierten en parias en sus propios países.
Pero cuando Payá decide subir al escenario con Donald Trump en un mitin en Florida, Wang comienza a cuestionar cuánto coinciden realmente sus puntos de vista. Payá no se anda con rodeos al explicar que se considera una férrea anticomunista dispuesta a alinearse con cualquiera que comparta esa postura. Aunque evita respaldar completamente a Trump, encuentra un verdadero valor en su rechazo hacia una ideología que ella considera responsable de décadas de hambre y miseria en Cuba.
Wang lo ve de otra manera. “A pesar de haber crecido en una sociedad comunista, nunca me consideré una víctima del comunismo”, afirma, dejando claro que no cree que ningún sistema económico pueda ser culpable del surgimiento del autoritarismo. Desde su perspectiva, una obsesión cultural por maximizar las ganancias puede crear las circunstancias que permiten a los dictadores ser acogidos con los brazos abiertos.
Como suele suceder en una sociedad que rechaza los matices, resulta que Payá y Wang están hablando de cosas ligeramente diferentes. La activista cubana explica que, en gran medida, es agnóstica respecto a los sistemas económicos y no necesariamente una defensora del capitalismo, pero ve la democracia como la verdadera alternativa al comunismo. Su máxima prioridad es liberar a Cuba del falso colectivismo que permite a los oligarcas comunistas enriquecerse y controlar la nación —“Capi-Castro-ismo”, como ella lo llama— y permitir a sus compatriotas votar y poseer propiedades privadas. Su deseo de que los cubanos obtengan autonomía sobre sus propias vidas es tan fuerte que está más que dispuesta a posponer las conversaciones sobre igualdad material para más adelante.
Wang sigue teniendo dificultades con la comodidad de Payá respecto a Trump y su falta de interés en la economía colectivista. Pero al cambiar su enfoque hacia el fenómeno más amplio de las minorías que apoyan a Trump, se hace evidente que muchos votantes inmigrantes están moldeados por sus propias experiencias, de una manera que hace inútil cualquier análisis basado en líneas ideológicas tradicionales. Siempre fue absurdo agrupar a los hispanos como un único bloque electoral cuando las diferencias entre la historia cubana, venezolana, puertorriqueña y mexicana llevan a los votantes a priorizar cosas dramáticamente distintas. Cuando las personas están cargadas con recuerdos viscerales de sufrimientos reales, a menudo resulta más difícil votar basándose en debates teóricos sobre políticas.
La ironía del título del documental es que, intencionadamente o no, plantea el argumento de que esta noche de autoritarismo podría ser eterna. Wang sugiere que es tan fácil imaginar un futuro en el que China y Cuba sean libres como uno en el que Estados Unidos deslice hacia una dictadura. Los desacuerdos de la humanidad sobre la definición de libertad —ya sea en debates sobre derechos positivos frente a negativos o sobre oportunidad frente a seguridad— podrían garantizar que las diferentes naciones se empujen y tironeen hacia estilos de gobierno radicalmente divergentes hasta el fin de los tiempos.
Aun así, Wang deja a la audiencia con la sensación de que, para bien o para mal, la individualidad de los seres humanos nunca será completamente suprimida. La misma diversidad que dificulta encasillar a las personas en moldes ideológicos asegura que, cuando las cosas salgan mal, siempre habrá alguien dispuesto a alzar la voz.
Calificación: B
Night Is Not Eternal se estrena en cines seleccionados el viernes 15 de noviembre. Se emitirá en HBO y estará disponible en streaming en Max a las 21:00 ET el martes 19 de noviembre.
* Artículo original: “‘Night Is Not Eternal’ Review: A Trump-Sympathetic Cuban Activist Fights for Democracy in a Doc About Our Differing Definitions of Freedom”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.
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Capítulo del libro ‘Historia de la música popular cubana. De las danzas habaneras a la salsa (1829-1976)’, de Antonio Gómez Sotolongo (Hypermedia, 2024).