Me llamo Yasiel López Requejo, tengo 33 años, soy de la provincia de Matanzas, municipio Colón, Consejo Popular de Guareiras.
Me gradué como médico en el año 2012 y, sin mi consentimiento, me ubicaron a ejercer en la Prisión de Agüica, una de las cinco de alta seguridad en Cuba. Allí estuve durante dos años, mientras me formaba como Especialista en Medicina General Integral (MGI). En el tiempo que trabajé en ese centro penitenciario, fui testigo de los actos de torturas crueles e inhumanos cometidos por los militares: golpizas injustificadas a los reclusos, mala alimentación, trabajos extenuantes, chantajes, amenazas, etc.
En ese infierno había varios presos de conciencia, cuyo único delito era oponerse al Partido Comunista de Cuba (PCC) y al régimen que gobierna en la Isla. Esos hombres sufren mucho, tanto que me es imposible describirlo.
Los médicos, enfermeros y laboratoristas que allí trabajábamos, estábamos todo el tiempo desprotegidos. Los protocolos de seguridad eran arcaicos e ineficientes, basados en la violencia contra los internos o reclusos. No se garantizaba nuestra seguridad.
Fue allí donde gané mi primer salario, aún lo recuerdo: 460 CUP. Desde ese entonces ya estaba pagando (y en mi opinión, sobrepagando) mis estudios. Después subieron el salario a 1460 CUP.
En mayo de 2017 salgo de misión a Brasil. No les voy a engañar: lo que más me motivaba era la idea de que mi economía podía mejorar, podría comprarme una casa y ayudar a mis padres y, sobre todo, darle lo mínimo e indispensable a mi hijo, que entonces tenía tres años.
Antes de salir de Cuba, estábamos obligados a pasar cursos políticos. El objetivo era que de una forma u otra se defendiera la “Revolución” cubana y el socialismo. Quien no pasa estos cursos no sale de misión.
Llegados a Brasil, fuimos distribuidos por los estados. Una vez ubicados, los coordinadores controlaban casi toda nuestra vida. Ellos tenían personas que les informaban de casi todo, y nos exigían que llenáramos nuestras redes con propaganda socialista. Aquel que se atreviera a publicar algún tipo de reclamo, como por ejemplo el salario injusto que recibíamos, era desligado automáticamente de la misión.
Yasiel López Requejo.
En noviembre de 2018, tras las declaraciones de campaña del actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, la dictadura decide romper de forma unilateral el contrato firmado por Brasil-OPAS y Cuba. Es ahí cuando nos comunican que debemos abandonar la misión y regresar al país. No pensaron ni un segundo en nuestras pertenencias, no tenían un plan para ayudarnos, confiaban tanto en nuestra sumisión que dieron sus órdenes de forma autoritaria.
Muchos entraron como ovejas en esos vuelos de regreso a Cuba; vuelos en lo que, según relatan muchos colegas, los coordinadores cargaban unos equipajes enormes y ellos solo 30 kilogramos. Mientras tanto, aproximadamente 2 000 médicos decidimos despojarnos de las cadenas y quedarnos en esta tierra extranjera, donde hemos improvisado mucho, pero con libertad, que es lo fundamental.
El precio de ser libres es que el gobierno de Cuba nos ha desterrado: nos prohíbe entrar a nuestra Isla, donde tenemos a toda nuestra familia… Solo nos queda la convicción de “sin patria, pero sin amo”. Hace más de tres años que no beso a mi hijo, a mis padres, a mi hermana, mi abuela de 94 años y el resto de mi familia. La dictadura es responsable del sufrimiento de la familia cubana. La denuncio ante el mundo por violar los derechos humanos. Y espero que algún día se pueda hacer justicia.
#NoSomosDesertores: Surizaday Fernández Izaguirre
El fin de Mais Médicos me sorprendió en Brasil y representó el inicio de mi libertad. Yo era una de esos miles de galenos cubanos que conformaron la brigada médica cubana en el gigante sudamericano. Ese día di el primer paso para decidir mi propio destino, mi propia vida.