Obituario de Boris Spassky


Boris Spassky espera por Bobby Fischer. Reikiavik, Islandia,1972.


Boris Spassky, fallecido a los 88 años, fue el digno perdedor del encuentro más célebre de la historia del ajedrez. El campeón ruso cedió su título mundial a Bobby Fischer, en Reikiavik, en 1972, pero se ganó la admiración de muchos por su comportamiento deportivo y su dignidad en la derrota. Cuando Fischer no se presentó a la ceremonia de apertura, Moscú instó a Spassky a reclamar la victoria por incomparecencia y regresar a casa. Pero él había entablado una relación de amistad con el estadounidense en encuentros anteriores y aceptó aplazar la primera partida, lo que permitió al financiero londinense Jim Slater salvar el duelo de 24 partidas, al duplicar la bolsa de premios.

Spassky ganó entonces la primera partida tras un error de su oponente, y la segunda por incomparecencia de Fischer, quien protestaba por la presencia de cámaras de televisión. El árbitro alemán Lothar Schmid organizó la tercera partida en una pequeña sala detrás del escenario, pese a la renovada oposición de los oficiales soviéticos. Aun así, el juego casi se suspende al inicio, cuando Fischer comenzó a quejarse y Spassky se dirigió a la salida. Schmid los obligó a sentarse y exigió: “¡Jueguen al ajedrez!”.

Una vez que Fischer se metió de lleno en el duelo, mostró una forma imparable y ganó cinco de las siguientes ocho partidas, dejando prácticamente decidido el campeonato. Spassky, atónito, aplaudió al final de la impresionante sexta partida y mantuvo su amistad con Fischer analizando juntos tras la ceremonia final. También fue pragmático: ingresó su parte del premio en un banco occidental, desafiando la norma según la cual debía entregarse a la federación deportiva de la URSS.

Spassky nació en Leningrado. Ni su padre, Vasili, ingeniero de obras, ni su madre, Ekaterina Petrovna, profesora, jugaban al ajedrez, aunque su hermana menor, Irina, fue campeona soviética de damas. Spassky jugó por primera vez a los cinco años en un tren durante la evacuación de Leningrado, en plena huida del asedio alemán, pero se olvidó del juego hasta su regreso tras la Segunda Guerra Mundial. Para entonces, sus padres ya se habían divorciado.



Spassky, a la izquierda, y Bobby Fischer durante su famoso enfrentamiento en Reikiavik, Islandia, en 1972. Spassky fue admirado por su dignidad en la derrota.


En el verano de 1946, comenzó a frecuentar un pabellón de ajedrez en el Parque Central de la ciudad y desarrolló una obsesión por el juego: “Iba a las once de la mañana y volvía a casa a las once de la noche. Cuando el pabellón cerró en septiembre fue como una muerte, sin ajedrez”. En 1947 ingresó en el Palacio de los Pioneros de Leningrado (un centro juvenil de actividades extracurriculares), donde Vladimir Zak, un entrenador legendario de varios grandes maestros, reconoció su talento. A los 10 años, Spassky derrotó al mejor jugador del mundo, Mijaíl Botvínnik, en una exhibición simultánea, y progresó rápidamente. A los 15, se convirtió en el maestro soviético más joven de la historia, con un estilo posicional y sólido.

En su adolescencia acumuló actuaciones notables. En su debut internacional, con solo 16 años, en Bucarest en 1953, venció al número 2 del mundo, Vasili Smyslov. A los 18, ganó el campeonato mundial juvenil y se convirtió en el gran maestro más joven hasta entonces, y a los 19, empató en el tercer puesto del torneo de candidatos al campeonato del mundo en Ámsterdam, en 1956. Su nuevo entrenador, el combativo Aleksandr Tolush, le ayudó a desarrollar un estilo táctico y ofensivo.

Sin embargo, en los años siguientes, la tensión y la ambición desmedida lo hicieron retroceder. Una partida clave tuvo lugar en la ronda final del campeonato soviético de 1958, en Riga, donde necesitaba vencer a la nueva estrella letona, Mijaíl Tal, para clasificarse al interzonal por el título mundial de ese año. Tras 45 jugadas y cinco horas, la partida fue aplazada, y ambos grandes maestros pasaron la noche analizando.




“Estaba muy cansado y me presenté a la reanudación… despeinado y agotado. Entonces fui como una mula obstinada. Tal me ofreció tablas, pero las rechacé. Sentí que se me escapaban las fuerzas, perdí el hilo de la partida y mi posición se deterioró. Propuse tablas, pero Tal se negó. Cuando abandoné, estalló un estruendo de aplausos, pero yo estaba aturdido y apenas lo noté. Salí a la calle y lloré como un niño”.

Tres años después, en el campeonato soviético de 1961 y en su siguiente intento por clasificarse al interzonal, se repitió un episodio similar: Spassky necesitaba unas tablas contra Leonid Stein, pero jugó con nerviosismo y llegó al aplazamiento en una posición perdida. Tras abandonar durante la pausa, se supo que el plan que Stein pensaba ejecutar solo le habría permitido empatar.

Durante ese periodo, también se culpó a Spassky del fracaso del equipo soviético en el campeonato mundial estudiantil de 1960, en Leningrado, donde perdió en el encuentro decisivo contra Estados Unidos. Fue sancionado con un año sin poder competir en el extranjero, y su primer matrimonio, con Nadezhda Latyntseva —con quien se había casado en 1959—, se rompió. Describió su relación con su exesposa como “como alfiles de distinto color”. Aun así, cosechó algunos éxitos importantes, como el empate con Fischer en Mar del Plata (Argentina) en 1960, donde derrotó al estadounidense en su primer enfrentamiento oficial.



Boris Spassky, a la izquierda, y Bobby Fischer en Reikiavik, Islandia, en 1972.


La recuperación llegó cuando sustituyó al severo Tolush por Igor Bondarevsky, un estratega sereno que también asumió el papel de figura paterna que Spassky nunca había tenido. Su compenetración lo ayudó a desarrollar un estilo integral que lo llevó al éxito en el nuevo sistema de eliminatorias por el título mundial. Clasificado de nuevo en 1964-65, derrotó a su viejo rival Tal en la final de candidatos con un enfoque sutil, llevándolo a posiciones simples que Tal detestaba o atrayéndolo a complicaciones poco sólidas.

El primer intento de Spassky por destronar al campeón mundial Tigrán Petrosián, en 1966, fracasó. Pero en el segundo, en Moscú en 1969, su estrategia fue más refinada, especialmente al elegir la provocadora defensa Tarrasch, que explotaba el enfoque cauteloso del campeón. “En el primer match me lancé contra él todo el tiempo, como un tigre joven recién salido del cascarón, pero eso era exactamente lo que Tigrán quería. En el segundo comprendí que había que actuar como un oso, dando zarpazos poco a poco y con calma”. El duelo terminó con una victoria de Spassky por 12½ a 10½.

Los años 1965-70 fueron el periodo de mayor esplendor de Spassky, en los que logró frenar el meteórico ascenso de Fischer. Ganó en Santa Mónica, en 1966, venciendo al estadounidense en su partida individual, y volvió a superarlo en el duelo URSS vs EE. UU. en la Olimpiada de 1970. A pesar de la histórica racha de 20 victorias consecutivas de Fischer entre 1970 y 1971, Spassky confiaba en poder ganarle en Reikiavik. Sin embargo, sus entrenadores criticaban su actitud despreocupada antes del encuentro. Nikolái Krogius lo consideraba “frívolo”. Spassky creía conocer bien a Fischer y que encontraría la clave de su juego durante el match. También estaba convencido de que Fischer no variaría su repertorio de aperturas.

Cuando Fischer estuvo a punto de abandonar tras su mal comienzo, parecía que Spassky tenía razón, pero el estadounidense alcanzó su mejor forma y desplegó una serie de sorpresas en las aperturas. Spassky perdió confianza, cometió errores elementales y pronto se encontró con una desventaja de tres puntos. Fue mucho más resistente en la segunda mitad del duelo, y su rendimiento general fue muy superior al de los otros rivales de Fischer durante su racha triunfal entre 1970 y 1972.



Boris Spassky y Bobby Fischer en Reikiavik, Islandia, en 1972.


A su regreso a Moscú, Spassky fue duramente criticado en la prensa soviética, y pronto quedó claro que la joven promesa Anatoli Kárpov estaba siendo preparada como nuevo aspirante. Durante ese periodo, su segundo matrimonio, con Larisa Soloviova, también fracasó. Volvió a resurgir en 1973 al ganar el campeonato soviético, pero su derrota ante Kárpov en la semifinal de candidatos de 1974 marcó de facto el final de sus años de gloria.

La tercera esposa de Spassky, Marina Shcherbachova —nieta del general de guerra ruso Dmitry Shcherbachev—, trabajaba en la embajada de Francia en Moscú. Se casaron en 1975 y recibieron permiso para salir de la URSS, en 1976. Se instalaron en Francia, donde Spassky obtuvo la ciudadanía en 1978 y más tarde representó a ese país en la Olimpiada de ajedrez. Perdió ante Viktor Korchnoi en la final de candidatos de 1977, y a partir de entonces su carrera comenzó un lento declive, aunque se mantuvo entre los diez mejores del mundo hasta finales de los años ochenta.

En 1992, un banquero serbio ofreció a Fischer y Spassky una colosal bolsa de cinco millones de dólares para reeditar el duelo de Reikiavik. Fischer no había jugado en veinte años, y Spassky ya estaba fuera del top 100 mundial, pero el encuentro en Montenegro y Belgrado se presentó con el grandilocuente título de “el combate de la revancha del siglo XX”.

Spassky estuvo enfermo durante buena parte del duelo, perdió 5-10 con 15 tablas, pero no le dio mayor importancia. Consideraba que había logrado que Fischer regresara al ajedrez, y además solía contrastar su bolsa de 1,65 millones como perdedor con los 250 dólares que recibió en 1968 por una semifinal de candidatos contra Bent Larsen. Él y Fischer transfirieron con pragmatismo su premio fuera del banco del patrocinador, que resultó implicado en malas prácticas y quebró pocos meses después.

El reencuentro en Serbia se celebró en desafío a las sanciones de la ONU, y Estados Unidos emitió una orden de arresto contra Fischer, que pasó a ser prófugo. Fue detenido en Japón en 2004 y se enfrentó a una posible deportación a Estados Unidos para ser juzgado. Spassky escribió entonces una carta abierta al presidente George W. Bush señalando que él había cometido el mismo “delito”: “Pónganme en la misma celda que Bobby Fischer y dennos un tablero de ajedrez.”

Spassky siguió jugando de manera ocasional en los años 90, como en un duelo en Budapest en 1993 donde la mejor jugadora de todos los tiempos, Judit Polgár, lo derrotó 5,5 a 4,5. Continuó siendo una figura activa y popular en las décadas siguientes, participando en torneos de veteranos, como árbitro, comentarista, conferencista en clubes de ajedrez y como director de su escuela de ajedrez en los Urales.



Boris Spassky, a la derecha, jugando contra el yugoslavo Svetozar Gligorić en el 41.º Congreso Internacional de Ajedrez, en Hastings, 1965.


En 2010, Spassky sufrió un derrame cerebral que lo dejó paralizado del lado izquierdo. Se rehabilitó lentamente en Francia, pero en 2012 abandonó repentinamente a su esposa y regresó a Moscú, alegando haber sido maltratado por su clínica en París.

A pesar de tener que desplazarse en silla de ruedas, Spassky siguió manteniendo un vivo interés por el ajedrez. Asistió como invitado de honor al duelo por el título mundial entre Magnus Carlsen y Vishy Anand, en Sochi, en 2014, donde ofreció una rueda de prensa en la que habló de Fischer y de otros ilustres rivales.

Spassky era culto, apuesto, sereno y atlético. En la universidad practicaba salto de altura y era zaguero en el equipo de voleibol, y tras perder el título mundial se volvió un apasionado del tenis. A veces llegaba a las partidas vestido con ropa de tenis, dejaba su raqueta junto al tablero y acordaba tablas rápidas. Su conversación solía estar cargada de ironía, y era un imitador nato que tenía como blancos favoritos a Lenin y Botvinnik. Pero también mostraba un carácter introspectivo, modesto y a veces melancólico.

Su periodo de esplendor en el ajedrez mundial fue relativamente breve, y su derrota en Reikiavik ante Fischer marcó su carrera, pero la historia probablemente lo recordará como un gran campeón. Su estilo armónico y universal combinaba elegancia y fuerza, y sus mejores partidas tienen una claridad clásica que puede inspirar a los aficionados. Su punto fuerte era el medio juego, donde sus estrategias imaginativas, sólidas y profundamente planificadas desembocaban en ataques tácticos decisivos. Su apertura característica fue el gambito de rey (1.e4 e5 2.f4), rara vez visto en la élite, en el que logró 16 victorias y ninguna derrota, incluidas partidas memorables ante Fischer y Kárpov.

La mala fortuna quiso que tuviera que enfrentarse a Tal y a Kárpov en sus mejores momentos, además de a Fischer. Como persona, fue uno de los campeones del mundo más elocuentes y carismáticos, alguien que conquistó al público sin perder el respeto y la admiración de sus colegas.

Spassky tuvo una hija, Tatiana, de su primer matrimonio; un hijo, Vasili, del segundo; y otro hijo, Boris Jr., del tercero.



Boris Spassky.



* Artículo original: “Boris Spassky obituary”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.





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