Miguel Coyula & Lynn Cruz

Corazón azul pandémico


El botón para encender mi computadora está roto desde hace dos años. Enciendo mi computadora juntando los dos cables. Encender mi computadora es similar a robarse un carro diariamente. 

La COVID-19 golpea a la humanidad. Es algo que no puedo controlar. Por eso las noticias no quitan un segundo de mi tiempo. La única que me interesa es la creación de la vacuna. Y esa noticia no tendré que seguirla. 

Llevo 8 años filmando y editando una película con equipos obsoletos que están colapsando, muchos actores han abandonado el proyecto. Tengo que terminar Corazón azul. Sigo filmando bajo la pandemia COVID-19 y la epidemia Decreto 373

La palabra independiente ha sido secuestrada. Pero habrá que hablar de cine libre, cuando pueda existir nuevamente el cine. Han pasado muchas cosas, estamos más solos que nunca. Pero había comenzado antes del virus. Una película sí puede cambiar mi realidad. 

En el 2017 terminé Nadie, un documental sobre el poeta cubano censurado Rafael Alcides en un diálogo sin filtros con Fidel Castro. Quizás Nadie no hubiera cambiado mi vida, si no hubiese defendido cada segundo de su metraje versus la práctica habitual nacional (afortunadamente cada vez menos frecuente) de tirar la piedra y esconder la mano, o la cabeza como el avestruz. En poco tiempo, casi todos los colegas se apartaron para siempre. Es más fácil para dormir tranquilos, mientras construyen un altar de pequeñas valentías que les permita enterrar un pasaje de pequeña cobardía. 

Este virus convirtió la metáfora en realidad. Por eso la pandemia prácticamente no ha cambiado mi vida

Hace dos días soñé que estaba infestado, no me dejaban salir del hospital Naval. Después llegó Lynn, después mi madre, y por último mi padre, muerto desde 2014, pero en el sueño ni siquiera tenía cáncer. Todos estábamos infestados con un virus desconocido. El edificio respiraba caos. Era un hospital de guerra, algunos en camillas, otros en el piso, concentrando el orine, el mal olor, la sangre. Esta mutación alternativa provocaba además una reacción putrefacta en la piel; la gente se pudría en vida, como una radioactividad inexplicable. 

El sueño era tan realista y detallado que me levanté dos veces a orinar y luego lo retomaba sin dificultad. Al final, una imagen recurrente en mis sueños: el horizonte del mar, bajo la ominosa calma de un cielo aplomado, comenzó a arquearse. El tiempo se ralentizó mientras se oscurecía todo. Una gran ola se acercaba. Tratamos de subir a la azotea, pero nos movíamos en cámara lenta hasta que el agua nos cubrió.

La imagen también aparece en mi novela Mar Rojo, Mal Azul. Ese fue el primero de muchos sueños. Hacía décadas que no podía recordarlos tan vívidos, como los sueños que tenía en la infancia y la adolescencia. ¿Habrá sido la cuarentena? Un ideal de soledad.

Hacía rato que me estaba hartando de las redes sociales. Ahora, mientras muchos se vuelcan a ellas, yo me he apartado aún más. La razón es que detesto los teléfonos móviles. Cada vez que he intentado enfrentarme a la minúscula pantalla táctil, me invade gradualmente un desasosiego terrible, intensificado por el alto costo de la conexión; no puedo controlar lo que escribo, y tengo que dejarlo. 

Pienso que, en definitiva, me resulta imposible hacer ningún trabajo serio en un aparato que glorifica lo efímero. El sentimiento se refuerza al observar la alienación de los demás, iluminados frente a su minúscula pantalla. Quizás algunos logren alcanzar una iluminación simbólica. Yo no puedo. Mi computadora da voz a mi mundo interior, y mis brazos son el teclado y el mouse. Tridimensional vs. bidimensional. Definición vs. aproximación. Sólido vs. líquido.

Muchos se sorprenden de que haga efectos especiales y no sea capaz de usar un teléfono inteligente. Pero yo solo conozco a fondo el Word, el Photoshop y el Final Cut 7. Fuera de ellos, soy un dinosaurio con la tecnología. 

Mi computadora y mi cámara son obsoletas desde todo punto de vista profesional. Ha sido así en todas mis películas. Para mí la única obsolescencia de un equipo es cuando se rompe de forma definitiva. Recuerdo una cita de Henry Miller que me envió Ron Blair hace un tiempo: “I have no money, no resources, no hope. Iʼm the happiest man alive”.

Antes de la epidemia me conectaba a Internet en salas de navegación una vez por semana, a veces por menos de media hora. Ahora que están cerradas, el aislamiento total ha producido un estado de inspiración que propulsa mi mundo interior. Por eso la soledad me resulta tan preciada en un país gregario y promiscuo. Imaginé que ahora el cubano se comportaría un poco más como un europeo, pero al final, el clima y las colas destruyen la ilusión

Hace un mes filmé una escena para Corazón azul con los actores Félix Beatón y Jorge Rivera. Repetíamos la escena varias veces probando cosas nuevas. Cuando filmo, la adrenalina es tal que se me olvida el nasobuco por completo. No así para los actores, que lucían cierta preocupación por la proximidad que requerían en la escena con la cara descubierta. 

Recientemente filmamos con Fernando Pérez. Es, junto a Aramis Delgado, el único actor que permanece en el proyecto desde el principio. Tenerlos es un lujo, es fuerza para continuar este proyecto que ha sufrido tantas mutaciones. 

Yo sigo porque vivo para esto. Lynn pasó de ser la actriz censurada, a ser la única actriz que trabaja actualmente en Cuba. Bueno, quizás algún otro cineasta continúa filmando bajo la pandemia, no estoy seguro. Sé que la mayoría se ha detenido. 

Cuando no estoy filmando y la computadora está ocupada rendereando por horas, le hago fotos a Lynn. Desde hace 7 años es mi modelo incondicional. Su construcción visual es inseparable de su personaje en Corazón azul. He buscado siempre una sensualidad que nazca de la oscuridad de su mirada. 

Curiosamente, no me gusta manipular digitalmente las fotos: todo lo opuesto a los planos de mis películas. Siento que el instante congelado pierde la magia si se altera, mientras que el movimiento puede generar múltiples narrativas.También existe un problema: tres meses antes de la pandemia, comencé a notar una mancha minúscula en la esquina inferior izquierda del monitor de mi computadora, en forma de una pequeña ola negra. Luego descubrí que la mancha crecía. Era lógico: la esperanza de vida de la computadora había caducado, magnificada por el horno tropical. He comenzado a documentar el crecimiento del tumor digital filmándolo cada semana. Según mis cálculos, tengo solo cuatro meses para terminar Corazón azul antes de la muerte de mi pantalla. 


Miguel Coyula

Fotograma de Corazón azul.


Miguel, la pandemia y yo (la república de los cuerpos)

El cuerpo es tu templo. El cuerpo te ahoga, te atrapa, te asfixia. El cuerpo es bello. El cuerpo es monstruoso. La cámara y el ojo. El ojo busca la forma. El dedo obtura lo que el ojo descubrió antes. ¿O es al revés? ¿O es de las dos maneras? 

¿Debo dejar reposar el cuerpo —que caiga como un saco de papas— o contener la respiración para que parezca más estilizado? 

¿Por qué el ojo persigue a mi cuerpo? 

¿Por qué un cuerpo desnudo también representa la culpa? 

¿Por qué un desnudo femenino despierta sospecha? 

¿Qué tienen los pezones para ser censurables? ¿Son el principio o el fin? ¿O la punta del iceberg que dio origen a la batalla de Troya? ¿O los que hacen sucumbir a los ejércitos?

Meisner dijo: “Las dos grandes ambiciones del ser humano son el sexo y el dinero”. 

Y sobre el arte, Kant dijo: “Lo bello es aquello que sin pensar agrada”. 

Rafael Alcides dijo: “La belleza es magia.” 

Alcides escribió un poema sobre un mago: “Para tu eternidad, esta es una casa de magia, / donde el que entra no sale”.

La isla de las brujas, de los hechiceros, de donde no se sale ni aunque estés a kilómetros de distancia. Adonde quiera que vayas tienes contigo su sombra. Mi cuerpo desnudo, mutilado, en espera de la crucifixión. 

Cada día amanezco esperando a que toquen a mi puerta. Decidiendo cuál es la mejor forma de burlar a mis persecutores. 

Desprecio la vulgaridad, el lugar común, lo ordinario. ¿Cómo ser original? 

Gaudí dijo: “Ser original es volver sobre tus orígenes”. 

Heidegger dijo: “La vida del hombre es un eterno regreso a casa”. 

Schopenhauer dijo: “Solo existen los deseos”. 

¿Quién soy? ¿Cuál es mi nombre? Carezco de identidad. Fui convertida en un número. Fui aplastada por la masa. 

¿Qué soy? Mis ideales han sido barridos por lo concreto. Por lo básico. 

¿Cuándo me convertí en un juguete básico, no básico o dirigido? ¿En un módulo de aseo personal? ¿En una marxista-leninista? ¿En una comunista? ¿Qué significa todo eso? 

Mi vida es como nadar en una piscina sin agua. O rellenar pomos de plástico, rotos, con agua salada. Mi existencia es un eructo con sabor a sardina enlatada. Un combate contra un enemigo invisible. 

Las avenidas, parques, escuelas, ciudades enteras profanadas por turistas. Un eterno debate entre corrupción y moral. 

La noche lo convierte todo en vertedero. 

Se prostituye una cola por el pan duro y sin aceite que se vende como de primera. Tal vez el desteñido carretón y la vendedora desaliñada sean la única expresión verdadera de la jornada. 

Doy gritos de auxilio desde mi muro de Facebook. Y encuentro a Miguel del otro lado.  Salgo del peligro, de la sacudida de otra vida, donde la ciudad no existe.

¿Qué hacer con el hambre y el miedo? 

¿Qué es lo que me sostiene? 

La ventana está abierta. Espanto una mosca y dejo entrar a una abeja. Se quedó enganchada del grifo de agua. Hubo un momento en que casi se ahoga en uno de los platos sucios en el fregadero. Le salvé la vida y me lo agradece. Ahora viene todas las mañanas y repite la misma acción. Consigue elevarme. Me ayuda a despegar de la superficie. Siento horror a que me clave su aguijón. No por miedo al dolor físico, sino a la traición. Duele tanto sentirse traicionado. 

Pound dijo: “Humilla tu vanidad”. 

Martí dijo: “Triste el que enemigos no tenga”.

Mishima dijo: “La victoria siempre está al lado de la mediocridad”. 

Mishima se hizo el seppuku cuando fracasó su rebelión. Martí murió en Dos Ríos, tratando de mostrar su honor en combate, y Pound expiró de obstrucción intestinal.

Rubén Martínez Villena aseguró que moriría de cualquier cosa, del estómago, del hígado… 

Sigo nombrando. Trato de encontrarme, porque no hallo refugio en la palabra escrita. La palabra escrita me persigue a todas partes. Es como un río que se desborda. Una palabra justa provoca la misma reacción que la pólvora. Soy un cuerpo bomba. Pero soy la secuela de un blockbuster malo. Siento que cada frase ha sido dicha, cada idea expresada durante los últimos 61 años. Soy la copia de un papel manufacturado. Desteñido, descolorido, desabrido, aguado…  

Me deshago de tantas realidades. Quitando mis ropas me aligero. Purifico mi cuerpo. Lo dejo listo para el instante. Para el disparo del arma cámara. El lente tan frío como mis besos en época de pandemia. Filmes unipersonales. Fotos unipersonales. Teatros unipersonales. Restaurantes unipersonales. Se distorsiona la palabra a causa de la soledad. Personal-persona-máscara. Máscara impersonal sin la de otra persona. Me quedo detenida. Veo una hilera de cadáveres que avanza desde Europa. Mis ojos expresan el horror del mundo. La cámara los capta. Me hundo en mi casa, que ya no es casa. Me consumo, envejezco y me ahogo en la república de mi casa. 


Lynn Cruz (© Miguel Coyula).




Ray Veiro

Ray Veiro

Ray Veiro

¿Cómo se entiende un héroe en estos tiempos? ¿Cómo reescribir la épica en la época posmoderna? Es decir, ¿dónde coño está el salvador de esta tierra? Un mesías que nazca y luego preñe esta Isla. Un incesto. Mientras tanto, felices los anormales. Nombre completo y firma: YoSoyFidel