Aprovecho el contexto de esta tercera entrega de Lenguaje Sucio para socializar un hecho estético de dimensiones políticas y de género que, orquestado sobre la dramaturgia de la performance, ha terminado por expandir sus fronteras para convertirse —de facto— en un gesto cultural de reivindicación y de afirmación. Se trata, sin duda, de una acción de empoderamiento femenino y feminista que señala el lugar de la mujer dentro de la conflictiva trama simbólica de un modelo cultural falocentrista en el que la voz masculina sigue detentando el poder y ejercitando maniobras punitivas sobre el cuerpo de “ellas”.
Me refiero al proyecto de la artista de origen cubano, afincada en Costa Rica, Aimée Joaristi, Manifiesto Púbico [MP]. Un proyecto de participación colectiva que comenzó en La Habana y en Matanzas, dentro del programa de la XIII Edición de la Bienal de La Habana, bajo el lema “La construcción de la posible” y en Matanzas, bajo el enunciado, tan conflictivo como ambiguo, “Ríos Intermitentes”. Cuba fue el comienzo de un periplo que aterrizó en Japón semanas después, concretamente en la ciudad de Tokio, y que en el próximo mes de julio tendrá por sedes las ciudades de Madrid y Venecia respectivamente.
Más que una performance en el sentido restrictivo del término, MP, es, con diferencia, una plataforma de gestión ciudadana en la que las mujeres —de cada contexto de acogida— asumen el rol activo de un empoderamiento (no reactivo, sino dialogante) con el ánimo de vulnera los modelos horizontales y excluyentes sobre los que rubrica la tiranía fálica y el dominio de esa voz que, desde siempre, les dice a ellas cuál es su lugar.
Reproducimos aquí el texto original del primer manifiesto, escrito, entonces, por la feminista Adriana F. y por Francisco Brives, co-director de los Museo C. A. V La Neomudéjar y Zapadores Ciudad del Arte, en Madrid. Se aportan los links en los que podrán visualizar los vídeos-documentales en los que se registran las intervenciones de la artista en La Habana, Matanzas y Tokio.
Agradecemos especialmente a todas las mujeres cubanas y japonesas que se implicaron en el proyecto gestionándolo con independencia y autonomía. Mención especial también a Eduardo Uribe, Allegra Pacheco, Francisco Brives, Néstor Prieto, María Magdalena Campos-Pons, Amor Campos, Abraham Gascón, Luis Enrique Padrón, Juanito Delgado, Ernesto Granado Rigueiro, Juan Caunedo Domínguez, Santiago Barbosa Cañon y a todos los miembros del equipo de la Bienal de La Habana que —de una manera u otra y a tenor de sus limitaciones— apoyaron a la artista en esta nueva aventura suya.
Manifiesto Púbico de Aimée Joaristi
Manifiesto Púbico se presenta como un acto colectivo ejecutado por mujeres que intervienen la ciudad marcando un territorio estático, eje estructural de la sociedad cubana. Utilizando exclusivamente el elemento de la columna como forma simbólica falocrática aludida por Alejo Carpentier en “La ciudad de las columnas”. Joaristi recoge esta ciudad como una metáfora del espacio masculinizado, como un eje estructural de una ciudad machista que continúa con el mismo devenir o un modo de operar con los cuerpos de las mujeres que nos remite a un pasado impertérrito.
La artista trabaja con un objeto púb(l)ico a nivel simbólico sin exponer el cuerpo ni representarlo. Alude al símbolo que significa al cuerpo a través de la genitalidad para producir un choque que resignifique las estructuras urbanas. La acción performativa pretende generar ruido en la naturalización del concepto de los espacios, pensando los elementos que lo habitan como algo que cuestiona aquello que no nos habíamos parado a ver pero que de una forma u otra se significan mediante una revisión de lo cotidiano. Tanto las agresiones como las estructuras forman parte del vivir ciudad de una forma inmóvil en el tiempo. La intervención de estos elementos nos remite a la asociación simbólica que entronca a la ciudad. Tanto los agresores como los pilares que sostienen la urbe se presentan como estructuras estáticas naturalizadas que este proyecto propone subvertir,
Así habitar el espacio urbano se convierte en experiencias que conforman parte de la memoria del miedo y el dolor de la artista. Esta cultura de la violación y acoso puesta en marcha por agresores sitúa a los cuerpos de las mujeres en una posición de vulnerabilidad. Es una estructura orgánica la cual es reforzada por los actantes y los vouyeurs que se hacen presentes en estas situaciones. Las micro-violencias están asumidas también por el silencio cómplice de los muros, las aceras y las esquinas.
La arquitectura mayor impuesta, desplaza no solo al sujeto físico, sino también al ejercicio de transitar por los espacios públicos en libertad. Damos cuenta de que hay una articulación de diferentes miradas: el que agrede, el que es cómplice, el que asiente y la mirada espejo de aquellas que heredan la agresión como un gesto cotidiano que provoca a reformular la exposición vivida desde una mirada presente.
Cuerpos en conflictos, cuerpos en deseo y cuerpos en violencia.
La artista se posiciona desde el otro lado del espejo, en un juego donde se cruzan el reflejo de un tiempo pasado, con otro que le atraviesa afectado por el devenir geográfico de los diferentes países habitados y contextos temporales que le han permitido madurar y tomar distancia. Este proyecto revisita a La Habana rescatando memorias de dolor y se encuentra en la empatía de los cuerpos que actualmente siguen afectados por las mismas dinámicas. Incorpora el cuerpo cosificado a modo de pubis, como símbolo universal de los cuerpos de mujeres sin atender a una realidad que podría atravesar a otras realidades y diversidades de tipo racial, o de identidades subversivas. Tratando intencionadamente de manejarse en parámetros netamente binómicos para evidenciar una necesidad de reequilibrio en los espacios públicos, que pueda abrir luego un debate sobre las otras silencialidades.
La performance se plantea como una reapropiación del espacio público por las vulnerables, asumiendo que las calles y las noches también son de las mujeres. Para ello Joaristi propone reocupar el cotidiano en las calles, desde un empoderamiento femenino que deje una huella efímera en la ciudad, que a su vez pueda ser apropiada por los transeúntes y llevada a modo de fetiche a su espacio privado. La propuesta deseada es ver como una ciudad se acuesta masculinizada y se despierta feminizada.
Con esta obra Aimée Joaristi, se postula como una artista que versa sobre la violencia desde una perspectiva de memorias afectadas, atendiendo a sucesos cercanos que atraviesan contextos geográficos y generacionales, como ya hizo en “Tres Cruces” o “Guerra Continua” siempre en una búsqueda de equidad hacia reflexiones que eliminen las barreras y las diferencias que establece el poder. La artista transita desde experiencias que ahondan desde lo vital, transitan por lo geográfico y finalmente interseccionan en su obra de forma categórica.
Adriana. F y Francisco Brives
Vídeo:
La Habana
Galería:
Yo es Otro
La obra de Carracedo no es una sentencia; es, distinto de ello, una voz.