Lage extremo
Luego de Vultureffect (Unión, 2011) y Carbono 14. Una novela de culto (Ediciones Altazor, Perú, 2010; Letras Cubanas, 2012), era de esperar el delirio fluorescente, el desborde narrativo de Jorge Enrique Lage, tal como se muestra en su más reciente entrega, La autopista: The movie (Editorial Caja China, Colección G, 2014).
Lage (La Habana, 1979), bioquímico, es uno de los autores de la llamada Generación Cero, recientemente antologada. Este sería su quinto libro publicado en Cuba.
Todo Lage está aquí. Más espontáneamente complejo, más, si se quiere, natural. Fundidos sus vectores creativos, vamos del clásico policíaco a los géneros de terror y fantástico, con personajes rizomáticos como el Autista —clon del propio Lage— o la Cuban-American Vida Guerra, la femme fatale que se multiplica, en bufa aberración visual, por todos los canales televisivos.
Culto, estudioso, casi una autoridad en el género —autores conocidos, desconocidos o inventados—, Lage despliega todo su arsenal, y con irónica lucidez se monta dos novelas en una. Muy sofisticada la que se deja leer entre líneas y otra muy cool, que va de refrescante a glacial. Tan en la superficie y ligera, que a ratos parece suspendida en el éter orwelliano.
La realización de un documental sobre la construcción de una autopista soberana, fenomenal, monstruosa, cual remedo de la antigua muralla china, en escenarios, paisajes, atmósferas futuristas, permite desarrollar la novela en clave de cine (nuevos realizadores), es decir, pura crítica en mecánica deconstructivista, como tenaz alternativa del que está fuera de sitio y no “en el sitio que tan bien se está”, en el sentir de Don Eliseo Diego.
En una atmósfera densa de combustible y comida chatarra, la autopista escupe estos seres desatinados, en una estética porno-bloguera y afterpop.
Parásitos, vagabundos, nómadas, sospechosos, impertinentes intrusos de la patología urbana, desfilan como actores de la snack culture, los medios —sobre todo la telejunk— donde nadie es responsable de las circunstancias en un país cuyas ruinas dicen que está en reconstrucción permanente y es tarea del artista repoblar los nuevos espacios de soledad: terrenos, solares, explanadas: el desierto.
“Con las autopistas ocurre lo siguiente: no importa por donde pasen, a cada lado empieza a crecer (como mala yerba del espacio, como posibilidad) el desierto”. Lugares en los cuales aún es posible hacer algo, edificar otra cosa. Hacer habitable la utopía.
Diez capítulos, titulados todos en inglés, ponen en solfa, satirizan la beatitud del instante decisivo, tan moderno, con sus testimonios perdidos en el limbo del aburrimiento, la banalidad y la insignificancia: la instantánea del medio.
De la Coca Cola nacionalizada a los performers de Alamar, de nativos rockeros a ciclones transformers (Katrina), de los prisioneros de la base naval de Guantánamo, al Jefe del homo cubensis, rígido en su discurso, medio hueco, que por momentos parece un inglés mal traducido: “salga bien o salga mal, tienes que hacer lo que tienes que hacer”. En fin, se trata con ingenio, astucia e inteligencia, de abordar “el monólogo profundo de la cultura cubana”.
“La autopista remezcla todo eso: fantasía post-toon, ilusión atávica, el deseo de huir hasta donde sea posible”.
Nada simple la estructura del texto, de contenida complejidad, que gira según las direcciones marcadas por la épica subjetiva del techno-thriller, perfiles que inciden sobre fenómenos de la percepción-recepción (fogonazos icónicos de entramados neuronales), sorna (que no sarna) de la realidad biológica y su propio drama existencial.
Encontramos casi al final una atrevida y antropológica caracterización de la extinta narrativa cubana: “géneros borrosos; unidad narrativa débil, de telenovela; fluidez de contenido (Las historias son, básicamente, agregaciones y compuestos); surrealista, que ocasiona curvaturas en lo real; estilo gaseoso, su carácter oral la sitúa fuera del mercado (Ponerla por escrito tampoco serviría de mucho. A un estilo así no le va entrar dinero por ninguna parte.); ambigüedad animal / humana / máquina: La característica más evidente y clara de todas. Se explica por sí misma”.
Coherente en su delirio de ajedrez aleatorio, el encuentro de los grandes maestros José Raúl Capablanca (JRC) y Bobby Fischer (BF), trasciende espacio-tiempo. La invención del primero de un tablero extendido y dos piezas mutantes que ofrecieron al jugador superior mayor grado de libertad. El encuentro del segundo con Spassky. El ajedrez como una guerra fría, o congelada. Cháchara histórica, pero Historia de la buena, ficción auténtica. Uno de los mejores momentos de la novela.
Olga Chagodayev, última inspiración de Capablanca, nos da algunas claves de estilo en la escritura lageana: Elogiaba mi capacidad para dejar sobre el texto aquello que lo hace funcionar con economía y ventaja. Le das una importancia excepcional a los elementos dinámicos —decía—, cuando todos los demás se concentran en los estáticos. Entiendes como nadie la importancia de tener la iniciativa sobre el lector…
Desde La Gusanera —fast-food devenido sex-shop— Lage nos demuestra que se puede ficcionar con todo y con todos: desde el bebé de la portada Nevermind de Nirvana, hasta un Fidel Castro que exprime latas de New-Coke con el puño mientras dice: “La desaparición de la Coca-Cola es un síntoma más de la decadencia del imperialismo norteamericano”.
Y, cuando estamos listos ya, abiertos a la posibilidad fantástica de literalmente cualquier cosa, vemos ante nosotros la grotesca aparición de un super Frankenstein-Libertador encadenado, reconstruido por un venezolano multimillonario, que dice llamarse Román Abramóvich (político ruso, empresario petrolero y propietario del Chelsea Football Club).
Tres sabias palabras vio el chamán en la satírica Natural Born Killers de Oliver Stone: TOO MUCH TV. Lage nos regala un exquisito catálogo de frases célebres de celebridades fritas. Inobjetable y abismal conocimiento de teleseries y wikimedias. Más que Generación Cero estamos en presencia de una Generación Z desfasada. Una actriz estadounidense cazavampiros de 33 años puede encarnar la Muerte, o más bien la Mafia de Miami: —¿Hay una mafia de Miami? Eso es lo más provinciano que he oído en mi vida.
“A mí me espera la autopista. El autostop. El primer carro que pare. ¿Hacia el norte o hacia el sur? Extiendo la mano. Levanto el pulgar”.
“Sé que alguien lo va a entender.”
Y es el fin.
Pensamos: solo es legítimo escribir ciencia ficción y literatura fantástica en Cuba. No hay otra manera de acercarse a la realidad, de ser verosímil. Aunque, como es sabido, aquí la realidad supera cualquier ficción y Kakfa, dicen, sería nuestro primer escritor costumbrista. Lo cual es un juicio de valor.
* Publicado originalmente en Diario de Cuba: https://diariodecuba.com/cultura/1398327092_8281.html
ʻMi cine se convierte en político al moverme en los márgenesʼ
La verdad, la espontaneidad de la vida real están presentes en los filmes de la joven documentalista cubana Sandra Gómez (Las camas solas, El futuro es hoy, Claroscuro), quien realiza su obra de manera independiente.
Atractivos, fuertes y de extraordinaria humanidad, en sus documentales no hay una mirada fría, un punto de vista imparcial, “objetivo”: Gómez simpatiza con estas personas a las que encuadra, les hace hablar de sus tribulaciones o esperanzas. Su cámara ve los acontecimientos del lado de estos seres, personajes sencillos o escritores de ciencia ficción, como Yoss, cuyos avatares y circunstancias (vivir-resistir en la isla de la libertad) transmite al espectador una poderosa carga emocional al lograr una auténtica inmersión en detalles de lo cotidiano respirado por ellos.
A la cineasta, que ahora reside en Suiza, le hicimos llegar un cuestionario de diez preguntas: ¿Cine antropológico? ¿Piensas en la ficción? Lo más difícil: ¿el rodaje, el guion, la edición? Si no fueras cineasta… ¿Qué opinas de la batalla que están dando los directores cubanos por una Ley de Cine, por ser reconocidos como profesionales independientes? Sueños, proyectos futuros…
Lo que sigue son las respuestas de Sandra, quien no es familia de la ya fallecida directora Sara Gómez, pero se le parece bastante en eso de mirar a las personas y sectores de la sociedad menos favorecidos.
Así, pues, en primera persona, Sandra.
“Sigo muy de cerca esa batalla que se libra en el ICAIC: me llegan regularmente las notificaciones en correos electrónicos y estoy al tanto de todos los avances y las reuniones. Es necesario que se realicen cambios y que el ICAIC no se estanque y de paso también a los más jóvenes. Que haya más flexibilidad dentro de las estructuras actuales. Esperemos que no todo quede en papel, reuniones y estatutos y que sucedan realmente cambios, para bien. Estuve presente en abril, durante la Muestra de Jóvenes Realizadores, que cumple ya su doceava edición, y no queremos dejarla perder”.
“¿Diferencias? Los jóvenes somos más provocadores, tememos menos a la censura y nos expresamos con más libertad. Tenemos el valor de arriesgar a todos los niveles, decir cosas incómodas, con poco presupuesto, imaginación y voluntad, locura. Pienso que cuando se llega a obtener éxito y reconocimiento se pierde un poco de esa energía y el cine se vuelve más refinado, más pensado o calculador. Los jóvenes vamos hacia adelante, muchas veces sin saber dónde termina (o comienza) todo y lo hacemos sin prejuicios, hasta el final. Una sociedad abierta debe dar la posibilidad de expresión a los más jóvenes, pues en ellos está la esperanza de ayudar a cambiar ciertas cosas, de contribuir a la discusión sobre nuestra realidad”.
“Nunca he pensado en términos de clasificar el tipo de documental que hago, trabajo más bien por intuición. No he estudiado la teoría del documental: en la Escuela de Cine me especialicé en cámara y fotografía, así que he llegado al documental a través de un camino más personal, por la necesidad de expresarme y contar, teniendo a disposición una cámara. Si se trata del acercamiento a sectores de la sociedad menos favorecidos, marginales o excéntricos, sí, eso realmente me interesa: dar voz a quienes, normalmente no la tendrían, o mostrar que, lamentablemente, el derecho humano de la igualdad, en la práctica, no se deja llevar a cabo. Hay profundas desigualdades en nuestra sociedad.
“No pienso en hacer ficción. Creo que he llegado al punto de estar exactamente donde me interesa y el camino que me condujo hasta aquí fue por etapas: Licenciatura en Lengua Inglesa, traductora en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños durante tres años, hasta que me aburrí y pasé de trabajadora a estudiante. Gracias al director argentino Pablo Reyero, amigo y profesor de la EICTV, descubrí el género. Gracias a su Dársena Sur, premiada en la XIX edición del Festival de La Habana, obra de tema fuertemente social”.
“Me siento cómoda en lo que hago, y a la vez comprendo que es un gran reto. Llega un momento en que una se detiene y encuentra su lugar. Pienso que este es el mío”.
“¿Cómo trabajo? Nunca con guion o plan de filmación. Soy un poco caótica en ese sentido, lo cual no le hace fácil la vida a mis colaboradores, a mi productor. Parto de un personaje que me interesa o una idea y voy entonces a que la realidad me sorprenda y me ofrezca buenos momentos. Lo importante es pasar mucho tiempo con los personajes, convivir con ellos si es posible, hacernos amigos hasta que nuestra presencia no llegue a molestar, se les olvide y todo sea más natural. Que esa cercanía nos permita pedirles, a veces, ciertas cosas más difíciles o arriesgadas. Estar siempre con los ojos y oídos muy abiertos, sensibilidad e intuición alertas para captar esos momentos más poéticos o ʻverdaderosʼ”.
“Filmar, editar, filmar otra vez hasta obtener algo bueno. La edición es lo más difícil porque me encuentro con mucho material filmado sin saber bien por dónde empezar y cómo armarlo. Necesito siempre la colaboración esencial de un editor, con una mirada más distanciada sobre lo filmado y que esté dispuesto a ayudarme a encontrar una estructura narrativa. Mi compañero Rolando Colla, cineasta suizo, es también el editor de mis documentales. Es el caso de mi recién terminado Claroscuro, que empecé filmando en 2009 y terminé de editar ahora, en 2013, al cabo de casi cuatro años. Ya lo inscribí al venidero Festival de La Habana, esperando que quizás lo seleccionen”.
“También lo inscribiremos en otros festivales internacionales, tal como hice con los dos anteriores, que han tenido un recorrido muy satisfactorio en varios países. Ahora comienza Claroscuro su camino en los festivales, a esperar la reacción del público y la crítica, la verdadera vida de una obra. Escogí los niños del documental —los hijos de la Luna, les llaman, porque no pueden recibir la luz del sol en su piel—, quienes por su enfermedad son marginados y necesitan mucho más del apoyo del Estado. Capturé su existencia marginal al igual que es marginal un edificio que está por caerse al llegar un huracán (Las camas solas) o como son marginales las personas que esperan en Cuba un cambio, mientras la propaganda dice que todo va bien. Mi cine no es político, pero se convierte en político al moverme en los márgenes”.
“Verdad del documental: hay tres niveles. El primero es aquel de la realidad capturada, ese instante que puede ser único, irrepetible. El segundo es cómo es capturado o la mirada de autor. Y el tercer nivel es el de la estructura que te da una verdad más allá, porque es ahí, en la edición, que nace la película. Y ese tercer nivel necesita mucho tiempo. En mi caso, este proceso dura semanas y semanas, con largas pausas para dejar descansar el material, porque nunca se llega enseguida a una estructura que funcione. Se necesita, entonces, larga paciencia y tenacidad hasta encontrar la solución mejor”.
“La productora suiza Peacock Film ha sostenido mis proyectos con presupuestos relativamente modestos que me han permitido los rodajes en Cuba y los costos más significativos de postproducción”.
“¿En el futuro? Me siento atraída por la música rock, quizás porque la música permite una cierta libertad dentro de Cuba y porque los músicos han mantenido una actitud de rebelión auténtica, que corresponde a la mentalidad de los jóvenes cineastas cubanos. Los músicos, incluso si envejecen, siguen siendo gente que ama la provocación y ser libre. Gente muy expresiva, auténtica. Sobre esto tengo intención de hacer un documental”.
“¿Sueños? Mi sueño es seguir haciendo documentales, viviendo en el universo del cine”.
* Publicado originalmente en Diario de Cuba: https://diariodecuba.com/cultura/1373931017_4226.html

Entrenamiento en el fin del mundo: el Ártico se convierte en zona de guerra
Por Helen Warrell
El deshielo del mar, el aumento de las tensiones y el redescubrimiento de lo que implica dominar el arte de la guerra en el Ártico.