New Orleans, mayo 20, 2025.
Querido Donald,
Hace 123 años, un día como hoy, nacimos los cubanos libres. Era el 20 de mayo de 1902 y mientras descendía en el castillo del Morro la bandera de los Estados Unidos —tras cuatro años de ocupación, o, más bien, de convivencia generosa—, un extranjero, un dominicano llamado Máximo Gómez, izaba la bandera cubana por primera vez republicana, liberal, orgullosa.
Nacía la República de Cuba, un parto inconcluso que aún duele.
Esa bandera, que los cubanitos puros detestan, porque fue diseñada por Narciso López, un anexionista venezolano, ondeó por primera vez aquí, en New Orleans, a menos de una legua del Mississippi, antes de llegar al suelo que representaba. La democracia, la libertad y la noción misma de Cuba están atadas en su historia a los Estados Unidos, y me siento orgulloso de eso. We go way back, don’t we?
Nuestra democracia apenas duró medio siglo. Lo que vino, la miseria, el terror, la tortura y el exilio de más de tres millones de cubanos es el resultado complejo de una suma nefasta: un tirano y dictador sin escrúpulos, un pueblo encandilado con las promesas paternalistas de Castro el mayor, y una larga historia de parasitismo que aún arrastramos, incluso, en el exilio.
My President, hay curas dolorosas pero necesarias. Tú, que siempre vas two miles ahead, entendiste que todo aquello que se da sin exigir contraprestaciones, conduce a la comodidad. No hemos sido eficaces como exilio. En lugar de trabajar por el regreso nos instalamos en una diáspora cómoda y placentera, a noventa millas de nosotros mismos.
Tampoco hemos sido un buen pueblo, truth hurts, but it sets you free. Te lo digo con inmenso dolor, un día como hoy, tan significativo para todo cubano que añore la democracia para su Isla.
Los totalitarismos buscan la estandarización, igualarlo todo, desde la imagen hasta el pensamiento. Bajo la promesa de “igualdad” se esconde la voluntad de control. Si todos pensamos, vestimos, comemos, andamos y follamos igual, cualquier disidencia salta a la vista. Desgraciadamente, no hemos aprendido. Como caníbales, a todo lo diferente lo satanizamos. Lo hacen los comunistas en la Isla; lo hacemos los demócratas en el exilio.
New Orleans es mágica, hay música, colores, una variedad de rostros y sonrisas que seduce. Aquí se respira libertad. Si me doy la vuelta y pienso en mis cubanos, en mi pueblo, en la grisura de la inercia a la que nos han condenado 66 años de dictadura, me doy vergüenza. El castrismo cultural se ha instalado de tal manera en el hipotálamo de la conciencia cívica cubana que a veces pienso que, al igual que las células cancerígenas, la única manera de desterrarlo es matando al enfermo.
Quizás Cuba, para sobrevivir, necesita desaparecer.
Siempre que te escribo recuerdo que la formula comunista para cualquier correspondencia empezaba con “Espero que al recibo de la presente misiva se encuentre bien, en compañía de familiares y compañeros” y terminaba con “Saludos revolucionarios”, o, con un adverbio terrible y descascarado: “Revolucionariamente”.
Esa es otra forma de reducir el cerebro a un gestor de funciones vitales y privarlo de su poder pensante. Robar y resemantizar palabras, obligar a todo un pueblo a que cuando escuchen “Revolución” no lo entiendan como el sustantivo abstracto que es, o como la función de acción que describe. Para un cubano, “revolución” es un concepto vacío, como lo es “Cuba”, “cubano”, “libertad”, “democracia”, “unidad”, o, también, “país”. Son palabras anodinas y pálidas, escombros en la semántica castellana. Words matter. Twist them, and you twist minds.
Han dado mucho de sí estos 66 años de adoctrinamiento y manipulación. Do the math, it’s chilling: Cuba ha vivido más en dictadura que en democracia.
El castrismo cultural nos ha igualado en el parasitismo y la dependencia, impidiendo la iniciativa de pueblo, o, simplemente, la agencia necesaria para ser protagonistas de nuestra propia Historia.
No host no feast, Cuba, estado parásito, necesita de su host. Fidel Castro elevó el parasitismo político hasta el punto de que hoy la dictadura cubana se sostiene fundamentalmente explotando a quienes desterró. No existe castrismo sin los Estados Unidos y no me atrevería a formular la sentencia inversa que me pica en la lengua. (Makes you think, right?).
El parasitismo revolucionario ha funcionado como una estrategia de supervivencia ante la incapacidad del sistema de ser autosuficiente. Tras la caída del bloque comunista, el exilio pasó de odiado, escupido y renegado, a ser promovido como fuente de financiamiento y, con la penetración de sus agentes promotores del castrismo cultural, se convirtió en un aparato de presión política.
De esto seguro te ha hablado Marco, o, quizás, Carlos Giménez. Una política migratoria demasiado porosa y permisiva ha posibilitado que convivan en el exilio las víctimas con sus represores. My President, estás claro; cuando hablas de que se ha abusado de este gran país, los cubanos somos un buen ejemplo. Por suerte, ante las denuncias oportunas y eficaces de periodistas y Observatorios de Derechos Humanos, los muy cobardes han optado por la autodeportación. Espero que los mil dólares que prometiste jamás lleguen a las manos ensangrentadas de dichos represores.
Estados Unidos es el enemigo omnipresente que justifica la represión interna y el estancamiento cívico en la Isla. Esta forma de parasitismo ideológico se ha trasladado, tristemente, al exilio. La diáspora cubana, lejos de constituirse en una alternativa opositora con proyecto propio y unidad, ha sucumbido a una prolongación simbiótica de la misma idea del régimen al depender estructuralmente de las dádivas, privilegios migratorios y recursos del Estado norteamericano, sin desarrollar una vía capaz de desactivar este ciclo de dependencia mutua que mantiene vivo al totalitarismo.
Había pensado en regañarte, my President, decirte que cada vez que la emprendes contra Taylor Swift cometes un error de soberbia. Tienes que entender que no todo el mundo te quiere, que hay personas que piensan diferente y lo expresan, y esa es la grandeza de este país en el que todos convivimos y nos respetamos.
Cada vez que dedicas tu tiempo a ofender, reducir o violentar a quien se te opone, haces America Weak Again.
Quería también decirte que te estás equivocando cuando afirmas que Bruce Springsteen no tiene talento. No, mister President, Bruce ha llevado lo mejor de este país a todo el mundo, ha conseguido que el Universo ame la idea que representa el pueblo de los Estados Unidos del que me siento parte: su infinita generosidad y su capacidad extraordinaria de hacer futuro.
Leadership isn’t about petty fights, it’s about vision, Bruce Springsteen is The Boss. Aunque te joda, tienes que admitirlo.
Quería comentarte todas estas cosas, agradecerte la Orden Ejecutiva para reducir el precio de los medicamentos, los esfuerzos para lograr una paz duradera para Ucrania y, también, que hayas puesto testículos al referirte a la mierda humana de Putin, pero es 20 de mayo, el día en que nació la República de Cuba y estoy en New Orleans. Sabrás disculparme.
Por cierto, anoche en Tremé, en un bar oscuro pero lleno de vibra, de jazz y sabor, coincidí con Morgan Freeman. Está viejo, pero al escuchar la música divina del second line, su risa fue fresca y juvenil. No le dije nada, sé que te detesta, que no te apoya, que no es de los nuestros.
Es casualidad, pero hoy es martes, igual que aquel día en que por primera vez pronunciar “República de Cuba” sonó real, nuestro, vívido. Tomás Estrada Palma, un gran admirador de los Estados Unidos, fue nuestro primer presidente y, desde ese entonces, hemos batallado por lograr un país próspero, pacífico, cálido y amigable. Sé que lo sabes, cada vez que vas a Miami te recibe Cuba, la única cierta, la que sobrevivió.
This land still holds the promise, Don’t blow it. God bless America
Mi mejor abrazo para ti, my President.
Tu Jorge
P.S.: El original en inglés de esta carta fue enviado al correo oficial del presidente de los Estados Unidos.

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