Esperando que alguna editorial decida hacer una edición integral de la correspondencia familiar de José Lezama Lima, y aproveche de paso para corregir las erratas y errores de las existentes, transcribo aquí dos nuevas cartas del escritor a su hermana Eloísa Lezama Lima, desconocidas hasta el momento, cuyos originales se encuentran en la Biblioteca de la Universidad de Miami.
Deben sumarse a las otras tres, que ya transcribí y comenté en RIALTA en agosto del 2023, y a tres más que formaron parte de un dossier en INCUBADORA.
Transcripción y notas: Ernesto Hernández Busto.
Carta de José Lezama Lima, 4 de diciembre de 1965 (pág. 1).
La Habana, 4 de diciembre 1965
Queridas hermanas: Ya vamos entrando en la carrilera del último mes del año, que se nos ha vuelto antipático, insoportable casi, después de todas nuestras desgracias. Pero por aquí, felizmente para mí, habrá muy pocas alegrías, pues cada cubano pensará en su familia. ¿Quién no tiene un ausente? Es el mes de la familia, y para nosotros es el mes de la ausencia.
El padre de G.[astón] B.[aquero] fue enterrado viernes 2 de este mes. [1] Otro que recibirá la noticia del cruel hachazo en la desesperación del destierro. En sus últimos días hablaba, en el delirio con su hijo ausente, levantándolo para que se fuera para el trabajo, por lo menos en la ensoñación previa a la muerte pudo verlo y hablarle. ¡Qué tristeza, hermanas mías, todo esto[!] G. B. fue siempre un hijo muy amoroso de sus padres, y ahora tiene que recibir la espantosa noticia separado de los suyos.
Hablando de G. B., me he enterado, a lo mejor no es verdad, de que ha entrado a formar parte del negocio de Juan Cros. [2] A eso yo le atribuyo que no fuera propicio a verlas a Uds., así como tampoco quiso ver a Fina y a Cintio. Me han dicho que J. Cros se ha convertido en el azote de los cubanos que pasan por Madrid y que viven en Cuba. Algo de esa detestable manera le habrá indicado a G. B. Por cierto que dicen que J. C. lleva la vida fastuosa de un millonario. Esa unión con G. B. no puede engendrar nada bueno. La negativa de G. B no queriendo recibir a Fina y Cintio que le llevaban saludos de su madre, me parece incomprensible. [3]
Fina y Cintio te recuerdan mucho, Eloy, y cada vez que me visitan hablamos mucho de Uds. El niño les dejó también muy buen recuerdo. Pienso escribirle, pues he recibido la cartica deliciosa de Reyes que me escribió. Pienso mucho en él, quizás me acompañe en mi vejez si llego a esas cercanas orillas.
En las últimas semanas he recibido del Norte varios anónimos. Me parece ver en ellos la mano enferma de Adrián G. H. [4] Es el mismo estilo de llamada telefónica, igualmente anónima, sucio, de puro gañán con apariencias de señorío. Anda errante como un endemoniado, no encuentra sosiego, se muerde el codo. Y se desbaba como una descarga urticante en esos papeluchos, cuya manía parece haber heredado de su padre, viejo enmascarado, para insultar en la distancia. Es una lástima, imán para el vago.
Me dices que te piden con insistencia el ejemplar de Paradiso, remitido para que lo guardes con celo. Fuera de Cuba nada más que hay cuatro o cinco ejemplares (dos que le envié a Uds, uno para Ernesto, uno para Julio Cortázar, otro para Emmanuel Carballo, quizá uno o dos más). Eso hace que esos ejemplares deban ser muy cuidados, aparte de que es ridículo que tú tengas que prestarle tu solo ejemplar a toda la emigración cubana. Te insisto: no dejes salir ese ejemplar de tu casa. Esa insistencia en pedirle una obra, a la hermana del autor, sabiendo que solamente tiene un ejemplar, es una muestra de indelicadeza.
Un primor ver a Rosita con su nuevo nieto. [5] Es la dicha que teje su destino. La disfrutará con verdadera alegría familiar. Me dicen que el asma la aqueja, que se vea con el doctor Lamas. La Dra Salcines, su discípula, me ha hecho mejorar mucho, gracias a eso, esos días del invierno son menos crueles.
Vamos entrando en las Pascuas. Después de la muerte de Mamá se me han vuelto aborrecibles. Ella era el centro de todas nuestras Pascuas.
La curiosidad despertada por el Paradiso ha sido insólita. Tres casas editoriales de habla inglesa, dos en italiano, en noruego, en sueco, en holandés, dos en español. Pero cada día pienso más en la vida ejemplar de nuestra madre.
Abrazos mil,
JLL
Carta de José Lezama Lima, 4 de diciembre de 1965 (pág. 2)
NOTAS:
[1] El asturiano José María Baquero Prieto (1875?-1965), padre de Gastón, trabajó como telegrafista, maestro de primaria y traductor de cables (había estado en los Estados Unidos y sabía bien inglés) en el Diario de la Marina. Viajó por toda la isla, y en Banes conoció a Fredesvinda Díaz, que será madre de Gastón (y de su hermana gemela Ida). En algo que parece una huida, José María se fue luego a La Habana (donde tenía mujer y dos hijas pequeñas) sin reconocer a los gemelos habidos con la mulata pobre, pero reapareció 13 años más tarde y se llevó a su hijo adolescente a la capital, insistiéndole para que estudiara en la Universidad de la Habana la carrera de ingeniero agrónomo.
[2] El médico Juan Cros Capote se estableció primero en Baracoa y luego en Santiago de Cuba, y pronto se convirtió en uno de los mejores galenos del país. Además de la Medicina, tenía otras dos pasiones: las polymitas picta (hay dos que llevan su nombre) y la arqueología indocubana. Fue miembro del grupo Guamá y parte la Comisión Nacional de Arqueología. Una parte de su colección arqueológica, que era, junto con la del banense Orencio Miguel, las más importantes de arte taíno del momento, fue vendida a la Universidad de Oriente en la década de 1950 y hoy forma parte de los fondos del Museo Universitario. Junto con su esposa Mercedes Arrué, emigró a Madrid en 1965; allí los esperaba su hija, la antropóloga Mercedes Cros Sandoval. Los tres se fueron a Miami en 1967, allí vive aún la hija, con 91 años. Cros, Orencio Miguel y Gastón Baquero, que era de Banes, fueron, en efecto, buenos amigos.
[3] Gastón Baquero se negó a ver a Cintio y Fina las veces en que estos pasaron por Madrid y lo llamaron. Así lo ha contado Fina en un artículo titulado “Gastón”, publicado en La Gaceta de Cuba, julio-agosto de 1997, pp. 17-21: “La última vez que fuimos a Madrid nos dieron su teléfono. Salió con una voz, ya algo alterada por los años, tan distinta a la que recordaba tan bien, preguntándome algo extrañado: ʻ¿Nos tratábamos de usted?ʼ. Lo había olvidado. Aquel respeto. Con Cintio su trato siempre había sido más familiar. Le pregunté si podríamos verlo, ʻdonde usted quiera, en su casa, en algún otro sitioʼ. Me contestó que podría perjudicarlo. Por solo haber escrito un artículo por el Cervantes de Dulce María estuvieron a punto de calificarlo poco menos que de ʻrojilloʼ —¡a él!— recordándome que seguía viviendo de sus artículos en los periódicos. ʻTambién a ustedes podría perjudicarlesʼ. ʻNo, no, y aunque así fueraʼ. Le aseguré que nada pasaba porque alguien fuera a verlo. ʻPero será mejor para usted, como dice, que no vayamosʼ. No había mucho más que hablar. ʻLe pongo a Cintioʼ. Sabía que era la última oportunidad que teníamos, Cintio trató de aminorar la tensión bromeando un poco. ʻ¿Así que quitaste al Inocente de tu Autoantología? Lástima. Es tu mejor poemaʼ. Lo encontraba ya anticuado, ʻretóricoʼ. Unos pocos diálogos ligeros, el deseo de un buen viaje, y nada más. ʻAdiós, Gastónʼ. ʻAdiósʼ. Nunca más volveríamos a oírlo.”
[4] Se refiere a Adrián García-Hernández Montoro (Berlín, 1936-Nueva Jersey, 1994), que fue, junto con varios colaboradores de Lunes de Revolución, uno de los más encarnizados enemigos de Lezama. Era de los que llamaban al poeta por teléfono de madrugada para insultarlo o avisarle de supuestas muertes de sus amigos, e incluso, según cuenta Lorenzo García Vega, llegaron a mandarle un cake envenenado.
En el difunto blog Penúltimos Días, Vicente Echerri publicó el 15 de febrero de 2014 una notable semblanza del personaje: Adrián G. Montoro, transgresor ilustrado. Allí se menciona que el padre de Adrián, Antonio García-Hernández, era abogado y representante en Cuba de la aerolínea PanAm. Lezama lo conocía de sus estudios de Derecho en la Universidad.
[5] Se refiere a unas fotos recibidas, donde aparece Rosa Lezama Lima con su nieto Ernesto Bustillo Sotolongo, nacido en agosto de 1966.
Carta de José Lezama Lima, 10 de enero de 1968 (pág. 1).
La Habana, 10 de enero de 1968
Queridas hermanas: Pasamos unos días finales de año desventurados, pues por la tarde M. L. se sintió una opresión muy fuerte en el pecho y tuvimos que mandar a buscar al médico. La reconoció y diagnosticó una insuficiencia de las coronarias. A la siguiente semana se le hizo otro electrocardiograma y la enfermedad había cedido casi totalmente. [1] Le mandó reposo durante una semana, y después le dijo que lo prorrogara a un mes. Yo creo que ha sido el exceso de trabajo la principal motivación de esa crisis.
María Luisa piensa jubilarse, y aunque el sueldo se le reducirá a la mitad, es preferible vivir más descansada y con menos preocupación.
Yo también estoy preocupado. La reducción del petróleo ha afectado la gasolina, y las máquinas de alquiler escasean mucho. Me es imposible trasladarme en guagua porque la alergia me destruye. Así es que ir al trabajo se me ha convertido en un problema muy difícil de resolver. En el trabajo había una máquina que recogía a los empleados, pero la han suprimido. [2] Los cubanos que vivimos aquí somos unos héroes, pues cada día la carencia se hace más brutal.
Hilda Castro se ha portado muy bien con nosotros. Ella había padecido la misma crisis que se le había presentado a María Luisa, y con ese motivo tenía la medicina, desaparecida por completo de nuestras farmacias, que le hacía falta. Era la medicina llamada Peritite 80, tabletas, le trajo unas cuantas pastillas y con ellas se fue remediando M. L.
Se le puso un cable a Joaquín [3] para el envío de la medicina, posteriormente M. L. habló con su familia y ya Joaquín ha enviado la medicina.
Todavía no hemos recibido ninguno de los paquetes que has enviado. Mándanos la factura para hacer la reclamación.
Últimamente un visitante español, el poeta José Ángel Valente, me trajo noticias de María Zambrano. [4] Vive en Ginebra, y los años que pasó en Cuba los recuerda con fervor. Araceli, su hermana, rodeada de gatos y de perros, está casi decrépita. La Universidad de Puerto Rico le manda todos los meses una cantidad necesaria para su vida.
¿Has tenido noticias de Lydia Cabrera? Por aquí se dijo que había muerto. [5] ¿Es cierto?
Escriban. Besos muchos de,
Jocelyn
Carta de José Lezama Lima, 10 de enero de 1968 (pág. 2).
NOTAS:
[1] La cardiopatía de María Luisa Bautista (producto de una lesión en la válvula mitral) reapareció en diciembre de 1971, cuando tuvo que ser ingresada en el hospital Calixto García.
[2] La máquina era parte de las facilidades que tenían algunos empleados del Instituto de Literatura y Lingüística, en la antigua sede de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la avenida Carlos III.
[3] Joaquín Bautista Treviño, el hermano de María Luisa, exiliado.
[4] Véase la correspondencia entre Lezama y Valente, editada y comentada por Javier Fornieles en: José Ángel Valente y José Lezama Lima, Maestro Cantor. Correspondencia y otros textos, Espuela de Plata, Sevilla, 2012.
[5] La noticia, que en efecto circuló ese año por la isla, era falsa. Lydia Cabrera murió en 1991.
Lezama Lima a mediados de los años 30
“Interesa, sobre todo, fijar la imagen de ese joven poeta iconoclasta que aprovecha todas las oportunidades para hacerse visible y se mueve con libertad entre ‘los pajes, los comunistas y los sultanes’”.