El modelo de prensa en Cuba: entre la hegemonía ideológica y la reinvención del periodismo cívico

El énfasis normativo de los modelos de prensa en las democracias liberales occidentales ha sido desafiado por un creciente interés en la relación dinámica entre la prensa, el Estado y las audiencias en los países en desarrollo con regímenes autoritarios, híbridos o en transición[1]

En los regímenes autoritarios, la persistencia del régimen depende de su capacidad de innovación sobre los diversos mecanismos de legitimación ideológica. En palabras de Schedler, “todos sus actos de poder son simultáneamente representaciones escénicas de poder. Son actos de dominación y al mismo tiempo, actos de comunicación”.

Analizar el modelo de prensa oficial en Cuba implica reconocer su orientación a la legitimación ideológica del Estado. Sus lineamientos configurativos, heredados del clásico estilo leninista, son las Tesis y Resoluciones del I Congreso del PCC: “importantes instrumentos de la lucha ideológica y política, […] órganos del Partido y del Estado […] en la tarea de educar, informar, orientar, organizar y movilizar” (PCC, 1976). Si bien la UPEC se crea en 1963, la institucionalización del modelo oficial de prensa al estilo soviético llegó en el I Congreso del PCC en 1975.

En los regímenes autoritarios, la persistencia del régimen depende de su capacidad de innovación sobre los diversos mecanismos de legitimación ideológica.

Entre 1976 y 1992, la legitimación simbólica del régimen se basó en dos relatos fundamentales: el nacionalismo revolucionario y el marxismo-leninismo. Sin embargo, la caída del socialismo real provocó el abandono del marxismo-leninismo como ideología de Estado y la recuperación del nacionalismo revolucionario como doctrina del régimen (Rojas, 2006a). 

Investigaciones con periodistas cubanos de medios estatales han demostrado que la constante amenaza externa de Estados Unidos y el efecto desestabilizador de la glásnost soviética a finales de los años 80 derivaron en una psicología de plaza sitiada en constante peligro, lo que ha generado un impacto negativo sobre la autorregulación de los periodistas (García Luis, 2013a). 

Pero la excesiva regulación externa ha sido el principal punto de discusión para los periodistas cubanos. En efecto, el modelo de prensa socialista cubano, institucionalizado a partir de la experiencia soviética, fue diseñado como un instrumento de legitimación ideológica del Estado. Así, la profesión periodística, sus prácticas, cultura y roles sociales son impuestas por orientaciones y directrices emanadas del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC, un órgano político que suplanta el ejercicio editorial periodístico. 



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Para que ocurra la transición política de regímenes tanto autoritarios como totalitarios es necesario que actores de la sociedad civil —desde abajo— dotados de autonomía, recursos asociativos y capacidad de movilización elaboren y justifiquen proyectos colectivos alternativos creíbles

Por otro lado, los actores políticos al interior de la élite autoritaria —desde arriba— deben construir un espacio de negociación sobre las condiciones mínimas mutuamente ventajosas (Przeworski, 1994). Ambos escenarios implican un componente dialógico y comunicacional (Downing, 1996), una condición que no encontramos en la Cuba de hoy.

En los regímenes autoritarios, definidos por su “incertidumbre estructural” (Schedler, 2016), tiene un alto costo para el Estado (re)producir su legitimidad, de ahí los constantes esfuerzos por sofisticar los mecanismos de control sobre toda la dinámica informativa y controlar una esfera pública estatizada (Dukalski, 2017). 

La caída del socialismo real provocó el abandono del marxismo-leninismo como ideología de Estado y la recuperación del nacionalismo revolucionario.

En este contexto, la información no será un bien público, sino un activo ideológico estratégico orientado a garantizar la hegemonía de las narrativas justificativas del Estado y a minimizar la visibilidad de dinámicas comunicativas que produzcan agendas alternativas autónomas y marcos interactivos que generen agendas más cotidianas que amenacen el monopolio informativo del Estado.

Ciertamente, el Estado cubano pudo controlar la esfera pública y minimizar cualquier amenaza a su hegemonía ideológica durante décadas. Sin embargo, como acertadamente demuestra Geoffray (2013), la liberalización de Internet a partir de 2008 y el desarrollo de ciertas actividades virtuales permitieron la convergencia de ciertas arenas de debate que solían estar segmentadas entre sí. La autora reconoce tres microarenas de debate dentro de Cuba a mediados de 2000: la disidente, los intelectuales protegidos por el Estado y los artistas e intelectuales independientes.

Estas arenas, micro o parciales, se caracterizaron por su reducido tamaño —públicos limitados—, su heteronomía vis-à-vis al Estado cubano y su pobre conectividad e interactividad, lo que debilitó la cohesión y la comunicación interpersonal. 

A pesar de constituir escenarios de disputa sobre bienes públicos, fueron constreñidas en términos de contenido, medios desiguales y poca visibilidad y performatividad, por lo que las percepciones de las personas dependían de la contingencia de los contactos interpersonales con intermediarios, y no de la información suministrada por medios públicos. 



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Al no superar la dimensión micro y mantener su heterogeneidad, las diversas arenas del debate no generaron percepción de amenaza para el Estado cubano y pudieron ser limitadas y controladas por este. Sin embargo, a partir de 2018, el creciente acceso a Internet en Cuba ha permitido la convergencia de las diversas arenas y la creación de lo que Geoffray llama un espacio contencioso transnacional, independiente de la esfera política y cultural oficial, que intensifica las interacciones y permite el reconocimiento de los protagonistas como legítimos oponentes —jugadores de un mismo juego— con un fin común: contribuir al cambio social y político en Cuba desde abajo.

Su carácter polémico activa su potencial de debate para ciertos sectores de la sociedad cubana y su diáspora sobre el futuro. Este espacio contencioso transnacional, en los márgenes del campo político y del control burocrático, constituye una amenaza creciente a la hegemonía ideológica del Estado cubano (Hoffmann, 2011). 

Un jugador clave en este emergente y dinámico proceso ha sido la prensa independiente digital; la cual, a pesar de significativas restricciones tecnológicas, con un alto costo de acceso y en un contexto de elevada polarización política, ha desarrollado una aproximación alternativa a la realidad cubana en la última década.

Un espacio contencioso transnacional con legítimos oponentes con un fin común: contribuir al cambio social y político en Cuba desde abajo.

Como fuentes de información alternativa, más allá del control institucional del Estado, estos medios que “ingenuamente creen en el falso discurso libertario de los apologistas del mercado” (ACN, 2018) son “mercenarios de la pluma y la palabra” liderados por el “centro de operaciones de la guerra psicológica de los servicios especiales de EE.UU.” cuya misión es “crear ansiedad, infundir desilusión, duda, miedo y confusión” (Capote, 2016). 

Construir un periodismo diferente en Cuba significa reconsiderar el proyecto ideológico del PCC, que tendría un impacto negativo en esta unidad, convirtiendo a dicho periodismo en el enemigo interno del Estado.

La mayoría de las startups de medios independientes en Cuba enfrentan este desafío de difamación como traidoras. Por ejemplo, Henken intenta capturar la diversidad de estos medios de comunicación “independientes” mediante la creación de las siguientes cuatro categorías: disidentes digitales, millennialsdigitales, revolucionarios digitales críticos y la diáspora digital (2017). 

Como puede verse, el periodismo digital independiente cubano es un fenómeno diferente al títere estadounidense imaginado por el Estado cubano. Es internamente heterogéneo y presenta una variedad de objetivos y estilos que van desde la crítica revolucionaria hasta la oposición abierta al Estado cubano.



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A pesar de las múltiples restricciones, algunas de estas nuevas empresas de medios han experimentado con formatos digitales innovadores y explorado nuevas formas de autogestión editorial y financiera vinculadas al emergente sector nacional de empresarios privados. Algunos de ellos encuentran en el paquete y otras redes digitales informales el vehículo para distribuir su contenido fuera de línea. 

Desde nuestro punto de vista, la importancia de los medios digitales independientes emergentes de Cuba radica en su renovación potencial de la profesión periodística en la Isla. Su cultura y prácticas, y la forma en que sus periodistas perciben su rol público en nuevas circunstancias, se centran en producir información de calidad para un público interesado en participar en el proceso de toma de decisiones, desligándose así de los instrumentos de legitimación ideológica partidista que deslegitiman a la prensa oficial. 

En el contexto de este nuevo y dinámico espacio contencioso transnacional digital, el Estado cubano solo ha reafirmado la naturaleza restrictiva de sus normas legales. A pesar de su incipiente desarrollo, el periodismo digital independiente enfrenta una variedad de barreras. El acceso limitado, selectivo, monitoreado y altamente regulado a Internet para los ciudadanos cubanos es su principal obstáculo. 

El periodismo digital independiente cubano es un fenómeno diferente al títere estadounidense imaginado por el Estado cubano.

El ideal del acceso público universal se ve disminuido por cuatro factores claves: 1) la ambigüedad y la restricción de las disposiciones legales; 2) la cobertura limitada y los altos costos de acceso; 3) el bloqueo y la censura de sitios de medios críticos; y 4) las estrategias de vigilancia digital (íd.). 

Debido a que Cuba carece de un entorno de liberalización económica que pueda fortalecer el mercado y permitir una mayor autonomía y diferenciación de su sistema de medios, los periodistas independientes pioneros de la Isla ejercen su profesión en un limbo legal, con poco o ningún acceso a financiamiento, y son constantemente estigmatizados y difamados como “mercenarios de la pluma y la palabra” por el liderazgo político y los medios oficiales. 

Dado el regreso que representó la postura geopolítica amenazadora de Estados Unidos bajo la administración Trump, las características principales del modelo emergente de prensa digital independiente de Cuba serán la improvisación creativa, la polarización ideológica extrema y la confrontación radical con el Estado.


© Imagen de portada: Medios de prensa independientes cubanos (logos).




Referencias:
Agencia Cubana de Noticias (ACN) (2018): «Discurso en la clausura del X Congreso de la UPEC», 15 de julio.
Capote, Raúl A. (2016): «La nueva prensa», en Granma, 22 de septiembre.
Curran, James y Myung Jin-Park (2000): De-Westernizing Media Stud­ies, Routledge, New York.
Downing, John D. (1996): Internationalizing Media Theory: Transition, Power, Culture, Sage, London.
Dukalski, Alexander (2017): The Authoritarian Public Sphere: Legiti­mation and Autocratic Power in North Korea, Burma, and China, Routledge, New York.
Esser, Frank y Barbara Pfetsch (2004): Comparing Political Communi­cation: Theories, Cases, and Challenges, Cambridge University Press, Cambridge.
García Luis, Julio (2013a): «La regulación de la prensa en Cuba: referen­tes morales y deontológicos», en Temas, no. 74.
Geoffray, Marie Laure (2013): «Internet, Public Space and Contention in Cuba. Bridging Asymmetries of Access to Public Space through Trans­national Dynamics of Contention», en Working Paper Series, no. 42.
Gross, Peter y Karol Jakubowicz (2013): Media Transformations in the Post-Communist World: Eastern Europe’s Tortured Path to Change, Lexington Books, London.
Hallin, Daniel y Paolo Mancini (2012): Comparing Media Systems beyond the Western World, Cambridge University Press, Cambridge. 
Hoffmann, Bert (2011): «Civil Society 2.0?: How the Internet Changes State-So­ciety Relations in Authoritarian Regimes: The Case of Cuba», en GIGA Working Papers, no. 156, enero.
Partido Comunista de Cuba (PCC) (1976): «Tesis y Resoluciones», I Congreso del Partido Comunista de Cuba, La Habana. 
Price, Monroe E.; Rozumilowicz, Beata y Stefaan Verhulst (2002): Media Reform: Democratizing the Media, Democratizing the State, Routledge, London.
Przeworski, Adam (1994): «Algunos problemas en el estudio de la tran­sición hacia la democracia», en Guillermo O’Donnell y Phillip Schmitter, Transiciones desde un gobierno autoritario. Perspectivas Comparadas, Paidós, Barcelona. 
Repnikova, Maria (2017a): Media Politics in China: Improvising Power under Authoritarianism, Cambridge University Press, Cambridge.
Rojas, Rafael (2006a): «Ideología, cultura y memoria. Dilemas simbóli­cos de la transición», en Marifeli Pérez-Stable (ed.): Cuba en el siglo xxi. Ensayos sobre la transición, Colibrí, Madrid.
Schedler, Andreas (2016): La política de la incertidumbre en los regíme­nes electorales autoritarios, FCE-CIDE, México D. F.
Voltmer, Katrin (2006): Mass Media and Political Communication in New Democracies, Routledge, New York.Zielonka, Jan (2015): Media and Politics in New Democracies: Europe in a Comparative Perspective, Oxford University Press, New York.




Nota:
[1] (Repnikova, 2017a; Zielonka, 2015; Gross y Jakubowicz, 2013; Hallin y Mancini, 2012; Voltmer, 2006; Esser y Pfetsch, 2004; Price, Rozumilowicz y Verhulst, 2002; Curran y Jin-Park, 2000).




Nota:
La versión extensa de este artículo se encuentra en el libro La revolución digital cubana: Innovación ciudadana y política estatal (Ted A. Henken y Sara Garcia Santamaria, Editorial Hypermedia, 2022).




Sobre el autor: 
Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta (Cuba, 1968). Doctor en Investigación en Ciencias Sociales (FLACSO-México, 2003), máster en Ciencias Sociales (FLACSO-México, 1998) y licenciado en Sociología (Universidad de La Habana, 1991). Actualmente es profesor investigador del Departamento de Comunicaciones de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Ha trabajado como investigador invitado en las Universidades de Georgetown y California (San Diego); así como en la Autónoma de Madrid, la Universidad de Porto y la Universidad de Granada. Sus publicaciones recientes incluyen “La democracia republicana en Cuba, 1940-1952: Actores, reglas y estrategias electorales” y “Del constitucionalismo republicano al autoritario en el siglo XX cubano”. Su principal foco de investigación es la historia institucional de la República de Cuba y la transición política en la Isla; democratización, activismo cívico y movimientos sociales; y comunicación política y esfera pública en tiempos de transición.




Carlos A Aguilera

Sobre la transficción, la translectura y otras naderías

Adriana Normand

Teoría de la transficción es uno de los libros más valientes de la Editorial Hypermedia. Es una antología de escrituras que han decidido mutar su estructura celular y burlarse de los bordes, ignorar los límitesAguilera se toma el trabajo de desmenuzar el concepto de transficción desde varias de sus aristas.