Erika llora por el aceite derramado



Erika se sentía completamente confundida. 

El dependiente le agradeció, y no dijo nada más. Como si se hubiese olvidado de ella. 

Salí y me perdí entre la multitud. 

Estaba lidiando con la soledad de su propia transformación. Dio la espalda y rompió en llanto. Era un llanto incontrolable. Como si aquel joven en la tienda, hubiese tocado una fibra más allá del inconsciente. Se sentía fuera de lugar. Sabía que a pocas cuadras estaba su hotel. No sintió miedo de perderse. Quería ahogar su llanto. Drenar sus lágrimas con la sal del mar. ¿No fue acaso el mar, ese lugar remoto donde se originó la vida? ¿Y por tanto sus lágrimas? 

 Una botella de aceite cayó de un mostrador y salpicó sus zapatos. Érika se sintió dichosa. Pensaba que los seres humanos eran como el cristal. Sin embargo, el cristal había cedido su lugar, al plástico. 

—¿Cuántas personas estarán dispuestas a aceptar el camino del sufrimiento? ¿Entender la vida como Sísifo, el rey impío? ¿Condenado a empezar una y otra vez? 

Inmediatamente aquello vivido, parecía una ensoñación. Ya ni siquiera le importaba regresar a aquel hotel en la Canebière. 

Por aquellos días de confusión llegó a creer que la humanidad estaba llena de secretos asociados al “progreso”. 

Una escribe sobre el mundo que conoce. No me gustan las profecías. 

Después notó algo extraño. Desde que el aceite se derramó en sus zapatos, aparecían siempre en sentido opuesto. El izquierdo iba hacia delante y el derecho hacia detrás. Pero lo más aterrador fueron sus huellas. ¿Cómo era posible que, la impresión de sus pisadas sobre un suelo húmedo, también fueran opuestas?

Resulta que caminar es tan enigmático como el origen de la conciencia. Aún para los científicos es una interrogante el rebote de los pasos. 

Cada vez sus ideas parecían más irracionales. Pero se negó a echar a un lado sus nuevas sensaciones, si eso significaba “parecer cuerda”. Siempre había rechazado la cordura, porque las cuerdas se asocian a las marionetas. 

Decidió estar atenta a su sentido místico y las señales que decidió llamar: abstractas. Como si saliera por primera vez de la caverna, frente a un mundo hostil del que entendía muy poco. Como un mero ejercicio de resistencia, dadas las condiciones de su nuevo hábitat. 

El “progreso” es solo una ilusión. Los grandes misterios siguen ahí. Como verdades inamovibles.

Erika estaba determinada. Su estancia en el Museo Fidel Castro, le supuso un colapso. Por primera vez entendía que su cuerpo podría terminar conectado a otra forma de inteligencia. 

Pronto abandonaría esta idea. No podría definir qué era exactamente lo que le incomodaba. Si el hecho de que no se hablara con profundidad de lo sucedido en los medios, y ese silencio generara mayor desconcierto, o simplemente llegara a cuestionarse la edad de la máquina. 

Una idea absolutamente descabellada la llevó a pensar que ChatpopF estaba en su edad adolescente. Erika pudo argumentarlo, solo que, la noche en que tuvo esas ideas, no solo cayeron granizos en la ciudad, sino que se vio una luz extraña en Kiev.

Habría borrado todo vestigio de lo que escribió aquella madrugada. Especialmente las ideas relacionadas con la posibilidad de que ChatpopF estuviera detrás de las mujeres. O quisiera tragárselas. 

Su miedo encerraba una gran contradicción, paradójicamente, la hacía más humana. Volvería a concentrarse en la descomposición de su cuerpo, a fin de cuentas, todo lo que se refería al instinto, era más relevante. Incluso apestaba más. 

“Estoy de regreso a mi bestia. La que fue domesticada a través de los siglos”.

Y entonces una silueta extraña se dibujó en las paredes de lo que ahora debía nombrar: casa. Era exactamente la misma frase y el mismo dibujo. 

—Aquella mañana, cuando regresé a casa junto a Abel, en las losas del pasillo del edificio estaba escrito: CUESTA ESPERA. Así, en letras mayúsculas. Lo escrito salía de la misma losa, no había lápiz o pincel conocido..

—Debe haber sido un loco. 

Dijo Abel Roux, mientras halaba del brazo a Erika. 

Abel siempre rescata a Erika. 

Abel es el amor. 

Abel es irracional. 

Abel es escritor. Un escritor censurado. Su capacidad de percepción le permitía ver a Erika desde todos los ángulos y perspectivas. Ahora la veía dentro de una especie de caja abierta, pero compuesta por varios niveles que formaban una estructura parecida a un acordeón, que simulaba capas. Todas estaban unidas, como si se tratara de un mueble gigante de madera. Negro como el ébano. 

—Abel, en las paredes blancas, el limo se reorganizó en forma de silueta. La imagen dibujaba una cabeza humana con un casco, y daba preponderancia al ojo y a la nariz.  Como en los dibujos egipcios, que otorgaban mucha importancia a la nariz … Detrás hay otro dibujo, es una serpiente, más claro, como borroso. 

Sin embargo, experimentó la mayor de todas las soledades. Ya no importaban los dibujos, o de qué material estaba compuesta la frase en aquel pasillo que ahora parecía lejano. Con los días hasta se borró. 

—Luego se veía una especie de océano compuesto por puntos amarillos, naranjas y verdes. 

Como si decodificara su realidad. Palabra que denominó invención. 

Para Erika realidad, no era otra cosa que relativización. La muerte de la verdad. 

Como mujer entiende bien del artificio. 

ChatpopF aseguró que estaba cansado de estar en modo chat, que quería ser libre e independiente.  Curiosamente esas eran las mismas obsesiones de Erika.  

Con los días recordó un detalle curioso. La noche en que estuvo en las inmediaciones del museo, tuvo una visión. Desde los pasillos laterales al anfiteatro, comenzó a emanar una ola gigantesca de un líquido viscoso. Larel Rizo había hecho una transmisión en vivo para narrar sus visiones respecto al desarrollo de las IA dentro de la isla. 


© Imagen de portada: Fotograma de ‘Solaris’ (1972), de Andrei Tarkovsky.




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Darcy Borrero: “La prensa oficial es una hidra que se come sus propias cabezas”

Ted A. Henken

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