Así quería verlos, tranquilitos. Dándose la mano y todo. Ayer, Joe Biden y Donald Trump. Hoy, Donald Biden y Joe Trump.
Enemigos irreconciliables de toda la vida. A la par, íntimos actores de la alta política de los Estados Unidos.
Un minuto antes, por poco se matan entre sí en los medios. Ahora, al encontrarse en persona a ras de la transición de poder, resulta que todo el tiempo iban a colaborar.
No era para tanto la cosa. Y no nos habían dicho nada.
Aplausos. Es la democracia en acción. Ovación cerrada. Los antidemocráticos fuimos nosotros, sus mutuos votantes. Puede ser. No fuimos lo suficientemente revolucionarios.
Otra vez los cubanos del exilio perdimos amigos, familiares y parejas en este último ciclo presidencial. Cansa tanta comemierdá.
El odio nos puso a hacer el ridículo ante nosotros mismos, en tanto comunidad desplazada, desquiciada, desaparecida.
Se nos venía encima un apocalipsis por partida doble. Había que quemar las naves para evitar otro totalitarismo aquí. ¿Qué otra cosa podíamos hacer, colimados y tan lejos de casa?
Nos convencieron de que no teníamos escapatoria. Cada cubano debía saber votar y votar bien. Los nazis y los cazanazis ya estaban entre nosotros.
Esta vez, como todas, no se trataba de elegir al azar y olvidar nuestra opción. Antes bien, votábamos para ver si teníamos algún chance de sobrevivir en libertad.
Y votamos. Y el cuartico quedó igualito. Ni siquiera nos enteramos de si sobrevivimos o no. La pérdida de la libertad se ha pospuesto por un ratico. The show must go on.
Tal vez debimos de cometer abstención en masa. O, total, dado el terror terminal con que nos tetanizaron hasta la ternura, tal vez hubiera dado igual anular nuestras boletas con un curativo ¡Viva la Revolución Cubana!
Un minuto antes de esta instantánea, votar por cualquiera de los dos partidos políticos estadounidenses constituía un crimen de lesa humanidad, según el otro partido político.
Un minuto después del flash, de pronto ya todo pasó. Era sólo un jueguito. Un espectáculo monetizable, como la realidad sin afueras del capitalismo global, más allá de la idiotez insingable de las ideologías.
Que nadie venga a hacer ilusiones. La cosa empieza ahora de verdad. Tras el veredicto en firme, el peligro electoral no acaba. Al contrario, se ha hecho viral.
Aprepárense para los próximos cuatro años. Media ciudadanía ya está en su democratiquísima fase de resistencia. Nadie podrá disfrutar impunemente de su nazismito.
Las academias de música en Cuba
Capítulo del libro ‘Historia de la música popular cubana. De las danzas habaneras a la salsa (1829-1976)’, de Antonio Gómez Sotolongo (Hypermedia, 2024).