El cancerbero de la Revolución


Dicen que fue en La Habana, en 1980. Pero igual pudo haber sido en la Managua de 1979. 
 
A estas alturas de la paleohistoria patria, la geografía y el tiempo son como aquellos crucigramas de la revista Bohemia. Acrósticos atroces que se fueron quedando sin clave. Pero que, por pura inercia de lectores cautivos, los cubanos aún los podemos resolver, cruzando al azar las consonantes con las vocales del Ur-castrismo.
 
Dicen que en la foto está Konstantín Chernenko, septuagenario, y vestido de azules como una novia no virgen cubana. 
 
A la derecha de Chernenko, yo juraría que posa Anatoli Karpov, el delator de los deportes a sueldo del Komsomol o el PCUS. En cualquier caso, por entonces un flamante campeón mundial de ajedrez, a pesar de esa vocecita chillona que tanto exasperaba a su compatriota Viktor Korchnoi, el traidor de los trebejos estatales de la CCCP.
 
Del otro lado de Fidel, se alzan otros dos funcionarios definitivamente bolos. En enero de 2022 todavía se les puede sentir la peste a falta de desodorante, a través de sus respectivos trajes y corbatas salidos de esta o aquella de las quince repúblicas socialistas soviéticas. Por lo demás, they all look the same.
 
Como en realidad no es Karpov el presunto Karpov de la foto, podemos asumir con tranquilidad que todos en esta foto ya han muerto. Descansen en paz, compañeros y compañeros.
 
Sin embargo, nos queda por identificar un rostro sonriente que se acuclilla como un perro a los pies de su amo Fidel. El cancerbero luce un trajecito que parece ser un safari color marino, tan típico de la Isla. Parece el menos político de la comitiva oficial. Pero es el único verdaderamente político de estos cinco héroes. Es decir, es el único que los va a sobrevivir a todos. Hasta el lunes de hoy.
 
En efecto, se trata de Raúl Castro. Un tipo jovial. Padre de familia. Amigo de sus amigos. Padrino de los hijos de sus amigos, como puede testimoniarlo desde el exilio Juan Juan Almeida. Todo lo contrario de la frialdad sociopática de su hermano de pie. Que era un tipo asceta. Sin familia. Huérfano de amigos y ahijados. Así, con un par de binarios bucólicos, se construye facilito la grosera genealogía de una nación.
 
Si bien es cierto que una vez Raúl Castro amenazó de muerte a Silvio Rodríguez, fue porque el cantautor de las mujeres soles había golpeado a una de sus hijas. Yo no lo hubiera amenazado, sino ejecutado en el acto. Igual fue sólo una amenaza telefónica y la cosa no pasó de ahí. Silvio simplemente dejó de templarse a Nilsa o Déborah (supongo que no haya sido a Mariela), dio un conciertazo de reafirmación revolucionaria en el estadio Latinoamericano, y grabó un LP doble con Afrocuba. Caso cerrado. Cicatriz curada.
 
Es posible que la Revolución Cubana no hubiera existido sin la figura secundaria de Raúl Castro. Mató y bien matado todo lo que había que matar, mientras Fidel hechizaba a las masas para que miraran hacia cualquier otra parte. Maniobró a la sombra como un maestro y así él mismo lo confesó un 26 de julio de 2009 (estoy seguro de que existen otros 26 de julio de 2009).
 
A la postre, muerto Fidel Castro en el 2016 o acaso en el 2006, ha sido otra vez Raúl Castro quien se ha encargado de atar y bien atar la sucesión dinástica entre el militariado insular.
 
No os riais de verlo jugando a las escondidas entre las faldas de su hermano mayor. Desde allí, nonagenario y todo, todavía nos puede aterrorizar nuestras viditas anónimas de cubanos sin Cuba.




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Santa Castro

Orlando Luis Pardo Lazo

Fue, fumó, fascinó.