Parece una foto de la guerra civil española. Creo distinguir a varios cubanos allí. Incluidos Pablo de la Torriente Brau, Lino Novás Calvo y, por carambola, George Orwell de pie, detrás de Federico García Lorca, que fue quien tiró este selfie.
Por desgracia, no es una foto de la Península, sino de la Siempre Fiel Isla de Cuba, provincia de ultramar de la metrópolis, tomada el mismísimo jueves 1º de enero de 1959.
Los protagonistas de la foto no son famosos, excepto por la propiedad que han ocupado. Se trata nada menos que de la finca Cuquine, propiedad de Fulgencio Batista, en las afueras de la capital cubana.
Definitivamente, aquella era una Habana que se pintaba de muy moderna, pero, según lo prueba esta foto, por dentro estaba podrida de guajirá.
En el cochecito de Marta María Batista, como si fuera un personaje de Virgilio Piñera, se ha acostado un cabroncito cubano. Se le ve hasta en la sonrisa que no trae nada en el seso. Y, como en El viaje piñeariano, ese camaján infantilón de la cubanidad bien podría ahora decir:
―He acabado por ser, como el sol para los salvajes, un fenómeno natural.
La Revolución Cubana nació ese día en nuestras ciudades. Repárese en cuán lampiños eran entonces todos los uniformados. Las barbas eran una cosa estrictamente rural, una cochiná temporal que se suponía que todos se afeitarían cívicamente un día después del triunfo revolucionario.
Como es bien conocido, la mayoría de estos matariles de mentiritas después se alzaron en El Escambray en contra del Ejército Rebelde. Trataron de hacerse los héroes, con la cantinela de “la revolución traicionada”. Pero Fidel Castro no traicionó nada. En todo caso, fueron estos tracatanes los que se traicionaron a sí mismos. Y por eso sus sonrisas se estrellaron a los pocos meses o años contra el palito del pelotón de fusilamiento.
Desde la distancia de este lunes sin patria se ve todo ahora tan claro que resulta conmovedor. El comunismo a la cubana fue fascismo desde el día cero, desde todos los días cero de nuestra historieta nacional.
También fueron fascistas las revoluciones y revolicos anteriores, durante la Republiquita de cartón-tabla, minada de manengues que eran la continuidad de los mayorales y la antesala del marxismo. Como fascista fue sin duda el martes 20 de mayo de 1902.
El fascismo entre los cubanos no es nada particularmente malo. Por el contrario, se nos da bastante bien y lo entendemos mucho mejor que a la democracia. Como morir de cara al sol, el fascismo funciona entre nosotros como si fuera la cosa más natural.
Es el motor de nuestra idiosincrasia. Es lo que renueva nuestro nacionalismo cada vez que ya parece agotado. El fascismo es lo único que nos permite, de vez en cuando, un tin impune de libertad.
Y no lo digo yo, sino esta foto sin filtros digitales que recién miramos, aunque ella nos esté mirando a nosotros desde hace 65 años.
Cuba era tu casa
En la pantalla de mi televisor, la pizarra humana parecía respirar, sincronizada o con desfasajes, mucho mejor que cualquier animación actual.